tag:blogger.com,1999:blog-62968353997495155112024-03-28T08:25:08.826-07:00Mario AlbornozMario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.comBlogger27125tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-90965125313826233532024-03-14T07:24:00.000-07:002024-03-14T20:09:48.635-07:00<h1 style="text-align: left;"><span style="font-size: x-large;"><span face="Arial, sans-serif">En ciencia y tecnología el laberinto de las
confusiones</span></span></h1><h4 style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal; text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; font-size: large; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinodGS6f2tA-qYHkaK9yeedFAt3w2DvksAySPEpK4dKxpFYdL5OEAqhXTtHveqc54VspVFL4sZ6p-rS7i3F1cXSERcG4vGOLDhWdkV-_Y9UmHz91C3RTAyiggQGevwbfsnCZdHbRYfQ1Cxr0kVBS-BIF3yqTfUsogKMFKTB-17gtyO-ntVZ3Azo7i82m4T/s800/Laberinto.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="548" data-original-width="800" height="219" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinodGS6f2tA-qYHkaK9yeedFAt3w2DvksAySPEpK4dKxpFYdL5OEAqhXTtHveqc54VspVFL4sZ6p-rS7i3F1cXSERcG4vGOLDhWdkV-_Y9UmHz91C3RTAyiggQGevwbfsnCZdHbRYfQ1Cxr0kVBS-BIF3yqTfUsogKMFKTB-17gtyO-ntVZ3Azo7i82m4T/w320-h219/Laberinto.jpg" width="320" /></a></div><span style="font-size: x-large;">S</span></span><span style="font-family: arial; font-size: medium; font-weight: normal; text-align: justify;">esenta y ocho científicos que recibieron el Premio Nobel firmaron
una carta dirigida al Presidente advirtiendo sobre daños irreparables causados a
la ciencia argentina. Veintiún laureados en química, veintiséis en medicina, veinte
en física y curiosamente sólo uno en economía manifestaban así su profunda
preocupación. Observaban que el sistema argentino de ciencia y tecnología se está
acercando a un peligroso precipicio y les causaba desaliento considerar las
consecuencias que esta situación podría tener, no solamente para el pueblo
argentino, sino para todo el mundo. </span></div></h4><h4 style="text-align: left;"><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia; font-size: medium;">Publicado en La Nación el 14 de marzo de 2024 bajo el título "La tentación de definir a priori cuál ciencia es beneficiosa y cuál no"</span></div><span style="font-family: arial;"><span><a name='more'></a></span></span></h4><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Estas afirmaciones algo tremendistas son prematuras,
ya que se formularon apenas a los tres meses de haber asumido el actual
gobierno. Parecen ignorar además el doloroso contexto en el que no solamente la
ciencia, sino la sociedad argentina en su conjunto está sometida a un fuerte
ajuste que deteriora los salarios y conduce a una recesión que se agudiza. Por
último, pese a mostrarse tan bien informados, omiten mencionar que muchos de
los problemas que señalan no son nuevos, sino que vienen acentuándose desde
hace algunos años. Sin embargo, es preciso reconocer que en relación con la
ciencia y la tecnología el gobierno actual está cometiendo errores y
arbitrariedades más llamativos que los mencionados en la carta. Desde mi punto
de vista, es expresiva de un corporativismo de los científicos que trasciende
las fronteras, pero más alarmantes me resultaron las expresiones del vocero
presidencial cuando reaccionó afirmando que “no se va a financiar la ciencia
que no aporta un beneficio directo a la sociedad”. ¿Con qué autoridad
epistémica puede un gobierno decidir a priori qué ciencia aporta un beneficio
directo a la sociedad?<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: medium;">El Presidente -según el vocero- entiende la importancia de
la ciencia y valora los hallazgos que permiten mejoras concretas en la sociedad.
De hecho, agregó, se está construyendo un CONICET que pone sus esfuerzos
en el desarrollo de la bioeconomía y la inteligencia artificial aplicada a la
medicina y no uno que gaste su tiempo en investigaciones de dudosa
utilidad. Es normal que una política científica establezca prioridades, pero
eso no significa que el gobierno pueda decidir a priori qué ciencia es beneficiosa
y cuál no. Los propios científicos tienen mucho que decir al respecto.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: medium;">Hay dilemas y polémicas que se repiten en la historia de la
relación de los gobiernos con la ciencia. Lo curioso es que en este caso los
papeles parecen estar trastocados. En la inmediata posguerra, cuando la
humanidad tuvo la evidencia del poder (constructivo y destructivo) de la
ciencia se produjeron grandes polémicas acerca de los protagonismos y del papel
que gobernantes y científicos debían desempeñar. Fueron emblemáticas las
opiniones contrapuestas de ilustres investigadores como John Bernal y Michael
Polanyi. El primero de ellos, destacado cristalógrafo, formó parte del Partido
Comunista de Gran Bretaña y recibió en 1953 el Premio Lenin de la Paz por sus
labores internacionalistas. Bernal escribió un gran tratado al que tituló
“Historia social de la ciencia” en el que afirmaba que la civilización, tal
como hoy la conocemos, sería imposible sin la ciencia. Ésta, afirmaba, puede
ser considerada como método, como tradición acumulativa de conocimiento y
también como institución. En este último caso, la función de los gobiernos es
proporcionar a los científicos los recursos que necesitan para hacer su trabajo,
más allá de que su objetivo último sea de orden comercial o militar. En
general, afirmaba Bernal, el científico tiene que “vender” su proyecto, demostrando
su interés social. Son casi las palabras del vocero Adorni, en el sentido de
que sólo se financiará la ciencia que aporte un beneficio directo a la
sociedad.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Por su parte, Michael Polanyi era un liberal de pura cepa
que, con otros </span><span style="font-family: arial; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">autores, fundó la </span><span style="background: white; font-family: arial; mso-bidi-font-family: Arial; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Sociedad
para la libertad de la ciencia</span><span style="font-family: arial; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">.
F</span><span style="font-family: arial;">ue un erudito húngaro y británico que evolucionó desde la química hacia
la economía y la filosofía de la ciencia. </span><span style="font-family: arial; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Escribió
un texto muy valorado y polémico al que tituló “La República de la Ciencia”. En
dicho texto afirmaba que la búsqueda de la ciencia por iniciativas
independientes auto coordinadas asegura la más eficiente organización posible
del progreso científico. Enfatizaba además que cualquier autoridad que
pretendiera dirigir centralmente el trabajo del científico llevaría el progreso
de la ciencia prácticamente a un punto muerto. Afirmaba Polanyi que aquellos políticos
que piensan que el público está interesado en la ciencia sólo como una fuente
de riqueza y de poder evalúan muy erróneamente la situación. No hay ninguna
razón -decía- para suponer que el electorado estaría menos dispuesto a apoyar a
la ciencia con el fin de explorar la naturaleza de las cosas y de los procesos
sociales.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Lo paradójico de la
situación actual, a la luz de la historia a la que he hecho alusión, es que el
gobierno parece adherir a los lineamientos de política científica defendidos
por el comunista Bernal y rechaza los principios liberales de la república de
la ciencia. Hago esta comparación no por mera ironía, dada la importancia que
las autoridades asignan a lo ideológico, sino para ejemplificar por qué creo
que no han meditado suficiente y adecuadamente acerca de los lineamientos a los
que deben ajustar su política de la ciencia. Están bien la bioeconomía y la
inteligencia artificial como temas de la agenda, pero ¿qué pasa con la
filosofía, la antropología, la historia e incluso la física teórica, así como
tantos otros campos en los que no es posible determinar un beneficio directo
para la sociedad? ¿Hay que dejarlos de lado?</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Los ilustres colegas
extranjeros mencionan que la eliminación del Ministerio es uno de los factores
que empujan la ciencia argentina hacia el abismo. No lo creo, en el contexto de
una reducción general de ministerios, pero sí considero que es un error que la
secretaría que lo reemplazó sea fundamentalmente un ámbito de modernización de
la administración pública, como bien se observa en la página institucional, que
parece ocuparse primordialmente de temas como la firma digital o la plataforma
Mi Argentina. Confundir estos temas (sin duda importantes) con ciencia,
tecnología e incluso innovación es una muestra sorprendente de desconocimiento
de esta materia. Es además un error burocrático, ya que en la práctica, la
autoridad política de mayor nivel en lo que se refiere estrictamente a la
ciencia y la tecnología en el país tiene el nivel de una subsecretaría. ¿Cuál
será su poder de decisión sobre los temas centrales?</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">En cuanto al CONICET, es brutal que se lo considere
simplemente como un nido de ñoquis. Hay investigadores muy valiosos que hacen
aportes significativos en muchos campos, no solamente de aplicación económica. Esto
debe ser reconocido y alentado. Una sana política debería orientarse a aumentar
la autoestima de los investigadores y no a denigrarlos con términos como
“ñoquicet”. Pero también es cierto que el modelo seguido en los últimos años
hoy está agotado. El modelo dotó de infraestructuras, equipamiento y recursos
suficientes a algunos grupos prestigiosos, pero permitió un crecimiento
desmedido del CONICET, concentrando en él funciones que podrían ser mejor
cubiertas por otros organismos. Como señalé en artículos anteriores, es preciso
establecer con claridad que la política de ciencia y tecnología es mucho más
que una “política para los investigadores”. Forma parte de una política global capaz
de ofrecer al país un rumbo de desarrollo equitativo y sostenible social y ambientalmente.
De lo que se trata es de crear las condiciones para que los resultados de las
investigaciones, como así también la adaptación de conocimientos generados
fuera del país se traduzcan en impulsos a la innovación. Por eso, los
protagonistas de las experiencias de creación, difusión, adaptación y
aplicación de conocimientos son muy diversos: no solamente los investigadores, sino
también los tecnólogos y los empresarios, entre otros. Del mismo modo, las
políticas de innovación no sólo dependen del área gubernamental de ciencia y
tecnología, sino que en mayor medida corresponden a las políticas económica y productivas.
</span><span style="font-family: arial; mso-spacerun: yes;"> </span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Por otra parte, los resultados de la ciencia argentina vienen
decayendo desde hace varios años. No es solamente un problema de hoy. Un
ilustre investigador argentino de la Fundación Instituto Leloir, Luis Quesada
Allué, realizó un estudio sobre las publicaciones científicas en la base SCOPUS
y como conclusión se refirió al “derrumbe de la ciencia y la tecnología
argentina”. Por mi parte no sería tan enfático, pero lo cierto es que usando datos
de la misma fuente se observa un rendimiento menguante de la producción
científica expresada en publicaciones internacionales de primer nivel. Actualmente,
de los cinco países latinoamericanos con mayor producción científica, Argentina
es el que publica menos artículos en revistas registradas en bases de datos
internacionales. Esto no era así en un pasado relativamente reciente. Es
necesario encontrar la explicación adecuada para poder corregir rumbos.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El sistema institucional de la ciencia y la tecnología en
Argentina ha logrado éxitos indiscutibles, pero hoy es, en alguna medida,
obsoleto. No aprovecha bien los recursos y no se ajusta a los rasgos
principales del proceso de creación de conocimiento en esta época de fronteras cognitivas
que se abren. Tampoco alienta la investigación interdisciplinaria, que es la
herramienta imprescindible para el abordaje de los problemas complejos, como
son los que tienen que ver con el ambiente, la salud, la alimentación o la
pobreza, entre otros. Pero lo lógico es tratar de mejorarlo, no destruirlo.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Este gobierno tiene la oportunidad de formular una política
científica y tecnológica que corrija aquellos aspectos que han frenado el
desarrollo creativo de la ciencia argentina. Pero no es cuestión de improvisaciones
ni de imposiciones epistemológicas. La gobernanza del sistema científico y
tecnológico del país involucra a muchos actores y se requiere legitimidad por
parte de cada uno de ellos. De lo contrario, seguiremos perdiendo el tiempo en
medio del laberinto de las confusiones (y perdiendo valiosos científicos, de
paso).</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p></o:p></p>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-20489384158269395602023-11-13T10:42:00.000-08:002023-11-13T18:10:47.849-08:00Sabato 4.0 El triangulo de Sabato medio siglo después<p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Los pioneros del
desarrollo tecnológico en América Latina tuvieron ideas muy claras acerca del
papel del conocimiento en los procesos económicos. Muchos fueron tributarios
del pensamiento de la CEPAL y otros se alimentaron de la visión que la OEA alguna
vez impulsó acerca de la ciencia y la tecnología como elementos críticos para
el futuro de la región. De todo aquel conglomerado de ideas y experiencias la
síntesis más acabada y también más difundida la formuló Jorge Sabato (en
colaboración con Natalio Botana) con su triángulo cuyos vértices correspondían al
estado, la infraestructura científico tecnológica y la estructura productiva. En
sus palabras:</span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt; text-align: justify;"><span style="mso-fareast-language: ES-AR;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: medium;">“<i>Enfocada como un proceso político consciente, la acción de insertar
la ciencia y la tecnología en la trama misma del desarrollo significa saber
dónde y cómo innovar. La experiencia histórica demuestra que este proceso
político constituye el resultado de la acción múltiple y coordinada de tres
elementos fundamentales en el desarrollo de las sociedades contemporáneas; el
gobierno, la estructura productiva y la infraestructura científico–tecnológica.
Podemos imaginar que entre estos tres elementos se establece un sistema de
relaciones que se representaría por la figura geométrica de un triángulo, en
donde cada uno de ellos ocuparían sus vértices respectivos</i>” (Sabato y
Botana, 1968).</span><span></span></span></span></p><a name='more'></a><span style="mso-fareast-language: ES-AR;"><span style="font-family: arial;"><o:p></o:p></span></span><p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">A pesar de que la
representación gráfica del modelo era la de un triángulo equilátero, en su
dinámica uno de los tres vértices tenía una importancia predominante: el
gobierno. Probablemente por este motivo se lo representaba por encima de los
otros dos. Esto se debía a que se atribuía al gobierno la capacidad de regular
y promover las actividades y los vínculos entre los vértices de la
infraestructura científico tecnológica y la estructura productiva, así como las
relaciones de ambas con el exterior. </span><span style="font-family: arial;"> </span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El mensaje central
del esquema del triángulo de las interacciones era la naturaleza política del
problema y que la capacidad de crear tecnología resultaba indispensable para el
desarrollo, lo que requería un sistema de relaciones virtuosas entre los
principales actores del proceso tecnológico. Se desprende de ello que el
conocimiento debe ayudar a generar riqueza, aunque para tal propósito no basta
con la creatividad de los científicos sino que se requiere una trama de relaciones
que incluyan a las empresas y al gobierno.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Más de cincuenta
años después, aquel mensaje sigue vigente e incluso ha sido recuperado como
modelo aspiracional. Ello, a pesar del problema que representa el hecho de que el
sector productivo que se desplegaba a los ojos de Sabato estaba compuesto mayormente
por grandes empresas, muchas de ellas públicas, respondiendo al modo
tradicional de manufactura. Faltaba una década para que se cuestionara el modo
de producción fordista. Actualmente incluso los modelos de fabricación flexible
van quedando detrás de las aplicaciones de la inteligencia artificial, en plena
época de la industria 4.0. </span><span style="font-family: arial;"> </span><span style="font-family: arial;">En este
contexto cabe preguntarse por la vigencia actual del modelo del triángulo o de la
eventual necesidad de su reformulación. ¿Sigue teniendo en la actualidad un
papel predominante el gobierno? Hay versiones que reemplazan el vértice del
gobierno por el mercado. Sería éste el principal y casi exclusivo regulador.
Hay también versiones que modifican incluso la forma geométrica y agregan el
vértice del sistema financiero. En lo que sigue trataré de argumentar acerca de
la vigencia del viejo triángulo, posiblemente remasterizado, por entender que
las funciones de las políticas, las regulaciones y la aplicación de
herramientas de promoción son irremplazables. Con mucha más razón en el
escenario latinoamericano. Llamaré a esta versión del triángulo en el contexto
de la cuarta revolución industrial “Sabato 4.0”. Pero Sabato, al fin. </span><span style="font-family: arial;"> </span><span style="font-family: arial;"> </span><span style="font-family: arial;"> </span><span style="font-family: arial;"> </span></span></p>
<h3 style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; text-align: left;">La
era de las startup</span></h3>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-fareast-language: ES-AR;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Los tiempos han
cambiado. Actualmente ya es un lugar común afirmar que en tiempos de auge de la
nanotecnología, la ingeniería genética y la inteligencia artificial el
conocimiento ha adquirido una relevancia inédita como potencia transformadora
de la economía, la cultura y la vida social. En el nivel de las grandes
empresas, no solamente el cambio tecnológico, sino también la creciente
preocupación por el cuidado del planeta han impulsado cambios por los que se
ven forzadas a incorporar innovaciones y a controlar su impacto ambiental. En
los últimos años del siglo pasado el pionero de la economía de la tecnología,
Christopher Freeman, advertía junto Luc Soete acerca del impacto sobre el
empleo y ambos se atrevían a delinear “una estrategia de empleo para el siglo
XXI” (Freeman y Soete, 1966).<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">No obstante, una
significativa diferencia entre la estructura industrial actual y la de los años
setenta es que el escenario de cambio tecnológico acelerado que vivimos ha
abierto las puertas para que cobren cada vez más importancia las pequeñas
empresas innovadoras denominadas </span><i style="font-family: arial;">startup</i><span style="font-family: arial;">, basadas en el conocimiento, frecuentemente
vinculadas con universidades cuyos graduados apuestan a ser empresarios. Es
verdad que existían ya en la época en que Sabato y Botana formulaban su modelo,
pero no estaban tan difundidas por entonces ni se había generalizado la idea de
su importancia para los procesos de innovación, al menos en el escenario
latinoamericano. Tampoco, a excepción de los polos más innovadores de los
Estados Unidos, se había previsto que estas empresas nacidas “en un garaje”,
según la metáfora más corriente, hayan llegado a facturar miles de millones de
dólares, como ocurre ahora con los llamados “unicornios”. </span><span style="font-family: arial;"> </span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">El origen del término
</span><i style="font-family: arial;">startup</i><span style="font-family: arial;"> se remonta a la década de los sesenta cuando emergieron en
California varias empresas basadas en tecnologías avanzadas. Las crónicas relatan
que el proceso habría comenzado cuando William Shockley, destacado investigador
de física del estado sólido, después de patentar para los Bell Labs el primer
transistor, se separó y fundó su propia empresa, acompañado por un grupo de jóvenes
ingenieros. El proceso se replicaría, ya que luego varios de ellos a su vez habrían
de separarse creando también sus propias firmas. Se atribuye a esta dinámica de
multiplicación de empresas inicialmente pequeñas, pero con mucho valor
posterior, el impulso al despegue del Silicon Valley.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Actualmente se
entiende que una <i>startup</i> es una empresa recién creada que se basa en un
campo de conocimiento tecnológico avanzado y nace como un proyecto pequeño que
aspira a crecer. Algunas de las <i>startup</i> cuando lo logran llegan a
facturar fortunas. </span><span style="font-family: arial;">Una empresa “unicornio</span><i style="font-family: arial;">”</i><span style="font-family: arial;"> es una </span><i style="font-family: arial;">startup</i><span style="font-family: arial;"> exitosa
en su propuesta de ofrecer servicios sobre la base de las nuevas tecnologías. Aunque
la mayoría tienen pocos años de antigüedad, su crecimiento es exponencial y su
facturación anual se estima en miles de millones de dólares. </span><span style="font-family: arial;">Los dos rasgos con los que se suele
caracterizar a estas empresas son la <b>creatividad</b> y la <b>innovación</b>.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Debido a su
potencial expansivo se puede llegar a pensar que estas empresas no requieren más
insumos que ideas geniales, por lo que la preceptiva del triángulo de Sabato y
Botana no sería ya aplicable. La experiencia muestra todo lo contrario. </span><b style="font-family: arial;">Tienen
gran potencial de crecimiento pero al mismo tiempo son muy vulnerables y por
eso requieren mucho apoyo inicial</b><span style="font-family: arial;">. Las universidades, las instituciones públicas
de promoción de la ciencia y la tecnología, así como también algunas empresas las
promueven mediante instrumentos como las incubadoras que las ayudan a dar sus
primeros pasos y las aceleradoras que acompañan su primera expansión. Tales
soportes son imprescindibles debido a que el capital inicial de las </span><i style="font-family: arial;">startup</i><span style="font-family: arial;">
es fundamentalmente el talento de sus creadores, pero a medida que se
fortalecen requieren inversión económica, lo que abre las puertas a los fondos
públicos o privados -muchas veces cuantiosos- de capital de riesgo.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Existen varios casos de incubadoras exitosas en América
Latina. Muchas de ellas suelen formar parte de parques científicos y
tecnológicos, los que a su vez constituyen infraestructuras propias del tipo de
desarrollo tecnológico de las últimas décadas y a los que se debe prestar
atención porque constituyen un área localizada de interacción entre la
infraestructura científica, la estructura productiva y determinadas áreas
gubernamentales. Algo así como una materialización del triángulo, aunque como
se verá no necesariamente el vértice superior correspondería al gobierno.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Un estudio basado en una encuesta dirigida a veintisiete instituciones
latinoamericanas integrantes de la </span><i style="font-family: arial;">International Association of Science
Parks and Areas of Innovation</i><span style="font-family: arial;"> (IASP) relevó varias de estas experiencias y
puso de manifiesto que algunas son incipientes, pero otras significativas
(Amestoy, Cassin y Monasterio, 2021). Los resultados del estudio indican que
los primeros intentos de desarrollo de estas infraestructuras datan de mediados
de la década de 1980, cuando en Brasil se puso en marcha un programa público, a
nivel federal, para promoverlas en la órbita de las principales universidades. La
iniciativa fue liderada por el CNPq a través del Programa Brasileño de Parques
Tecnológicos (1984), pero después de cierto tiempo los apoyos se discontinuaron
y los esfuerzos se focalizaron en el desarrollo de incubadoras de empresas.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En la Argentina, el primer estudio para establecer un parque
científico lo realizó a mediados de la década de 1980 la universidad de Buenos
Aires, pero finalmente no se llevó a la práctica. Otros esfuerzos que se iniciaron
a finales del siglo pasado dieron fruto a principios actual. Entre otros, el
informe menciona el Polo Tecnológico Constituyentes (Buenos Aires), el Parque
Tecnológico del Litoral Centro (Santa Fe), el Parque Tecnológico de Misiones
(Misiones), el Polo Tecnológico de Rosario (Santa Fe), y el Polo Científico
Tecnológico de la UNICEN en Tandil (Buenos Aires). Por fuera de Argentina, el informe
menciona, entre otros, el Parque Tecnológico de Itaipú (Tacurupucu, Hernandarias),
en Paraguay, el Parque Científico Tecnológico de Pando, en Uruguay, la Ruta N en
Medellín, la Zona Especial de Desarrollo Económico (ZEDE) del Litoral en Guayaquil,
la Ciudad del Saber, en Panamá y la Corporación Parque Tecnológico Sartenejas,
en Caracas.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Siguiendo las respuestas recogidas por la encuesta que es la
base del estudio, las funciones principales de los parques latinoamericanos se
centran en brindar servicios de consultoría, asistir a las empresas radicadas y
en dar impulso a la creación de </span><i style="font-family: arial;">startup</i><span style="font-family: arial;">. Dos tercios de las empresas
incubadas corresponden a TIC y comunicaciones. Un grupo destacado se dedica a biotecnología,
en tanto que otro a temas de salud y al sector farmacéutico. Hay también
algunas </span><i style="font-family: arial;">startup</i><span style="font-family: arial;"> dedicadas a agricultura, informática y hardware, así
como también a ciencias ambientales. También hay algunos casos dedicados a alimentación,
servicios audiovisuales e incluso a tecnología espacial.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">En Argentina el
modelo probablemente más completo es el Parque Tecnológico Litoral Centro, en
Santa Fe, creado mediante un convenio entre la Universidad Nacional del
Litoral, el CONICET y otras organizaciones públicas y privadas. Este parque
cubre todas las etapas del proceso de gestación de las </span><i style="font-family: arial;">startup</i><span style="font-family: arial;">, a partir
de la pre-incubación, hasta la localización de empresas ya consolidadas.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Llegados a este punto, es necesario reiterar la necesidad de
contar con políticas públicas. No basta con el mercado. La materialización
localizada del triángulo en los parques científicos y tecnológicos pone de
relieve, tanto la importancia de este instrumento, como el escaso impulso que
reciben del vértice gobierno, a nivel nacional. El estudio mencionado muestra
que en la mayoría de los casos analizados (casi un 86%) se verifica un rol
protagónico de las universidades en la creación de estas organizaciones, lo que
se ve reflejado en la gobernanza y el sistema de gestión. Algo más del 64%
fueron promovidos también por empresas y solamente un tercio, aproximadamente,
por los gobiernos nacionales. Una política científico tecnológica acorde con la
época debería no solamente ofrecer financiamiento asociado al riesgo y a las
perspectivas económicas futuras de las </span><i style="font-family: arial;">startup</i><span style="font-family: arial;"> allí surgidas, sino que
debería también brindar señales de los problemas prioritarios y del horizonte
que orienta la acciones tendientes al desarrollo del país. Tampoco es el
mercado el que puede realizar estas funciones, ya que en América Latina los
mercados son poco demandantes. Por muchas razones que exceden este texto, no
abundan las empresas realmente innovadoras. Por eso el protagonismo de las
universidades, que se ven obligadas a generar mercados para su oferta de
conocimiento. Para fortalecer estos procesos corrigiendo eventuales errores es
preciso que los gobiernos asuman en alguna medida el papel protagónico que les
asignaban Sabato y Botana, adecuando su estrategia a la nueva dinámica de la
revolución tecnológica.</span></span></p>
<h3 style="text-align: left;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Deep Tech <o:p></o:p></span></h3>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-fareast-language: ES-AR;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Recientemente se ha
acuñado el término de “<i>deep tech</i>” para identificar a aquellas <i>startup</i>
que además de estar fundadas sobre un descubrimiento científico o una
innovación tecnológica se plantean dar respuesta a problemas relacionados con
una mejor calidad de vida y protección del ambiente. Este aspecto se basa en la
idea de que la innovación tiene el potencial de dar respuesta a las grandes
demandas de la sociedad. Esto abarca un espectro de soluciones sostenibles que
atiendan a la escasez de alimentos, la energía y hasta las neurociencias. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Según un informe
dado a conocer por el BID (Peña y Jenik, 2023), las </span><i style="font-family: arial;">startup</i><span style="font-family: arial;"> </span><i style="font-family: arial;">deep tech</i><span style="font-family: arial;">
están basadas en un descubrimiento científico o en una innovación de ingeniería
significativa que les brinda la capacidad de catalizar el cambio tecnológico,
establecer nuevas industrias y revolucionar las existentes mediante tecnologías
como la inteligencia artificial, la energía solar, los vehículos eléctricos, la
biotecnología y la fabricación avanzada. Además de constituir grandes
oportunidades de negocio y allanar nuevos caminos para el crecimiento
económico, de acuerdo con el informe estas empresas aspiran a facilitar la
equidad social y la sostenibilidad medioambiental en la región.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Según el
relevamiento, actualmente existen más de trescientas empresas emergentes de <i>deep
tech</i> en América Latina. Este conjunto estaría valorado en ocho mil millones
de dólares, aunque se estima que tiene mucho potencial para seguir creciendo. De
acuerdo con esta fuente, </span><span style="font-family: arial;">catorce países de la región cuentan con este
tipo de </span><i style="font-family: arial;">startup deep tech</i><span style="font-family: arial;">. Argentina, Brasil y Chile representan la
mayoría de ellas (30%, 30% y 19% del total, respectivamente). Chile, Brasil y
Argentina también desempeñan un papel central en cuanto al valor total de estas
</span><i style="font-family: arial;">startup</i><span style="font-family: arial;"> (representando el 25%, 23% y 23% del valor agregado de estas
empresas en la región, respectivamente). Costa Rica se destaca como el cuarto
ecosistema más valioso, ya que representa el 22% del valor del total de la
región.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">La biotecnología representa la mayor parte (61%) de las </span><i style="font-family: arial;">startup</i><span style="font-family: arial;">
</span><i style="font-family: arial;">deep tech</i><span style="font-family: arial;"> en Latinoamérica. El segundo sector más activo es la inteligencia
artificial (IA), que representa el 11% de las </span><i style="font-family: arial;">startup</i><span style="font-family: arial;"> involucradas en la
innovación de </span><i style="font-family: arial;">deep tech</i><span style="font-family: arial;">. El informe menciona algunas utilizan inteligencia
artificial para abordar problemas complejos, como la nutrición. Otros sectores
emergentes incluyen la nanotecnología (6% de las </span><i style="font-family: arial;">startup</i><span style="font-family: arial;">), tecnología
limpia (5%), tecnología espacial (4%), movilidad avanzada (4%), robótica (2%),
fabricación avanzada (2%), tecnología de la salud (2%) y materiales avanzados
(1%), entre otros.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">El informe señala
que las <i>deep tech</i> de Argentina, Brasil y Chile r</span><span style="font-family: arial;">epresentan 44% de
estas </span><i style="font-family: arial;">startup </i><span style="font-family: arial;">en América Latina, emplean al 87% de los investigadores,
contribuyen al 80% de las patentes y generan el 70% de los documentos
científicos. Estos tres países cuentan con cierta capacidad de promoción, tanto
pública como privada. Además, albergan una importante concentración de
investigadores especializados en campos relacionados con </span><i style="font-family: arial;">deep tech</i><span style="font-family: arial;">. El
texto concluye afirmando que </span><span style="font-family: arial;">América Latina
tiene fuertes ventajas como el talento y el costo de la investigación y
desarrollo (I+D), para seguir desarrollando estas empresas fuertemente
innovadoras.</span><span style="font-family: arial;"> </span></span></p>
<h3 style="text-align: left;"><span style="mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Capacidades latinoamericanas
disponibles<o:p></o:p></span></span></h3>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La consideraciones de este informe ocasionan al menos un
momento de perplejidad. Es difícil hacer consideraciones acerca del costo de la
I+D en Latinoamérica, como si se tratara de una oportunidad evidente, cuando en
realidad los datos muestran que es escasa la inversión en I+D de muchos de los
países de la región, lo que se agrava si se toma en cuenta que la del sector
privado es aún más baja que la del sector público. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">En una época en la
que la ciencia y la tecnología están impulsando a la humanidad a una nueva
etapa de desarrollo (y también de posible destrucción), mientras en los países
más avanzados las empresas y los gobiernos aumentan la inversión en tecnología
a extremos que los indicadores tradicionales no siempre pueden detectar, los
países de América Latina tienden a incorporar esta nueva realidad en su
discurso, pero no en sus políticas explícitas. Una muestra de ello es la escasa
inversión, que se mantiene más bien estable a lo largo de los años. </span><span style="font-family: arial;">Es
más evidente la estabilidad de esta variable cuando se la compara con el PBI.
Solamente Brasil supera la cota mínima del uno por ciento establecida alguna
vez por la UNESCO. El caso más llamativo es el México, ya que descendió desde
el 0,42% al 0,28% en 2021. Una vez más, para corregir estas deficiencias y
optimizar la asignación de los recursos se requiere una política pública
definida con claridad y sostenida en el tiempo. Tampoco el mercado o el </span><i style="font-family: arial;">laissez
faire</i><span style="font-family: arial;"> pueden modificar la mediocre dinámica actual. Aún para aumentar la
inversión privada se requiere una decidida política sostenida por el vértice
del gobierno.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">En 2021 había algo más de setecientos mil investigadores
(aunque el dato incluye una proyección de los números de Brasil, dado que este
país dejó de publicar el indicador después de 2018). En rigor, este indicador
se refiere a “personas dedicadas a la investigación”, pese a que en muchos
casos no se trataba de una dedicación completa. </span><span style="font-family: arial;">Si se reemplaza el cálculo del número de personas por el de
investigadores en equivalencia a jornada completa (EJC)*, el número que se
obtiene es significativamente menor, ya que asciende a unos cuatrocientos
veinticuatro mil investigadores EJC, esto es, un cuarenta por ciento menos. </span><span style="font-family: arial;">Casi
dos tercios de esta cifra pertenecían a Brasil. El grupo integrado por México,
Argentina, Chile, Colombia y Uruguay reúne algo menos de un tercio. El total
contempla un cuatro por ciento de investigadores del resto de los países de
Sudamérica y un uno por ciento de Centroamérica y el Caribe.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En principio, esta distribución de capacidades tan dispares
indicaría que Brasil ha alcanzado una masa crítica suficiente como para definir
sus orientaciones prioritarias en ciencia y tecnología con bastante autonomía.
Al mismo tiempo, su participación en redes internacionales lo orientaría más
hacia los países con mayor desarrollo, que hacia el resto de América Latina. En
cambio, el resto de los países ofrece un panorama más disperso, en el que se alcanzan
un alto nivel en algunos temas, pero en general carecen de una masa crítica
suficiente. Por otra parte, no se trata de un conglomerado con la necesaria sinergia
e interacción. Algunos grupos de excelencia se vinculan exitosamente a nivel
internacional, pero gran parte de la investigación que se realiza está dirigida
a un público local, o no alcanza niveles de calidad suficiente. El resto de los
países sudamericanos tiene niveles más incipientes, aunque en casi todos ellos
es posible identificar algunos grupos de buena capacidad de investigación. Lo
mismo, aunque en una medida todavía menor vale para los países
centroamericanos, entre los que claramente destaca Costa Rica.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Hay algunos rasgos comunes -por obvios- en casi todos los
diagnósticos sobre la ciencia y la tecnología en América Latina: es necesario
aumentar la inversión pública y privada en I+D, fortalecer la base científica
aumentando el número de investigadores con equipamiento adecuado, modernizar
las universidades, crear un sistema eficiente de reconocimiento de títulos
universitarios, fortalecer los sectores productivos más dinámicos, entre otros
aspectos. Sin embargo, no basta con tener cierto número de investigadores e
incluso de instituciones académicas. Mientras la innovación no sea un valor
apreciado en la sociedad es difícil que las </span><i style="font-family: arial;">startup</i><span style="font-family: arial;"> dejen de ser una
excepción. Tanto las instituciones científicas y tecnológicas, como las propias
empresas suelen tener conductas bastante conservadoras. En ambos casos, la
evaluación y la competencia son valores más declarados que ejercitados. El
cambio tecnológico acelerado genera nuevas culturas pero también nuevas
resistencias, sobre todo en sociedades que no han podido solucionar los
problemas básicos de la salud, la educación, el trabajo y el nivel de ingresos
de gran parte de la población. Modificar esta condición solo será posible si el
vértice gobierno también se actualiza y encuentra respuestas innovadoras, lo
que a su vez requiere </span><span style="background: white; color: #222222; font-family: arial;">políticas públicas más inteligentes, coordinadas y
transversales. Las empresas innovadoras no solamente requieren el apoyo de la
política científica, sino también de una política industrial, financiera y
económica que las acompañe. Podemos tener buenos investigadores y costos bajos,
pero eso sólo no hace un país innovador.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">(*) </span><span style="background: white; color: #222222; font-family: arial;">EJC es una medida estadística que representa la suma de dedicaciones
parciales a la investigación, por lo que un investigador, medido en EJC, es la
suma de las horas dedicadas a I+D de varias personas hasta alcanzar las 40
horas semanales de una dedicación a tiempo completo.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p><span style="font-family: arial; font-size: medium;"> </span></o:p></p>
<h3 style="text-align: left;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Referencias<o:p></o:p></span></h3>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span>AMESTOY, Fernando; CASSIN,
Esteban y MONASTERIO, Laura (2021); Los Parques Científico-Tecnológicos y Áreas
de Innovación latinoamericanos: Estrategias de desarrollo, impactos regionales,
desafíos y oportunidades en la nueva economía global post Covid-19. </span><span lang="EN-GB" style="mso-ansi-language: EN-GB;">International
Association of Science Parks and Areas of Innovation (IASP), Málaga, España.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">FREEMAN, Chris y SOETE, Luc
(1996); Cambio Tecnológico y Empleo. Una estrategia de empleo para el siglo XXI.
Fundación Universidad Empresa, Madrid.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">PEÑA, Ignacio y JENIK,
Micaela (2023); Deep tech: la nueva ola. Monografía del BID; 1107. Banco
Interamericano de Desarrollo, Washington DC.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">SABATO, Jorge, y BOTANA,
Natalio (1968); “La ciencia y la tecnología en el desarrollo futuro de América
Latina”; Revista de la Integración, n.3, Buenos Aires.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span><o:p><span style="font-family: arial; font-size: medium;"> </span></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p></p>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-75052233490694235822023-10-05T07:49:00.007-07:002023-10-06T05:44:36.710-07:00Coda: Centralizar o descentralizar ¿Con Ministerio de Ciencia se produce mejor ciencia?<p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: large; font-weight: normal;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><span style="font-family: arial; font-size: large; font-weight: normal;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzV5s5NYBXDgQn1eCM88KBwGBWyQ0s7y7T69XovergO8DjOTPz-S_EAnb4gdYAbZ8idaJOPyE-ZTUwj59onoJnzDUZAUj7zZqQoydVU2tqyj5rQg_EZ6R2brJcRqJrJ9QbmG1D0fZBDINPSMxoWSo81Uac2T_VT-t-QxDo2BQtibu6XAPAxhzUlSngbfZw/s658/EicJkHvX0AEaMj6.jpeg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="658" data-original-width="573" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzV5s5NYBXDgQn1eCM88KBwGBWyQ0s7y7T69XovergO8DjOTPz-S_EAnb4gdYAbZ8idaJOPyE-ZTUwj59onoJnzDUZAUj7zZqQoydVU2tqyj5rQg_EZ6R2brJcRqJrJ9QbmG1D0fZBDINPSMxoWSo81Uac2T_VT-t-QxDo2BQtibu6XAPAxhzUlSngbfZw/s320/EicJkHvX0AEaMj6.jpeg" width="279" /></a></div>Daniel Bell (1994), uno de mis autores favoritos, agregó a
su libro sobre el advenimiento de la sociedad postindustrial un apéndice al que
denominó Coda, como si fuera una partitura, que resultó ser tan extenso como el
propio libro, con la particularidad de que muchas de sus historias más sabrosas
se encuentran en ese amplio relato final.</span><div><b style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: large;"><br /></span></b></div><div><b style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: large;"><br /></span></b></div><div><b style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: large;">¿Volver a las fuentes?</span></b></div><div><p class="MsoNormal" style="text-align: left;"></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: large;">Salvando las distancias, algo parecido me ocurrió después de
anunciar que con la cuarta entrega daba por concluida la serie dedicada a la
necesidad de cambiar en materia de política científica y tecnológica. Una pregunta
empezó a instalarse en mi cabeza: ¿y si volvemos -en alguna medida- al diseño
original y se le da al CONICET un perfil inspirado en el de sus orígenes? Eso,
por supuesto, implicaría cambiar radicalmente muchos rasgos y procedimientos
del actual CONICET, pero es probable, además, que habría que cambiar muchos otros
aspectos del sistema institucional de la ciencia y la tecnología e incluso atreverse
a pensar si eso no haría innecesaria la existencia del MINCYT. Puede ser una
simple coincidencia, pero en los momentos en que la ciencia argentina alcanzó
sus hitos más destacados no había ministerio de ciencia. No lo había cuando
Houssay, Leloir y Milstein obtenían el Premio Nobel, ni cuando Jorge Sabato o
Amílcar Herrera formulaban sus modelos de desarrollo del país dándole un lugar
destacado a las instituciones académicas, junto a las productivas y al propio
gobierno. El problema que se juega en el fondo de la elección del diseño
institucional más adecuado es si se debe optar por un modelo centralizado o
descentralizado.</span></div><span style="font-family: arial; font-size: large;"><span><a name='more'></a></span></span><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><div style="text-align: justify;"><b>Descentralización y competencia</b></div></span><p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Joseph Ben David (1974), uno de los pioneros de la
sociología de la ciencia, autor de “El papel de los científicos en la sociedad”
afirmaba que cuando la mayor parte de los países avanzados crearon sus organismos
de investigación, luego de la Segunda Guerra Mundial, las diferencias entre unos
y otros estuvieron dadas por el grado de centralización del financiamiento y el
grado en que la enseñanza y la investigación se combinaban. Siguiendo este
razonamiento, Ben David caracterizaba el sistema de ciencia y tecnología de los
Estados Unidos como descentralizado y competitivo. Esas dos condiciones: la <b><i>descentralización</i></b>
y la <b><i>competencia</i></b>
ofrecían, en su opinión, muchas ventajas sobre otros modelos organizativos. Cuando
todas las demás condiciones son iguales, afirmaba, un sistema descentralizado
tiene más probabilidades de producir nuevas ideas y experimentos que otro
centralizado. La descentralización y la competencia hacen posible una
retroalimentación que permite distinguir lo que da buenos resultados de lo que
no funciona satisfactoriamente.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Control de la ciencia</span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Hay quienes analizan estas tensiones entre centralización y
descentralización desde la perspectiva de una burocratización de la ciencia e interpretan
las tendencias a la centralización como expresión del intento de control de la
ciencia desde la esfera política. Tal cosa supondría que científicos y
políticos compiten en un escenario por el control de las líneas de
investigación. En el contexto de la posguerra, Michael Polanyi (2014)
polemizaba con John Bernal en contra de la ciencia planificada centralmente. Su
texto “La República de la Ciencia” expresaba claramente el propósito de
defender la libertad de investigar frente a los embates del poder y de ciertas
visiones ideológicas que aspiran a dirigir la ciencia hacia metas políticas y
sociales predeterminadas. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Bienvenido el poder político</span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Sin embargo, no siempre los científicos han resistido la
injerencia política. Muy por el contrario, el texto de Vannevar Bush (1994) titulado
“Ciencia, la frontera sin fin”, al que muchos consideran como la guía
orientadora de las políticas de ciencia y tecnología en la segunda mitad del
siglo veinte, era un alegato a favor de la injerencia del gobierno en los exclusivos
ámbitos de la ciencia. Ben David agregaba otro rasgo paradójico: afirmaba que el
carácter centralizado de un sistema científico determinado en realidad confiere
un protagonismo casi exclusivo a la comunidad científica. ¿Por qué? Porque en
un sistema de ese tipo, habitado tan solo por políticos y científicos, son
estos últimos los que disponen de los saberes necesarios para sustentar la
decisiones políticas. Por lo tanto, se tiende a asignar los recursos de acuerdo
con la evaluación casi exclusiva de los requerimientos de la ciencia. En
cambio, en los sistemas descentralizados intervienen muchos actores y se consideran
múltiples requerimientos para la asignación de los recursos. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Imitar no es tan sencillo, agregaba Ben David. Las decisiones
y los procedimientos dependen de mecanismos sociales complejos que raramente son
tomados en cuenta en los procesos de difusión e imitación. Por eso, señalaba, en
materia de política científica es imposible establecer normas universales, lo
cual concede una ventaja a los sistemas descentralizados, más aptos para
encontrar el camino adecuado a las circunstancias de cada país.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Tipología de sistemas</span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Un sistema descentralizado, valga la redundancia, carece de
un riguroso centro ordenador, es decir, que carece de un organismo central de
carácter político que lo ordene con directivas ajustadas a una lógica política
y burocrática. Jesús Sebastián, ilustre colega, gran amigo y extraordinario
conocedor de las instituciones científicas iberoamericanas, utilizaba una
tipología de los sistemas de ciencia y tecnología que distinguía entre los que
consideraba “espontáneos”, ajenos a un diseño global previo y por lo tanto
aleatorios, con eventuales superposiciones de competencias y áreas de vacancia,
a los que diferenciaba de los “concertados” que estaban articulados en torno a
un poder político que utilizaba la capacidad de asignar recursos como elemento
de presión para imponer lineamientos. Entre ambos extremos reconocía la
existencia de los sistemas “coordinados” caracterizados por una centralización
de bajo tenor, más bien voluntaria. Este último tipo de sistemas era
fundamentalmente utópico porque desconocía la complejidad de las tramas de
poder dentro de las estructuras de las administraciones públicas. En forma
probablemente contraintuitiva, el más acabado ejemplo de sistema “espontáneo”
sería el de los Estados Unidos, en tanto que los países de menor capacidad
científica tenderían a adoptar modelos centralizados en forma imitativa,
aconsejados por algunos organismos internacionales. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Un sistema “espontáneo” orientado a problemas</span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">A pesar de la magnitud de la actividad científica y
tecnológica de los Estados Unidos, señalaba Alexander Morin (1993), profesor de
Política Científica y Tecnológica de la Universidad George Washington, debería
entenderse que <b>nunca se ha tenido en los Estados Unidos nada que pueda ser descrito
como una política científica</b> en el sentido de una estrategia coherente y
formalizada para el sostén y explotación de la investigación científica. Tal
rasgo vendría desde los orígenes, debido a que la Constitución no atribuyó al
gobierno federal ninguna competencia en materia de ciencia. Sostiene Morin que no
se trató de un olvido, sino que reflejaba una idea deliberada. Los
constituyentes (entre los que había científicos como Benjamín Franklin) creían que
la ciencia requería condiciones de completa autonomía, como la que podían
garantizar las universidades. En cuando a la investigación aplicada y la
tecnología, la convicción dominante era que correspondían a las empresas. Ni en
una, ni en otra el gobierno tenía nada que hacer. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Sin embargo, en el siglo XIX, ante el requerimiento de
sectores de la producción que reclamaban apoyo científico en temas cuyo
abordaje excedía la capacidad financiera y organizativa de las empresas, se
facultó al gobierno federal a crear algunos departamentos científicos y técnicos
bajo justificación de una interpretación laxa de la cláusula del “bienestar
general” por el que se debía velar. Con este enfoque se abordaron los primeros
emprendimientos públicos en ciencia y tecnología, comenzando por el
Departamento de Agricultura. Todos estas iniciativas fueron “</span><i style="font-family: arial;">problem
oriented</i><span style="font-family: arial;">”, ya que la problemática del bienestar general estaba
necesariamente vinculada con problemas concretos.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En tal contexto cultural, las innovaciones en el sistema
universitario de Estados Unidos y su orientación hacia el ámbito de la
investigación se dieron sin seguir un plan preestablecido. Hasta la Segunda
Guerra Mundial no existía en aquel país una autoridad central de la política
científica (que la hubo, aunque sólo durante el período bélico), sino que las
instituciones, ya fueran públicas o privadas, seguían sus propias iniciativas.
Asimismo, la ausencia de monopolios educativos generó una competencia entre las
casas de estudios para demostrar su eficiencia y captar las mejores
oportunidades. Los rasgos de descentralización y competitividad a los que
aludía Ben David tuvieron este origen.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La época de los “consejos”</span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Resulta curioso que el gran esfuerzo imitativo de la mayoría
de los países por seguir el exitoso camino de los Estados Unidos en materia de
ciencia dejara de lado en muchos casos el rasgo de la descentralización. Por
cierto, el alegato de Vannevar Bush acerca de un fuerte involucramiento del
gobierno en el financiamiento de la ciencia no incluía la creación de un ministerio
u órgano equivalente, sino de una fundación dotada de recursos y con autonomía
para ser gobernada por los propios científicos. Si bien le reconocía al estado el
poder de señalar “batallas” a ganar en temas como la salud, el trabajo y el dinamismo
de las empresas, entre otros, reservaba para los científicos la capacidad de decidir
las líneas de investigación más adecuadas para tales fines. En el resto de los
países, en los años posteriores, no se creaban ministerios sino “consejos” científicos
para la investigación básica y la ingeniería, así como para las principales
áreas sectoriales de investigación: defensa, sanidad, agricultura y energía
atómica. Tal era la recomendación de la UNESCO y así lo hacían la mayoría de
los países como en el caso del CNRS francés (ya preexistente), el CSIC español o
el italiano Consiglio Nazionale delle Ricerche, también preexistente, pero
reconvertido durante la posguerra en un organismo público. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Arie Rip (1996), filósofo de los Países Bajos, quien fuera
Presidente de la Sociedad para los Estudios Sociales de la Ciencia, afirmaba
que "los Consejos de Investigación pueden ser descritos como a medio
camino entre 'un parlamento de científicos y una burocracia gubernamental'. En
el primer caso toman la ideología, y hasta cierto punto la práctica, de lo que
Michael Polanyi llamó la 'República de la Ciencia'. En el segundo, reflejan su
origen y su </span><i style="font-family: arial;">raison d'être</i><span style="font-family: arial;">, como una agencia gubernamental que reparte
dinero público". Tal carácter ambivalente de los consejos, cuya
legitimidad científica convive con la funcionalidad burocrática, es lo que los
diferencia de los ministerios, que son organismos estrictamente políticos, más
allá de la materia de que tratan. Los ministros no tienen por qué ser
científicos pero en cambio deben pertenecer a la elite política. </span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En América Latina los Consejos también tuvieron mucho auge,
ya que entre 1967 y 1970, seis países crearon consejos de ciencia y tecnología,
con diseños y funciones muy similares. Argentina ya contaba con su consejo
desde 1958. Al respecto, es interesante que el “Plan de Reactivación Científica”
presentado por Arturo Frondizi en enero de 1958 durante su campaña electoral, proponía
crear un organismo gestor que no era otro que un Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas. Un mes después el gobierno militar lo creó,
antes de entregar el poder al electo presidente Frondizi, como resultado de
presiones internas de la comunidad científica nucleada en torno de Bernardo
Houssay. A propósito, en el plan frondicista el Consejo estaba integrado por “especialistas,
expertos, representantes de las universidades, de organismos estatales, de
entidades privadas de investigación y de instituciones científicas (sociedades
científicas y centros superiores)”.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Un panorama actual</span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Examinando la organización presente de un conjunto de países
desarrollados, es posible advertir que no hay un único modelo. Solamente España
cuenta con un Ministerio dedicado específicamente a ciencia e innovación: el Ministerio
de Ciencia e Innovación (MCIN). Por debajo de él existen el Centro para el
Desarrollo Tecnológico y la Innovación (CDTI) y la Agencia Estatal de
Investigación (AEI). En forma separada, el Ministerio de Universidades se ocupa
de la educación superior. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Cinco países, en cambio, unifican en el mismo ministerio las
problemáticas de la investigación y la educación superior. Se trata de Dinamarca</span><b style="font-family: arial;">,
</b><span style="font-family: arial;">con su Ministerio de Educación Superior y Ciencia, Francia, con su Ministère
de l’Enseignement Supérieur et de la Recherche (del que depende la Agence Nationale
de la Recherche), Alemania, con el Federal Ministry of Education and Research (del
que depende la German Research Foundation), Italia, con su Ministero dell’Università e della Ricerca y
Portugal, con el Ministério da Ciência, Tecnologia e Ensino Superior, del que
dependen la </span><strong style="font-family: arial;"><span style="color: #111111;">Fundação para a Ciência e a Tecnologia</span></strong><span style="font-family: arial;"> (FCT) y la Agência Nacional de Inovação.</span></span></p>
<p class="MsoListParagraphCxSpFirst" style="margin-left: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En
otros países predomina el modelo de las “agencias”, generalmente acompañadas de
consejos de investigación. Tal es el caso de Suecia, con la Swedish Agency for Innovation
Systems (Vinnova), acompañada del Swedish Research Council (VR). En Canadá, el Innovation,
Science and Economic Development Canada (ISED) está acompañado por varios
consejos de investigación:</span></p>
<blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"><p class="MsoListParagraphCxSpMiddle" style="text-align: justify; text-indent: -18pt;"></p><ul><li><span style="font-family: arial; font-size: medium; text-indent: -18pt;"><span lang="EN-GB"><span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;"> </span></span><span lang="EN-GB">National
Research Council Canada (NRC)</span></span></li><li><span style="font-size: medium;"><span lang="EN-GB" style="font-family: arial; text-indent: -18pt;"><span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;"> </span></span><span lang="EN-GB" style="font-family: arial; text-indent: -18pt;">Natural
Sciences and Engineering Research Council (NSERC)</span></span></li><li><span style="font-size: medium;"><span lang="EN-GB" style="font-family: arial; text-indent: -18pt;"><span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;"> </span></span><span lang="EN-GB" style="font-family: arial; text-indent: -18pt;">Social
Sciences and Humanities Research Council (SSHRC)</span></span></li><li><span style="font-size: medium;"><span lang="EN-GB" style="font-family: arial; text-indent: -18pt;"><span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;"> </span></span><span lang="EN-GB" style="font-family: arial; text-indent: -18pt;">Natural
Sciences and Engineering Research Council (NSERC) y el</span></span></li><li><span style="font-size: medium;"><span lang="EN-GB" style="font-family: arial; text-indent: -18pt;"><span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;"> </span></span><span lang="EN-GB" style="font-family: arial; text-indent: -18pt;">Canadian
Institutes of Health Research (CIHR).</span></span></li></ul><p></p></blockquote>
<p class="MsoListParagraphCxSpMiddle" style="margin-left: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En Japón, la Japan Science and
Technology Agency (JST) está acompañada por la Japan Society for the Promotion
of Science (JSPS).</span></p>
<p class="MsoListParagraphCxSpMiddle" style="margin-left: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En
el Reino Unido, el UK Research and Innovation (UKRI) está acompañado por el Department
for Science, Innovation and Technology (DSIT) y varios consejos:</span></p>
<p class="MsoListParagraphCxSpMiddle" style="text-align: justify; text-indent: -18pt;"></p><ul><li><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span lang="EN-GB"><span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;"> </span></span><!--[endif]--><span lang="EN-GB">Arts
and Humanities Research Council<o:p></o:p></span></span></li><li><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span lang="EN-GB"><span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;"> </span></span><!--[endif]--><span lang="EN-GB">Biotechnology
and Biological Sciences Research Council<o:p></o:p></span></span></li><li><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span lang="EN-GB"><span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;"> </span></span><!--[endif]--><span lang="EN-GB">Economic
and Social Research Council<o:p></o:p></span></span></li><li><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span lang="EN-GB"><span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;"> </span></span><!--[endif]--><span lang="EN-GB">Engineering
and Physical Sciences Research Council<o:p></o:p></span></span></li><li><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span lang="EN-GB"><span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;"> </span></span><!--[endif]--><span lang="EN-GB">Medical
Research Council<o:p></o:p></span></span></li><li><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span lang="EN-GB"><span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;"> </span></span><!--[endif]--><span lang="EN-GB">Natural
Environment Research Council<o:p></o:p></span></span></li><li><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span lang="EN-GB"><span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;"> </span></span><!--[endif]--><span lang="EN-GB">Science
and Technology Facilities Council<o:p></o:p></span></span></li><li><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span lang="EN-GB"><span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;"> </span></span><!--[endif]--><span lang="EN-GB">Research
England (for Higher Education)<o:p></o:p></span></span></li><li><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span lang="EN-GB"><span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;"> </span></span><!--[endif]--><span lang="EN-GB">Innovate
UK (National innovation agency). <b><o:p></o:p></b></span></span></li></ul><span style="font-size: medium;"><!--[if !supportLists]--></span><p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">En los Estados Unidos, como hemos visto, hay diversas
agencias “</span><i style="font-family: arial;">problem oriented</i><span style="font-family: arial;">” y la National Science Foundation (NSF),
creada en 1950 como agencia independiente que financia proyectos de ciencia e
ingeniería en todo el país. En el ámbito de la Casa Blanca funciona la Office
of Science and Technology Policy (OSTP) como órgano de asesoramiento al presidente.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">¿Cómo es el panorama en América Latina?</span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En Argentina, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e
Innovación fue creado recién en 2007. Durante el gobierno de Mauricio Macri,
entre septiembre de 2018 y diciembre de 2019 cambió su rango al de Secretaría
de Estado, lo cual fue vivido por muchos investigadores como una auténtica <i>capitis
deminutio.</i> Con el gobierno de Alberto Fernández recuperó el nivel
ministerial. Sin embargo, su real capacidad de conducción de la política
científica es dudosa, en la medida que tanto la Agencia como el CONICET gozan
de completa autonomía.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">En Brasil, el Ministério da Ciência, Tecnologia e Inovações fue
creado el 15 de marzo de 1985</span><span style="font-family: arial;"> por el gobierno
de José Sarney</span><span style="font-family: arial;">. Nació como órgano central del
sistema federal de ciencia y tecnología de Brasil</span><span style="font-family: arial;">.
También tuvo sus peripecias en cuanto a su nivel y dependencia. Por una ley de
enero de 1966 se creó el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CCT) como "órgano
de asesoramiento superior del Presidente de la República para la formulación e
implementación de la política nacional de desarrollo científico y
tecnológico". La secretaría del consejo es ejercida por el Ministerio de
Ciencia y Tecnología. </span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">En Chile, el</span><b style="font-family: arial;"> </b><span style="font-family: arial;">Ministerio de Ciencia, Tecnología,
Conocimiento e Innovación es más reciente. Fue creado en 2018 y dos años
después la antigua CONICYT se transformó en Agencia Nacional de Investigación y
Desarrollo (ANID). Colombia también cuenta con su Ministerio de Ciencia
Tecnología e Innovación (Minciencias), creado en enero de 2019. Aunque en este
caso se trata de una reconversión de COLCIENCIAS, que había sido creada en
1968. Todos estos casos son bastante recientes. Pareciera que en América Latina
la ola imitativa de crear consejos ha sido reemplazada por la de creación de ministerios. ¿Ha mejorado la ciencia latinoamericana gracias a estas nuevas instituciones? Está por verse. </span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">México ofrece un modelo diferente con el Consejo
Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (CONAHCYT), un organismo
público descentralizado del gobierno federal, que reemplaza al antiguo CONACYT. </span><span style="font-family: arial;">Es la institución encargada de promover el avance de
la investigación científica</span><span style="font-family: arial;">, la innovación, el desarrollo y la
modernización tecnológica </span><span style="font-family: arial;">del país.</span><span style="font-family: arial;"> </span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Perú tampoco cuenta con un ministerio y a la cabeza del
sistema se encuentra el Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación
Tecnológica (CONCYTEC). Es un organismo público descentralizado adscrito al
Ministerio de Educación, tiene personería jurídica de derecho público interno y
autonomía científica, administrativa, económica y financiera. Es el órgano
rector del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica
(SINACYT), encargado de las acciones del Estado orientadas a vincular las
actividades de ciencia, tecnología e innovación.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Para pensar</span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El breve recorrido realizado nos muestra, una vez más, que
el mundo es ancho y diverso. Hay ejemplos de sistemas centralizados, descentralizados
y muy descentralizados. Los ejemplos de Canadá y el Reino Unido con su
diversidad de consejos de investigación son muy interesantes. ¿Será una herejía
pensar en que pudiera abrirse el CONICET en varios consejos temáticos o
disciplinarios? Por lo pronto, aliviaría a los miembros de la junta que deben
comparar proyectos y trayectorias de investigadores de diferentes áreas
disciplinarias. El esfuerzo de aplicar criterios de una especialidad a otra no
suele ser un ejercicio interdisciplinario sino más bien de confrontación o
negociación. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">También sería interesante saber qué agregó tener un
Ministerio. Desde su creación, por ejemplo, la producción de artículos
científicos en bases de datos internacionales declinó frente a la de otros
países latinoamericanos, pero ya hemos hablado de ello. ¿Qué aportó el
Ministerio además de una mayor burocracia? No estoy afirmando que no aportó
nada, sino que ya sería hora de hacer una evaluación seria de lo realizado por
el MINCYT, el CONICET, la Agencia y, de paso, el INTI, el INTA y otros
organismos del sistema. Porque si no se llega hasta el fondo y se formula un
diagnóstico basado en evaluaciones es poco probable que el desempeño global de
la ciencia argentina, como así también de las universidades argentinas, mejore
sustancialmente, como lo requiere el país en el contexto de la actual centralidad
del conocimiento científico y tecnológico en los procesos de innovación. </span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Referencias</span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">BELL,
Daniel (1994), El advenimiento de la sociedad postindustrial, Alianza
Editorial, Madrid.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">BEN-DAVID,
Joseph (1974), El papel de los científicos en la sociedad, un estudio
comparativo, Editorial Trillas, México.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">BUSH,
Vannevar (1999), 'Ciencia, la frontera sin fin. Un informe al Presidente, julio
de 1945', en: Redes N° 14, Editorial de la UNQ, Buenos Aires.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="EN-GB"><span style="font-family: arial;">MORIN, Alexander (1993), Science Policy and
Politics, Prentice-Hall In., New Jersey.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span lang="EN-GB">OECD (2021), STIP Compass. Interactive
dashboards. </span>Fuente
de los datos sobre los principales organismos de política científica y
tecnológica en los países industrializados.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">POLANYI,
Michael (2014); La República de la ciencia: su teoría política y económica. Publicado
originalmente en Minerva 1:54-74. Traducido por Mario Albornoz, publicado en
CTS Vol. 9, <a href="http://www.revistacts.net/numero/27/"><span color="windowtext" style="text-decoration-line: none;">N°27</span></a>.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">RICYT
(2023), Plataforma Políticas CTI. Fuente de los datos sobre los principales
organismos de política científica y tecnológica en los países latinoamericanos
mencionados.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">RIP,
Arie. (1996), “La República de la Ciencia en los años noventa”; en Zona Abierta
75 / 76; Madrid.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"> </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: left;"><o:p></o:p></p></div>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-91811222296800876332023-09-03T12:51:00.008-07:002023-09-03T13:19:53.183-07:00Cambiar para cambiar. Parte 4. Cambiar es rediseñar<p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: large;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: arial; font-size: large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiYrQyfuRqj6CcWCw1EYtmHiXqW5rPa3Bhd7gxR8EC_7Cqw5858Mem-0HshD6ELs7WkL3FKyVRkiA2XdcU0dRHeNCunch1mshdxw31degmZWXJ_VzzAUZ3z8pV5C9tOXzjbo0uboUmpo2ayqMhj7s6TG5jSco9ga13nULcktlpQd1FH8-vE7I23PvCTRMgR/s402/Sociedad%20postindustrial.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="300" data-original-width="402" height="239" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiYrQyfuRqj6CcWCw1EYtmHiXqW5rPa3Bhd7gxR8EC_7Cqw5858Mem-0HshD6ELs7WkL3FKyVRkiA2XdcU0dRHeNCunch1mshdxw31degmZWXJ_VzzAUZ3z8pV5C9tOXzjbo0uboUmpo2ayqMhj7s6TG5jSco9ga13nULcktlpQd1FH8-vE7I23PvCTRMgR/s320/Sociedad%20postindustrial.jpg" width="320" /></a></span></div><span style="font-family: arial; font-size: large;">El problema de la política científica y tecnológica en
Argentina se ha instalado en el debate público de la peor manera posible. No
solamente por el tono desmesurado con el que se plantea el debate, sino porque además
se incurre en un importante error al simplificar el problema, como si se tratara
solamente del CONICET. Más allá de su importancia, el CONICET representa una
cuarta parte de los investigadores con los que cuenta el país. La mayor parte
de ellos, como ya hemos visto, se encuentra en las universidades nacionales.
Por lo tanto, el sistema institucional de la ciencia y la tecnología (o el
sistema de innovación, según otra mirada) se compone de muchas otras
instituciones públicas y privadas; las universidades entre ellas, además de
organismos como el INTA, el INTI, la CNEA, la CONAE y también las empresas y
otros actores del ámbito privado.</span><p></p><p style="text-align: justify;"><span></span></p><a name='more'></a><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El leitmotiv de esta serie de notas es la necesidad de cambiar.
Hago mía la consigna de que “cambiar es rediseñar”, como sugería Nacho Avalos
en su comentario. Creo que tiene mucha razón y que ese es el meollo del
problema. La idea del rediseño tiene que ver con la funcionalidad de las
instituciones y de los instrumentos con los que éstas operan. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Un sistema agotado</span></b></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El sistema institucional de la ciencia y la tecnología en
Argentina ha logrado éxitos indiscutibles, pero hoy es, en gran medida, obsoleto.
No aprovecha bien los recursos, no se ajusta a los rasgos principales del proceso
de creación de conocimiento en esta época de fronteras que se abren, no
recompensa ni estimula adecuadamente a los investigadores ni opera sobre un
mapa orientador de las necesidades sociales y productivas del país. Tampoco
alienta la investigación interdisciplinaria, que es la herramienta
imprescindible para el abordaje de los problemas complejos, como son los que
tienen que ver con el ambiente, la salud, la alimentación o la pobreza, entre
otros. Una de sus consecuencias es el rendimiento menguante de la producción
científica, al que ya he hecho mención en las entradas anteriores. No debe sorprender
hablar de obsolescencia si se tiene presente que tanto las instituciones científicas
y tecnológicas, como los principales programas y planes que impulsan han sido
diseñados en contextos que han quedado muy atrás. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Desde su creación a mediados del siglo pasado, el entramado
institucional tuvo un primer impulso en los años cincuenta y durante las
décadas siguientes experimentó pocas modificaciones y éstas fueron más bien
formales y burocráticas. Fue así hasta el período comprendido entre 1996 y
1999, en el que se intentó reestructurarlo bajo la perspectiva de desarrollar
el sistema nacional de innovación. No obstante, en general la historia
institucional de la política científica y tecnológica ha transcurrido más
próxima a la perspectiva y los intereses de la investigación académica, que a
las demandas del sector productivo.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Una historia bastante reciente</span></b></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La política científica y tecnológica tal como hoy la
conocemos no ha cumplido cien años. En el mundo, su auge es tributario de la
segunda guerra mundial. Muy pocas instituciones -entre ellas el CNRS francés y
la Academia de Ciencias de la Unión Soviética- son previas al conflicto. La
importancia del papel jugado por la ciencia en la victoria aliada fue
reconocido por el propio presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt
en la carta que dirigió al líder de la comunidad científica norteamericana, Vannevar
Bush, para preguntarle qué había que hacer para que los descubrimientos que
permitieron ganar la guerra pudieran transferirse al ámbito civil para “ganar
las batallas de la paz”. La respuesta
tuvo un cierto toque endogámico porque recomendaba crear una agencia que -después
de muchas idas y vueltas- terminaría siendo la <i>National Science Foundation
(NSF)</i>, para financiar el trabajo de los investigadores. Más tarde la
respuesta de Bush sería conocida como el “modelo lineal” que inspiró la
política posterior en la mayoría de los países.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Argentina no fue la excepción. La historia de la política científica
y tecnológica local fue, en gran medida, imitativa y se manifestó en una sucesión
de creaciones institucionales en la mitad del siglo. La Comisión Nacional de
Energía Atómica fue creada en 1950, después del malogrado episodio de la isla Huemul,
muy bien narrado por Mario Mariscotti. En 1956 fue reorganizada y se le concedió
la autarquía. Aquel mismo año fue creado el INTA. Al año siguiente, 1957, fue
el turno del INTI. Tan solo un año después fue creado el CONICET. Era 1958 y
desde entonces hubo una larga pausa en la creación de instituciones, excepto
que en 1969 durante el gobierno de Onganía fue creado el CONACYT, pero su
existencia fue efímera. En cambio, la secretaría que lo asistía (la SECONACYT)
lo sobrevivió transformada inicialmente en Subsecretaría, más tarde en Secretaría
y -luego de algunos vaivenes que incluyeron modificaciones de su dependencia-
en MINCYT. Algunas de estas instituciones estaban inspiradas por la CEPAL, como
el INTA y el INTI o con influencia de UNESCO en el caso del CONICET. Tanto por
las distintas influencias como por las tensiones políticas y la pugna de los
diferentes actores, el diseño del sistema no estuvo suficientemente articulado.
En términos de las categorías que usaba Jesús Sebastián se trató de un “sistema
espontáneo” que daría lugar a diferentes conflictos a lo largo de los años.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El mundo ha cambiado</span></b></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Siguiendo la opinión de Nacho Avalos, las actuales
circunstancias, que incluyen la globalización, los cambios tecnológicos
disruptivos, los nuevos modos de producción de conocimiento y también la crisis
del modelo de desarrollo, el aumento de la pobreza y el deterioro del ambiente
impactan sustancialmente sobre las instituciones y las políticas que, si no se
actualizan, se vuelven obsoletas. En las décadas transcurridas desde la
creación de las instituciones de la ciencia y la tecnología en Argentina la sociedad,
la política, el mundo, la ciencia, la tecnología y tantas otras cosas cambiaron
radicalmente. En los cincuenta todavía Daniel Bell no había anunciado el fin de
la sociedad industrial y el surgimiento de la postindustrial. Faltaban décadas
para la revolución de la microelectrónica, la informática y la irrupción de
Internet en todos los ámbitos de la vida social y personal. Ni hablar de la
globalización. Por lo tanto, el modo de crear conocimiento, promoverlo,
difundirlo y aplicarlo a la producción cambió sustancialmente. Pero la política
científica y tecnológica y sus instituciones en Argentina no parecieron darse
por enteradas. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Pese a todo, hubo una reacción ante las nuevas
circunstancias durante la última década del siglo pasado. Las transformaciones
en este caso llegaron de la mano de Juan Carlos Del Bello, primero durante su
paso por la Secretaría de Políticas Universitarias y luego por la de Ciencia y
Tecnología. De aquellos años fueron la CONEAU, el Programa de Incentivos, la
Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT) y el Plan
Nacional Plurianual de Ciencia y Tecnología 1998-2000, que tenía la novedad de
estar enmarcado en el enfoque del Sistema Nacional de Innovación (SNI). El
conjunto de medidas adoptadas tuvieron gran impacto y aunque algunas fueron inicialmente
resistidas terminaron imponiéndose; fueron naturalizadas y constituyeron una
suerte de “nueva normalidad”. En los años posteriores el sentido de muchas
estas novedades fue burocratizándose y perdiendo su vigor transformador.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Éxitos discursivos agotados</span></b></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En los años siguientes, entrado el siglo actual, se adoptó
una política que se revistió de un discurso que exaltaba el valor de la ciencia
y la tecnología pero que en la realidad pronto comenzó a dar evidencias de
agotamiento. El modelo incluyó la provisión de infraestructuras para ciertos
grupos prestigiosos a los que además se dotó de equipamiento y recursos
suficientes (lo que se percibe en la producción bibliográfica), pero al mismo
tiempo la levedad del diseño institucional permitió que el CONICET ejecutara
sus propias estrategias que dieron lugar a un crecimiento del número de
investigadores y becarios <b>en forma desproporcionada con su presupuesto</b>,
lo que le ha impedido darles todos los medios necesarios, entre ellos los
salarios adecuados para sostener el desarrollo personal de los investigadores y
tecnólogos. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">En el caso de las </span><b style="font-family: arial;">becas,</b><span style="font-family: arial;"> ya he argumentado que se concentró
en el CONICET la mayor parte de la oferta, cuando hubiera sido mejor abrirla en
más de una ventanilla, ya que quienes aspiran a una beca de doctorado no
siempre tienen el propósito de convertirse en investigadores y mucho menos de que
esto les genere algún tipo de derecho adquirido para entrar en la carrera del
investigador. Por todo ello el CONICET debe ser evaluado en su funcionalidad,
el uso de sus recursos, los resultados alcanzados y su relación con los otros
integrantes del sistema institucional de la ciencia, la tecnología y la
innovación. </span><b style="font-family: arial;">En muchos aspectos probablemente deba ser rediseñado</b><span style="font-family: arial;">.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">No solamente el CONICET</span></b></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El modelo también fue disfuncional con las universidades cuyo
número se multiplicó sin plan alguno, con el discurso de <b>una seudo inclusión
y un</b> <b>seudo federalismo</b> que muchas veces encubría simplemente el interés
político de algunos intendentes o gobiernos provinciales. Con el mismo criterio
se multiplicó el número de docentes que investigan en las universidades
nacionales sin que aumentaran suficientemente las dedicaciones exclusivas y se fortalecieran
en los rectorados los mecanismos de apoyo a la investigación que generalmente
quedaron convertidos en dependencias burocráticas poco profesionalizadas. Muchas
universidades optaron por ser relevadas de un papel más activo, descansando en
el sistema de decisiones del CONICET. Por todo ello, <b>la relación del CONICET
con las universidades debe ser objeto de rediseño</b>. Y es necesario que el
propio sistema universitario revise su desempeño en la producción de
conocimiento, la dedicación de sus docentes y la relación entre la investigación
y las otras misiones que le incumben institucionalmente. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Un sistema con muchos actores</span></b></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Es preciso establecer con claridad que la política de
ciencia y tecnología es mucho más que una “<b><i>política para los
investigadores</i></b>”. Son muchos los protagonistas de las experiencias de
creación, difusión, adaptación y aplicación de conocimientos: obviamente, los
investigadores, pero también los tecnólogos, los comunicadores, los gestores y
los empresarios, entre otros. Antes hablé del concepto de “tecnociencia” que condensa esa multiplicidad. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Desde tiempos inmemoriales, inicialmente por influencia de
UNESCO se habla de un sistema que articula los diferentes componentes. UNESCO,
que actuó como difusora de modelos institucionales bastante similares en los
países de América Latina, impulsó la aplicación de la teoría de sistemas, en
sus distintas vertientes, al diseño del “</span><b style="font-family: arial;">sistema nacional de ciencia y
tecnología</b><span style="font-family: arial;">” que fue objeto de numerosos trabajos (entre los que destaca la
contribución de Francisco Sagasti). Hoy el sistema debe ser rediseñado, ya sea
bajo la perspectiva tradicional o la del sistema de innovación. En cualquier
caso, es necesario trabajar sobre las articulaciones, lo complementario y la
indagación sobre las </span><b style="font-family: arial;">tendencias futuras</b><span style="font-family: arial;">. Todo ello forma parte de una
política integral de un gobierno que ofrezca al país un rumbo de desarrollo
equitativo y sostenible ambientalmente. De lo que se trata es de crear las
condiciones para que los resultados de las investigaciones, como así también la
adaptación de conocimientos generados fuera del país se traduzcan en impulsos a
la innovación.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La gobernanza del sistema</span></b></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La ciencia y la tecnología son transversales a todos los
ámbitos de acción del estado, por no decir a todos los ámbitos de la vida y la
organización social. Si se concibe la estructura del gobierno en forma matricial,
los problemas como la educación, la salud, la producción, las comunicaciones y el
ambiente, entre otros, merecen ser atendidos por ministerios u órganos
equivalentes. Pero las políticas de ciencia y tecnología son transversales,
como ya dije antes, por lo cual los problemas a resolver requieren la
interacción de los distintos organismos en todos los niveles. Es por eso por lo
que la forma institucional del órgano estatal que las impulse debe ser también
transversal y flexible. Esto no parece requerir necesariamente la conformación
de un ministerio dedicado exclusivamente a la comunidad científica, ni es
suficiente con que tal ministerio exista. Hay distintas experiencias en el
mundo y es preciso discutir la forma más adecuada que permita las sinergias y
evite los conflictos de competencias. Es necesario pensar en cómo se produciría
la gobernanza de la nueva estructura institucional rediseñada.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Corolario</span></b></p><p style="text-align: justify;">
</p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Por todo ello, decía que cambiar la política científica y
tecnológica no implica que haya que cerrar el CONICET desconociendo todo lo
bueno que hay en él, sino que se refiere a la necesidad de corregir sus
disfuncionalidades, mejorar las condiciones de trabajo de investigadores,
tecnólogos y becarios, así como también optimizar su inserción en el sistema.
Tampoco tiene sentido privatizarlo, no solamente porque el sector privado no se
ha mostrado en general muy motivado por invertir en la producción local de
conocimiento científico y tecnológico para poder innovar, sino porque -como se
ha argumentado muchas veces en estos días- en todos los países la inversión en
investigación básica está mayormente a cargo del estado. Tampoco hay que cerrar
o privatizar la CNEA, ni la CONAE ni los institutos tecnológicos, aunque sí sería
bueno revisar sus vínculos con el sector privado. Todo el sistema debe ser
rediseñado y es necesario crear algunas instancias nuevas para los becarios.
Además, hay que crear condiciones para alentar al sector privado para que sea
realmente innovador. Es una tarea imprescindible y de largo plazo que <b>ningún
nuevo gobierno puede soslayar ni banalizar.</b></span><o:p></o:p></p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-31742696917162180612023-08-18T10:43:00.026-07:002023-09-03T14:16:09.223-07:00Cambiar para cambiar. Parte 3. Pero cambiar no es destruir… <p> </p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjDjPo2I30Ln0OzkilkBHdFW4e1dPiG1VbM6bR0zJUWwK4aG5kaR26rmEplZLUh0WV9FvmWgAZXMRjlgVcGY2XAaOgqZhWFoHz1d02xDuWetAuddTNByf28-NUXMopc0_PRzsCOknlGAnG09kujt5T-3lKiS260t1anbTfA_nggafKucEB7eqKnvQHoaeSi/s1280/motosierra.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="1280" height="180" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjDjPo2I30Ln0OzkilkBHdFW4e1dPiG1VbM6bR0zJUWwK4aG5kaR26rmEplZLUh0WV9FvmWgAZXMRjlgVcGY2XAaOgqZhWFoHz1d02xDuWetAuddTNByf28-NUXMopc0_PRzsCOknlGAnG09kujt5T-3lKiS260t1anbTfA_nggafKucEB7eqKnvQHoaeSi/s320/motosierra.jpg" width="320" /></a></span></div><span style="font-family: arial;"><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: large;">C</span><span style="font-family: arial; font-size: large;">uando me dispongo a editar la tercera entrega de la saga sobre
la necesidad de cambios profundos en la política científica y tecnológica ha
estallado en todos los medios la noticia de que Javier Milei se propone
terminar con el CONICET, además del Ministerio. Sinceramente, no creo que pueda
llegar a hacerlo, pero el clima se ha enrarecido mucho en 24 horas en torno a
la política científica. <b>Frente a la irracionalidad con poder es muy difícil
argumentar.</b> Y cuando repentinamente la discusión se polariza (en un país
aficionado a toda clase de grietas) es difícil también sumarse a alineamientos dogmáticos,
de un lado o del otro. En una entrevista publicada en Clarín, Lino Barañao
reconocía que “hay que realizar ‘una modificación’ en el Conicet, como generar
una mayor difusión de las cosas que se hacen e impactan en la sociedad” para
evitar que algún Milei pretenda liquidarlo. Si de eso se trata, Lino, que fue ministro
durante doce años ¿por qué no lo hizo? Seguramente por la dificultad que ello implica.</span></div></span><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: large;">Consciente de que no es fácil encontrar un camino
intermedio, seguiré con la argumentación que venía desarrollando en las
entradas anteriores, aunque la aceleración de los sucesos de estos días pueda
hacer que suene extemporáneo, pero las discusiones <i>in extremis </i>no deben anular
la posibilidad de pensar y decir lo que se piensa. <b>El CONICET debe cambiar.
La política científica debe cambiar, pero nada debe ser destruido</b>. El país
necesita fortalecer, no debilitar o aniquilar su capacidad científica y
tecnológica, ya que le es necesaria para desarrollarse.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span></span></p><a name='more'></a><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El debate no puede ser establecido entre aniquilación o <i>statu
quo</i>. Pero hay que reconocer, parafraseando con algún desparpajo a Francis Bacon,
que es necesario dejar de lado ciertos ídolos para poder pensar. Y en materia
de ciencia y tecnología en este país hay muchos ídolos que deben ser al menos
revisados. Estamos muy orgullosos de la historia de la ciencia y la tecnología en
Argentina, por los premios Nobel que tuvimos en ciencia, porque existieron los
Jorge Sabato y tantos otros en materia de desarrollo tecnológico, por la
capacidad alcanzada en materia nuclear y espacial, también en medicina y en
farmacia. Pero gran parte de eso pertenece al pasado y, en cambio, hoy existen
lastres pesados que es necesario remover. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En la entrada anterior, después de comprobar que no es
correcto atribuir la decaída performance de las publicaciones científicas a las
ciencias sociales, decía que hay que examinar la influencia de los aspectos culturales
y las cuestiones institucionales y operativas. Sobre estas dimensiones propias
de la política científica trato de indagar en este tercer episodio de
la saga.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Revisar el diseño institucional</span></b></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Creo que es necesario comenzar por abordar las cuestiones
relativas al diseño institucional, lo que además del mapa de los principales organismos del sistema científico tecnológico incluye como un aspecto central la
distribución de los investigadores. Aunque ya he incursionado bastante en la
bibliometría, voy a reincidir por un momento, ya que algunos datos permiten
arrojar alguna luz sobre el comportamiento de los investigadores en relación
con su dependencia institucional. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">De acuerdo con el MINCYT, Argentina cuenta con más de
noventa mil investigadores, de los cuales casi tres cuartas partes se
encuentran en las universidades nacionales. El CONICET, según los datos
oficiales, agrupa casi una cuarta parte de los investigadores con los que
cuenta el país. Pero lo peculiar del CONICET es que la mayor parte de sus
investigadores se encuentran en las universidades nacionales, ya sea como
docentes investigadores o en institutos de doble dependencia. Se trata de un
conjunto superpuesto con las universidades nacionales el cual, como veremos, es
el más productivo desde el punto de vista de artículos recogidos en SCOPUS. El
siguiente cuadro expresa lo que he dicho.</span></p><h3 align="center" style="text-align: center;"><span style="font-family: arial;">Investigadores y publicaciones por
sector de pertenencia<o:p></o:p></span></h3><div style="text-align: center;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgys_I8peOQsw3qW6R3mjpmxwlVxZu0ixwBwqedvkox2EVFahU0AzpsSZ1e5Q8KzivX0lrmXX4t3CKPADkU-tcoZunFURr88Ys1ZHHgKvmbVHrGHOn_OoafyjEej4lWXe851hf1Gubsar0Xg3K5o6Z-23G9Bwaqhmrj3lIfo5as2fDxp6Xiq6si3YI24-1R/s1276/Captura%20de%20pantalla%202023-08-18%20a%20la(s)%2015.03.41.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="496" data-original-width="1276" height="244" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgys_I8peOQsw3qW6R3mjpmxwlVxZu0ixwBwqedvkox2EVFahU0AzpsSZ1e5Q8KzivX0lrmXX4t3CKPADkU-tcoZunFURr88Ys1ZHHgKvmbVHrGHOn_OoafyjEej4lWXe851hf1Gubsar0Xg3K5o6Z-23G9Bwaqhmrj3lIfo5as2fDxp6Xiq6si3YI24-1R/w633-h244/Captura%20de%20pantalla%202023-08-18%20a%20la(s)%2015.03.41.png" width="633" /></a></div><span style="font-family: arial; font-size: large; text-align: justify;"><br /></span></div><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El cuadro permite comprender que los investigadores de las universidades nacionales, al ser el grupo más numeroso, marca la tendencia general en lo que se refiere a la productividad medida a través de los artículos científicos recogidos en la base SCOPUS. En cambio, la producción promedio de los investigadores del CONICET casi triplica la de los investigadores universitarios. Pero resulta curioso que el grupo que ocupa la intersección entre las universidades y el CONICET da un valor un poco más alto: 44 artículos por cada cien investigadores.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">¿Cómo puede ser que el aporte de las universidades, que son
mucho menos productivas, eleve el promedio del CONICET? La respuesta surge de
un análisis realizado por el Centro REDES hace cinco años, que mostraba que el
primer decil de los investigadores universitarios era de muy alto nivel y que
su productividad superaba a la del CONICET. Debido a esto, la intersección
entre ambos alcanzaba un valor más elevado. La otra conclusión casi paradójica
es que si el primer decil es de tan alta calidad, el resto de los
investigadores universitarios debe ser muy poco productivo para que el promedio
general baje tanto.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Mencioné antes que solamente un tercio de ellos fueron
autores en 2020, por lo que parece evidente que una parte sustantiva no publica
en revistas de perfil internacional, o lo hace muy esporádicamente. Los datos permiten
deducir que ese conjunto bastante numeroso corresponde mayormente a
investigadores universitarios, a excepción del primer decil que, como se ha
visto, tiene una productividad muy alta.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">¿Cuántos investigadores tiene el país?</span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Muchas preguntas surgen desde este punto. La primera es relativa
al número de investigadores con los que cuenta el país. La cifra que
proporciona el MINCYT no está tergiversada sino que, por el contrario, se
ajusta a la norma del Manual Frascati de la OCDE, que permite la comparabilidad
internacional de los datos relativos a I+D. Pero como en tantas otras dimensiones,
Argentina es un país peculiar. Un problema para la correcta comprensión de los datos
es que las universidades argentinas tienen un número muy limitado de docentes
con dedicación exclusiva y a pesar de eso se sostiene el ideal de que todo
docente es investigador. Dicho de otro modo, la investigación forma parte de
las obligaciones básicas de todos los docentes, aunque en la práctica esto no
es siempre así. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Desde el regreso de la democracia este problema era conocido
y se ensayaron diversas políticas para fortalecer la investigación
universitaria. Sin duda, las más destacadas fueron el Sistema de Apoyo para
Investigadores Universitarios (SAPIU), creado en 1988 durante la gestión de
Carlos Abeledo en el CONICET, y el Programa de Incentivos a los Docentes Investigadores
creado en 1993 durante la gestión de Juan Carlos del Bello como Secretario de
Políticas Universitarias.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El SAPIU tendía a reemplazar gradualmente la rígida carrera
del investigador por un sistema flexible centrado en la categoría de “docente
universitario dedicado a docencia y a la investigación”, el cual era remunerado
por un subsidio sujeto a evaluaciones periódicas. Durante la gestión de Matera
en el gobierno de Carlos Menem se lo dio por terminado.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Por su parte, el Programa de Incentivos a los Docentes
Investigadores estableció una escala de categorización de docentes investigadores,
un sistema de evaluación normalizado y un reconocimiento económico que
inicialmente fue el principal atractivo para la incorporación de los docentes
al programa. Con el tiempo aparecieron diferentes problemas, algunos relativos
al monto del subsidio, a la real dedicación de muchos de los docentes a la
investigación, al diseño de las categorías en relación con el escalafón del
CONICET, a las complejidades de la evaluación y la burocratización del
programa. Muchas de estas dificultades se fueron resolviendo en el tiempo, como
la exclusión de los docentes con dedicación simple y el programa tuvo un
rediseño general. De todas maneras habría que verificar su eficacia y evaluar
su impacto sobre el sistema. De hecho, subsiste la siguiente pregunta:</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">¿Son investigadores los docentes que investigan?</span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Reconocer la dedicación a la investigación de los docentes
que investigan es una sana política universitaria que, con matices, se aplica
en otros países. Sin embargo, el diseño adoptado en Argentina tiene algunos
problemas que producen los efectos ya mencionados pero, sobre todo, encubren la
diferencia entre aquellos investigadores universitarios del primer decil, cuya
productividad es muy alta, con la de una muchedumbre de docentes investigadores
cuyos resultados son inferiores, lo cual es lógico porque dividen su tiempo
entre las distintas funciones universitarias y, por si fuera poco, muchas veces
no tienen dedicación exclusiva. Se trata por lo tanto de un conjunto de docentes
muy meritorios que hace investigación, lo cual es muy necesario para mejorar su
capacidad docente y de extensión, pero no los convierte en investigadores, en
el mismo sentido de quienes se dedican fundamentalmente a esta actividad. Tal
circunstancia no les da un menor rango ya que su función como docentes se
potencia y el país tiene un gran déficit de recursos humanos altamente
capacitados.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Quizás para hacer evidente que este país tiene más
investigadoras e investigadores que el resto de los latinoamericanos, o
simplemente por disciplina estadística, consideramos como investigadores al
total de quienes se dedican de uno y otro modo a la investigación. El Manual
Frascati permite distinguir entre “personas físicas” y “equivalencia a jornada
completa” (EJC). Esta última consiste en un cálculo de la suma de las horas dedicadas
a la investigación por quienes la ejercen parcialmente, dividiéndolas por el
tiempo de una jornada laboral completa. Es decir, que un investigador EJC no es
una persona real; es un constructo cuya utilidad es sobre todo estadística. En
la práctica, el número real de personas se reduce a poco más de la
mitad. ¿Por qué no reconocer que se trata de dos conjuntos diferentes: el de
quienes investigan como dedicación principal y el de quienes son docentes que
además investigan?</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La paradoja, entonces, es que el CONICET se “apropió” de los
investigadores universitarios y las universidades convirtieron en
investigadores a sus “docentes que investigan”. Es una situación anómala que se
debe revisar, tanto en el desempeño del CONICET, como en la investigación
universitaria. La confusión perjudica a ambos grupos. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Inclusión o excelencia</span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Otro aspecto del problema es la contradicción entre inclusión
y excelencia que ha primado en la política de recursos humanos para la ciencia
y la tecnología. El CONICET ha crecido a niveles tales que casi la totalidad de
su presupuesto se destina a salarios que, además, son muy bajos. ¿Por qué
sorprenderse de que la escasez de subsidios, equipamiento e infraestructura, en
tantos casos, conspire contra los resultados? Los investigadores chilenos, por
mencionar un ejemplo que duele, reciben mejores salarios y cuentan con más
recursos, entre los que se incluye el costo de la publicación en ciertas
revistas (el cargo por procesamiento de artículos, APC), lo que alcanza a muchas
de las de acceso abierto. Este arancel es un limitante de gran importancia para
los investigadores argentinos, muy agravada por la escasez de dólares en la
economía nacional. Los autores argentinos carecen, en general, de apoyo para
financiar este coste que permite la publicación en tales medios.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">La política de puertas abiertas al CONICET no significa que
no haya condiciones de acceso muchas veces severas, sino que el cupo de becas y
cargos que se ofrece anualmente es desproporcionado con relación al presupuesto
del organismo.</span><span style="font-family: arial;"> </span><span style="font-family: arial;">Esto se agrava cuando en
la práctica se convierte en la única posibilidad de acceder a un cargo de
investigación con dedicación exclusiva. Probablemente sería más sensato limitar
el acceso al CONICET pero abrir otras oportunidades en las universidades y
otras instituciones. Esto requeriría que las universidades -públicas y
privadas- se involucren fuertemente en crear mecanismos de apoyo y fomento a la
investigación, además de cargos con dedicación exclusiva.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En el caso de las becas de posgrado, el CONICET se ha
convertido también en un embudo, ya que los graduados que requieran el apoyo de
una beca para doctorarse tienen como oferta principal, casi única, a este
organismo, más allá de que la UBA también tiene una oferta que en los inicios
del programa UBACYT aspiraba a ser más atractiva que la del consejo. El
problema es que las becas del CONICET están concebidas en función de una
trayectoria de investigador y no todos los que aspiran a doctorarse esperan ser
investigadores. Sería probablemente más funcional que las becas sean otorgadas
a ciertos programas de posgrado previamente evaluados, al modo que lo hace CAPES
en Brasil, en temáticas que sean prioritarias en función de la estrategia de
desarrollo que adopte el país. El destino laboral de estos becarios no debería
estar garantizado en el acceso a una carrera, sino que deberían encontrar oportunidades
en el sistema universitario y sobre todo en el sector privado, en aquellas
empresas que están accediendo -o se preparan para hacerlo- a la denominada
“cuarta revolución industrial”. No son pocas.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">No quiero dejar de lado que la antigua ANPCYT, hoy Agencia
I+D+i también otorga becas de dedicación a tiempo completo en el marco de
proyectos aprobados por el FONCYT. Estas becas están orientadas a la formación
doctoral o posdoctoral e incluso a la capacitación profesional de jóvenes. La Agencia tiene su propio sistema de
prioridades, por lo que merece un análisis que excede el propósito de este
texto.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">No se trata sólo del CONICET</span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El sistema no son solamente las instituciones públicas o
privadas que producen conocimiento. Incluye numerosos actores que producen,
demandan y aplican dicho conocimiento. Algunos autores, siguiendo a Bruno
Latour y al brillante filósofo español Javier Echeverría acuñaron el término
“tecnociencia” para referirse al complejo de investigadores, ingenieros,
empresarios y funcionarios, entre otros, que garantizan que la creación de
nuevo conocimiento conduzca a su aplicación. Otra mirada, en cierto modo
similar, es la de los sistemas de innovación que incluyen a los investigadores,
los educadores, los empresarios, los prestadores de servicios públicos y los
tomadores de decisiones políticas. Moraleja: mirar el problema de la ciencia argentina
y su contribución al desarrollo del país no es lo mismo que mirar solo el
CONICET. Los científicos deben dejar de mirarse el ombligo. La ciencia debe ser
vista desde una mirada del total del país.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><b style="font-family: arial;">No hay que cerrar el CONICET ni privatizarlo y menos
cuando los privados en general no se han mostrado demasiado motivados por
invertir en la producción local de conocimiento científico y tecnológico</b><span style="font-family: arial;">. Pero
hay que modificarlo y crear algunas instancias nuevas para los becarios. Además,
hay que crear condiciones para alentar al sector privado para que sea realmente
innovador. De esto hablaré en la próxima entrega de la saga.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal"><o:p> </o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: large;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: large;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: large;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: large;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: large;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: large;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: large;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: large;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: large;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: large;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p></o:p></p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-83666449958999057492023-07-21T09:46:00.020-07:002023-07-22T11:11:36.264-07:00Cambiar para cambiar. Parte 2. ¡Ah, pero las ciencias sociales…!<h1 style="text-align: left;"> </h1><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjBJGAMf7Nm1OzNUYL_z5DHIupmcQ7PpDIoSHmhqlslxAIjX1VbY02Y7QslHMjC9mTjEnAmCTHHAsHlb_3lVFh66ter9EmSuyMYufmuxfsm5aplPkq-RP11urPet5eXIoLb6jQdoBgSFrbMGTxFe3sr9QmhuEDQq3Y7xCCKP2o-0Akjax8S5lykX3Mb21b5/s1200/Sociales%20Corto%20Malt%C3%A9s.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="630" data-original-width="1200" height="168" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjBJGAMf7Nm1OzNUYL_z5DHIupmcQ7PpDIoSHmhqlslxAIjX1VbY02Y7QslHMjC9mTjEnAmCTHHAsHlb_3lVFh66ter9EmSuyMYufmuxfsm5aplPkq-RP11urPet5eXIoLb6jQdoBgSFrbMGTxFe3sr9QmhuEDQq3Y7xCCKP2o-0Akjax8S5lykX3Mb21b5/w320-h168/Sociales%20Corto%20Malt%C3%A9s.jpg" width="320" /></a></span></div><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En la primera parte de esta mirada sobre la producción
científica de los investigadores argentinos veíamos que publican en menor
medida que los de otros países latinoamericanos en revistas relevadas en bases
de datos internacionales como SCOPUS. Cabe entonces preguntarnos por qué ocurre
esto. Una primera respuesta (no azarosa, sino de circulación real en ciertos
grupos) es que en realidad publican menos porque prefieren publicar en revistas
locales o regionales. ¿Será cierto o se trata de una postura ideológica basada
en el supuesto de que es necesario resistir a una ciencia hegemónica e impulsar
una ciencia más estrechamente vinculada con necesidades latinoamericanas? Otras
respuestas de circulación corriente, vinculadas con el supuesto anterior, se
orientan a adjudicar el problema al peso (excesivo o escaso, según la mirada) de
las ciencias sociales. Por otro lado, hay quienes creen que el problema se
deriva de que los grupos de investigación en Argentina tienen menos cooperación
internacional y que esto se refleja en las publicaciones de mayor acceso
global. Otra hipótesis es que lo que ocurre es el reflejo de decisiones
políticas y de la disposición de los incentivos. Vamos a repasar algunas de
estas hipótesis o meras suposiciones.</span><o:p></o:p><p></p><span><a name='more'></a></span><p class="MsoNormal"></p><p class="MsoNormal"><b><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Publicaciones latinoamericanas por conjuntos de
disciplinas<o:p></o:p></span></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">En 2020 la base
SCOPUS registró aproximadamente dieciocho mil artículos con autores argentinos.
A simple vista se observa que el predominio correspondió a las ciencias
físicas, cuyas publicaciones eran el treinta y cinco por ciento del total (5.910).
Un conjunto algo menor, que superaba el treinta por ciento, a ciencias de la
vida (5.330); casi una cuarta parte a ciencias de la salud (4.061) y </span><b style="font-family: arial;">apenas el
ocho por ciento a ciencias sociales</b><span style="font-family: arial;"> (1.360). Es decir que en Argentina las
publicaciones de ciencias sociales constituían un conjunto minoritario.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En rasgos
generales se observaba una distribución parecida en los cinco países latinoamericanos de mayor producción científica, aunque
con algunas particularidades llamativas. El conjunto de artículos sobre ciencias
físicas fue en todos los casos el más numeroso y oscilaba desde el treinta y
tres por ciento del total en Brasil hasta el cuarenta y uno por ciento en
México. (Gráfico 1). En segundo lugar se alternaban los artículos publicados en
revistas identificadas como “ciencias de la salud” y “ciencias de la vida”, variando
según cada país. En Argentina, Brasil y México primaban las ciencias de la vida,
mientras en Colombia y Chile era más numeroso el conjunto de ciencias de la
salud.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Sin embargo, la
diferencia más importante estaba dada por las publicaciones de ciencias
sociales. Mientras en Argentina las publicaciones de ciencias sociales, como ya
señalé, representaban en 2020 un ocho por ciento del total, en Brasil se aproximaban
al diez por ciento y en México al once por ciento. Sin embargo, en Colombia alcanzaban
algo más del dieciséis por ciento y en Chile el porcentaje llegaba casi al veinte.
Eso quiere decir que en esos dos países la ciencias sociales representaban un
volumen considerable que puede explicar parte de la exitosa conducta del
conjunto de sus publicaciones en SCOPUS.</span></p><h3 align="center" style="text-align: center;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: arial;">Gráfico 1. Publicaciones por disciplina 2020</span></span></h3>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgygnHt-oCywQ6Bf03B72O8PtfuoPjsx5yr1DwH1VUl_Hc5L7ytF0r4S9GuEyJdEOpAR7Ba4lHdn7XT9qYSa_qqU-IkWfWMSjOGI8aySabPc8qMyUdP0yT53VjjKNCjYpRVmRm--NMsl2uTTPP1CgnfmlZY9EyFGTjCuV8-KdjOr62RSxDl7foVpp6_rwk5/s1956/Publicaciones%20por%20disciplina.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="1166" data-original-width="1956" height="395" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgygnHt-oCywQ6Bf03B72O8PtfuoPjsx5yr1DwH1VUl_Hc5L7ytF0r4S9GuEyJdEOpAR7Ba4lHdn7XT9qYSa_qqU-IkWfWMSjOGI8aySabPc8qMyUdP0yT53VjjKNCjYpRVmRm--NMsl2uTTPP1CgnfmlZY9EyFGTjCuV8-KdjOr62RSxDl7foVpp6_rwk5/w640-h395/Publicaciones%20por%20disciplina.png" width="640" /></a><span style="font-family: arial;"><span style="text-align: left;"> </span></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: arial; text-align: left;">Fuente: Rodolfo Barrere (Observatorio de la OEI) sobre datos elaborados por RICYT.</span></div><p></p><h3 style="text-align: center;"><p class="MsoNormal" style="text-align: left;"><b><span lang="ES"><span style="font-family: arial;"><br /></span></span></b></p><p class="MsoNormal" style="text-align: left;"><b><span lang="ES"><span style="font-family: arial;">Participación
de las ciencias sociales</span><o:p></o:p></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;"><span lang="ES" style="font-weight: normal;">Hemos visto algo
así como una foto: la del año 2020. Pero si miramos la película y examinamos el
período 2010-2020 veremos un panorama sorprendente: </span><span style="font-family: arial; text-align: justify;">el inesperado
protagonismo de las ciencias sociales</span></span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">. En efecto, en el primer año de esta
serie las ciencias sociales representaban en Argentina el siete por ciento del
total de las publicaciones, en tanto que al final del período llegaban a poco
más del ocho por ciento (aunque en algunos años alcanzó valores algo más altos,
que no sostuvo). Brasil fue un caso parecido, ya que las disciplinas sociales representaban
algo menos del ocho por ciento en 2010 pero se aproximaban al diez por ciento en
2020. Diferente fue el caso de México, que arrancó con menos del siete por
ciento pero terminó cerca del once. En Colombia el crecimiento fue mayor, ya
que partió de un valor cercano al doce por ciento en 2010 hasta superar el
dieciséis en 2020, aunque en algunos años de la serie alcanzó valores más altos.
Finalmente, en Chile pasaron del trece a casi el veinte por ciento.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; font-weight: normal;"><span lang="ES">Algunas
conclusiones preliminares permitirían inferir que el aporte de las ciencias
sociales en Colombia y, sobre todo, en Chile influye significativamente en el
desempeño exitoso de estos dos países (sobre todo, en comparación con
Argentina) en cuanto a publicaciones científicas en SCOPUS. También surge una
primera evidencia que remite a la política científica y es que tanto Chile
como Colombia promovieron muy activamente la inclusión de revistas científicas locales
en SCOPUS. ¿Por qué lo harían? Por una razón muy simple: para alentar al
mismo tiempo la difusión destinada a públicos locales e internacionales, así
como también para fortalecer las revistas científicas del país. </span><span lang="ES">A pesar de ser
el tercer país en ca<span style="background-color: white;">ntidad de artículos, Argentina es el que menos revistas
nacionales tiene en SCOPUS <span style="background-attachment: initial; background-clip: initial; background-image: initial; background-origin: initial; background-position: initial; background-repeat: initial; background-size: initial; mso-highlight: yellow;">(75)</span>.
Chile, tratándose de un país más pequeño, con una comunidad científica menos
numerosa, tiene casi un 60% más (<span style="background-attachment: initial; background-clip: initial; background-image: initial; background-origin: initial; background-position: initial; background-repeat: initial; background-size: initial; mso-highlight: yellow;">121</span>).</span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; font-weight: normal;">Pero entonces
surgen varias preguntas: si se excluyen las ciencias sociales ¿los
investigadores de ciencias “duras” replican las mismas tendencias generales? Y
más localmente ¿los investigadores argentinos en ciencias sociales no publican
o publican en otro tipo de revistas? Esta última pregunta nos lleva a interrogarnos acerca de cómo es el universo de publicaciones científicas de ciencias sociales en Iberoamérica
por fuera de SCOPUS.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: medium;">¿Realmente
restan las sociales?</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">En total, las
publicaciones científicas argentinas registradas en SCOPUS aumentaron más del cincuenta
por ciento en el período 2010-2020, pero el conjunto de las de “ciencias
físicas” lo hicieron por debajo de tal valor; concretamente, ocho puntos menos
que conjunto total. También crecieron cuatro por ciento menos que el total los
artículos de “ciencias de la vida”, aunque aumentaron un diez por ciento por
encima de la media las de “ciencias de la salud”. </span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">La sorpresa es que las
ciencias sociales, a pesar de ser un grupo pequeño, aumentaron entre 2010 y
2020 nada menos que un ochenta y uno ciento (753 a 1.360), es decir, veinticinco
puntos más que el promedio total. </span><span style="font-family: arial;">Dicho de otro modo, las ciencias sociales
no fueron un lastre, sino que contribuyeron, aunque levemente debido a su menor
volumen, a mejorar el resultado del conjunto</span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">En Brasil, el
fenómeno fue aún más acentuado ya que las publicaciones del país aumentaron
casi el noventa por ciento en el período. La ciencias físicas y las de la salud
crecieron menos entre las puntas de la serie (nueve y trece por ciento,
respectivamente). Aumentaron, en cambio, las publicaciones correspondientes a
ciencias de la vida, pero una vez más la sorpresa la dieron las ciencias
sociales, cuyas publicaciones pasaron de 3.962 en 2010, a 9.275 en 2020, lo que
equivale a un crecimiento de </span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">ciento treinta y cuatro por ciento; muy por
encima de la media de aumento de las publicaciones del país</span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">. Tampoco en
este caso las publicaciones de ciencias sociales fueron una carga negativa para
la producción científica del país, si se la mide en artículos registrados en
SCOPUS.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">En Chile los
resultados que se observan son más acentuados, comenzando por el aumento del
número total de sus publicaciones en SCOPUS, que en 2020 duplicaron una vez y
media el valor de 2010. Si se discrimina por grupos disciplinarios, se observa
que la cantidad de artículos en ciencias físicas y de la vida creció mucho
menos que el total, aunque los de ciencias de la salud aumentaron casi un
veinte por ciento por encima de la media del conjunto. Lo notable es que las
ciencias sociales casi triplicaron el número de sus artículos, con lo que
dieron un salto de ciento veinte por ciento por encima de la media, lo que
confirma que </span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">parte del buen resultado del conjunto de la ciencia chilena se
debe al aporte de estas disciplinas</span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">. Lo mismo ocurrió con las publicaciones
colombianas en ciencias sociales, que casi se cuadruplicaron entre los extremos
del período, muy por encima de la media del total de las publicaciones
colombianas. Finalmente, México no se apartó demasiado de los restantes países,
ya el conjunto de sus publicaciones se duplicaron, las de ciencias físicas crecieron
mucho menos, en tanto que las restantes disciplinas avanzaron, pero una vez más
la sorpresa proviene del conjunto de las ciencias sociales, que prácticamente
se triplicaron (1.117 artículos en 2010 y 3.328 en 2020). También en este caso,
a pesar de tratarse de una participación menor, </span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">el vigor de las ciencias
sociales se expresa en una tasa de crecimiento mucho más alta que en el resto
de las disciplinas</span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; font-weight: normal;">Se suele señalar
que la producción académica en las ciencias sociales tiene rasgos diferentes a la
de ciencias exactas y naturales, ya que en estas últimas predominan los artículos
en revistas globales editadas en inglés, mientras que en las primeras tiene más
importancia publicar en las lenguas nacionales y editar libros o capítulos de
libros. Algunos autores afirman que existe una dificultad adicional en el caso
de América Latina, dado que las revistas de ciencias sociales no estarían suficientemente
representadas en las bases de datos internacionales, como SCOPUS. Ya hemos
visto que esto es parcialmente erróneo o se está modificando muy rápidamente,
ya que en los casos que hemos examinado las publicaciones de ciencias sociales
aumentan más que las restantes disciplinas.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">¿Hay vida
fuera de SCOPUS?</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">Es interesante
revisar la validez de la suposición de que las bases de datos internacionales
como SCOPUS o Web of Science (WOS) no son representativas de la producción
regional en ciencias sociales. ¿Cómo explorar esa tierra ignota que no ha sido descubierta
(u oprimida, según el tipo de lectura) por las bases de alcance mundial? </span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;"> </span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">Hay fuentes para analizar esta dimensión en lo
que respecta a la producción latinoamericana: por ejemplo, Scielo, Latindex, Redalyc
y otras bases de datos de carácter regional. Se trata de un conjunto
heterogéneo que no está suficientemente normalizado para ciertos análisis, pero
que permite una aproximación a este universo no suficientemente explorado.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span lang="ES" style="font-family: arial; font-weight: normal;">En tal sentido, es
muy destacado el trabajo realizado por el Proyecto OLIVA del CECIC de la Universidad
Nacional de Cuyo que, con apoyo de la RICYT y el Observatorio de la OEI logró
consolidar los registros de Scielo y Redalyc, </span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">construyendo una única
base de datos compuesta por 884.265 artículos publicados en 1999 revistas
iberoamericanas indexadas en SCieLO y Redalyc hasta mediados de 2019 (aunque se
analizó sobre todo el período 2010-2017). Es interesante señalar que el 41% de
estas revistas está indexada también por SCOPUS. Se trata de un grado de
cobertura bastante alto que relativiza las expresiones de escasa
representatividad. En el caso de España el valor es sensiblemente más alto
(68%). En cuanto a América Latina se destaca el caso de Chile, dado que el 61%
de las revistas chilenas de la base OLIVA están también en SCOPUS y Brasil porque
la mitad de sus revistas están indexadas en ambas bases. En cambio, tan solo el
28% de las revistas de Argentina en la base OLIVA están también en SCOPUS. Esto
permite afirmar que si bien hay vida fuera de SCOPUS, esta base cubre una parte
muy representativa de la producción científica latinoamericana. Sin embargo, el
diferente grado de cobertura en países como Chile y Brasil (por no tomar en
consideración el dato de España), por un lado, y Argentina, por otro, pone de
relieve aspectos que tienen que ver con la cultura de la comunidad científica
de ciencias sociales y también con prioridades políticas e instrumentación de
incentivos a la publicación en medios de ámbito global. Un dato que puede
resultar sorprendente (Gráfico 2) es que hay más artículos de autores
latinoamericanos en SCOPUS o la Web of Science que en OLIVA u otras bases
regionales.</span></span></p></h3><h3 align="center" style="mso-collapsed-heading: yes; text-align: center;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: arial;">Gráfico 2. Artículos de autores latinoamericanos </span></span><span style="font-family: arial;">por base de datos (2010-2017)</span></span></h3><div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEio1SPr-Mr7GW56SxWfTB1-W-I0CFGFjihk2q-NExyHICBjmUn7HjVsVvciAestQJdZs1lC5NRE9dAspKzjEcbsrwWrDQ66ozKsGgrLXY-SssCfKo4qSFsITU7-6bJP7TYOsmxlMBnx9_DqpDpROKSLchKntv2_EYIu4ZAp6yBGTpVeqbG91xFtRt5XISsw/s1951/Art%C3%ADculos%20de%20autores%20latinoamericanos.png" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1172" data-original-width="1951" height="386" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEio1SPr-Mr7GW56SxWfTB1-W-I0CFGFjihk2q-NExyHICBjmUn7HjVsVvciAestQJdZs1lC5NRE9dAspKzjEcbsrwWrDQ66ozKsGgrLXY-SssCfKo4qSFsITU7-6bJP7TYOsmxlMBnx9_DqpDpROKSLchKntv2_EYIu4ZAp6yBGTpVeqbG91xFtRt5XISsw/w640-h386/Art%C3%ADculos%20de%20autores%20latinoamericanos.png" width="640" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><p class="MsoSubtitle" style="margin-left: 1cm; text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">Fuente: Papeles del Observatorio N° 23 con base en OLIVA y
RICYT</span></p></td></tr></tbody></table><br /><span lang="ES-MX"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><h2 style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;">Otros factores</span><o:p></o:p></h2>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Se han señalado otras posibles causas al fenómeno de la baja
producción relativa de artículos científicos en bases de datos internacionales
por parte del los autores argentinos. No es fácil, sin embargo, establecer una
correlación directa entre las tendencias a la cooperación internacional frente
a la producción de artículos registrados en bases de datos globales. La cooperación
internacional encuentra canales institucionalizados y no institucionalizados. Entre
los primeros se cuentan los acuerdos entre agencias financiadoras, universidades
y programas impulsados por organismos supranacionales como la Unión Europea.
Entre los segundos se abre un amplio espacio que se nutre de relaciones
interpersonales y redes de distinto tipo y amplitud, derivadas generalmente de la
colaboración entre colegas. Según un estudio realizado por el Observatorio de
la OEI en 2017, en Argentina el 44% de los artículos tenían coautores extranjeros,
lo cual expresa un razonable esfuerzo de cooperación internacional y de
integración de la comunidad científica argentina en el escenario de la ciencia
mundial. Chile, sin embargo, estaba muy por encima de ese valor, ya que el 55% de
sus artículos científicos eran en coautoría con extranjeros, lo cual puede ser
muy bien atribuido a los incentivos de una política científica que tiende a la adopción
de estándares internacionales. Brasil, en cambio, tenía una tasa de coautoría
extranjera por debajo con el 35%. El informe destacaba la importancia de la
interlocución propia de cada comunidad científica que, en el caso de Brasil, la
gran dimensión de su comunidad científica le permitía priorizar la difusión de
los resultados de la investigación entre un público científico local.</p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">En cuanto al idioma, Chile y Colombia, los países que más crecieron en cantidad
de publicaciones son también los que más publican en español (24% y 30%). Estos
valores son congruentes con el desempeño de sus ciencias sociales. Argentina y México lo hacen en un 17%. Brasil
publica un 20% en portugués. El estudio del Observatorio incluía una encuesta a
investigadores latinoamericanos que publicaban en bases de datos
internacionales. De acuerdo con los datos de aquella encuesta, el idioma no
resultó ser un impedimento significativo. En cambio, el 75% de los autores
argentinos destacó el costo de la publicación en revistas indexadas como una
barrera muy importante. Al respecto, vale señalar que en Chile hay
incentivos monetarios específicos a la publicación <i>cash-for-publication</i> y eso
influye en la productividad de manera directa.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">En este recorrido surge la evidencia de que acusáis a la ciencias sociales
sin razón… de ser un lastre para el desempeño global de las publicaciones
científicas latinoamericanas, ya que su presencia en SCOPUS es de menor
dimensión pero su tendencia al crecimiento es más acentuada que la de otras
disciplinas. Si los demás factores señalados son poco relevantes, resta
examinar cuál es la influencia de los aspectos culturales y las cuestiones
institucionales y operativas. Sobre estas dimensiones propias de la <b>política
científica</b> trataremos de indagar en el tercer episodio de esta saga. </p></span></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><!--[endif]--><span lang="ES"><o:p></o:p></span></span><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: arial; font-size: medium;"> </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></p>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-42444834514607664062023-06-23T08:27:00.005-07:002023-09-18T13:23:51.511-07:00Cambiar para cambiar Parte 1: La producción científica argentina decae <p> </p><h2 style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal;"><div class="separator" style="clear: both; font-size: large; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjimy-itL7TPm3PPWGQuvariL1tMCmeIgWRYz55RcZ_lwJbqqKpI61W6mGzclcGlMwyvRLIZBUiQ6JjRx1w6uwYcIBtO-piRyOZV97zH5iNB6moH8NoNz-zCxX3GxNLX9ClfTIZPpXtJhLJP1nbN_bTAB0CjCQjB0dJ9eilRpGbNgU16aNXoZFc8bOIwAh/s474/Gatopardo.jpeg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="474" data-original-width="474" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjimy-itL7TPm3PPWGQuvariL1tMCmeIgWRYz55RcZ_lwJbqqKpI61W6mGzclcGlMwyvRLIZBUiQ6JjRx1w6uwYcIBtO-piRyOZV97zH5iNB6moH8NoNz-zCxX3GxNLX9ClfTIZPpXtJhLJP1nbN_bTAB0CjCQjB0dJ9eilRpGbNgU16aNXoZFc8bOIwAh/w200-h200/Gatopardo.jpeg" width="200" /></a></div><br /><span style="font-size: large;">“Si queremos que todo siga como está -decía el joven
Tancredi en <i>Il Gattopardo</i> de Lampedusa- necesitamos que todo cambie”. En
resumen, cambiar para que nada cambie. En este texto reflexionaré sobre el
gatopardismo y sus consecuencias negativas para el desarrollo del país, aunque
me limitaré a focalizar mi análisis sobre la política científica y tecnológica.
Es necesario que haya cambios reales: cambiar para cambiar y no lo contrario. El
modelo no va más, y es curioso que muchos investigadores, como lo señalé en una
entrada anterior, no se hayan percatado de ello.</span></span></h2><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></p><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span></span></span></p><a name='more'></a><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><div style="text-align: justify;"><p class="MsoNormal">Como señala acertadamente Lucas Luchilo, el “modelo Barañao”,
que acentuó tendencias que ya venían de lejos, hoy está agotado. Entre las
evidencias de agotamiento señala su escasa dinámica innovativa, la
imposibilidad de financiar la expansión y la burocratización de la profesión
académica. El modelo dotó de infraestructuras, equipamiento y recursos suficientes
a algunos grupos prestigiosos, pero permitió un crecimiento desmedido del
CONICET, concentrando en él funciones que podrían ser mejor cubiertas por otros
organismos. Es preciso establecer con claridad que la política de ciencia y
tecnología es mucho más que una “política para los investigadores”. Forma parte
de una política global que ofrezca al país un rumbo de desarrollo equitativo y
sostenible ambientalmente. De lo que se trata es de crear las condiciones para
que los resultados de las investigaciones, como así también la adaptación de
conocimientos generados fuera del país se traduzcan en impulsos a la innovación.
Por eso, los protagonistas de las experiencias de creación, difusión,
adaptación y aplicación de conocimientos son muy diversos: obviamente, los
investigadores, pero también los tecnólogos, los gestores y los empresarios,
entre otros.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">La ciencia y la tecnología son transversales a todos los ámbitos
de acción del estado. En una organización matricial, las políticas públicas
orientadas a problemas como la educación, salud, producción, comunicaciones y
ambiente, entre otros, merecen ser atendidas por ministerios u órganos
equivalentes. Pero las políticas de ciencia y tecnología son transversales a la
mayoría de las políticas públicas, por lo cual los problemas a resolver requieren
la interacción en todos los niveles. <b>Es por eso por lo que la forma
institucional del órgano estatal que las impulse debe ser también transversal y
flexible.</b> Esto no parece requerir necesariamente la conformación de un ministerio
dedicado exclusivamente a la comunidad científica. Hay que discutir la forma
más adecuada y cómo se produciría la gobernanza de la nueva estructura institucional,
pero ese es un tema que reservo para un texto próximo.</p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">El problema que me propongo abordar es de tal amplitud que
me veo obligado a hacerlo en varias entregas, comenzando en este caso por la
producción de la ciencia académica y su retroceso relativo frente a otros
países latinoamericanos que ya superan la producción media de los
investigadores argentinos. Agradezco la colaboración de Rodolfo Barrere,
coordinador de la RICYT y del Observatorio de la OEI, en los análisis de los
que doy cuenta en los textos que siguen.</p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"><b>¿Un derrumbe de la ciencia argentina?</b></p>
<p class="MsoNormal">Luis Quesada Allué, profesor de la Facultad de Ciencia
Exactas de la UBA, investigador del CONICET y Jefe de Laboratorio de Bioquímica
y Biología Molecular del Desarrollo de la Fundación Leloir ha dado a conocer mediante
un tweet el borrador de un estudio sobre las publicaciones argentinas en SCIMAGO
(SCOPUS) en el que se refiere al “derrumbe de la ciencia y la tecnología
argentina”. Por mi parte quizás no sería tan enfático, pero lo cierto es que usando
la misma fuente y datos de SCOPUS para el decenio 2011 – 2020, se observa que <b>de
los cinco países latinoamericanos con mayor producción científica, Argentina es
el que publica menos artículos en revistas registradas en bases de datos
internacionales. </b>Esto no era así en un pasado relativamente reciente. ¿Cuál
es la explicación?<o:p></o:p></p></div><div style="text-align: justify;">Soy consciente de que hay quienes objetan las mediciones bibliométricas
basadas en publicaciones internacionales, como las que registran SCOPUS o el
Science Citation Index a través de la Web of Science, por considerarlas como
expresión de una agenda exógena y, por lo tanto, ajenas a las problemáticas
locales. Más allá, incluso, de algunas visiones conspirativas, lo cierto es que
la comunicación de los resultados de las investigaciones científicas admite
diversas vías, destinadas a distintos públicos. Todas ellas deben ser
respetadas y alentadas. En esta paleta de alternativas, las bases de datos
internacionales reflejan lo que algunos denominan como la “corriente principal”
de la ciencia. La participación en redes y proyectos internacionales conlleva
la necesaria publicación en revistas internacionales y las bases de datos que así
se generan son una fuente de conocimiento utilizable para abordar problemas
locales. Permiten además realizar comparaciones internacionales por disciplinas
o áreas problemáticas. La pandemia mostró hasta tal punto la utilidad de
ciertas publicaciones para validar conocimientos, que hasta los medios públicos
de comunicación se hicieron eco de los artículos publicados en The Lancet, por
ejemplo. </div></span><p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Dicho esto, de acuerdo con los datos de SCOPUS, en valores
totales de artículos científicos, el primer lugar le corresponde a Brasil, lo
cual es obvio, debido a su tamaño, con casi noventa y cinco mil artículos en
2020, seguido por México con más de treinta y un mil, Chile con más de
dieciocho mil y finalmente Argentina y Colombia empatando en dieciséis mil, con
una diferencia menor a favor de Argentina. Esta pequeña diferencia, de unas
doscientas publicaciones, se licuó al año siguiente (dato no incorporado a la
tabla) pasando Colombia a estar por delante. Diez años antes (2011), sin
embargo, Argentina superaba ampliamente el número de publicaciones de Chile y
Colombia, por lo que la trayectoria seguida por estos cinco países muestra
claramente el desempeño inferior de los investigadores argentinos en este
rubro. En resumen, durante el decenio la producción de artículos de Colombia prácticamente
se triplicó, la de Chile creció un doscientos treintaicinco por ciento, la de
México más de un ochenta por ciento, la de Brasil un setenta y tres por ciento,
mientras que la de Argentina creció, sí, pero tan solo un cuarenta y tres por
ciento. Eso es lo que se grafica en el Gráfico 1.</span></p><h1 style="text-align: center;"><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">Gráfico 1: Número de publicaciones
registradas en SCOPUS</span></span><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhiGH3_EulBjoeqsUHLexIz3YeKMuBYqvxbqE2zYjRypnzUWLRoWAqhoFBzyySq5J2Tz31lkoMz7plzC4Gf9erb1vsFglY_L_DMeT-vuRimNa-VSF-0et2uTVo1aVpq7ZF_Aafm8EilIYevnA_mXHwvnRkWq3FfpW3hwLn-RqlzssPDSjg7qv2n-Szz7Kbf" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="405" data-original-width="888" height="259" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhiGH3_EulBjoeqsUHLexIz3YeKMuBYqvxbqE2zYjRypnzUWLRoWAqhoFBzyySq5J2Tz31lkoMz7plzC4Gf9erb1vsFglY_L_DMeT-vuRimNa-VSF-0et2uTVo1aVpq7ZF_Aafm8EilIYevnA_mXHwvnRkWq3FfpW3hwLn-RqlzssPDSjg7qv2n-Szz7Kbf=w582-h259" width="582" /></a></h1><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;"><span> <span> </span><span> </span></span></span><span style="font-size: 13.3333px;"> </span><span style="font-size: 13.3333px;">Fuente SCOPUS procesado por RICYT</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Buscando explicaciones a la menor tasa de publicaciones de
los investigadores argentinos, el primer intento es <b>correlacionar las curvas
de producto con las de insumos que, siguiendo el Manual de Frascati, son la inversión
y el número de investigadores</b>.</span><span style="font-family: arial;"> </span></span></p><p class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b><span class="Ttulo3Car">Inversión</span>.</b>
Una primera aproximación no arroja una luz nítida, ya que a excepción de
México, que desde 2016, en PPC, y desde 2015 en dólares corrientes viene
registrando una disminución pronunciada de lo que invierte en I+D, los otros
cuatro países tienen comportamientos previsibles. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Argentina y Brasil tuvieron una
evolución similar entre los extremos del decenio 2011 – 2020, durante el cual
los dos países crecieron un 9% aunque, claro está, sobre una base diferente.
Por eso Argentina pasó de cuatro mil quinientos millones de dólares PPC en 2011
a cuatro mil novecientos en 2020; en cambio Brasil, que había empezado el mismo
período con casi treinta y cuatro mil millones se aproximó a los treinta y
siete mil millones de dólares PPC en 2020. Por su parte, Colombia aumentó un 27%
su inversión a lo largo del decenio y Chile lo hizo en un 31%. Es decir, que en
estos dos países el aumento del número de publicaciones tuvo un crecimiento
pronunciado que también puede ser visto en la curva de la inversión. La
anomalía en este caso es México, ya que su producción de artículos aumentó pero
la inversión en I+D se contrajo un 20%.</span></p><p class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt; text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En resumen, esta explicación
no es completamente satisfactoria ya que, a excepción de Chile y Colombia no se
percibe en todos los países una clara correlación entre la inversión y el
número de publicaciones.</span></b></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Si estos valores no nos han dado la explicación
satisfactoria, ésta quizás surja de la </span><b style="font-family: arial;">correlación con el otro indicador de
insumo, es decir, el número de investigadores</b><span style="font-family: arial;">.</span><span style="font-family: arial;"> </span></span></p><p class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span class="Ttulo3Car"><b>Investigadores</b>.</span>
A primera vista, los valores a 2020, medidos en personas físicas (no en
equivalencia a jornada completa) son parecidos a los que podría esperarse. El
mayor contingente corresponde a Brasil con más de cuatrocientos cincuenta mil
investigadores, seguido por Argentina con algo más de noventa mil y México con
sesenta y dos mil. Les siguen Colombia (veintiún mil) y Chile (quince mil
setecientos), con la particularidad de que estos dos países invirtieron su
orden en el decenio, ya que en 2011 Chile superaba claramente a Colombia. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Argentina, cuyo número de
investigadores es el segundo después de Brasil, es el que tiene un </span><b style="font-family: arial;">mayor
número de investigadores con relación a la población económicamente activa
(PEA)</b><span style="font-family: arial;">. Con más de cinco investigadores cada mil personas de la PEA,
Argentina supera los cuatro de Brasil y muy ampliamente a los otros tres (Chile
con menos de dos, Colombia con menos de uno y México con poco más de uno). Llama
la atención que pese a la amplitud de la base científica argentina, los cuatro
países hayan logrado una tasa de publicaciones en revistas internacionales más
altas que Argentina. A lo largo del decenio Argentina aumentó su número de
investigadores un 17%, en tanto que Brasil lo hacía en un 84% y Chile casi un
68%. El dato que salta a la vista es que Colombia prácticamente triplicó su
base de investigadores. México, en cambio, crecía menos: un 10% ente puntas.</span><b><span style="font-family: arial;"> </span></b></span></p><p class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><b><span style="font-family: arial;">En resumen, esta segunda
variable tampoco explica suficientemente la evolución de las publicaciones en
cada país; particularmente en el caso de Argentina y México.</span></b><b><span style="font-family: arial;"> </span></b></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;"><span class="Ttulo3Car"><b>Publicaciones por investigador.</b></span>
Otra aproximación a la productividad es comparar el número de publicaciones con
el de investigadores. En el caso de Argentina, registró en 2020 un promedio de dieciocho
artículos por cada cien investigadores. Un valor parecido, aunque algo superior
(veinte artículos cada cien investigadores), registró Brasil. A partir de allí,
los número crecen: cincuenta artículos cada cien investigadores en el caso de
México, ochenta en el de Colombia y ciento diecisiete en Chile. <b>Claramente,
la productividad per cápita es mucho más elevada en los países más pequeños.</b>
Pero por otra parte, llaman la atención una vez más los valores de México, dado
que el crecimiento del número de sus investigadores fue el más bajo de este
conjunto de países.</span><span style="font-family: arial;"> </span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;"><span class="Ttulo3Car"><b>Inversión por investigador.</b></span><b> </b>Cruzando
ambas variables de insumos, se encuentra algún sendero para la explicación del
fenómeno, ya que Argentina es, con mucha diferencia, el país que menos invierte
por investigador. En 2020 Brasil invirtió 387.620 dólares PPC, México 234.002,
Colombia 90.544, Chile 87.581 y Argentina 54.183, muy por debajo de los otros
países. <b>De acuerdo con estos valores, los investigadores argentinos son los
que disponen de menos recursos, lo cual debe traducirse en su productividad.</b></span><span style="font-family: arial;"> </span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span class="Ttulo3Car"><b>Costo por artículo.</b></span><b> </b>Sin embargo, una vez más las explicaciones
lineales fallan, ya que si bien Argentina es el país (de estos cinco) que menos
invierte por investigador, el indicador de costo por artículo muestra una
relación diferente. Cada artículo de autor brasileño costó en 2020 ciento
setenta y ocho mil dólares corrientes y cada artículo argentino ciento veintiún
mil dólares. Menos costosos son los artículos de autores mexicanos (poco más de
cien mil dólares) y definitivamente menos costosos los de Chile (cuarenta y
seis mil) y los de Colombia (treinta y dos mil). <b>Es decir que Argentina,
siendo el país con menos recursos relativos invierte por artículo científico casi
tres veces más dólares que los chilenos, cuatro veces más que los colombianos y
un veinte por ciento más que los mexicanos. <o:p></o:p></b></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span class="Ttulo3Car" style="font-family: arial;"><b>Investigadores y autores.</b></span><b style="font-family: arial;"> </b><span style="font-family: arial;">Argentina
tenía en 2020 algo más de noventa mil investigadores pero no todos ellos eran
autores o coautores de artículos registrados en SCOPUS. De hecho, el número de
autores de aquel año era de 28.695, es decir, un 32% del total de
investigadores. </span><b style="font-family: arial;">Dicho de otro modo, casi dos tercios de los investigadores argentinos
no publicaron o copublicaron ningún artículo registrado en SCOPUS aquel mismo año</b><span style="font-family: arial;">. Por otra
parte, dos tercios de los que sí publicaron (61.702) sólo registraban un
artículo en aquel año. Estos datos, que son llamativos, pueden tener distintas
explicaciones, ya que no sería lo mismo que el tercio que publicó en 2020 fuera
el mismo conjunto de investigadores todos los años, es decir, que se repitieran
tanto los que publican como los que no publican. En cambio, si un número
importante publicara cada dos años o tres, y no se repitieran los autores, el
promedio tendería a dar un numero de autores parecido al de investigadores.
Estas hipótesis deben ser verificadas.</span></span></p><h3 style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Una conclusión provisional<o:p></o:p></span></h3><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En noviembre de 2017 el Centro REDES realizó un estudio de
producción bibliográfica para el MINCYT. Las conclusiones de entonces reconocían
<span lang="ES">el menor
crecimiento relativo de la producción científica argentina pero afirmaba que no
había una explicación unicausal. Por el contrario, el fenómeno parecía tener
varias explicaciones posibles que se combinan.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span lang="ES" style="font-family: arial;">Un aspecto importante que se señalaba en aquel informe y que no se ha
considerado en este texto (lo será en la próxima entrega) es que se verifica una
cierta correlación entre la cantidad de revistas nacionales y la cantidad de artículos
totales de cada país. El bajo crecimiento de las revistas argentinas indexadas
en SCOPUS parece ser un factor muy relevante en la baja tasa de crecimiento de
la producción científica del país. Es decir, que l</span><span lang="ES" style="font-family: arial;">a escasez de revistas argentinas
indexadas parecía tener un peso significativo en el bajo crecimiento de los
artículos nacionales en SCOPUS. Esta idea se refuerza al considerar que </span><span lang="ES" style="font-family: arial;">Chile y
Colombia fueron los países que más crecieron en cantidad de publicaciones y son
también los que más publican en español.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span lang="ES" style="font-family: arial;">Otro aspecto importante que se señalaba en aquel informe era el mayor peso relativo
de las ciencias sociales en los países cuyos artículos científicos aumentaron en
forma más acentuada. </span><span lang="ES" style="font-family: arial;">Los dos países que más habían crecido entre 2010 y 2015 eran también los
que más publican en revistas de ciencias sociales indexadas en SCOPUS.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Casi seis años
después del informe del Centro REDES sigue vigente la idea de que la
explicación del hecho de que la producción científica argentina sea inferior a
la de otros países latinoamericanos no es lineal sino que expresa un fenómeno
multidimensional. Entran en juego aspectos centrales de la política científica imbricados
en los diseños institucionales y en los incentivos que se aplican. <b>También entran
en juego aspectos culturales:</b> ¿acaso será refractaria en alguna medida la
comunidad científica argentina a publicar en las principales revistas
internacionales? ¿Prefieren quizás hacerlo en revistas latinoamericanas? <b>Estos
aspectos serán analizados en las próximas entradas.</b></span> </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="mso-spacerun: yes;"><br /></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="mso-spacerun: yes;"><br /></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="mso-spacerun: yes;"><br /></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="mso-spacerun: yes;"><br /></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="mso-spacerun: yes;"><br /></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="mso-spacerun: yes;"><br /></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="mso-spacerun: yes;"><br /></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="mso-spacerun: yes;"><br /></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span></span><o:p></o:p></p>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com20tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-72735755660467040912023-05-19T14:16:00.004-07:002023-05-22T14:45:29.371-07:00Los caminos desde el laboratorio a la industria<p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhDyr-Tmq6OqL1z6Ao5i40aHdfAN-uyl4UWO6rXj88Lj-GmyfjgAURRqa56pidF8bNcNQW38d2_pHdIgW12gGcaHiLHlloGE0mNTm2UnHIuUGbfRaroERr3qDvIyHM_Ksvii3fNT8Ve0CZ-ADZNgpjYuQzFDPj9cNH3eAjCRuKa1FIhUv2ncUW2VXj1dw/s730/centros-tecnologicos-.png" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="200" data-original-width="730" height="88" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhDyr-Tmq6OqL1z6Ao5i40aHdfAN-uyl4UWO6rXj88Lj-GmyfjgAURRqa56pidF8bNcNQW38d2_pHdIgW12gGcaHiLHlloGE0mNTm2UnHIuUGbfRaroERr3qDvIyHM_Ksvii3fNT8Ve0CZ-ADZNgpjYuQzFDPj9cNH3eAjCRuKa1FIhUv2ncUW2VXj1dw/s320/centros-tecnologicos-.png" width="320" /></a></span></div><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Lograr que los conocimientos se apliquen, que lleguen hasta
los destinatarios y efectivamente den impulso al desarrollo económico y social del
país es un problema central de la política científica y tecnológica, particularmente
difícil en los países en desarrollo, debido a las limitaciones de recursos y a
las características de sus sistemas productivos. Para lograrlo, es necesario explorar
los caminos que debe transitar el conocimiento desde los centros de
investigación hasta su aplicación en las empresas, en la salud, en el cuidado
del ambiente y en otras necesidades sociales, identificando los actores que intervienen
en un proceso cuyos protagonistas no son solamente los investigadores. Es
necesario además diseñar instrumentos eficaces para estimular la demanda,
ordenar la oferta y la transferencia de conocimientos. En otros términos, cómo
producir innovaciones.</span><p></p><p style="text-align: justify;"><span></span></p><a name='more'></a><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Diversos autores, como Daniel Bell (1994), han destacado el
papel del complejo industrial militar en el desarrollo de las potentes
innovaciones generadas en el contexto de la Segunda Guerra. Javier Echeverría (2009)
ha utilizado el término “<b>tecnociencia</b>” para denominar al conjunto de científicos,
ingenieros, militares, funcionarios y empresas que permitieron lograr tales
avances. A pesar de las evidencias, en los países de menor desarrollo es
frecuente olvidar la pluralidad actoral de este proceso. El evidente impacto de
la ciencia sobre la creación de tecnologías que cambiaban el mundo persuadió a
muchos de que todo ello se debía exclusivamente a la labor de los científicos y
que por lo tanto, la solución a los problemas del desarrollo pasaba en gran medida por aumentar la inversión en investigación
y desarrollo (I+D), estableciendo metas utópicas (casi nunca alcanzadas en los
países de América Latina) acerca del porcentaje del PBI que sería necesario invertir
en ellas, como si así se garantizara lograr importantes metas económicas y
sociales. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La innovación y cómo lograrla</span></b></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La teoría elaborada por Schumpeter (1912) destacaba a los
empresarios como protagonistas de la innovación, aunque distinguía no uno, sino
dos actores principales: el inventor y el innovador, capaces de generar entre
sí una potente sinergia. El primero, como productor de conocimientos potencialmente
útiles y el segundo como el empresario (emprendedor) que aplica esos
conocimientos para dar impulso a su negocio. Las versiones sistémicas más
recientes, que describen el sistema nacional de innovación o los sistemas locales,
ponen el foco sobre la relaciones entre los productores, los académicos y los
gobiernos, destacando aspectos como la educación y los procesos de aprendizaje.
Muchos organismos de política científica y tecnológica durante los últimos años
han agregado la innovación entre sus competencias, pero <b>es frecuente que no cuenten
con la vocación, los instrumentos y hasta la legitimidad que les permita
movilizar a los empresarios</b>. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Otro aspecto a considerar en el proceso de generación de
innovaciones de la segunda mitad del siglo veinte es lo que se denomina </span><b style="font-family: arial;"><i>big
science</i></b><span style="font-family: arial;"> y fuera descrito en primer lugar por Derek de Solla Price
(1973). La ciencia grande lo es, en este enfoque, por la acumulación de
recursos humanos, instrumentales y financieros para lograr que se produzcan los
resultados más sorprendentes, aquellos que expanden la frontera de la ciencia y
la tecnología. Esta idea aleja, en principio, la ciencia grande de las
posibilidades de los países en desarrollo en términos generales, aunque
puntualmente no sea así en casos como la energía nuclear, las investigaciones
espaciales, aeronáutica, salud y medicamentos, entre otros temas, en países de
América Latina; particularmente, Argentina, Brasil y México.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">El ejemplo de la </span><i style="font-family: arial;">big science</i><span style="font-family: arial;"> dio lugar a disquisiciones
como la “masa crítica” necesaria para la madurez de un grupo de I+D, es decir,
el número mínimo de investigadores y equipamiento requeridos para poder abordar
proyectos de cierta importancia y obtener resultados respetables. Si bien el
posterior desarrollo de Internet permitió que en alguna medida las concentraciones
de talentos científicos e incluso el uso de grandes instrumentos fueran
virtuales, el tema de las proximidad física, los vínculos y las dinámicas de
relación entre protagonistas de la producción, transferencia aplicación de los
conocimientos sigue teniendo vigencia y da lugar a algunas experiencias ejemplares.
El Foro de Vinculación impulsado por la OEI, la RICYT y el Centro REDES (</span><a href="https://foro-vinc.ricyt.org/" style="font-family: arial;">https://foro-vinc.ricyt.org/</a><span style="font-family: arial;">) es una
plataforma que muestra ejemplos y da cuenta de esta problemática. </span><b style="font-family: arial;">Una
política de desarrollo tecnológico incluye necesariamente acciones e
instrumentos que fortalezcan los vínculos de las universidades y centros de I+D
con su entorno económico y social</b><span style="font-family: arial;">. </span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Centros tecnológicos</span></b></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Los procesos de innovación dependen de la adquisición de
capacidades tecnológicas. Esto ha sido señalado por autores como Martin Bell y
Keith Pavitt (1995). Se entiende por <b>capacidades tecnológicas</b> los conocimientos
y habilidades para adquirir, usar, absorber, adaptar, mejorar y generar nuevas
tecnologías. Partiendo de esta definición las capacidades tecnológicas incluyen
tanto las capacidades de innovación propiamente dichas, como las de absorción
de conocimiento tecnológico. Las primeras están sujetas a aspectos como las
infraestructuras, las actividades propias de innovación, formación de capital
humano, y habilidades de los países para crear, imitar y gestionar el
conocimiento, mientras que las segundas refieren a la posibilidad de acceder,
aprender y asimilar tecnologías extranjeras (Pérez et al 2018). <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">¿Cómo adquirir capacidades tecnológicas y disponer de la
masa crítica necesaria para crear conocimiento, adaptarlo y transferirlo a quienes
los aplicarán en su actividad productiva? En una nueva charla entre ambos,
Daniel Wisnivesky me comentó su simpatía por el relato de la historia del SATI presentada
por Carlos Martínez Vidal en 1971 (ver entrada más abajo) porque le parecía un
modelo adecuado para transferir conocimiento tecnológico a la industria. Me
recordó también que a principios de los años setenta habíamos discutido acerca
de la posibilidad de convertir el Observatorio de Física Cósmica de San Miguel
en un </span><b style="font-family: arial;">centro tecnológico</b><span style="font-family: arial;">. La historia posterior frustró esa idea…y
muchas otras. Si tuvieras que organizar un centro tecnológico hoy, ¿cómo lo
harías? me preguntó de repente. Me sorprendí a mí mismo con mi respuesta espontánea,
que no tuvo que ver ni con los empresarios, ni con los vínculos. Lo primero, le
respondí, es que tiene que ser un lugar de </span><b style="font-family: arial;">excelencia</b><span style="font-family: arial;">.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Un claro ejemplo de centro tecnológico de excelencia a nivel
internacional es el de los </span><i style="font-family: arial;">Bell Telephone Laboratories</i><span style="font-family: arial;">, de los que
surgieron varias de la tecnologías radicales en telecomunicaciones, software y
electrónica que han cambiado nuestra vida en las últimas décadas. En su edad de
oro, a finales de los sesenta, los Bell Labs empleaban unas quince mil
personas, incluyendo mil doscientos doctores. Entre ellos se contaban algunas
de las mujeres y hombres más brillantes del mundo. Varios de ellos lograron el
premio Nobel o su equivalente en matemáticas. Preferían pensar que trabajaban
en un “instituto de tecnologías creativas” en el que las fronteras entre el
arte y la ciencia no siempre eran nítidas. La telefonía celular, el láser, la
transmisión digital y la conmutación surgieron de esas fronteras abiertas por
la creatividad.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Un ejemplo argentino, en el que la excelencia es también el
primer rasgo definitorio, es el INVAP, un auténtico y exitoso centro
tecnológico que compite en el escenario internacional con desarrollos de
tecnología nuclear y espacial, además de incursionar en otros temas, como los
ambientales y los de salud. Daniel coincidió en que la Comisión Nacional de
Energía Atómica había impulsado la formación de recursos humanos de alto nivel
que luego dieron lugar a centros y programas como el INVAP o, años atrás, el
SATI impulsado por Jorge Sabato y Carlos Martínez Vidal, quien enfatizaba en su
relato que el primer paso había sido la formación de los miembros del servicio
en los mejores centros mundiales de aquel momento. También surge de aquel
relato que los miembros del SATI debieron</span><b style="font-family: arial;"> construir su demanda, </b><span style="font-family: arial;">saliendo
en busca de los empresarios, lo que demuestra que éste es un camino posible</span><b style="font-family: arial;">.</b></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">¿La investigación aplicada es hija menor de la ciencia
básica?</span></b></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La cultura académica degradó en cierta medida la investigación
aplicada y la tecnología al considerarlas como secuencias dependientes de la
ciencia básica o “pura”, reservando para esta última el atributo de la excelencia.
Sin embargo, la revolución científica asociada a la “cuarta revolución
industrial” aproximó las innovaciones a la puerta de los laboratorios más
avanzados en la producción de conocimiento de vanguardia haciendo prácticamente
inútil la distinción. Ruy Pérez-Tamayo, ilustre investigador y divulgador
científico mexicano expresaba con mucha elocuencia la inutilidad de la
distinción entre investigación básica y aplicada, que atribuía a la mirada utilitaria
de los economistas (dicho sea de paso, los indicadores mundialmente utilizados,
que integran el Manual de Frascati, expresan la mirada económica que tiende a
valorar los resultados de la inversión en I+D). En palabras de Pérez Tamayo:<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">“<i>De manera que los científicos
tenemos razón de sentirnos incómodos cuando se habla de ciencia
"básica" y ciencia "aplicada". <b>Toda la ciencia es
aplicada porque todo el conocimiento sirve para algo</b>, todo se aplica, en
primer lugar, para hacer más ciencia; además, ciertos conocimientos pueden
servir para otras cosas, como resolver problemas médicos, o de distribución del
agua, o de la conservación de granos, etcétera. Es posible que el desvelado
economista clasificador se haya basado en la visibilidad del uso del
conocimiento para influir en circunstancias externas a la estructura de la
ciencia, tomando a esas aplicaciones como su única utilidad, y que se haya
dejado llevar por la frase de Francis Bacon, "knowledge is power",
pensando que el poder al que se refería el sabio inglés era (naturalmente) el
económico.</i> (Pérez Tamayo, 2001).</span><i><span style="font-family: arial; font-size: medium;"> </span></i></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En convergencia con las ideas de Javier Echeverría (2009),
agregaba que la separación entre ciencia y tecnología, si bien pudo tener algún
sentido y hasta cierta utilidad en el pasado, actualmente ya no se justifica
porque las dos actividades se han entremezclado de manera tan íntima que ya son
inseparables y ahora conviene referirlas como "<b>tecnociencia</b>",
lo que incluye una agenda impulsada por un conjunto entremezclado de actores.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><i>En esta época se estableció el
llamado contrato social de la ciencia, que consiste en una alianza estratégica
entre científicos, ingenieros, técnicos, empresarios, industriales, políticos
y, en muchos casos, militares. Conjuntamente, estos siete diferentes tipos de
agentes componen la agencia tecnocientífica, que se ha organizado durante el
siglo XX en los EEUU en base a los macroprogramas de investigación de la
Segunda Guerra Mundial y a iniciativas similares en la época de la guerra fría
(navegación espacial, escudos antimisiles, telescopio espacial Hubble, lucha
contra el cáncer en la época de Nixon). La agencia tecnocientífica está
compuesta por una pluralidad de agentes que se han ido aglutinando en torno a
esos macroprogramas de investigación. Cada uno de esos agentes, ciertamente,
está interesado en el conocimiento científico, pero desde muy diferentes
perspectivas.</i> (Echeverría 2009)<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Centros de excelencia</span></b></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En la experiencia internacional, determinados institutos de
investigación científica y tecnológica se han desempeñado como protagonistas de
los macroprogramas de investigación a los que se refería Javier Echeverría, en
cuya agenda se han incorporado en los últimos años problemas como el cambio
climático, las nuevas fuentes de energía, y la inteligencia artificial entre
otros. Estos centros son reconocidos en la experiencia internacional como “centros
de excelencia”, a los que se encomienda la misión de alcanzar niveles
sobresalientes en el desempeño de su actividad. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span class="TextodebloqueCar1"><span lang="ES"><i>"Actualmente,
la investigación de excelencia ha adoptado una nueva forma utilitaria y
económica, marcada por el énfasis en la 'competitividad' y por los 'centros de
excelencia'”</i>. </span></span>(Tijssen, 2003)<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Cada uno de estos centros constituye un instrumento
utilizado por las instancias de la política científica, tecnológica y de
innovación con propósitos que la literatura acerca de la experiencia
internacional en esta materia reconoce como la concentración de los mejores
talentos en un campo de problemas científicos de carácter estratégico. La
cuestión es si los centros tecnológicos son simplemente centros de excelencia
con otra denominación, o tienen rasgos adicionales que los distinguen. Si bien
es cierto que en lo dicho hasta aquí se sostiene la idea de que los centros
tecnológicos deben tener la excelencia como atributo principal, exploraré el
argumento de que la relación no funciona de la misma manera a la recíproca y por
lo tanto, </span><b style="font-family: arial;">si bien todos los centros tecnológicos deben ser de excelencia, no
todos los centros de excelencia pueden ser considerados como centros
tecnológicos</b><span style="font-family: arial;">. Es probable que en algunos ámbitos académicos los centros
tecnológicos deban superar el prejuicio cultural de que la prestación de servicios
es hermana menor de la investigación y que la investigación tecnológica es
menos prestigiosa que la básica. Sin embargo, el rasgo diferencial más
importante, en mi opinión, pasa por la incubación de empresas de base
tecnológica y la creación de </span><i style="font-family: arial;">startups</i><span style="font-family: arial;"> entre otros aspectos de la confluencia
entre las entidades académicas y las empresas.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Redes</span></b></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Si la idea de la “masa crítica” apuntaba a la conformación
de conglomerados de científicos y tecnólogos en grandes instalaciones (algo así
como un modelo fordista de producción e conocimiento), en los últimos años, de
la mano de la globalización y de la expansión de las aplicaciones de Internet,
la constitución de redes se ha convertido en una de las estrategias a las que
se atribuye mayor eficacia en el desarrollo de las capacidades científicas,
tecnológicas e innovadoras. Las redes permiten generar la famosa “masa crítica”
en forma virtual y la conformación de capacidades geográficamente distribuidas.
En efecto, varios autores señalan que en los últimos años se ha consolidado un
nuevo modo de producción de conocimiento que emerge no sólo de la propia
práctica científica (bajo un enfoque estrictamente disciplinario) sino, en gran
medida, de relaciones externas a la ciencia. El nuevo modo de producción del
conocimiento se desenvuelve en un ambiente institucional de redes y se basa en
lo multidisciplinario.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La internacionalización de la investigación es otro fenómeno
creciente que favorece la formulación de proyectos complejos, de naturaleza
múltiple, con la participación de grupos de distintos países. La dimensión
internacional de la I+D está produciendo una de las transformaciones más
profundas en la política científica. Este es el caso de la Unión Europea, cuyo
Programa Marco implica la cesión de parte de las competencias nacionales en
ciencia y tecnología. En otro texto (ver entrada sobre el artículo sobre
Integración de la Ciencia y la Tecnología en el MERCOSUR) he lamentado la
carencia en América Latina de programas marco dotados de capacidad de financiar
proyectos colaborativos entre los países de la región.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Parques
tecnológicos: camino hacia la “masa crítica”</span></b></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En los últimos
años del siglo pasado dos ilustres visionarios, el urbanista inglés Peter Hall
y el sociólogo español Manuel Castells afirmaban ser testigos de la aparición
de un nuevo espacio industrial definido por el emplazamiento de nuevas
tecnologías en todos los sectores. Una de las paradojas más fascinantes -afirmaban-
radica en el hecho de que en una economía mundial cuya infraestructura
productiva está compuesta de flujos de información, las ciudades y las regiones
se están convirtiendo, de forma creciente, en agentes decisivos del desarrollo
económico (Castells y Hall, 1994). <o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">A los espacios
así construidos les dieron el nombre de “Tecnópolis”. Bajo este nombre incluían
diversos intentos deliberados de planificar y promover, dentro de un área
concentrada, una producción tecnológicamente innovadora. Señalaban los autores
que este tipo de conglomerados urbanos surgieron en Estados Unidos hace algunas
décadas, con el propósito de “clonar” experiencias relativamente espontáneas
como el Silicon Valley y la Carretera 128 de Boston. En ambos casos, se trataba
de procesos que surgieron en el contexto de centros universitarios en
tecnologías y otras disciplinas del más alto nivel mundial, de una cultura de
la movilidad laboral de la colaboración académica y empresarial pero también de
grandes contratos del Estado (dato esencial, como hemos visto, en la definición
de la </span><i style="font-family: arial;">big science</i><span style="font-family: arial;"> y la “tecnociencia”). La movilidad y los flujos de
información son condimentos esenciales de las Tecnópolis. Requieren algún grado
de proximidad con </span><i style="font-family: arial;">incubadoras</i><span style="font-family: arial;"> de
empresas, concebidas como infraestructuras dotadas de servicios para hacerlas
anidar y centros tecnológicos con infraestructura y capacidad de producir
conocimientos para la innovación. En definitiva, con este enfoque, los centros
tecnológicos adquieren una configuración geográfica que implica un tipo de
desarrollo urbano.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">América Latina no ha sido ajena a esta tendencia. Un
interesante estudio sobre los parque tecnológicos en la región (Amestoy et al,
2021) ofrece los resultados del relevamiento de una veintena de parques
asociados a la </span><i style="font-family: arial;">International Association of Science Parks and Areas of Innovation</i><span style="font-family: arial;">
(IASP). La mitad de ellos pertenecían a Brasil. Dos eran argentinos: el Parque
Tecnológico del Litoral Centro (Santa Fe) y el Parque de la Innovación de la
Ciudad de Buenos Aires, un proyecto impulsado por el gobierno local.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Los primeros intentos de desarrollo de estas
infraestructuras en América Latina, señala el informe, datan de mediados de la década
de los 80, cuando en Brasil creó un programa federal para promoverlas en la
órbita de algunas de las universidades más destacadas. La iniciativa fue impulsada
por el Consejo Nacional de Investigación (CNPq) a través del Programa Brasileño
de Parques Tecnológicos, pero los apoyos se discontinuaron y los esfuerzos se volcaron
hacia el desarrollo de incubadoras de empresas.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Posteriormente, entre 1998 y 2005, se estructuraron
programas federales de promoción de la innovación y convocatorias específicas
para la creación de parque científicos y tecnológicos, entre los que se destacaban
los denominados “fondos sectoriales”. Este instrumento obligaba a las empresas
internacionales de segmentos específicos que querían radicarse en el país a
invertir parte de su facturación en proyectos de I+D con universidades y
centros de investigación. Más tarde, fueron las fundaciones regionales de apoyo
a la investigación las que dieron impulso a la creación de varias experiencias en
el país.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En Chile, el
llamado “Chilecon Valley” es reconocido como uno de los centros de tecnología
más activos de América Latina. El reconocimiento a Chile no es sorprendente
debido al éxito de aceleradoras como Startup Chile. En la Argentina, el primer
estudio para establecer un parque científico tecnológico se realizó a mediados
de la década de los 80, promovido por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad
de Buenos Aires, pero finalmente no se llevó a la práctica. Otros esfuerzos se
iniciaron a finales de la década siguiente y dieron fruto a principios del
siglo actual; entre otros, el Parque Tecnológico del Litoral Centro (Santa Fe)
probablemente hoy el más avanzado en el ámbito universitario argentino.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El Parque Tecnológico del Litoral Centro (PTLC) fue creado por
iniciativa del CONICET, el cual aprobó en 2001 constituir una Sociedad Anónima
con Participación Estatal Mayoritaria (SAPEM) encargada de administrar el área
de incubación y los predios para radicación de empresas en el Parque. La
sociedad está actualmente integrada por el propio CONICET, la Universidad
Nacional del Litoral (UNL), el Gobierno de la Provincia de Santa Fe, la
Municipalidad de la ciudad de Santa Fe, la Confederación General Económica
(CGE) y la Confederación General de la Industria (CGI). Dos años después de la
constitución societaria se incorporó la Municipalidad de la ciudad de Paraná. Desde
diciembre de 2003, el PTLC dispone de una incubadora de empresas que cubre
todas las fases del proceso de incubación. Comprende también un área de pre-incubación
de ideas negocio, contenedores de empresas para la pre-radicación y predios
para radicación definitiva. EL PTLC facilita también la gestión y
gerenciamiento de emprendimientos, identificando y formulando proyectos de I+D,
transfiriendo tecnología y brindando asistencia técnica.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span lang="ES" style="font-family: arial;">En la actualidad,
pese a que aún sigue siendo escaso el número de estas organizaciones, se
destaca una nueva generación de formas asociativas, particularmente en el
sector de las TIC, donde se proyectan con distintos formatos, como clústeres,
distritos o polos. </span><span style="font-family: arial;">El Parque de la Innovación de la Ciudad de Buenos
Aires, mencionado en el informe, es un proyecto ambicioso, pero todavía en fase
preliminar, que es impulsado por el gobierno local y aspira a canalizar las actividades de emprendedores, estudiantes e
investigadores, con especial foco en educación, salud y las llamadas “tecnologías
exponenciales”. Dispone para ello de un predio de doce hectáreas ubicadas en una
zona estratégica de la ciudad. También cabe mencionar el Polo Tecnológico
Rosario, creado por el gobierno provincial en el año 2000, especializado en TIC
y biotecnología. Es interesante tomar nota de que este tipo de proyectos están
comenzando a surgir en Argentina a impulsos de los gobiernos locales.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Apología de la oferta</span></b></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Desde algunos marcos teóricos como la economía de la
innovación o los nuevos modos de producción del conocimiento científico (Gibbons
et al, 1997) se ha puesto el énfasis en el estímulo a la demanda de conocimientos.
“La sociedad interpela a la ciencia” proclamaba Helga Nowotny (et al, 2003). La
historia de la política científica a partir de la segunda mitad del siglo XX
suele ser presentada por muchos autores como un tránsito desde los enfoques de
“oferta” de conocimientos propia del esquema conocido como ‘modelo lineal’, a los
de “demanda”, que incluso precedieron a las políticas de innovación. “Ponga una
empresario en su mesa” pareció ser una consigna adoptada por la Unión Europea
en sus Programas Marco, exigiendo la participación empresaria en los proyectos
de I+D que financian. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">En los tiempos que corren, la aceleración del cambio
científico y tecnológico ha generado transformaciones en diferentes planos, haciendo
más difusas las fronteras entre la investigación básica y la aplicada e incluso
entre la ciencia y la tecnología, abriendo espacio para la “tecnociencia”. </span><b style="font-family: arial;">Sin
embargo, las estructuras burocráticas que dan impulso a la ciencia y a la
innovación siguen siendo, en general, rígidas</b><span style="font-family: arial;">. Por eso es frecuente que no
cuenten con la vocación, los instrumentos y hasta la legitimidad que les
permita movilizar a los empresarios y otros actores. La experiencia de los
programas tecnocientíficos y la multiplicidad de protagonistas que intervienen
en los procesos de innovación sugieren la conveniencia de que los órganos del
estado sean también flexibles e innovadores y se aproximen estrechamente entre
sí los que promueven la ciencia, la tecnología, la educación superior y la
producción, además de los que se ocupan de la salud, el ambiente y otras
prioridades sociales. </span><b style="font-family: arial;">Si la ciencia y la tecnología son transversales, los
órganos correspondientes de la administración pública también deben tender a
serlo</b><span style="font-family: arial;">.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En cuanto a la mejor forma de invertir los recursos siempre
escasos de la política científica y tecnológica, concentrarlos en centros o
proyectos de mayor envergadura, con misiones ajustadas a las estrategias de
desarrollo del país parece una opción preferible a diversificarlos en un amplio
número de proyectos surgidos de la espontaneidad de los investigadores (sin
perjuicio de que es necesario contar con fondos que financien proyectos de
menor envergadura pero gran interés, sobre todo en las ciencias sociales).</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Es cierto que la demanda de conocimiento tecnológico
avanzado por parte del tejido productivo latinoamericano es escasa, lo que es
explicable, dado que según distintas fuentes de datos, más del 80% de las
empresas de la región son PYME. Tiene mucha lógica, por lo tanto, que desde los
ámbitos institucionales de la política científica y tecnológica se diseñen y
pongan en práctica instrumentos que tiendan a estimular la demanda. Es lo que indican,
además, los manuales de las políticas de innovación. En su relato sobre el
SATI, al que he hecho referencia varias veces (ver la entrada correspondiente),
Carlos Martínez Vidal explicaba muy gráficamente la diferencia entre una
demanda que debía existir pero no se expresaba y la demanda real de los
empresarios a los que debieron salir a buscar y con los que, para ganarse su
confianza, debieron hacerse amigos. No volveré atrás por consiguiente, sobre la
idea de que generar la demanda de conocimiento tecnológico es una necesidad prioritaria.
Todavía recuerdo a aquel investigador desencantado de “investigar para el museo
de los prototipos”. </span><b style="font-family: arial;">Pero si la oferta de conocimientos útiles que nadie ha
demandado es frustrante, ¿qué podemos decir de una demanda que no encuentra una
oferta satisfactoria?</b></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Después de este recorrido, me reafirmo en la idea inicial de
que el criterio principal es la excelencia, dado que es la garantía de que los
conocimientos ofrecidos sean verdaderamente útiles. Los centros productores de conocimiento
deben tener un núcleo de capacidades cognitivas que permitan dar respuesta a las
demandas concretas del sistema productivo. Además, los centros de este tipo no
solamente mantienen estrechos vínculos con la producción, sino que se espera de
ellos que tengan un fuerte componente educativo, dirigido a la reproducción y
ampliación de la base científica y tecnológica mediante la formación de
recursos humanos altamente capacitados.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Sobre el final, mi colega Rodolfo Barrere me recuerda la
realidad (lo hace con frecuencia) de que hay muchos, muchísimos grupos de
investigación y de prestación de servicios a los que no les cabría la calificación
de excelencia. ¿Qué hacer con ellos? La pregunta me recordó el documento “</span><i style="font-family: arial;">Save
British Science</i><span style="font-family: arial;">” con el que los investigadores ingleses recibieron el
gobierno de Tony Blair. Comparaban la ciencia y el fútbol: hay diferentes
ligas, decían, pero todas son el fútbol de un país. Lo mismo ocurre con la
ciencia. Pero la dinámica del fútbol es que todos tratan de ascender. Aplicado
esto a la ciencia, los que no son excelentes tienen una tarea por delante: ascender
en la escala de la excelencia. En eso deberían poner sus esfuerzos y la
política debería ofrecerles los medios para hacer posible su tarea.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="text-align: left;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>Referencias</b></span></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">ALBORNOZ, Mario y ALFARAZ,
Claudio (2008); Diseño de una metodología para la medición del impacto de los
Centros de Excelencia. Centro REDES. Documento de trabajo N° 37.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">AMESTOY,
Fernando; CASSIN Esteban y MONASTERIO Laura (2021); Los Parques
Científico-Tecnológicos y Áreas de Innovación latinoamericanos: Estrategias de
desarrollo, impactos regionales, desafíos y oportunidades en la nueva economía
global post Covid-19. </span><span lang="EN-GB" style="font-size: 10pt;">International Association of Science Parks and Areas
of Innovation (IASP). </span><span style="font-size: 10pt;">Málaga, España.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">BELL,
Daniel (1994); El advenimiento de la sociedad postindustrial, Alianza
Editorial, Madrid.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">BELL, Martin (1995);
“Enfoques sobre política de ciencia y tecnología en los años 90: viejos modelos
y nuevas experiencias”, REDES, V.2, n.5, Buenos Aires.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">BELL, Martin y PAVITT, Keith (1995); The Development of Technological
Capabilities, en </span><i style="font-size: 10pt;">Trade, Technology, and International Competitiveness</i><span style="font-size: 10pt;">. Economic
Development Institute of the World Bank. Washington DC.</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="EN-GB" style="font-size: 10pt;">CASTELLS, Manuel y HALL, Peter
(1994); Las Tecnópolis del mundo. </span><span style="font-size: 10pt;">La
formación de los complejos industriales del siglo XXI. Alianza Editorial,
Madrid.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">ECHEVERRÍA,
Javier (2009); Interdisciplinariedad y convergencia tecnocientífica
nano-bio-info-cogno. En Sociologias, año 11, N° 22, pp.22 – 53, Porto Alegre.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">GIBBONS,
Michael, LIMOGES, Camille, NOWOTNY, Helga; SCHWARTZMAN, Simon; SOTT, Peter y TRW,
Martin (1997); La nueva producción del conocimiento. </span><span lang="EN-GB" style="font-size: 10pt;">Ediciones Pomares-Corredor,
Barcelona.</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="EN-GB" style="font-size: 10pt;">NOWOTNY Helga, SCOTT Peter y
GIBBONS Michael (2003); Re-thinking Science. Knowledge and the Public in an Age
of Uncertainty. </span><span style="font-size: 10pt;">Polity Press, Cambridge, United
Kingdom.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">PÉREZ HERNÁNDEZ, Carla; GÓMEZ
HERNÁNDEZ, Denise; LARA GÓMEZ, Graciela (2018); Determinantes de la capacidad
tecnológica en América Latina: una aplicación empírica con datos de panel.
Economía: teoría y práctica, núm. 48, pp. 75-124. UAM, México.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">PÉREZ-TAMAYO,
Ruy (2001); Ciencia básica y ciencia aplicada. Salud pública en México, vol.43
n°.4 Cuernavaca.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">PRICE,
Derek de Solla (1973); Hacia una ciencia de la ciencia, Editorial Ariel,
Barcelona.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">SHUMPETER,
Joseph (1912); Teoría del Desenvolvimiento Económico, primera versión en
alemán. Versión española utilizada: (1976) Fondo de Cultura Económica, México.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">TIJSSEN,
R. J. (2003); “Scoreboards of research excellence”, </span><i style="font-size: 10pt;">Research Evaluation </i><span style="font-size: 10pt;">12, pp. 91-103.</span></p><p class="MsoNormal"><o:p> </o:p></p><p style="text-align: justify;">
</p><p class="MsoNormal"><br /></p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-21927670455238821952023-04-23T17:13:00.020-07:002023-04-24T13:27:05.757-07:00¿Hemos perdido el último tren? Diálogo con dos amigos <p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgu8k33YUdNcQBlfxwMfvXWGeaHPX0t6YfLNINRlca_I9U3VVoHKvclf9y8BsSnfmY75fD8noa4Ps9TtvkNa_aMvI79Ip7jJd7pnXLPnRLnedEeySL6yGYIKj0RIUK8dtsJSOQS0KjfsIv_19QZLaJ5GfsPSX-82dz0qB6GOYdDGjxszR-07CYMe24ySw/s459/Mafalda%20(2).jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="459" data-original-width="351" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgu8k33YUdNcQBlfxwMfvXWGeaHPX0t6YfLNINRlca_I9U3VVoHKvclf9y8BsSnfmY75fD8noa4Ps9TtvkNa_aMvI79Ip7jJd7pnXLPnRLnedEeySL6yGYIKj0RIUK8dtsJSOQS0KjfsIv_19QZLaJ5GfsPSX-82dz0qB6GOYdDGjxszR-07CYMe24ySw/s320/Mafalda%20(2).jpg" width="245" /></a></div><br /><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: large;">Las primeras escaramuzas con este blog me han permitido dialogar con dos amigos, a quienes conocí en distintos momentos de mi vida, pero con quienes compartimos la preocupación por el desarrollo del país y el lugar que la ciencia y la tecnología puedan ocupar en tal proceso. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: large;">En ambos queda flotando la idea de que perdemos oportunidades porque en nuestras políticas lo importante queda relegado por lo urgente. Es difícil trazar estrategias y fijar objetivos cuando estamos presos de tal dinámica</span></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div><span><a name='more'></a></span></div><div><br /></div><div><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Me escribe Daniel Wisnivesky</span><sup style="font-family: arial;">(1)</sup><span style="font-family: arial;">:</span></span></div><div><p></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt; text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">“<i>El tema de la investigación
científica y su relación con la sociedad sigue interesándote desde que te
conocí en San Miguel. Justamente por ese motivo, te llevé el libro sobre los Bell
Labs </i><i><sup>(2)</sup>. En ese libro,
está bien demostrado, con un ejemplo exitoso, cómo funciona ese tema. Yo
entiendo que no es un problema que pueda resolverse en la universidad o en
instituciones técnicas o científicas</i>”. <o:p></o:p></span></p>
<blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p><span style="font-family: arial;">“</span><i style="font-family: arial;">El desarrollo tecnológico de
un país depende de una decisión política tomada por los factores de poder. Aun así
cabe una pregunta. ¿Es posible para un país periférico realizar una
transformación tecnológica que lo convierta en un actor de peso en el mundo
actual? <b>Mi impresión es que ya no queda lugar para eso. Es demasiado tarde</b>.
Para liderar en nanotecnología es necesario haber desarrollado la
microelectrónica y para hacer computadores cuánticas se precisa de
nanotecnología. O sea, años de experiencia acumulada, enormes inversiones y
estar parado sobre los hombros de gigantes. Seguimos conversando…</i><span style="font-family: arial;">”</span></span></p></blockquote><p style="text-align: left;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial; text-align: justify;">En realidad, no discrepo de lo que decís, le respondí, pero
me pregunto si de </span><span style="font-family: arial; text-align: justify;"> verdad tenemos que llegar a ser un actor de peso en el mundo
actual. Quizás nos bastaría con ser buenos usuarios de las nuevas tecnologías o
aprender a imitar, como lo hizo Corea y antes Japón. Claro que para eso
deberíamos tener muy buenos profesionales, lo que es un desafío para las
universidades. No estoy seguro de que estén preparadas para hacerlo, pero sobre
eso es bueno llamar la atención. Luego de mi respuesta, Daniel continuó nuestra
conversación:</span></span></p>
<blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><p class="MsoNormal" style="text-align: left;"><span style="font-size: medium;"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p><span style="font-family: arial;">“</span><i style="font-family: arial;">Mencionas como posibles
ejemplos a imitar Corea del Sur y Japón. Bueno, Japón era una potencia militar
y tecnológica ya en el siglo 19. Corea del Sur es una anomalía, producto de la
guerra fría (Taiwán también)</i><span style="font-family: arial;">”.</span></span></p></blockquote>
<p class="MsoNormal" style="text-align: left;"><o:p><span style="font-family: arial; font-size: medium;"> </span></o:p><span style="font-family: arial; font-size: medium; text-align: justify;">Permitime que te cuente una historia personal, agregó.</span></p>
<blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p><span style="font-family: arial;">“</span><i style="font-family: arial;">En 2002 me informé sobre el
desarrollo de una nueva tecnología para tratamiento de endurecimiento
superficial de metales usando plasma para hacer implantación iónica de átomos
de nitrógeno (nitruración a plasma). Un proceso ecológico, preciso, que
sustituye el método usado normalmente en la industria que se basa en el uso de
ácidos, un método insalubre y contaminante que produce resultados poco
controlables. La nitruración de metales tiene un amplio uso en la industria. Se
usa para endurecer herramientas, moldes, engranajes y matrices. El uso de esta
tecnología está en plena expansión en Europa y también en USA, aunque con menor
ritmo. El inconveniente del plasma es el costo de la instalación. Con un colega
solicitamos financiamiento a un organismo estatal brasileño y conseguimos la
suma necesaria para desarrollar la tecnología, construir una planta industrial
con capacidad mediana y montar nuestra empresa, para prestar servicios y
fabricar equipos. Durante 15 años funcionamos y vendimos algunos equipos y
componentes principalmente para grupos de investigación en universidades y un
poco para empresas.</i><span style="font-family: arial;">”</span><i><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p></i></span></p></blockquote>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;"><i>“¿Por qué en Europa ocurre
esta mudanza de tecnología hacia la nitruración a plasma y no ocurre en Brasil?
En Europa existe una presión de los gobiernos para el uso de tecnologías
limpias lo que termina haciendo económicamente inconveniente continuar con
tecnologías sucias, eso no ocurre en Brasil y las empresas continúan teniendo
ganancias con sus métodos contaminantes. Además, las empresas transnacionales
que operan en Brasil compran sus máquinas en sus países de origen. Los países
que son tecnológicamente independientes cerraron inicialmente sus mercados a
las importaciones. En fin, creo que tener profesionales competentes es sólo una
pieza en un complejo rompecabezas.</i>”</span><span style="font-family: arial;"> </span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">No estoy seguro de que sea demasiado tarde para lograr una
transformación tecnológica que impulse el desarrollo del país. Como buen
voluntarista, creo que siempre hay tiempo para corregir el rumbo. Sin embargo, en
el núcleo de su argumento no estoy en desacuerdo con Daniel. Más bien, todo lo
contrario. Un par de entradas más abajo en este blog reproduzco el debate en el
que por primera vez, en boca de Carlos Martínez Vidal, escuché hablar del “triángulo
de Sabato” en el que se expone claramente la necesidad de un gobierno que
promueva y regule las relaciones entre las instituciones científicas y técnicas
con las empresas. Fue en 1971, precisamente, en el Observatorio en el que ambos
trabajábamos.</span><span style="font-family: arial;"> </span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">En aquel debate Ricardo Kesselman decía que un país
subdesarrollado tenía serias dificultades para que tal sistema de relaciones funcionara.
De hecho, afirmaba que el desarrollo económico previo era una condición
necesaria para la existencia de un sistema autónomo generador de tecnología.
Esta consideración le permitía hacer una afirmación que contradecía la mirada
más naif de muchos investigadores: <b>la ciencia de por sí no
produce desarrollo, sino que se requiere una sociedad industrial moderna
como condición previa</b>. Esto incluye, obviamente un gobierno capaz de tomar
las decisiones macro y microeconómicas necesarias. Por eso, coincido con Daniel
en que tener profesionales competentes es sólo una pieza en un complejo
rompecabezas. Pero es una pieza necesaria, quisiera agregar.</span><span style="font-family: arial;"> </span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Otro buen amigo, Andrés Cuesta <sup>(3)</sup>, me escribió diciendo que el cierre de mi artículo (en
la entrada anterior a esta) sobre los investigadores como posibles parásitos
burocráticos coincide con su principal preocupación profesional en este
momento. ¿Cómo cerrar el triángulo? se pregunta.</span><span style="font-family: arial;"> </span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">“<i>Estoy trabajando
simultáneamente con los dos mundos (hoy más bien con empresas Pyme). No diría
que el diálogo es imposible, pero sí que (al menos a nivel local) las
prioridades están en otro lugar hoy. Si no tenemos una economía medianamente
ordenada, <b>lo importante no se lleva a cabo, </b></i></span><span style="font-family: arial;"><b><i>sino solamente lo urgente"</i></b>.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Y agrega:</span><span style="font-family: arial;"> </span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">“<i>Hay cuestiones que en
cualquier país con una economía ‘normal’ no representan complicaciones: desde
importar insumos imprescindibles para producir o establecer una política de ‘pricing’
donde la empresa pueda tener cierta certeza de que realmente obtiene un margen
de ganancia porque sabe a qué valores aproximados podrá reponer sus insumos.
Para poder trazar el triángulo de Jorge Sabato es condición previa (necesaria
pero no suficiente) una macroeconomía ordenada y previsibilidad jurídica. Sólo
después podemos empezar a trabajar en el desarrollo de "ecosistemas"
de innovación donde la ciencia y la tecnología local puedan impactar en el
aparato productivo y viceversa”.</i></span><span style="font-family: arial;"> </span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El relato de Andrés nos habla del mundo real y describe los
problemas derivados de la estructura económica y política de Argentina que
dificultan el logro de una interacción virtuosa de los vértices del triángulo. Personalmente,
estoy convencido de que una política de <b>vinculación</b> entre las
universidades y los centros públicos de investigación con su entorno económico
y social es un aspecto prioritario de una política científica, tecnológica y
¿por qué no? de innovación.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"> </span></p>
<p class="MsoListParagraphCxSpFirst" style="margin-left: 18pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-size: medium;"><!--[if !supportLists]--><span style="font-family: arial;"><sup><span style="mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: Arial;"><span style="mso-list: Ignore;">(1)<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-variation-settings: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span></span></sup>Con Daniel Wisnivesky coincidimos en el
Observatorio de Física Cósmica de San Miguel en 1971. Él era físico, venía de
doctorarse en la Yeshiva University, New York y se incorporó al Grupo de
trabajo de Física del Plasma. Yo estaba a cargo de la Planificación de la
Comisión Nacional de Estudios Geo Heliofísicos de la que dependía, entre otros
centros, el Observatorio. El golpe militar de 1976 nos separó. Desde hace años, Daniel vive y trabaja en Brasil. La iniciativa y
la memoria de Daniel nos volvió a reunir muchas décadas después. Leyó mi blog,
todavía en borrador, y me escribió dando pie al diálogo que aquí se reproduce
y cuyas opiniones me autorizó a publicar.</span></span></p>
<p class="MsoListParagraphCxSpMiddle" style="margin-left: 18pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-size: medium;"><span><!--[if !supportLists]--><span style="font-family: arial;"><sup><span style="mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: Arial;"><span style="mso-list: Ignore;">(2)<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-variation-settings: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span></span></sup><span lang="EN-GB" style="mso-ansi-language: EN-GB;">Gertner, Jon (2013); The Idea Factory. Bell Labs and the Great Age of
American Innovation. </span>Penguin Books. Printed in USA.</span></span><span style="font-family: arial;"> </span></span></p>
<p class="MsoListParagraphCxSpLast" style="margin-left: 18pt; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-size: medium;"><!--[if !supportLists]--></span><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span><sup><span style="mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: Arial;"><span style="mso-list: Ignore;">(3)<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-variation-settings: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span></span></sup>Con Andrés Cuesta nos conocimos durante un
período en el que asesoré a la UADE sobre las actividades de investigación. Andrés
era -en mi criterio- el gestor más dinámico y lúcido de la universidad. <span lang="es" style="mso-ansi-language: #000A;">Actualmente es consultor experto en
planificación, habilidades analíticas, gestión y trabajo en equipo. </span></span><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p><span style="font-family: arial; font-size: medium;"> </span></o:p></p></div>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-88818338741340931872023-04-12T14:43:00.020-07:002023-04-21T07:54:31.541-07:00¿Son los investigadores parásitos del empleo público?<h1><p></p><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><div style="text-align: justify;"><span style="font-weight: normal;">Hace pocos días leí un diálogo (llamémoslo así) en el que un periodista acusaba a un investigador de “vivir del Estado”. No es la primera vez que se formula ese tipo de juicio. Hace un par de años en un debate televisivo se caracterizó a los investigadores del CONICET de ser “parásitos”. Más allá de los exabruptos ¿es lógico acusar a un investigador de ser un empleado público y que esto implícitamente signifique que vive de nuestros impuestos, como si se tratara de algún tipo de parásito social? Desde luego, no tiene sentido porque en todo el mundo los gobiernos financian a sus investigadores e invierten en sus proyectos. Los países más avanzados apuestan al avance de la ciencia. Es así porque está fuera de duda que la ciencia es uno de los ejes estructurantes de la revolución tecnológica, el desarrollo sustentable y el abordaje de problemas globales como el cambio climático o la protección frente a las pandemias, tal como hace muy poco tiempo lo hemos vivido. </span>Pero hay debates que no pueden ser leídos en forma lineal porque son típicamente argentinos y como tal deben ser decodificados.<span style="font-weight: normal;"> La pregunta es si en la cultura científica argentina y en la política científica de este país hay algún elemento que aunque sea distorsionado o exagerado pueda dar pie a este tipo de acusaciones.</span></div><span><div style="text-align: justify;"><span style="font-weight: normal;"><a name='more'></a></span></div></span><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-weight: normal;"><br /></span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="font-weight: normal;">Un </span></span><span style="font-family: arial;">primer aspecto</span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;"> tiene que ver con el empleo. Hace
tiempo escribí que la política de ciencia y tecnología en Argentina, durante
los últimos años se había convertido en una política de empleo. Expuse esto en
una reunión de la Asociación Argentina para el Progreso de la Ciencia y no
recibí opiniones en contra. Que el CONICET, mucho más que otras instituciones,
se haya ido convirtiendo en el gran empleador de investigadoras e
investigadores no sería malo de por sí, si no fuera porque es la expresión de
otros desajustes en los planos de la inversión, el desarrollo institucional, el
diseño de las políticas y la relación entre el ámbito público y el privado.
Muchos investigadores (quizás la mayoría) creen a pie juntillas que la política
científica de la última década (exceptuando los "oscuros" años del gobierno de
Mauricio Macri) fueron algo así como una época dorada. Es curioso porque, como se verá, los
hechos no avalan esta creencia.</span></div></span><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;"><o:p><span style="font-weight: normal;"> </span></o:p></span><br /><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">Un </span><span style="font-family: arial;">segundo aspecto</span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;"> tiene que ver con lo ideológico. Andrés
Malamud, conocido analista político, ha caracterizado al kirchnerismo como una
mezcla del CONICET con la Matanza. Lo segundo es fácil de comprender, pero lo
primero requiere explicaciones más profundas que rozan lo antropológico. Ocurre
que la comunidad científica es muy sensible a ciertas representaciones
simbólicas que tienen un gran peso en sus juicios de valor. Por ejemplo, he
dicho en una nota publicada por La Nación que me sorprendió la algarabía con la
que se festejó en 2007 la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e
Innovación sin tomar en cuenta que, en la realidad, tal ministerio ya existía,
solo que no era monotemático, ya que incluía la educación. Es decir que, en la
práctica, lo que se hizo fue separar administrativa y políticamente la
educación de la ciencia. Una decisión que fue vivida por muchos como una
declaración de independencia del sistema científico. En la práctica la
separación impidió desarrollar políticas del conocimiento que articularan ambas
dimensiones en forma conjunta.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">Las consecuencias de separar la educación de la
investigación han sido negativas, a pesar de los discutibles esfuerzos del
CONICET. Digo discutibles porque si se trata de fortalecer la investigación en
las universidades nacionales lo primero sería aumentar las dedicaciones
exclusivas. En cambio, la política de multiplicar centros o institutos de doble
dependencia es incongruente con el propósito de otorgar a las universidades
mayor protagonismo y autonomía en la gestión de la investigación que realizan.
Se tiende, en casi todo el mundo a fortalecer a las universidades en sus tres
misiones principales, no a intervenirlas, de cierto modo, en su función de
producción de conocimiento científico y tecnológico. Esta observación va más
allá del consentimiento de las propias autoridades universitarias a la
estrategia desarrollada por el CONICET porque precisamente una de sus consecuencias
es que muchas veces las universidades se desentienden de orientar y promover la
investigación con criterios y recursos propios.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">Un </span><span style="font-family: arial;">tercer aspecto</span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;"> tiene que ver con los recursos
humanos. ¿Por qué muchos investigadores están persuadidos de haber vivido una
época dorada para la ciencia argentina? Quizás, precisamente, por el aumento
del empleo. De hecho, la política científica en los últimos años tuvo entre sus
objetivos centrales incorporar cada vez más investigadores y becarios al
CONICET. Hay que reconocer que esta política tuvo éxito en la medida que la
Argentina es actualmente el país latinoamericano con mayor número de
investigadores en relación con la población económicamente activa (tres por
cada mil integrantes de la población económicamente activa (PEA), aunque este
valor sea muy bajo con relación a España y Portugal (seis y casi diez,
respectivamente). La contracara es que al no haber aumentado suficientemente el
financiamiento, más del ochenta por ciento del presupuesto para la ciencia son
salarios que, por lo demás, son muy bajos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">El </span><span style="font-family: arial;">cuarto aspecto</span><span style="font-family: arial;"> </span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">viene ligado al anterior. Podríamos
suponer que el prestigio del modelo político hoy todavía vigente radica en que
hubo un gran aumento de la inversión en ciencia y tecnología. Se trata de un
error, ya que no ha habido grandes altibajos en todo el período. Desde hace
muchos años los recursos para ciencia y tecnología fluctúan muy poco. Entre
2011 y 2020 vienen oscilando en torno al 0,5% o 0,6% del PBI, sumando tanto el aporte
del sector público, como del sector privado. No ha habido cambios dramáticos en
esta relación, aunque sí los hubo en el volumen del PBI. Recomiendo en este
punto leer un excelente trabajo de Lucas Luchilo en el que analiza, sobre el
presupuesto nacional, las diferencias entre lo presupuestado, lo devengado y lo
realmente ejecutado en ciencia y tecnología (</span><a href="https://www.nuevospapeles.com/nota/que-pague-el-que-venga-la-logica-y-dinamica-del-ajuste-en-el-presupuesto-para-ciencia-y-tecnologia" style="font-family: arial; font-weight: normal;" target="_blank"><span style="background: white; color: #1155cc; mso-bidi-font-family: Arial;">https://www.nuevospapeles.com/nota/que-pague-el-que-venga-la-logica-y-dinamica-del-ajuste-en-el-presupuesto-para-ciencia-y-tecnologia</span></a><span style="background: white; color: #222222; font-family: arial; font-weight: normal;"> )</span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">Un </span><span style="font-family: arial;">quinto aspecto</span><span style="font-family: arial;"> </span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">remite a las cuestiones de
infraestructura y equipamiento. Frente a tan pronunciado aumento del número de
investigadores, la inversión en infraestructura y equipamiento no ha podido acompañar
tal crecimiento en la medida necesaria. Con un agravante: ni las empresas, ni
las universidades ni el propio CONICET generan puestos de trabajo suficientes para los
doctores que se están formando, lo que da lugar a varias salidas
insatisfactorias, como prolongar y multiplicar las becas. Da impulsos, además, a
una nueva oleada de emigración que no se orienta solamente hacia los países más
avanzados, sino en buena medida hacia los latinoamericanos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">El </span><span style="font-family: arial;">último aspecto</span><span style="font-family: arial;"> </span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">que se me ocurre considerar para
comprender la idea de la “época dorada” debe ser la calidad y abundancia de la
investigación que se ha realizado en el país durante estos años. Sin dudarlo,
hay que reconocer que existen grupos de excelencia cuya producción, medida por
indicadores comparativos, es muy destacada a nivel internacional. Muchos de
estos grupos no se han visto afectados por la limitación de los recursos, sino
que por el contrario se invirtieron grandes sumas en construirles
infraestructuras y dotarlos de costoso equipamiento, pero al mismo tiempo se
dejó que el CONICET aumentara exageradamente su planta de investigadores y
becarios. El resultado es que un 10% de los autores argentinos de artículos
científicos recogidos en revistas y bases de datos internacionales tiene una
producción comparable en cantidad y calidad con los mejores del mundo. El
resto, en cambio, muestra una producción inferior a la de otros países
latinoamericanos. Es preocupante constatar que en muchos campos científicos el
país se retrasa con respecto a los vecinos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">Un acierto de Jorge Sabato, hace más de medio siglo, fue
representar en la figura geométrica del triángulo la necesidad de vincular los
vértices del gobierno, las instituciones científicas y las empresas como
estrategia para impulsar el desarrollo del país. Importantes sectores académicos
reivindican hoy este modelo y lo han incorporado a lo central de su relato. </span><span style="font-family: arial;">Tengo
la impresión sin embargo, de que en su representación mental el triángulo se
convierte en una simple línea que vincula el gobierno con las instituciones
científicas</span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">. A lo sumo, una difusa representación de la sociedad,
mediatizada por el gobierno reemplazaría al </span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">vértice ausente: </span><span style="font-family: arial;">las empresas</span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">La ciencia y la tecnología son muy importantes pero hay que tener en cuenta que
por sí mismas no son capaces de sacar a los países de la pobreza. Se necesita
una compleja trama de actores que además de investigar, financien, difundan y
apliquen el conocimiento en proyectos innovadores. Si la sociedad (la famosa
sociedad) tuviera indicios de que tales vínculos se establecen y son eficaces, quizás
entonces a nadie en su sano juicio se le ocurriría acusar a los investigadores
de vivir a costa de dilapidar recursos públicos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">Buenos Aires, abril de 2023</span></div></span></h1><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-89369994389490464612023-04-11T08:13:00.005-07:002023-04-19T15:13:51.628-07:00¿Por qué un blog?<p><span><span style="font-family: arial; font-size: large;"></span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span><span style="font-family: arial; font-size: large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhguFDm5Vk8GPvgpqeVVyptWEMRRABnoUhUuAxiY4k2Mo8r9ssxgV-gbANRXj4lMVxr0GKqS9PPmsyvLgF7Zp5xNSqOTDmPiTgZsGZDB4JRgrnKHher-g_mhL9PTe5PMGzdviNkhK5ayS09KnDEjq3-CtH5vjdir4AgGrbEP4pdysfNXsybklvB3VPsdg/s4080/IMG_20230419_190645896.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4080" data-original-width="3072" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhguFDm5Vk8GPvgpqeVVyptWEMRRABnoUhUuAxiY4k2Mo8r9ssxgV-gbANRXj4lMVxr0GKqS9PPmsyvLgF7Zp5xNSqOTDmPiTgZsGZDB4JRgrnKHher-g_mhL9PTe5PMGzdviNkhK5ayS09KnDEjq3-CtH5vjdir4AgGrbEP4pdysfNXsybklvB3VPsdg/s320/IMG_20230419_190645896.jpg" width="241" /></a></span></span></div><span><span style="font-family: arial; font-size: large;"><br />Nunca creí que algún día estaría escribiendo un blog (Wikipedia me
ofrece como traducción un “ciber diario”), pero hoy me parece un ejercicio
estimulante. A punto de alcanzar la mayoría de edad, que mi amigo Augusto Klappenbach
establecía en los ochenta años, descubro que la tecnología me ofrece la
oportunidad de comunicar mejor algunas ideas y experiencias. Me permite también
recuperar algunos de los textos que he escrito, con los que hoy más me
identifico. Aspiro a que esta manera de dirigirme a interlocutores hoy para mí
anónimos, me permita ser útil para alguien y al mismo tiempo enriquecerme a
través del diálogo.</span></span><p></p><p class="MsoNormal" style="mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto;"><span style="font-family: arial; font-size: large;"><span style="color: black; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">Este ejercicio tiene a la vez
algo retro, en la medida que me fuerza a rememorar historias. Escribo esto el
día en que se cumplen sesenta años de la canción “Al vent”, una especie de
himno antifranquista del cantautor valenciano Raimon. Durante nuestro exilio en
Madrid encontré consuelo y energía en su proclama de exponer la cara, el
corazón y las manos al viento del mundo. Es lo que trato de hacer
ahora. </span></span></p><p class="MsoNormal" style="mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto;"><span style="font-family: arial; font-size: large;"><span style="color: black; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><span></span></span></span></p><a name='more'></a><span style="font-family: arial; font-size: large;"><span style="color: black; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><br /></span></span><p></p>
<p class="MsoNormal" style="mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-outline-level: 2;"><span style="font-family: arial; font-size: large;"><span style="color: black; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">Escribo también esto en el contexto de un país que luce exhausto, en el
que se multiplican los desencuentros y las frustraciones. Se atribuye a
distintos autores la frase de que “antes el futuro era mejor”. En mi opinión,
diría más bien que "antes podíamos creer en el futuro". En el caso
argentino, la reiteración de problemas que agobian a la sociedad y no son
resueltos puede crear la ilusión de que el futuro simplemente no existe, sino
que es una permanente repetición de lo viejo, cada vez más deteriorado.
</span><b><span style="color: black; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></b></span></p>
<p class="MsoNormal" style="mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-outline-level: 2;"><span style="font-family: arial; font-size: large;"><span style="color: black; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">Mi reflexión se focaliza sobre las relaciones entre la ciencia, la
tecnología y la sociedad. En otras palabras, sobre el desarrollo. Durante
décadas muchos latinoamericanos muy lúcidos se han preguntado cómo crecer, cómo
reducir la pobreza, cómo generar igualdad de oportunidades, creando modelos
simples y didácticos, como el triángulo de las interacciones, o complejas
exploraciones computacionales como el “Modelo del Mundo” de la Fundación
Bariloche. En todos estos modelos la ciencia y la tecnología ocupaban un lugar
central. Hoy, con la perplejidad que dan los años, descubro que muchas de
las discusiones actuales, pobladas de grietas pasionales, habían sido ya
planteadas y en alguna medida saldadas muchas décadas atrás. </span><b><span style="color: black; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></b></span></p>
<p class="MsoNormal" style="mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-outline-level: 2;"><span style="font-family: arial; font-size: large;"><span style="color: black; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">No hay dudas de que la revolución científica y tecnológica se ha
acelerado y profundizado en los últimos tiempos, permitiendo que quienes
inventan nombres para caracterizar momentos históricos hablen de “cuarta
revolución industrial”. Obviamente, esto obliga a analizar los cambios y sus
efectos sociales, repensar las instituciones del conocimiento
(fundamentalmente, las universidades y el sistema científico tecnológico) y
diseñar nuevas políticas abiertas a las tendencias globales, pero concebidas
desde el contexto local. </span><b><span style="color: black; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></b></span></p>
<p class="MsoNormal" style="mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-outline-level: 2;"><span style="font-family: arial; font-size: large;"><span style="color: black; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">Muchos de los debates latinoamericanos de hace varias décadas tienen
interés sobre todo para los historiadores, pero sin ninguna duda algunos de los
ejes estratégicos que identificaron conservan todavía vigencia y
pueden servir como faro para iluminar el sendero de las nuevas políticas. Con
esta perspectiva y como tarea orientada a superar la crisis actual, me propongo
aportar algunas ideas e invitar a quienes lo deseen a contribuir a un debate
hoy muy necesario para ahuyentar dos fantasmas: el de lo repetitivo y lo
imitativo a ciegas. </span><span style="color: black; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"> </span><b><span style="color: black; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></b></span></p>
<p class="MsoNormal" style="mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-outline-level: 2;"><span style="font-family: arial; font-size: large;"><span style="color: black; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">Mario Albornoz </span><b><span style="color: black; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></b></span></p>
<p class="MsoNormal"><o:p><span style="font-family: arial; font-size: large;"> </span></o:p></p>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-90026065942060039842023-04-01T19:19:00.026-07:002023-04-18T17:59:52.288-07:00Un antiguo debate todavía actual: la idea de la transferencia de tecnología<blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"></span></p></blockquote><span style="font-family: arial; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhfT2ljTQVS4Hjwcf3fdaJRcBDOgicsgfWq8BzvHx9R5xdMDVTCQakse8d-TL8zAloW5l3ecZzEMAVuF9uW0F8ybDFsz86P2awb8O9ht3MZA7920U_yPVW0SXeS_9Xtxcpe9MjIB2M2BVN9hGm6n3phFYnIMVq02AbJ3B4CPLB0KtUS5Cch59ndjx-NeA/s960/Tri%C3%A1ngulo-Puro.jpg" style="clear: left; float: left; font-size: xx-large; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="960" height="282" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhfT2ljTQVS4Hjwcf3fdaJRcBDOgicsgfWq8BzvHx9R5xdMDVTCQakse8d-TL8zAloW5l3ecZzEMAVuF9uW0F8ybDFsz86P2awb8O9ht3MZA7920U_yPVW0SXeS_9Xtxcpe9MjIB2M2BVN9hGm6n3phFYnIMVq02AbJ3B4CPLB0KtUS5Cch59ndjx-NeA/w400-h282/Tri%C3%A1ngulo-Puro.jpg" width="400" /></a><span style="font-size: medium;">En 1971 un tema clave en la agenda de la política científica
y tecnológica era la transferencia de tecnología como instrumento para lograr
el desarrollo. Había una convicción compartida acerca de su importancia, pero su
significado y sus implicancias eran algo confusas y las herramientas para
llevarla a cabo controversiales. En aquellos tiempos, la Comisión Nacional de Estudios
Geo-Heliofísicos (CNEGH), creada en 1968 </span></span><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial; text-align: justify;">(disuelta diez años después durante el "proceso" militar)</span><span style="font-family: arial; text-align: justify;">, había
tomado como propia la bandera de la transferencia de tecnología y la asumió
como rasgo diferencial para confrontar con otras instituciones de promoción de
la investigación, como el CNICT (actual CONICET). Se trataba de un tema emergente
que registraba ya cierto discurso público como parte de los debates propios de
la teoría del desarrollo y de la dependencia de América Latina, surgidas en el
ámbito de la CEPAL. Para los directivos de la CNEGH, a pesar de su identificación
con esta problemática, la transferencia de conocimientos desde los grupos de
investigación a los actores económicos y sociales representaba un serio
problema, tanto desde el punto de vista operativo, como de la formulación de
una política institucional. El tema, reconocían, se había convertido en uno de
los aspectos que más dificultades les presentaba a la hora de definir y
desarrollar acciones.</span></span><br /><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><span style="font-family: arial;"></span></div></blockquote><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"></span></p><a name='more'></a><p></p><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Por entonces, con la expresión “transferencia de tecnología” ocurría algo similar
a otras problemáticas, es decir, que su teorización se adelantaba a la verdadera
comprensión del problema. Se hacía necesaria la elaboración crítica de la
cuestión, a fin de determinar los aspectos conceptuales y operativos del
fenómeno y sus primitivas componentes. Las dificultades conceptuales surgían
del hecho de que el problema apuntado era un punto de fricción entre diversas ideas acerca de la función de la ciencia y el científico en la sociedad, así
como del proceso por el cual los avances científicos se transfieren al aparato
productivo. Quiero hacer notar que, más allá de las variaciones que da el paso
del tiempo y el revolucionario avance que actualmente registran la
ciencia y la tecnología, algunos aspectos centrales de aquellas cuestiones
siguen teniendo cierta vigencia y continúan siendo objeto de debate. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En aquellos años, el término transferencia tenía en Argentina la particularidad de
referirse, no tanto a un fenómeno, como a su relativa ausencia, salvo
excepciones puntuales. En el discurso del desarrollo se postulaba como
existente la transferencia, entendida como el flujo de conocimiento desde el
sector científico a otros sectores de la sociedad para lograr mejoras en el sistema
productivo, en los servicios o en la atención a las necesidades sociales. Desde
otra perspectiva, se refería a la adopción de tecnologías generadas en países de
mayor desarrollo, lo que alimentaba los discursos sobre la dominación y la
dependencia, característicos de la época. Estos discursos enfatizaban que <b>las
diversas etapas de la sustitución de importaciones solían ser presentadas como
una secuencia natural y espontánea del crecimiento económico</b>, lo cual ocultaba
el carácter asimétrico de las relaciones económicas internacionales y su impacto
sobre el problema de la toma de decisiones políticas. Estas y otras perspectivas
alimentaban un debate teñido frecuentemente de ideología. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Si bien se entendía que el problema que se planteaba a los países en desarrollo
era la carencia de un sistema científico de dimensiones adecuadas y
posibilidades de realizar un aporte significativo al proceso social, en la CNGH se
creía que era necesario encontrar un modelo, una política que respondiera a la
realidad del mundo en desarrollo y a las necesidades de su sociedad. Este
problema encontró un ámbito de debate en el que participaron muchos de los
protagonistas de entonces. En lo que sigue presentaré algunos de los ejes de un
debate organizado en 1971 por la Comisión, en el que participaron algunos de
los expertos más destacados de la época; entre ellos Floreal Forni, pionero de la
investigación sociológica, Ricardo Kesselman, economista preocupado por el
estancamiento estructural, Carlos Martínez Vidal, entrañable socio de Jorge
Sabato y finalmente Orestes Santochi, ilustre científico y fervoroso defensor del
desarrollo del interior del país. No fueron los únicos participantes de los debates,
pero la selección en este caso se debe a la perspectiva que aportaban, que
considero de interés todavía actual, y al recuerdo afectuoso que de algunos de
ellos conservo. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>Algunos ejes de análisis </b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Algunos de los temas centrales de aquel debate fueron la cuestión del trabajo y
el empleo desde la perspectiva del desarrollo, la controversia acerca de la importación de tecnología y su generación local (tema destacado en la agenda
de la época), la gestión de la tecnología desde el punto de vista de la ingeniería
y el mercado, la formulación de una política tecnológica autónoma, aunque no
autárquica, la estrategia de alcanzar la innovación a partir de la copia y, por
último, una visión muy crítica sobre los desequilibrios entre las distintas regiones
del país. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El problema de la transferencia de tecnología, sus condiciones y su contexto fue
abordado en varios niveles. El primero de ellos remitía al flujo de conocimientos
desde el "sistema" científico tecnológico hacia otros sectores de la sociedad, en
el marco de los países en desarrollo. En este nivel, el problema señalado era la
carencia de un sistema científico de dimensiones adecuadas y con posibilidades
de realizar un aporte significativo al desarrollo del país. No era, sin embargo, un
problema exclusivamente relativo a las capacidades, sino sobre todo a las
orientaciones. Hubo un diagnóstico común acerca de la desvinculación del
sistema científico con respecto a las necesidades del país. Se objetó que el
sector científico estuviera orientado hacia pautas internacionalistas y su desarraigo
de la sociedad que integraba. Un matiz importante, señalado sobre todo desde
la perspectiva de la dependencia, se refería al creciente dominio de la ciencia y
la tecnología como un eje que articulaba una forma inédita de colonialismo. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En el nivel de un análisis más empírico, se consideraba que las variables para tener
en cuenta eran, entre otras, la potencialidad del sistema, estimada en recursos,
estructura, orientación, productividad y la articulación de la demanda, ya sea del
sector productivo, de gobierno, de servicios u otros. En este nivel, la situación
argentina ofrecía índices alarmantes, no solo en cuanto se refería a los recursos,
que en el aspecto financiero eran muy inferiores a los de los países con similar
ingreso per cápita, sino en cuanto a la composición disciplinaria, estructuración
institucional y orientación. A este respecto se enfatizaba que era significativa la
carencia, hasta entonces, de una política científica nacional que por lo menos proporcionara ciertas orientaciones y lineamientos generales. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En otro nivel de análisis, la distribución regional de los institutos de investigación
y de los recursos humanos y financieros en Argentina aparecía como un
problema que requería soluciones específicas. En efecto, la composición del
sector científico en la región capital, la pampa húmeda y el resto del país hacía
pensar en una forma de colonialismo interno con similares consecuencias para
el interior. Se propuso que este problema fuera analizado con categorías específicas, ya que para
su solución era preciso establecer un proceso de transferencia peculiar. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Otro enfoque del problema, en un nivel de análisis centralizado en el gobierno
nacional, hacía referencia al papel del estado como regulador del proceso. EI
problema de la transferencia se particularizaba en los aspectos legislativos, su
coherencia y adecuación, en los aspectos de planificación y los aspectos
institucionales de los organismos oficiales. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Por último, en un nivel instrumental, el problema de la transferencia se localizaba
en los mecanismos y procedimientos que era necesario implementar para que la tarea de un grupo científico trascendiera la creación de prototipos que nadie
habría de tener demasiado en cuenta. En este nivel se consideraba la estrategia
que debía seguir un instituto de investigación que pretendiera realizar un aporte
a la solución de problemas nacionales o regionales. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>La cuestión del desarrollo </b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El problema de la transferencia de tecnología en los años setenta estaba
enmarcado conceptualmente en la cuestión crucial del desarrollo. Para los
teóricos del desarrollo, debía ser analizado en el marco más global de una
política tecnológica y ésta, a su vez, en el marco de una <b>política global de
desarrollo</b>. Tal enfoque aparecía en trabajos del ILPES de Chile y en algunos
trabajos de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Ahora bien: ¿Qué
se entiende por “política global de desarrollo”? Una manera de entenderla, según
Floreal Forni, una de las figuras más destacadas de la sociología en la Argentina,
era tratar de verla en términos de tensiones u opciones. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La primera tensión era la que se establecía entre <b>autonomía</b> y <b>dependencia</b>.
Un extremo de la alternativa se traducía en estrategias que rechazaban
directamente toda introducción de tecnología desde el exterior (utopía de la
autosuficiencia total). El otro extremo era la libre introducción de la tecnología
como una mercadería más. En el medio, el ancho campo de las políticas, sus
prioridades y sus instrumentos. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La segunda tensión remitía a la cuestión del <b>empleo</b>. Asumiendo que un valor
crucial en la organización política era garantizar trabajo útil a los habitantes del
país, un extremo de la tensión aspiraba a niveles de pleno empleo (de cualquier
tipo) y en el otro, se ponía el énfasis en la calidad del trabajo y la productividad.
Esto abría las puertas de las políticas sociales y de empleo, así como al
sindicalismo y no perdía de vista el conflicto social. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La tercera tensión remitía a los conceptos de <b>simetría</b> y <b>asimetría</b>, lo que se
relacionaba con la posibilidad de establecer políticas asimétricas que dieran
impulso a determinadas actividades en forma diversificada. Esto equivalía a
admitir que el énfasis en el crecimiento no debía estar dispuesto en forma
general, simétricamente, sino aplicado selectivamente para determinados
sectores de la producción, ya sea de la agricultura o la industria. Del mismo
modo, permitía establecer diferencias en la distribución espacial entre las
diversas regiones del país (tema que retomaría Santochi). La teoría indicaba que
estas combinaciones no se producirían por azar, ni tampoco en forma aislada,
ya que la realidad mostraba una diversidad de formas asociadas y combinadas. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Un modelo de este tipo de análisis del crecimiento en la región aparecía en
documentos del ILPES y en la literatura sociológica. Se trataba de un fenómeno
central que se manifestaba en un crecimiento asimétrico generador de fuertes
desequilibrios. Forni apuntaba que si se lo analizaba desde el punto de vista de
la distribución espacial, resultaba evidente que l<b>as ciudades latinoamericanas
crecían mucho más que el empleo productivo en la industria</b>. Como
consecuencia de ello, los nuevos habitantes canalizaban sus actividades en servicios de baja calidad y productividad, en un proceso que era tratado por la
literatura bajo el nombre de <b>marginalidad</b>. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En su opinión, las asimetrías regionales se debían a que el sistema no usaba a
fondo todos los recursos humanos disponibles, ni tampoco todos los recursos
naturales, sino que lo hacía selectivamente. La misma situación se observaba
en el sector industrial, que crecía cada vez más debido al proceso de sustitución
de importaciones y, en alguna medida, también en el sector agrícola, que estaba
registrando grandes mejoras en sus resultados. En todos los casos se trataba de
un crecimiento basado esencialmente en <b>productividad</b>; es decir, en un mayor
rendimiento de la unidad hombre, que cada vez producía más, lo que ocasionaba
que cada vez se necesitaran menos unidades hombre. <b>El propio progreso
generaba, por lo tanto, nuevas formas de desocupación</b>. Esta reflexión era
una de las primeras aproximaciones empíricas a lo que años más tarde habría
de ser un gran tema de debate: la relación no siempre positiva del cambio
tecnológico con el empleo. En aquellos años se lo empezaba a vislumbrar como
un problema crucial para Latinoamérica. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La estrategia que en materia de política tecnológica podía adoptar un país
latinoamericano, en opinión de Forni, debía ser una combinación de todas las
variables presentadas, con diferencias en el énfasis relativo. Destacaba también
la importancia de relacionar el fenómeno de la transferencia de tecnología desde
el prisma de los principales actores vinculados con ella. Así, era posible abordar
la transferencia de tecnología desde el punto de vista de la <b>oferta de
conocimientos científicos</b> (es decir, verla desde el sistema científico) o verla
desde la <b>difusión de innovaciones</b> (verla desde las empresas). En este caso,
acotaba que era preciso ponderar las necesidades que surgían de la dinámica
económica y cotejarlas con las capacidades locales de producción de
conocimiento tecnológico y las posibles fuentes externas, lo que introducía el
tema de la transferencia de tecnología extranjera. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>Tecnología extranjera vs nacional </b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La literatura producida por los economistas de aquellos años ponía el énfasis la
necesidad de regular el balance entre tecnología nacional y extranjera. Había un
gran diferencia entre quienes propiciaban intervenir restrictivamente el proceso
de incorporación de tecnología extranjera al sistema productivo de los países
latinoamericanos (proponiendo crear alguna forma de regulación, inducción o
actuación de algún tipo) y quienes impulsaban la libre transferencia, en términos
de las leyes del mercado. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Un modelo priorizaba la generación de empresas más productivas sin tomar en
cuenta la distribución equitativa del ingreso, el pleno empleo y el crecimiento
simétrico, con la filosofía de que tal estrategia conduciría a un aumento
considerable del producto, lo que al final sería beneficioso para el conjunto de la
población. El otro modelo hablaba de alguna forma de regulación, aunque con
algunas excepciones orientadas a favorecer algunas industrias y sectores,
permitiendo en ellos la libre transferencia. El porqué de esta excepción se hallaba
en la naturaleza diversa del concepto de “tecnología”, que no era igual para todas
las industrias y sectores, sino que había algunos diferenciados por ser “de punta", en términos de innovaciones tecnológicas a nivel internacional, o en
términos de la inversión de capital necesaria. Tal política de transferencia tendría
como consecuencia automática una real asimetría, lo que no era visto
necesariamente como un problema. Más aún, algunas estrategias de desarrollo
ponían el acento en la conveniencia de la asimetría y el crecimiento
desequilibrado. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Algunos analistas proponían estrategias diferenciadas según el origen del capital
de las empresas: nacional o extranjero. Las excepciones variaban según se
tratara de empresas públicas o de capital privado. En términos generales, se
partía de la observación de que no era realista pensar que el desarrollo
tecnológico fuera automáticamente innovador en la totalidad del sistema
productivo, sino que era más ajustado a la realidad descomponer el proceso de
innovación en varias etapas. Así, era posible pensarlo en términos de diferentes
ingenierías y era probable que existiera una gran capacidad de aprendizaje en
aquellas industrias que hubieran estado más en contacto con la tecnología
avanzada. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En relación con la transferencia de tecnología se discutía un trabajo de Jorge
Katz (1969) que básicamente demostraba la existencia de diferentes etapas en
el proceso de sustitución de importaciones en Argentina. En una de ellas, a la
que ubicaba aproximadamente hasta la mitad de la década del 50, el crecimiento
de los productos se daba más bien en términos de aumento de capital por ahorro
interno o aumento de mano de obra ocupada, pero no por un aumento de
productividad, con un modelo cerrado a la incorporación de tecnología
extranjera. La tesis sostenía que a partir del año 1955, con aliento de la propia
política oficial, se produjo una extensa incorporación de tecnología en el país. No
fue una incorporación de tecnología solamente, sino también de capitales que
traían consigo tecnología; es decir, que la tecnología entró en forma de
maquinarias, procesos, mano de obra con cierta capacitación y patentes. Por la
complejidad de este proceso, Forni opinaba que analizar aisladamente lo
tecnológico era una enorme simplificación del problema. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Algunos de los modelos que se planteaban en las discusiones de la época
señalaban esquemáticamente dos opciones contrapuestas; una, incorporar
tecnología en un escenario abierto y la otra, limitar la incorporación de nueva
tecnología, en un escenario cerrado. En la realidad, las opciones no eran tan
simples, por lo que la idea central en los debates de la CNEGH era recuperar
una visión global del problema y ver que detrás de las decisiones de incorporar
nuevas tecnologías al proceso productivo había algunas que afectaban al pleno
empleo, otras que afectaban a la distribución equitativa del ingreso y otras al
crecimiento global. A su vez, las decisiones de incorporación podían ser
matizadas con otras variables, lo que conducía a contar con diferentes modelos
globales de desarrollo. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">¿Cuál podría haber sido el aporte del sistema científico local a la generación y
transferencia de conocimiento tecnológico? Por entonces ya era abundante la
literatura que comparaba países más avanzados y menos avanzados, en término
de su gasto en I+D con relación al PBI. Una conclusión simplista -concluía Forni- era afirmar que bastaba con aumentar el gasto, investigar, crear mecanismos de
difusión y esperar a que se produjeran los beneficios sociales. Ese tipo de
estrategia podía ser relativamente satisfactoria para los científicos y técnicos,
pero dudosamente produciría cambios en el proceso de crecimiento de la
economía y la calidad de vida. Por consiguiente, se hacía evidente la necesidad
de recuperar la complejidad del problema incorporando en el análisis las
implicaciones emergentes de cada estrategia de política tecnológica, en el marco
de una política global de planeamiento. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b><br /></b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>Tecnología, ingeniería y mercado</b> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La expresión “<b>política global de planeamiento</b>” era también un <i>leitmotiv</i> propio de
la época. Existían, sin embargo, numerosos problemas que hacían difícil la
planificación en materia de tecnología. Experiencias por entonces recientes
demostraban claramente las dificultades que debían ser sorteadas cada vez que
se intentaba formalizar un cuerpo coherente de políticas en tecnología. Los
documentos producidos hasta aquel momento por la Secretaría del CONACYT<span>(1)</span>
eran muy limitados en cuanto a la posibilidad de precisar la política tecnológica
existente y solían ser tan generales en sus medidas, que resultaba muy difícil
implementarlas. A su vez, las referencias existentes a políticas específicas, tales
como la regulación de licencias de marcas y patentes, en general soslayaban el
análisis de los puntos de introducción, difusión y transmisión de la tecnología
importada en el sistema económico del país y su influencia en las posibilidades
de generación interna. Tales limitaciones analíticas eran atribuibles al error de
encarar el problema de la tecnología considerándola como un bien simple e
indiferenciado, un insumo independiente de la producción o un factor que se
incorpora al aparato productivo en forma directa sin pasar por una serie de
etapas escalonadas. “<i>A menos que estos aspectos sean tomados en cuenta, la
formulación de políticas correrá el peligro de caer en simplificaciones equívoca</i>s”,
afirmaba Ricardo Kesselman (1973). </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Desde la perspectiva de Kesselman, había bastante evidencia empírica acerca
de que la tecnología se transfería incorporada a otros factores, particularmente
en los países en vías de desarrollo. En la generalidad de los casos, el proceso
de la transferencia implicaba la compra de uno o varios de los siguientes ítem:
bienes de capital, bienes intermedios, servicios de distinto tipo y know how
tecnológico o administrativo. Resultaba evidente, por lo tanto, que la tecnología
no podía ser tratada como una mercancía más. En muchos casos la tecnología
era más bien un predicado de las mercancías, una propiedad especial de ciertos
productos o procesos, que los diferenciaban de otros. Esto impedía su obtención
e incorporación al proceso productivo de manera independiente de la obtención
de los bienes o factores en los que se encontraba plasmada. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">De acuerdo con la visión de Kesselman, la tecnología generalmente no estaría
asociada a un solo producto sino a una cadena de productos e insumos que se
reclaman mutuamente y se combinan de manera particular, según un
determinado patrón tecnológico. Por ello, para proceder a la introducción de una
tecnología nueva en un país subdesarrollado no bastaba con importar los
productos que la tenían incorporada, sino que era necesario disponer del
conocimiento de la particular forma de combinación de estos bienes, que estaba
implícita en su diseño. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Criticaba el hecho de que la mayoría de los documentos internacionales referidos
al tema enfocaran el funcionamiento y la relación de los distintos organismos que
por su función tenían que ver con la oferta de tecnología y limitaran su atención
a aspectos tales como las investigaciones a desarrollar y el número de técnicos
a formar. Este enfoque, sin embargo, dejaba de lado el modo de inserción de la
tecnología en el aparato productivo, por lo cual se terminaba considerando a la
tecnología como un insumo independiente. En su opinión, tales documentos,
como los producidos por la OEA, por ejemplo, <b>enfatizaban la relación entre el
desarrollo del país y su política de ciencia y tecnología, pero dejaban en
una nebulosa el nexo entre la infraestructura científico tecnológica y el
desarrollo económico</b>. </span><span style="font-family: arial;">Desde luego, eran enfoques centrados en la oferta y no
en la demanda de tecnología por parte de las empresas. La innovación, pese a
haber sido teorizada por Schumpeter en 1912, todavía no había adquirido
preponderancia en el diseño de políticas.</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Según Kesselman, era necesario estudiar la manera en que el proceso de
adaptación y generación de tecnología se insertaba en el aparato productivo. Su
análisis era muy concreto. Se basaba en el reconocimiento de varias etapas y
de los tipos de ingeniería requeridos para cada una de ellas. Desde su
perspectiva, el encuentro entre la tecnología y el aparato productivo daría como
resultado el desarrollo de ciertas estructuras dentro de la empresa capitalista
desarrollada, generadora y aplicadora de tecnología. Proponía para ello un
modelo muy simple, descriptivo de las etapas que suelen encontrarse en general
en cualquier empresa desarrollada. Cada etapa no era independiente de las
otras, sino que necesitaba de cierta vinculación interna y externa con las otras,
pero a su vez poseía cierta autonomía relativa. Dependiendo del mayor o menor
grado de integración de ellas, ya sea a nivel de una empresa o del país, según
el nivel de análisis, se podía estimar la capacidad de generación y adaptación de
tecnología. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>Las ingenierías</b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El esquema analítico que proponía Kesselman quedaba abierto a que en cada
caso fuera necesario efectuar ajustes y especificaciones. El punto de partida del
proceso tecnológico era la <b>ingeniería de productos</b>, que incluía el diseño del
producto, poseía vínculos con el mercado y se ajustaba a las posibilidades
técnicas existentes. La <b>ingeniería de procesos</b>, por su parte, comprendía el
proceso de elaboración del producto y de hacer posible la existencia de un bien.
Esta etapa, según Kesselman, estaba apoyada por el laboratorio de métodos, el
desarrollo de técnicas y los procesos de ensayo. Si las dificultades superaban
las posibilidades de una empresa, ésta podía acudir a laboratorios independientes para solucionar problemas específicos. La <b>ingeniería de
detalles y materiales</b> era la encargada de estipular los equipos y los materiales
a utilizar. Por último, la secuencia culminaba con las etapas de <b>montaje y puesta
en marcha</b>. El esquema permitía localizar déficits en la consolidación de la
estructura tecnológica y en lo referido a la generación e incorporación de
tecnología en el aparato productivo de un país como la Argentina. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La estructura y las etapas descriptas eran teóricas, ya que no todos los países,
reconocía Kesselman, poseían las condiciones necesarias para producir la
secuencia descripta. Un país subdesarrollado hubiera tenido serias dificultades
para que tal estructura funcionara. De hecho, afirmaba que el desarrollo
económico previo era una condición necesaria para la existencia de un sistema
autónomo generador de tecnología. Esta consideración le permitía hacer una
afirmación muy fuerte, en el sentido de que frente a la mirada más <i>naif</i> de los
investigadores, <b>la ciencia de por sí no produce desarrollo, </b><i>sino que se
requiere una sociedad industrial moderna como condición previa para poder
financiar los recursos necesarios</i>. Destaco esta afirmación porque creo que,
siendo casi obvia, es frecuentemente olvidada en el diseño de las políticas de
ciencia, tecnología y desarrollo. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En los países menos desarrollados, los senderos serían diferentes. Si en la
economía de los países más avanzados se pasaba de la competencia al
monopolio a través de rentas generadas por elementos tecnológicos, en los
países subdesarrollados no sería necesario poseer un aparato tecnológico
propio, ya que podían acceder a una oferta de tecnología avanzada. En otras
palabras, en los países subdesarrollados no necesariamente se requería la
existencia de aparatos tecnológicos fuertemente desarrollados. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Las notas señaladas por Kesselman concurrían a explicar las dificultades de
integración del esquema presentado en un país subdesarrollado. El grado
diferencial en que las etapas antedichas se hallaban integradas dentro de los
procesos nacionales de producción para cada sector permitiría situar
relativamente a los países en una tabla o gradiente de dependencia o
independencia tecnológica. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Las primeras etapas del proceso, asociadas a la ingeniería de producto y de
proceso, estaban altamente desarrolladas en los países centrales y los recursos
destinados eran tan ingentes que no eran accesibles para la gran mayoría de los
productos generados en los países subdesarrollados e, incluso, para muchos
países desarrollados. Entendía, por lo tanto, que la posibilidad de que países
como Argentina pudieran superar esta brecha consistía fundamentalmente en
una política tecnológica que fuera capaz de articular la integración paulatina de
este esquema internamente, con el refuerzo de adaptar y <b>copiar avances
tecnológicos</b> generados en el extranjero. Se anticipaba a la formalización del
modelo coreano, formalizado por Linsu Kim (1975) como “<i>llegar a la innovación
a partir de la copia</i>”. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Era posible suponer que, a la sombra de una política adecuada, el país habría
estado en condiciones de abastecer internamente una parte sustancial de las etapas finales de la adaptación de procesos de tecnología (generación y
adaptación) reforzando las posibilidades de copiar tecnologías más sofisticadas.
Los datos que avalaban este análisis se basaban sobre todo en la calidad de los
recursos humanos disponibles, cuyo componente principal era una fuerte oferta
de profesionales universitarios de buena formación general y con grandes
posibilidades de especialización. Contribuía también la existencia de empresas
nacionales de gran magnitud, predominantemente estatales, como SOMISA o
YPF, con equipos de ingenieros nacionales a la cabeza de la organización de las
plantas, asesorados en su caso por técnicos extranjeros. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">A partir de las consideraciones anteriores, Kesselman consideraba que la
capacidad tecnológica argentina se hallaba en buenas condiciones de adaptar la
integración de tecnologías hasta el nivel de la ingeniería de detalle, constructiva
y de materiales. Si hubiera estado apoyada por una política económica que en
tecnología hubiera apuntado a tales objetivos, habría estado en mejores
condiciones de minimizar la dependencia tecnológica a nivel de algunos de sus
componentes. Por otra parte, y tal vez más importante que el efecto anterior,
sería el hecho de que se habría posibilitado a técnicos locales familiarizarse en
forma sistemática con los procesos extranjeros, permitiéndoles mejorarlos y
adaptarlos a las condiciones locales; esto es, que se los habría capacitado para
copiar técnicas de avanzada, con el evidente propósito de producirlas luego
nacionalmente. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Por último, el abastecimiento de las etapas mencionadas habría requerido la
formación de equipos de técnicos de mayor tamaño, tanto dentro de las
empresas del sector industrial, como en el sistema de educación. Se habrían
requerido también grupos de consultores lo suficientemente fuertes como para
comenzar a encarar progresivamente las etapas superiores de la estructura. La
principal conclusión de este análisis era que toda formulación de política en el
campo de la tecnología debe tender a la integración de una estructura de
diferentes etapas. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Señalaba también Kesselman que era necesario adoptar una política diferencial
para las empresas de capital nacional y las de capital extranjero. Mientras que
en las primeras sería posible alcanzar una integración máxima, tanto de servicios
como en la selección de alternativas, en el segundo de los casos siempre
existiría la tendencia de preseleccionar procesos. Las empresas extranjeras
tendrían esta tendencia, en general, por parte de las casas matrices, dejando al
mercado local la posibilidad de llevar a cabo los servicios correspondientes a la
etapa de ingeniería de detalle y constructiva. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Dadas las considerables economías de escala existentes a lo largo de toda la
estructura, debía analizarse la posibilidad, además, de constituir <b>centros de
ingeniería comunes </b>a varias empresas, incluso por ramas de la industria. Para
la faz operativa de la formulación de políticas debía hacerse una doble
consideración: en primer término, determinar en qué rama de la industria se
estaba expandiendo la frontera de conocimientos y, en segundo término
determinar cuáles eran las ramas de la industria en las que se deseaba imprimir
un desarrollo preferencial. Dada la escasez de recursos disponibles, convenía concentrar los esfuerzos a nivel de sectores prioritarios, sin menoscabar otras
posibilidades. Este esquema, concluía Kesselman, podría hacer un poco más
operativos los intentos de formular políticas, en particular aquellas que
enfatizaran la familiarización con las técnicas extranjeras a través de una
adecuada imitación local. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>Política tecnológica </b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Una visión complementaria fue presentada por Carlos Martínez Vidal, basándose
en lo que llamó “un esquema muy simple”, formulado inicialmente por Alberto
Aráoz<span>(2)</span> . El esquema comparaba los sistemas de I+D entre países desarrollados
y en desarrollo. Desde esta mirada, en un país cuya estructura socioeconómica
permitiera definirlo como “desarrollado” debía existir, en general, un muy buen
acople entre los subsistemas de investigación básica, aplicada y desarrollo. En
este caso, la alimentación de resultados y la realimentación de problemas
funcionaría eficazmente <span>(3)</span>. En su conjunto, el sistema tendría un buen acople
entre la tecnología que oferta y las demandas de la sociedad. Ahora bien, ¿qué pasaba en Argentina? Carlos Martínez Vidal respondía que por estar “en
desarrollo” era de suponer que tuviera un incipiente sistema de I+D y que su
sector productivo fuera capaz de satisfacer algún porcentaje de la demanda de
la sociedad. Sin embargo, afirmaba, en la realidad las cosas no eran así. Dentro
del sistema de I+D los subsistemas de investigación básica, aplicada y desarrollo
eran núcleos aislados y hasta se podía decir que no existía interrelación. En
cambio, el subsistema de investigación básica poseía una fuerte relación con sus
iguales a nivel internacional. Se publicaba en las mejores revistas al más alto
nivel, pero la interacción en materia de investigación aplicada y desarrollo era
“<i>prácticamente cero</i>”. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>No autarquía pero sí autonomía.</b> El diagnóstico de Martínez Vidal reconocía
que la tecnología que usaba el sector productivo argentino era transferida
mayoritariamente desde el exterior. Una parte muy pequeña era adaptada a las
condiciones locales, pero no se generaba tecnología local, salvo honrosas
excepciones, mientras que su transferencia implicaba la importación, adaptación
y creación de nueva tecnología. Advertía, sin embargo, que el objetivo de una
política no podía ser crear toda la tecnología necesaria. La pretensión de una
autarquía era absurda, afirmaba <span>(4)</span>, pero en cambio era necesario alcanzar
autonomía en la capacidad de compra. ¿Qué implicaba eso? La capacidad de
seleccionar la tecnología más apropiada y adaptarla a las materias primas y condiciones locales para terminar así con la compra "llave en mano” de equipos
e instalaciones, efectuando una correcta desagregación y evaluación de la
capacidad nacional de fabricación.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La opción por la compra de tecnología, sin embargo, tampoco carecía de
dificultades ya que, por una parte, la tecnología que se compraba provenía de
países de alto grado de desarrollo que en general disponían de mano de obra
cara y suficientes reservas de capital. Se importaba tecnología de capital
intensivo y baja mano de obra, siendo así que los problemas de la estructura
socioeconómica de los países en desarrollo eran exactamente los contrarios:
falta de capital y subempleo. De allí surgía una disyuntiva crucial para la política:
¿priorizar el desarrollo económico, el desarrollo industrial o el desarrollo social?
Si el objetivo fuera meramente el desarrollo industrial, el camino para lograrlo
habría sido bastante fácil. Si hubiera sido el desarrollo económico, habría sido
un poco más complejo, pero si se aspirara a un desarrollo social se abriría otra
matriz de opciones. Si la premisa fuera lograr para la Argentina autonomía y
desarrollo social, ello significaría que habría que llegar a un compromiso entre el
costo técnico o económico de un producto y el costo social agregado. Por otro
lado, se preguntaba cuál era el valor real que tenía el sistema de I+D en la
sociedad argentina. Analizando las noticias científicas que publicaba por
entonces la prensa, deducía las pautas sociales: “<i>ciencias son nuestros premios
Nobel, el resto no es ciencia</i>”. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>La visión del país</b>
¿Cuál era la sociedad que avizoraba Martínez Vidal? Un país contradictorio,
describía, en el que si tomaba los indicadores más importantes y seleccionaba
diez de ellos, podía demostrar que la Argentina era el mejor del mundo, un país
súper desarrollado. Pero si elegía otros diez, Argentina era el prototipo de un
país subdesarrollado. Esto daba la pauta, en su opinión, del estado anímico
permanentemente oscilatorio de la sociedad argentina: </span></div></div><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">“<i>en forma individual pasamos momentos de euforia, en los cuales somos
los mejores del mundo: hacemos la mejor investigación, el mejor futbol ,
el mejor boxeo, tenemos los mejores pintores y escritores o, por el
contrario, somos los más desgraciados que hay en el mundo, todo lo
argentino es una porquería, no existe nada, no se puede crear nada, lo
mejor que se puede hacer acá es cerrar el negocio e irse y que el último
que se vaya apague la luz</i>”. </span></div></div></blockquote><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Los índices tenían un valor relativo. Los del PBI, por ejemplo, mostraban una
modificación sustancial en la estructura económica del país, particularmente en
la relación del sector agropecuario con el sector industrial. En 1935 el 29,9%
correspondía al sector agropecuario y el 14,8% a las industrias manufactureras.
En 1945 los valores habían cambiado el del agro había descendido al 20,2% y
el de la industria aumentado al 22,5%. En 1955 los valores eran del 17,5% y
25,5%. A la fecha del encuentro, según el CONADE sólo el 14,8% del PBI
correspondía al sector agropecuario y el 39,5% al sector industrial. O sea, que
paulatinamente la estructura económica interna del país se había ido volcando de un sector hacia otro. Sin embargo, no se había desarrollado en forma
coherente si se prestaba atención al hecho de que la balanza de pago del sector
agropecuario representaba el 92,6% para el período 1960-65, en tanto que la
minería era apenas el 0,9% y la industria el 6,5%. En 1969 había bajado
levemente del 92,6% al 85 u 86%. O sea, que en la balanza de pagos el país
seguía fundamentalmente dependiente de las exportaciones agropecuarias. Los
datos describían cabalmente las consecuencias de la industrialización por
sustitución de importaciones, volcada casi exclusivamente en el mercado
interno. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>El triángulo de Sabato</b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El triángulo de Sabato, cuyos vértices son el gobierno, la infraestructura científico
tecnológica y el sector productivo era por entonces una novedad como modelo
analítico. Martínez Vidal lo
ponía como ejemplo porque
en su opinión permitía ver
claramente los factores
negativos y positivos que
acontecen en los dos
vértices inferiores.
La transferencia tendría la
capacidad de interrelacionar
vértices, pero -afirmaba- como había una realimentación eficaz correspondería hablar más bien de que
los acoplaba. El modelo proponía que únicamente mediante el correcto
desarrollo de estas interrelaciones entre los vértices y las interrelaciones que
existen en cada uno de ellos resulta posible realmente llegar a obtener el objetivo
de la transformación deseable para el país. Sobre el particular, un elemento que
tiene un valor fundamental es la <b>creatividad</b>. Repetía palabras de Sabato: </span></div></div><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">"<i>quinientos mediocres no van a dar una sola idea brillante; un solo
individuo brillante puede dar quinientas ideas brillantes</i>”. </span></div></div></blockquote><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En el modelo no se veía oposición entre la investigación científica y la innovación.
Por el contrario la investigación científica y técnica era fundamental desde el
punto de vista de la creatividad, afirmaba. La innovación únicamente podrá
efectuarla quien tuviera claridad de conceptos y ese elemento llamado
creatividad. El saber copiar es simplemente una de las facetas de esa
creatividad; el saber adaptar es otra de sus facetas. No hay contradicción, sino
que es una de las facetas con las cuales se presenta. En contraposición, en la
realidad argentina se preguntaba qué tipo de institutos formaban el sistema
científico tecnológico. En primer lugar, se respondía, las universidades y los
institutos de tipo universitario. En unas y otros encontramos sistemas educativos
que en general son anticuados. Su juicio era muy severo: </span></div></div><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">“<i>es raro que la universidad produzca hombres capaces; por el contrario
más bien los combate. El establishment que forma la universidad es el
que la maneja</i>”.</span></div></div></blockquote><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>Los problemas de la investigación universitaria</b> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Muy negativa era la opinión de Martínez Vidal con respecto al papel
desempeñado por las universidades en su vértice del triángulo. Cada universidad
quería tener todas las carreras de ingeniería, afirmaba, lo que generaba una
competencia permanente, sin una redistribución lógica de recursos humanos ni
una planificación de necesidades a nivel regional. La competencia terminaba
produciendo ineficiencia. A eso se sumaba que era baja la investigación que se
efectuaba en las universidades. Si bien reconocía la calidad de ciertas líneas o
sectores tradicionales, estimaba que era muy poca la investigación que
efectuaban.</span></div></div><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">“<i>En lo que hace a la investigación tecnológica, incluso investigación
aplicada, diría que tiende básicamente a cero, a pesar de la importancia
relativa que debería tener dentro de un desarrollo armónico nacional.</i>” </span></div></div></blockquote><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La falta de tradición investigadora hacía que no existiera una infraestructura
mínima de apoyo. Aquellos “<i>locos sueltos</i>” -en su expresión- que caían en la
universidad y querían hacer investigación se encontraban con que no existía un
taller montado, no existía un vidriero, no existían depósitos, no había repuestos,
es decir, no existía la infraestructura mínima necesaria para poder trabajar.
Equipos de 70 a 80 mil dólares estaban parados porque faltaba un repuesto que
solamente se podía traer del sitio o de la fábrica que lo vendió. Cuando se
conseguía el dinero, la compra de cualquier repuesto a través de los regímenes
normales de licitación llevaba entre uno y tres años, desde que se hacía el pedido
hasta que llegaba el material y lo sacaran de aduana. En su opinión, todos estos
factores incidían en el desánimo. A esto se agregaba que la investigación en el
sector privado era casi nula y muy débil en el sector público ligado a la
producción: el que tenía que ver con energía eléctrica, petróleo, carbón,
siderurgia y transporte. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>El CNICT y el CONACYT</b> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En cuanto al CNICT (actualmente CONCET), juzgaba que su rol había sido muy importante en sus
comienzos, desde su creación en 1958 hasta 1961, pero luego había quedado
simplemente a nivel de un instituto de promoción, fundamentalmente de ciencias
básicas. Más específicamente, de medicina y biología. Citó un trabajo de Raúl
Cardón (1962), según el cual el 56% de los investigadores de la Carrera (es
decir, de los investigadores “con patente”) pertenecía a esas disciplinas. Para
compensar esta deformación existente se creó entonces el CONACYT, pero a
excepción del Inventario del Potencial Científico y Técnico Nacional, durante tres
años no hizo nada; no pasó absolutamente nada. Hasta fue contraproducente,
porque pretendió dar una imagen de planificación absurda y ridícula, sin analizar
en qué país vivíamos ni cuales eran nuestras necesidades. Se fijó una meta
copiada de países más desarrollados: </span></div></div><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">“<i>tenemos que llegar en 10 años al 1,5% del PBI en investigación y
desarrollo. ¿Y qué hacemos? Bueno, en el sector 1 ponele 20%; en el
sector 2 no, acá un poco menos, ponele el 12%; acá ponele el 3% porque
creo que hay poca gente. Naturalmente, se hizo antes de que se terminara
el Inventario del Potencial, sin sus datos</i>.” </span></div></div></blockquote><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Toda esta falta de seriedad, toda esta falta de madurez intelectual tiende a un
desánimo permanente, afirmaba. Nos encontramos así con que el vértice de
infraestructura científica y tecnológica (ICT) del triángulo se vuelca hacia una
sociedad que a nivel internacional lo reconoce como un par (lo cual resulta
bastante lógico, ante la inmadurez de la sociedad que lo rodea). La mayoría de
estas investigaciones están volcadas hacia la parte básica en la cual esto es
mucho más factible, hay una relación ya existente, una cierta tradición y se puede
obtener, si no dinero, por lo menos "<i>status intelectual</i>”. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Los aspectos finales son los mecanismos jurídicos y administrativos, de los
cuales -decía- la atmósfera que rodea todo es totalmente kafkiana, desde el
expediente de compra hasta el nombramiento o contrato. Los recursos
económicos y financieros son escasos, pero el factor más importante es que
están mal distribuidos. La distribución es incorrecta y pareciera que hay alguien
del lado de la administración que detecta realmente cuáles son las necesidades
de cada instituto para dar el dinero en las otras partidas. Cuando un instituto ha
conseguido por el BID préstamos o tiene equipos, entonces no consigue partida
de personal. Es posible que consiga partida de inversiones, porque la distribución
del presupuesto nacional lo permite, pero personal no, porque no se puede
aumentar un peso en personal, o la inversa. Por la otra punta de esta
transferencia, nos encontramos con esa clase dirigente en el sector industrial,
que yo diría que le falta conciencia de clase. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En relación con la última afirmación, citó a José Enrique Miguens, para quien la
clase dirigente industrial argentina tenía la ideología de la llamada “libre
empresa”, tal como se entendía en estos términos en el país, es decir, que </span></div></div><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><i>“cuando todo el resto de los países desarrollados han mandado la libre
empresa al demonio y son los más proteccionistas que podemos suponer,
acá en la Argentina, país que debería tener total autonomía de decisión,
metemos ese concepto llamado libre empresa”. </i></span></div></div></blockquote><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Siguiendo con ese nivel de crítica, afirmaba que en general, frente a cualquier
proyecto idea o iniciativa, la posición de los empresarios era generalmente
negativa o crítica. Denunciaba una confusión ideológica que la conducía a que,
como clase, se enrolara generalmente en posiciones decadentes contrarias a
sus propios intereses porque no sabían distinguir entre amigos y enemigos. En
este punto citaba a un Jefe del Servicio de Inteligencia británico que escribió:
"<i>El signo del colapso de una clase dirigente es su incapacidad para
reconocer sus enemigos, hasta llegar a veces al colmo de preferirlos a sus
amig</i>os". </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Aquella frase estaba bastante adaptada a la posición que reconocía en la
burguesía industrial argentina, que no tenía lo que llamaba “vocación de
grandeza”. Siguiendo su discurso, reconocía que la aristocracia tradicional, el
sector agrícola ganadero, en su momento histórico encabezó un movimiento
progresista y modernizante a nivel internacional. Con esto se refería a la
generación del 80 y de todas sus consecuencias posteriores. La clase industrial
argentina que, por los números vistos, pasó en el término de 30 años de representar el 14% o 15% a un 40% del PBI y se había convertido en el motor
impulsor más potente que tenía el país, no tenía sentido ni conciencia de clase,
afirmaba. En definitiva, los rasgos que les atribuía eran a) falta de cohesión como
grupo, b) privación de status, c) falta de pautas culturales y, por lo tanto, copia
de pautas culturales del exterior y d) falta de conocimientos específicos de acción
práctica, ya sea desde el punto de vista técnico o político. Es allí donde
entroncaba el problema de la transferencia. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Frente a tal panorama del vértice empresarial, ¿qué se podía hacer desde el
vértice académico? En tales condiciones, ¿qué podía hacer un instituto? Se
refería a las universidades, los centros de investigación con un fin específico
(como podía ser la Comisión de Energía Atómica), o institutos con objetivos más
amplios o más generales, como el CNICT, el INTI, el INTA, la CNIE o la propia
CNEGH. Una característica fundamental de todas estas instituciones que sus
organigramas son nada más que elementos que aparecen en el papel;
elementos que sirven nada más para justificar cargos, para conseguir un salario
mayor o que responden directamente a la ley de Parkinson, pero nunca
representan la realidad, ni de las funciones, ni de la actividad que hace al
instituto. Entonces, "<i>no debemos creer en esta estructura. Tenemos que creer en la
realidad y la realidad son los grupos de trabajo</i>". Martínez Vidal reconocía que en
diferentes centros en Argentina se habían generado y se seguían generando
grupos de trabajo del más alto nivel y calidad internacional. <i>A estos grupos
tenemos que defenderlos de cualquier manera y a ultranza… y no pretender
darles recetas porque recetas no existe</i>n. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b><br /></b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>Un enfoque regional </b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Orestes Santochi, físico, profesor de la UNT y Director del Departamento de
Física Aplicada de la CNEGH en La Rioja (un experimento institucional
específicamente destinado a la transferencia de tecnología) aportó al debate una
mirada desde lo regional, con una fuerte carga ideológica que se expresaba
sobre todo en su visión de la historia argentina, centrada en la confrontación
entre el puerto de Buenos Aires y el interior del país. Santochi era un académico
muy destacado, un ciudadano comprometido con una visión de progreso social
y un enamorado del país interior y de su música. Su casa era un conocido punto
de reunión de folkloristas.<span>(5)</span> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Su mirada sobre el problema de la tecnología y su transferencia a la sociedad
partía del entendimiento de que el diseño del sistema y la planificación de las
actividades científicas era una consecuencia directa del país, tanto del país real,
como del deseable, dado que “<i>todos conocemos el papel que en la sociedad
moderna juegan la ciencia y la tecnología</i>”. En consecuencia, la transferencia de
conocimientos científicos a los distintos sistemas que configuraban la sociedad
estaba, fuertemente condicionada por sus relaciones estructurales, su
autonomía, y la inserción del país en el sistema internacional. Por eso, para
enmarcar mejor el problema de la transferencia de los resultados de la ciencia y la tecnología a la sociedad que lo sustentaba, creía necesario recapitular las
pautas históricas, políticas y sociales que condujeron al país de entonces. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>Un marco histórico alternativo</b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">De acuerdo con la visión de Santochi, el proceso político, social y económico
vivido por el país desde su nacimiento como nación (e incluso desde antes de
entonces) condujo a una desarticulación de las regiones que lo conforman. El
territorio argentino abarcaba regiones que reconocían pautas culturales y de
desarrollo comunes para cada una de ellas y habían alcanzado un grado de
desarrollo relativo bastante elevado. En la región del noroeste argentino existía
una floreciente industria de hilados y vestidos y una industria carrocera muy
desarrollada. El sector primario de la producción, agricultura, ganadería y
explotación de yacimientos mineros constituían la base de una economía
floreciente y autónoma con una alta tasa de desarrollo que fue la base sobre la
que más tarde se asentaron otras industrias, como la azucarera. Estas regiones
mercaban directamente entre ellas y con regiones vecinas de Chile, Bolivia,
Perú, Paraguay. Esta circunstancia daba a la sociedad, no solo la posibilidad de
un franco crecimiento económico, sino que se enriquecían culturalmente y se
daban las bases, así, de un verdadero desarrollo, a través del intercambio con
entre zonas de igual desarrollo relativo y con pautas culturales comunes. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En su relato, afirmaba que el primer paso hacia la desarticulación y
empobrecimiento del país interior había sido dado en la época del Virreinato, al
declararse el monopolio del puerto de Buenos Aires. Aquello, creía, significó el
fin de las economías regionales al interrumpir el intercambio entre regiones y dio
comienzo a una enajenación cultural que habría de ser una constante en la
historia nacional, pues al entrar la cultura europea, “<i>tan cara a la sociedad
mercantilista que había nacido a la sombra del contrabando, bajo la protección
de la tarifa aduanera</i>”, Buenos Aires llegaría a constituir una de las ciudades más
grandes del mundo. A partir de aquel momento, el futuro económico del país
estaba sellado, pues era claro que las incipientes economías regionales no
habrían podido competir, ni con la tecnología, ni con la escala económica de una
Europa imperialista asentada en uno de los acontecimientos más grandes de la
historia de la humanidad: la revolución industrial.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Desde aquel momento, aseguraba, la política económica nacional pasó a ser la
política de la tarifa portuaria. El puerto se convirtió en el principal instrumento del
sistema que cimentaba las bases de la deformación macrocefálica del país. Las
regiones naturalmente articuladas trastocaron sus límites e interacciones en
función de la nueva demanda económica y se reordenó al país en nuevas
regiones que aportaban a la economía portuaria. Así surgió la región más
importante del país: la “pampa húmeda”, esencialmente comprendida por la
provincia de Buenos Aires. Caracterizada por su alta renta diferencia constituyó
la base económica sobre la que asentaba el nuevo orden. Rodeando la pampa
húmeda, existía un ancho cinturón que comprendía parte de las provincias de
Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba y la Pampa. Esta era la “pampa semi húmeda”,
con una renta diferencial menor, pero que por su extensión y naturaleza de su
producción resultaba competitiva en el mercado internacional. El resto del país
conformó la reglón postergada del sistema, pues por la naturaleza de su producción no encajaba en el modelo económico del puerto como productor de
la renta nacional. Las obras de infraestructura como las vías férreas, los caminos,
el transporte de energía eléctrica, el gas y el petróleo, entre otras, se ajustaron
al modelo. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Desde el punto de vista cultural, el puerto ha sido el lugar de entrada de formas
culturales ajenas que actuaron desdibujando un perfil cultural propio. Así nuestra
“cultura” fue europea, francesa, inglesa y últimamente norteamericana,
dependiendo de la inserción que el sistema económico nos daba en el sistema
internacional. Para la elite mercantilista del puerto no existió nunca un fondo
cultural nacional rescatable y simultáneamente no tuvo la capacidad de asimilar,
recreando, las formas culturales que importaba, por lo que su quehacer resultaba
ser el reflejo colonial de la actividad cultural de la metrópolis. Esta situación tuvo
graves consecuencias para la formación de una cultura nacional y del sistema
científico y tecnológico en particular, como veremos más adelante. A la par,
embretó al país en un modelo primitivo, como fue el de civilización y barbarie.
Para ese modelo, la civilización y la cultura están y entran por el puerto; el país
interior es el país bárbaro que hay que civilizar y culturalizar.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b><br /></b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>Crecimiento económico y desarrollo</b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Santochi distinguía entre crecimiento económico y desarrollo.
Para que exista crecimiento económico (aumento del producto bruto y mayor
ingreso medio per cápita), afirmaba, sólo hace falta que crezca el sistema de
producción, sin que necesariamente se produzca una modificación de los otros
sistemas que componen la sociedad. La importación de capitales y tecnologías
produce ciertamente un crecimiento económico debido al aumento de la
producción, lo que a su vez puede estimular el consumo. Pero tal resultado
habría sido logrado al precio del crecimiento desarmónico de una parte del
sistema social. Es claro, afirmaba, que el sistema de gobierno ha perdido
autonomía por la presión del capital externo y que a la par se ha resentido el
sistema técnico científico al haberse importado tecnología, en lugar de haber
estimulado su producción local. El crecimiento económico registrado en
Argentina ha sido a costa de la importación de capitales y tecnología. Se produjo
una mejora cierta en el ingreso medio per cápita, pero ese índice sólo tiene valor
en un contexto estadístico, pues en amplios sectores de la población existe un
empobrecimiento real, las economías regionales están desarticuladas y se dan
así las bases para el ejercicio de un colonialismo interno. Por otro lado, afirmaba,
es claro que queda resentida la autonomía de gobierno así como la función social
del sistema técnico científico. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En cambio, entendía por desarrollo, siguiendo a François Perroux (1966), “<i>el
conjunto de cambios en las estructuras mentales y sociales que permiten el
crecimiento acumulativo del producto global real</i>”.<span>(6)</span>
El desarrollo, por lo tanto,
exige un crecimiento armónico de toda la sociedad; debe conducir a un permanente fortalecimiento de la autonomía nacional al enriquecer el sistema de
creación; a un aumento del producto al crecer el sistema de producción la base
de acumulación de capital nacional, a mejorar efectivamente el nivel de vida al
ofrecer mejores bienes y servicios. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Desde la perspectiva de Santochi parecía evidente que el desarrollo nacional
latinoamericano no podía darse siguiendo el mismo esquema que los países
desarrollados. Dicho de otra manera, no se trataba de aplicar las mismas
fórmulas de desarrollo que siguieron los hoy países centrales, como si solo se
tratara del mismo problema, simplemente desplazado en el tiempo. Ciertamente,
las condiciones objetivas en que se encontraban los países desarrollados en el
momento de despegue eran muy distintas de aquellas en las que se encontraban
los países subdesarrollados. En efecto, las condiciones de "entorno" en ambos
casos eran muy diferentes. Algunas de esas condiciones eran: </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div></div><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">a) El consumo se ve estimulado por la necesidad de bienes inútiles, superfluos
o prescindibles y que generalmente están por encima de las posibilidades
reales del sistema productivo del país en desarrollo. Esta circunstancia obliga
a recurrir a distintas formas de importación, incidiendo así sobre la tasa de
ahorro nacional.</span></div></div><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div></div><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">b) Los países en desarrollo, cuya economía está basada esencialmente en el
sector primario resultan afectados por el continuo deterioro en el intercambio,
al tener que importar manufacturas y bienes de capital con un creciente valor
agregado típico de los países altamente industrializados. Esta situación
conduce prácticamente a una división internacional del trabajo. </span></div></div><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div></div><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">c) La permanente expansión económica de los países industrializados genera
una gran acumulación de capital, creándose así una masa de capital
internacional que para ser invertido en países en desarrollo exige condiciones
tales que actúan limitando la autonomía del sistema de gobierno.</span></div></div><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div></div><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">d) Los países industrializados tuvieron una tasa de crecimiento demográfico
comparativamente baja, la mitad de la tasa de los países en desarrollo, como
consecuencia de la alta tasa de mortalidad. Esto implica una distinta relación
con el consumo y la producción.</span></div></div></blockquote><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Así, estas condiciones de contorno distintas generarían un problema estructural
distinto y el subdesarrollo no sería, entonces, una etapa previa al desarrollo, sino
una problemática completamente distinta y para atacarla se necesitarían
grandes dosis de originalidad y, por sobre todas las cosas, vocación nacional.
En el proceso de desarrollo, así entendido, la estructura cultural y el sistema
científico y tecnológico estaban llamados a jugar un papel preponderante. Por
ello, solo comprendiendo profundamente las causas de su enajenación sería
posible diseñar un sistema científico con capacidad para formular propuestas
alternativas para el desarrollo del país. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>El papel del sistema de creación en el proceso de desarrollo</b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Con el objeto de ilustrar su modelo de sociedad, Santochi utilizó el explicitado el
de la Fundación Bariloche. Dicho modelo suponía que la sociedad está
compuesta por cuatro sistemas: el sistema de Gobierno, el sistema de
Producción, el sistema de Creación y el sistema de Consumo. El grado de
desarrollo de cada uno de ellos podía ser medido, tanto por sus características
extensivas e intensivas, como por su interrelación con la sociedad. El sistema
nacional, como un todo, estaba inserto en el sistema internacional bajo la guía
orientadora del “proyecto nacional”; esto es, del modelo de país que se deseaba.
Era posible, por lo tanto, diferenciar dos aspectos: la relación interna del sistema
y su relación externa. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En el caso argentino (y en general el latinoamericano), la presión del sistema
Internacional era tal que el proyecto nacional dejaba de ser la expresión de la
sociedad para ser sólo un efecto del sistema internacional sobre la sociedad, la
que resultaba así fuertemente condicionada por aquel. En el orden interno, las
relaciones entre los distintos sistemas eran débiles o inexistentes. El sistema de
producción estaba más unido al sistema internacional que al nacional. De esta
forma, no había circulación de “oferta” y “demanda" entre los distintos sistemas
y el desarrollo de cada uno de ellos era anárquico y ciertamente enajenado de la
realidad nacional. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Siguiendo con su argumentación, Santochi consideraba que las características
más sobresalientes del sistema de creación nacional, en general, y del
subsistema de investigación científica y tecnológica en particular, respondían a
un modelo deficitario cuyas características más destacadas eran las siguientes: </span></div></div><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">a) Crecimiento aleatorio o anárquico </span></div></div><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">b) Enajenación </span></div></div><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">c) Ineficiencia</span></div></div><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">d) Insuficiencia.</span></div></div></blockquote><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El sistema de creación se había ido desarrollando de una manera aleatoria, más
que como respuesta o formulación alternativa del sistema de creación para el
proceso de desarrollo nacional, al no existir razones socioeconómicas o políticas
para generar un sistema de creación autónomo y menos aún para planificar su
desarrollo. Por el contrario, por la situación de dependencia, existían sólidas
razones para fomentar el desarrollo de un sistema de creación enajenado, en
donde sus manifestaciones se consideren un lujo de la sociedad, más que una
necesidad impostergable de la misma. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El alto nivel científico y prestigio personal de unos pocos, así como también
algunos compromisos internacionales de los cuales el país participó por razones
de prestigio y supuestas razones políticas, eran las causas que han actuado
como motores del proceso de formación de grupos de investigación científica y
tecnológica. Dependiendo de circunstancias muy diversas, esos grupos así
formados habían crecido con distinta suerte, de forma tal que eran muy pocos
los que habían alcanzado un dimensionado que les asegurara autonomía y
originalidad en su labor. Esto se mostraba claramente en la encuesta sobre el
potencial científico y técnico nacional realizada por la SECONACYT. Un 30% de
los institutos de investigación encuestados en 1969 tenía 5 científicos o menos y un 21% de los institutos gastaba en investigación y desarrollo menos de 1
millón de pesos moneda nacional por año. El promedio de años-hombre por
instituto era de 4,6 y el total de proyectos de investigación y desarrollo era del
orden de 10.000 para un total de 13.000 investigadores, no todos de tiempo
completo, por lo que corresponden casi 2 proyectos por investigador de tiempo
completo. Se trataba de un panorama que, además de desalentador, era una
clara muestra del crecimiento anárquico del sistema y a la vez hacía evidente la
impostergable necesidad de una planificación en todo el sector. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El análisis de los institutos de investigación por sector de dependencia mostraba
que las universidades nacionales representaban el sector menos eficiente y peor
dimensionado. Sobre el particular, decía el informe mencionado: </span></div></div><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">“<i>Observando la información según sectores de dependencia notamos una
nítida diferenciación entre los sectores universitarios y privados de bien
público, por un lado, y los demás sectores por el otro lado. Aquellos
muestran problemas de personal y de egresos por institutos
marcadamente inferiores, debido a la presencia de numerosos institutos
pequeños. Casi el 40% de los institutos universitarios empleaba 10
personas o menos; alrededor de la tercera parte poseía 5 o menos
científicos y un 21% gasta en investigación y desarrollo menos de un
millón de pesos moneda nacional al año. Por otra parte, el exiguo
promedio de gastos por año-hombre en este sector, que llegaba a solo
1,7 millones de pesos moneda nacional por año, hace sospechar que la
tarea científica se llevaba a cabo en condiciones penosas y por ende, de
manera poco eficiente, salvo en algunos institutos privados ubicados
principalmente en las ciencias exactas y en el área metropolitan</i>a". </span></div></div></blockquote><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">A la vista de los datos de la encuesta sobre el potencial, Santochi argumentaba
que el subsistema de investigación científica y tecnológica padecía una
deformación estructural, como resultado de la falta de programación y de haber
dejado librada la investigación a líneas academicistas o cientificistas que eran el
reflejo de la agenda científica internacional, más que de las necesidades locales.
Esto quedaba en evidencia cuando se analizaba la distribución porcentual de los
gastos corrientes en investigación por tipo de investigación. En este sentido, la
relación de inversiones entre investigación básica, investigación aplicada y
desarrollo variaba entre los distintos países. En particular, la inversión en
desarrollo era el más variable por cuanto estaba fuertemente vinculada al
sistema productivo y por lo tanto dependía mucho de este último. Así, por
ejemplo, en Estados Unidos </span><span style="font-family: arial;">es relación era de 1:2:7, mientras que en Francia se
estimaba en 1:5:4. En Argentina, de acuerdo con la SECONACYT, era de
aproximadamente 5:3:2. Tal relación de inversión mostraba, por un lado, la
inserción del sistema de creación en la sociedad pero, por otro lado, significaba
un constante drenaje de conocimientos (capital cognitivo) desde el sistema
nacional hacia el internacional por un doble efecto, ya que, por un lado se
exportaba conocimiento básico que alimentaría el sector aplicado y de desarrollo
del sistema internacional y, por otro lado, importaba tecnología debido al
subdimensionamiento de ese sector en el sistema local. </span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La conclusión del razonamiento de Santochi era que, </span></div></div><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><i>“dadas las características ya analizadas del sistema científico, una política
para éste debe tener como primer y fundamental objetivo poner la
inteligencia nacional al servicio de la problemática regional y nacional, con
vocación, originalidad y máximo nivel como para proponer respuestas
ideológicas y formulaciones alternativas para el proceso de desarroll</i>o.” </span></div></div></blockquote><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Lo central era su convicción de que la ciencia no posee, a priori, las soluciones
que requiere la sociedad, sino que es la sociedad la que debe formular
demandas para el sistema científico, por lo que resulta indispensable fortalecer,
a través de fórmulas originales, las interacciones con los distintos sistemas que
conforman la sociedad, con el objeto de explicitar esas demandas y transferir los
resultados del sistema de creación al medio. En la actualidad, esa problemática
sigue vigente y se la denomina vinculación universidad - empresa o vinculación
con el entorno económico y social. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Las consideraciones anteriores llevaban a Santochi a propiciar para el país un
modelo científico regionalizado con capacidad científica autónoma, esto es, con
alto nivel y con una dimensión suficiente para abarcar la problemática regional.
Estos sistemas regionales, postulaba, debían estar coordinados a nivel nacional.
La regionalización del sistema de creación le parecía de fundamental
importancia, dada la deformación socioeconómica y cultural producida por el
triunfo del puerto sobre el país interior. La diferencia de servicios en las distintas
regiones, las características propias de sus economías, los diferentes orígenes
culturales y la concentración de población exigirían que la modalidad de inserción
del sistema de creación en la sociedad no sea necesariamente la misma para
todas las regiones y por otro lado haría que una planificación centralizada
careciera de sentido. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Proponía también que mediante convenios o programas multinacionales,
particularmente con países del área latinoamericana, se abordaran problemas
de investigación científica y tecnológica que por su naturaleza, magnitud de las
inversiones y potencial humano requerido sobrepasaran las posibilidades de
cada país. Tal sería la política a seguir para lograr autonomía en aquellos temas
que la literatura inglesa llama “<i>big-science</i>”. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Para proponer un <b>modelo alternativo</b>, estimaba que la problemática de una
sociedad puede ser clasificada en problemas invariantes y variantes. Los
invariantes son una constante de los rasgos de una sociedad,
independientemente del progreso científico, tecnológico, social, político y
económico. Por ejemplo, la salud pública es un problema invariante en tanto
siempre será necesario realizar investigación en esa área. Los problemas
variantes, en cambio, serían aquellos que pueden modificarse o aún
desaparecer como resultado de una planificación adecuada. En general, los
problemas invariantes contienen a los problemas variantes. Por seguir con el
ejemplo anterior, una epidemia como el mal de Chagas, sería un problema
variante. Los problemas invariantes de las distintas regiones son muy parecidos,
agregaba Santochi, aunque no necesariamente sean los mismos. Los problemas
variantes, en cambio, difieren de región a región. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Así, proponía realizar inicialmente un relevamiento de la problemática invariante
de la región y de las disciplinas científicas comprometidas en ella, mediante
mecanismos adecuados y con una efectiva participación en todos los niveles de
que conforman la sociedad. Realizado ello, y con el mismo mecanismo, se
debería explicitar para cada invariante la problemática variante. Se obtendría así
un juego de matrices en las que ya figurarían los programas de investigación y
las disciplinas comprometidas. El modelo propuesto, reconocía, era obviamente
ideal, pero pretendía definir y explicitar una metodología de trabajo que sirviera
como marco general de referencia. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Por último, entendía que el desarrollo nacional exigía contar con un sistema de
investigación científica y tecnológica de alto nivel y eficiencia, en las diversas
problemáticas de las regiones y del conjunto del país. Articular el sistema y
realizar su inserción era justamente el desafío frente al que se estaba. En este
contexto, proponía enfáticamente que las universidades nacionales debían ser
protagonistas principales en tal modelo para el sistema de creación, por ser ellas
el elemento más dinámico del sector por su composición social y por contar con
un espectro muy amplio de disciplinas científicas y de personal capacitado en
ellas. A su manera, las Universidades Nacionales debían adquirir las
características de la universidad moderna e incorporar la investigación como una
función central del quehacer universitario. Esta característica daría a la
universidad una mayor y aún más efectiva inserción en la sociedad. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">De acuerdo con lo expuesto, Santochi entendía que el problema de la
transferencia es en realidad el de la desarticulación que se produce entre los
sistemas que conforman una sociedad como consecuencia de su situación de
dependencia global, lo que es equivalente, una inserción no autónoma en el
sistema internacional. En una sociedad con fuerte autonomía podrían plantearse
problemas de transferencia sectorial de tipo coyuntural, pero en ese caso esa
sociedad dispondría de una serie de resortes susceptibles de ser utilizados para
corregir esos defectos. En el caso argentino, se trataría de un problema
estructural y no coyuntural. Resultaba claro, entonces, que tenía profundas
raíces políticas, económicas y sociales. Atento a ello, y a modo de conclusión,
propiciaba la adecuación del sistema científico nacional a los objetivos de
desarrollo, entendiendo que al hacerlo así, que al actuar el sistema científico
objetivamente insertado en la sociedad, comprometido con ella en sus objetivos
se irían generando mecanismos de transferencia adecuados y por sobre todo,
se irían generando relaciones más fuertes entre los sistemas sociales. Tanto más
efectivo será el sistema cuanto mejor imbricado esté el sistema científico en la
problemática social, era la conclusión de Santochi y en ella basaba su convicción
de que el modelo propuesto ofrecía las posibilidades de una real interacción
entre el sistema científico y el resto de la sociedad. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>Coda</b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: large;">Cincuenta y dos años después me he reencontrado con este debate, uno de los
primeros en los que participé a lo largo de estas décadas y mi primer impulso fue
recordar el poema de León Felipe “<i>vengo de muy lejos y me sé todos los
cuentos</i>”. No puedo evitar cierta sensación amarga o escéptica al comprobar que
durante todos estos años muchos han pensado en el problema del desarrollo y
el valor del conocimiento científico y tecnológico como instrumento para alcanzarlo sin haber logrado el éxito deseado. Los debates fueron reemplazando fracasos
por verdades dogmáticas. Ha habido algunos aciertos en el camino, pero al final
nos estamos encontrando con una sociedad muy herida, con grandes
deficiencias de equidad y escaso desarrollo. En el mundo, la ciencia y la
tecnología han cambiado radicalmente. Cuando transcurrían aquellos debates
no imaginábamos, dejando de lado Internet y otras minucias, el avenir de la
inteligencia artificial o las fronteras infinitas (diría Vannevar Bush) de la
biotecnología, por ejemplo. Esto bastaría para dejar este texto en la papelera o
destinarlo a memoriosos historiadores. No lo siento así, quizás por ser un tierno
recuerdo de mi juventud, por las horas que he dedicado a su reconstrucción o,
más probablemente, porque creo que, pese a todo, algunos de los ejes
identificados en el debate que he reseñado tienen alguna vigencia como
problemas casi invariantes que seguimos “descubriendo” como si nadie hubiera
hablado de ellos antes. Es esta persistencia en el foco de atención lo que les
confiere ejemplaridad y nos ayudan a pensar los problemas del presente:
¿abrirnos al mundo o cerrar las fronteras? Hoy este antiguo dilema ha vuelto a
resurgir en términos bastante similares a los de entonces. ¿Cómo impulsar un
modelo tecnológico que sostenga el desarrollo productivo del país interior,
respetando sus características idiosincráticas? ¿Cómo configurar un sistema
científico que permita dar respuesta a demandas puntuales de la sociedad y el
sistema económico? ¿Qué perfil deben tener las universidades en esta época de
transiciones? ¿Es útil el análisis de las diferentes ingenierías en las etapas de
los procesos productivos para refinar el análisis de los límites del desarrollo
endógeno y las fuentes internacionales de conocimiento tecnológico? ¿Es
posible pensar en un proceso de desarrollo que no incluya las pautas culturales,
la diversidad de patrones de consumo y la marginalidad como condiciones
estructurales o estructurantes? Los cuatro testimonios que recorté en este texto
hacían un esfuerzo por no segmentar y pensar, en cambio, en el desarrollo y la
política científico tecnológica como problemas multidimensionales que no deben
ser abordados en forma aislada. No estoy seguro de que hayamos aprendido
esa lección. Floreal Forni y su mirada sobre el empleo, Ricardo Kesselman,
tratando de explorar las entrañas de los niveles ingenieriles en las empresas,
Carlos Martínez Vidal blandiendo el triángulo de Sabato, desnudando creencias
y realidades institucionales y Orestes Santochi, el científico enamorado del país
interior nos dicen cosas que creo que todavía vale la pena oír porque nos ayudan
a pensar y a buscar salidas.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>Notas</b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">(1)</span><span style="font-family: arial;"> A principios de 1969 durante el gobierno de Onganía se creó el Consejo Nacional de Ciencia y Técnica (CONACYT) complementando el esquema que incluía el Consejo Nacional de Desarrollo (CONADE) y el Consejo Nacional de Seguridad (CONASE). EL CONACYT tenía una Secretaría (SECONACYT) dotada de recursos humanos con buena formación. Bajo la dirección del Ing. Alberto Aráoz se realizó primer Inventario del Potencial Científico, aplicando la metodología de la UNESCO para las estadísticas de ciencia y tecnología.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span>(2)</span> El Ing. Alberto Aráoz, del Instituto Torcuato Di Tella, dirigió la aplicación del primer inventario del potencial científico y tecnológico argentino, siguiendo la metodología propia de la UNESCO, en el marco de los estudios de base organizados por la Secretaría del entonces CONACYT. Con Carlos Martínez Vidal trabajó temas de ciencia, tecnología e Industria para el Programa Regional de Desarrollo Científico y Tecnológico de la OEA. Fruto de ese trabajo daría lugar algunos años más tarde a la publicación “Ciencia e industria. Un caso argentino”, publicado por el Departamento de Asuntos Científicos de la Secretaria General de la Organización de los Estados Americanos, Washington, D.C. 1974.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span>(3)</span> La secuencia apuntada se corresponde con el modelo propuesto en 1945 por Vannevar Bush y que más tarde sería conocido como “modelo lineal”.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span>(4)</span> “Esta época” era 1971 y, aunque ya se había alcanzado cierta madurez en tecnología nuclear y -más incipientemente- espacial, todavía no se atisbaba la cuarta revolución tecnológica que derivaría de Internet y comprendería temas como la inteligencia artificial y la gestión de grandes volúmenes de información (big data), entre otros.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span>(5) </span>En cuanto al hecho musical, se producía en teatros y auditorios de las facultades, pero también en viejas peñas y en casas particulares. Un punto habitual era la casa del ingeniero químico Orestes Santochi… (Orquera, 2015).</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span>(6) </span>La teoría de Perroux se basaba en la teoría schumpeteriana del desarrollo y la teoría de los vínculos interindustriales y la interdependencia industrial. Según él, "el crecimiento no aparece en todas partes sino en puntos o polos de desarrollo, con intensidades variables, se extiende a lo largo de diversos canales y con efectos terminales variables para toda la economía". </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><b>Referencias </b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">
Aráoz, Alberto y Martínez Vidal, Carlos (1974); Ciencia e industria: un caso argentino. Estudios
sobre el desarrollo científico y tecnológico. OEA, Washington, D.C. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">Aráoz Alberto, Sabato, Jorge y Wortman, Oscar (1975); Compras de tecnología del sector
público: el problema del riesgo. Comercio Exterior, México.</span></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">Braun, Oscar y Kesselman, Ricardo (1971); Estancamiento estructural y crisis de coyuntura.
Serie Estudios, del Centro de Estudios de Economía Política (CICSO), Buenos Aires.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">Cardón, Raúl Luis (1962); El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y la
Organización para la Investigación en la Argentina. Ciencia Interamericana; OEA, Washington
DC. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">CNEGH (1972); Estrategia para la programación de una política de transferencia de tecnología. Boletín mimeografiado. San Miguel, Buenos Aires.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">Forni, Floreal y Bisio, Raúl (1972); La relación ciencia-tecnología-producción. Algunos modelos
de política tecnológica. Mimeo del centro Estudio de la Ciencia Latinoamericana (ECLA) de la
Universidad del Salvador. Serie B, “Ensayos”. N°1. Buenos Aires. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">Halty-Carrere, Máximo; Martínez-Vidal, Carlos (1973); Una experiencia regional en transferencia
de tecnología: El proyecto piloto para América Latina. Nueva Sociedad N° 8-9 Buenos Aires. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">Katz, Jorge (1969); “Una interpretación de Largo Plazo del Crecimiento Industrial Argentino”,
Desarrollo Económico, Vol. 8, N°32. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">Kesselman, Ricardo (1973); Las estrategias de desarrollo como ideologías. Siglo XXI. Buenos
Aires. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">Kim, Linsu (2005); Da imitação à inovação: a dinâmica do aprendizado tecnológico da Coréia.
Campinas, SP, Editora da UNICAMP, Brasil. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">Orquera, Fabiola (2015); Los sonidos y el silencio. Folklore en Tucumán y última dictadura.
Revista Telar, Nos 13 y 14. Tucumán. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">Perroux, François (1963); Consideraciones en torno a la noción de polo de crecimiento.
Cuadernos de la Sociedad Venezolana de Planificación, Vol. II, No
3-4; Caracas. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">Sabato, Jorge, y Botana, Natalio (1968): “La ciencia y la tecnología en el desarrollo futuro de
América Latina”; Revista de la Integración, n.3, Buenos Aires.</span></div>
</div><h1 style="text-align: left;"><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br /></p></h1>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-63563763336380761422023-04-01T16:13:00.011-07:002023-04-20T07:00:05.931-07:00El programa de metalurgia y el SATI: testimonio de Carlos Martínez Vidal<blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: large;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh74ULBCblygbol0Siofe82NboxiHY0f3PG76fT1_-pGlkjLIhsxJrnuE8mfdMNoon2WScJKKkY_kAE0KYKJRpa0LVidKKc3c0yUNnlxC1EW-sH7X2s9C_liYeXoBDoKhu8brWOcDQ0qbhps34iVxxTf2YrI85ji_KFG97kVKo1NGN4S0HMgqUaT_7Fvg/s1348/SATI.png" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em; text-align: left;"><img border="0" data-original-height="1348" data-original-width="1114" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh74ULBCblygbol0Siofe82NboxiHY0f3PG76fT1_-pGlkjLIhsxJrnuE8mfdMNoon2WScJKKkY_kAE0KYKJRpa0LVidKKc3c0yUNnlxC1EW-sH7X2s9C_liYeXoBDoKhu8brWOcDQ0qbhps34iVxxTf2YrI85ji_KFG97kVKo1NGN4S0HMgqUaT_7Fvg/w303-h400/SATI.png" width="303" /></a><span style="font-family: arial; font-size: large;"></span></div><p></p></blockquote><p class="MsoNormal" style="text-align: left;"><span style="font-family: arial; font-size: large;">Durante los días 16 y 17 de
diciembre de 1971 la Comisión Nacional de Estudios Geo-Heliofísicos (CNEGH) organizó en
el Observatorio Nacional de Física Cósmica un Seminario destinado a discutir una
estrategia para la programación de una política de transferencia de tecnología.
En otro texto he dado cuenta de algunos de los principales temas debatidos entonces.
En este caso me limito a transcribir (ligeramente editado) el relato presentado
por Carlos Martínez Vidal acerca del Programa de Metalurgia creado a impulsos
de Jorge Sabato, así como del Servicio de Asistencia Técnica a la Industria
(SATI), que constituyó una experiencia pionera en el difícil terreno de
transferir conocimiento científico y tecnológico a la industria local. El SATI puede ser considerado como una primera experiencia coherente y sistemática de vinculación con el sector productivo. </span><span style="font-size: large;"><span style="font-family: arial;">Creo que el texto que sigue tiene un interesante
valor documental y que transmite adecuadamente el “espíritu de los tiempos”,
las convicciones y la voluntad de emprender proyectos que transformaran la
realidad. Más allá de explicaciones de políticas y económicas del ocaso de
algunos de esas iniciativas, es decir, más allá de una historia completa de la
decadencia argentina, creo que como país hemos perdido gran parte de aquel
activismo optimista que no nos vendría mal tratar de recuperar.</span><span style="font-family: arial;"><span> </span></span></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: large;"></span></p><a name='more'></a><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"><p class="MsoNormal" style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">"El 23 de marzo de 1961 la CNEA y la Asociación de Industriales Metalúrgicos (ADIMRA), firmaron un convenio que permitía a los industriales
contar con un servicio de asesoramiento científico-tecnológico de “extraordinaria utilidad para el desarrollo y perfeccionamiento de la metalurgia de
transformación”. Este servicio, denominado Servicio de
Asistencia Técnica a la Industria (SATI), se constituyó en el primer organismo
sin fines de lucro nacional encargado de estrechar formalmente una relación fluida entre una institución de Ciencia y Técnica y el sector productivo.
En el acto de firma del convenio, el entonces presidente de la CNEA,
Oscar Quihillalt, afirmó: “con la creación del SATI, la CNEA cumple sencillamente con el deber que, como organismo estatal, tiene de hacer
revertir hacia la sociedad que la sustenta parte de los bienes que de ella
misma recibe”. Además, agregó: “la CNEA tiene una razón específica para desear el perfeccionamiento de la industria
metalúrgica nacional; la generación y utilización de energía nuclear exige
contar con el apoyo de una sólida industria auxiliar” . Junto con las declaraciones de Quihillalt, el entonces presidente de
ADIMRA, Victor Prati, afirmó que el SATI respondería a la necesidad de
las industrias de elevar “su nivel tecnológico”.</span></p></blockquote><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"><p class="MsoNormal" style="text-align: left;"><span style="font-family: arial; font-size: small;">Enríquez, Santiago (2012). </span><i style="font-family: arial; font-size: small;">Significación de la transferencia de
Tecnología en la Comisión Nacional de
Energía Atómica (CNEA): un análisis
histórico-comparativo. En: Fundamentos en Humanidades
Universidad Nacional de San Luis – Argentina
Año XIII – Número II</i></p></blockquote></blockquote><p class="MsoNormal"><b><span style="font-size: 12pt;"><br /></span></b></p><p class="MsoNormal"><b><span style="font-size: 12pt;">Habla Carlos Martínez
Vidal: </span></b><span style="font-size: 12pt;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><i><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">Trabajo en la Comisión de
Energía Atómica desde hace 17 años y he colaborado en crear un mecanismo de
transferencia al sector industrial. Soy también testigo de las motivaciones de
un grupo de investigadores entroncado en la realidad argentina. Nuestro grupo
de metalurgia surgió alrededor de 1955 con gente que no entendía nada de
metalurgia pero sabía pensar. Se formó con un bioquímico, un ingeniero
aeronáutico, un mecánico electricista y un profesor de física que era el único
que había hecho alguna experiencia en metalurgia. Estos formaron el grupo
inicial. Lo primero que detectaron fue, obviamente, su ignorancia. Empezó
entonces la tarea de capacitación y formación. Se comenzó con un ampuloso
“Primer curso de posgrado en ingeniería metalúrgica” en 1955. Luego completaron
su formación en el exterior. Entre 1956 y 1958 enviamos unas diez o doce
personas a estudiar fuera del país. Algunos obtuvieron su doctorado y otros
hicieron trabajos de investigación especializándose en metalurgia.</span></span></i></p>
<p class="MsoNormal"><i><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">Al volver, alrededor de
1958 a 1960, se encontraron con algo que estimo muy importante: un ambiente
científico serio en la Comisión Nacional de Energía Atómica. Este organismo,
que había sido creado por un affaire lamentable, se convirtió en un instituto
serio. Entre el 1955 y 1960 se descubrieron en la Argentina de 10 a 12 nuevos
isótopos y el grupo de radioquímica era uno de los más importantes en el mundo.
En ese momento estaban en la Comisión de Energía Atómica los investigadores que
no habían podido entrar a la Universidad o que habían sido expulsados de ella:
los físicos, los matemáticos, los químicos, es decir, la élite intelectual de
las ciencias básicas. Había un ambiente científico creativo muy serio cuando
empezó el trabajo de nuestro grupo destinado a crear en la Argentina algo que
no existía: la tradición académica en metalurgia.</span></span></i></p>
<p class="MsoNormal"><b style="font-family: arial;"><i><span style="font-size: 12pt;">Expansión. </span></i></b><i style="font-family: arial;"><span style="font-size: 12pt;">Entre 1958 y 1959, cuando no existía el full-time, la
obligación de toda la gente que estaba en nuestro laboratorio era la dedicación
exclusiva no compatible con nada. Se nos acusó en ese momento de despoblar la
Universidad, de no querer colaborar, pero por otro lado logramos que una
cantidad de profesores se sintieran sumamente tranquilos, satisfechos y felices
de nuestra decisión de no entrar en la facultad y de no competir. Alrededor de
1059 o 1960 se creó en La Plata la carrera de ingeniería metalúrgica. Se creó
también la Escuela de Posgrado de Metalurgia en la Facultad de Ingeniería de la
Universidad de Buenos Aires. En la Universidad Católica de Córdoba se creó la
carrera de ingeniería metalúrgica y lo mismo ocurría en la UNT la carrera de
Ingeniería Metalúrgica. En ese momento creamos la Escuela de Física de
Bariloche. Fue creada por la Comisión con un doble propósito: por un lado,
compensar la inoperancia en que se debatían las universidades nacionales en ese
momento y, por otro lado, alimentar con recursos humanos a la Comisión. Es así
como los físicos de Bariloche salían con dos especialidades: especialidad
nuclear y especialidad en física del sólido. La física del sólido nos daba la
alimentación fundamental de nuestra actividad. Desde el comienzo, este Grupo de
Bariloche estuvo fuertemente ligado a nosotros y los primeros profesores que
tuvo fueron gente nuestra, lo que nos permitió establecer una interconexión muy
grande.</span></i></p>
<p class="MsoNormal"><b style="font-family: arial;"><i><span style="font-size: 12pt;">Experiencia fracasadas.</span></i></b><i style="font-family: arial;"><span style="font-size: 12pt;"> Ya habíamos apreciado el fracaso relativo de
institutos de renombre internacional como el BISRA</span><b><span style="font-size: 12pt;"> </span><span style="font-size: x-small;">(1)</span></b><span style="font-size: 12pt;"> inglés o el IRSID</span><b><span style="font-size: 12pt;"> </span><span style="font-size: x-small;">(2)</span></b><span style="font-size: 12pt;"> francés y los problemas que se estaban presentando en la industria
norteamericana en el sector metalúrgico. Después de la guerra, Estados Unidos
seleccionó una tecnología obsoleta -los hornos Siemens Martin- como tecnología
de refino de arrabio para convertirlo en acero. Entre 1946 y 1949 en Austria se
había creado el proceso de oxígeno básico Linz-Donawitz (LD), de alta
eficiencia y alta rentabilidad. Por falta de comunicación entre los sectores
básicos y aplicados, así como por la incomunicación entre los sectores
externos, cada país europeo e incluso USA tenían en ese momento sus fronteras
culturales y técnicas cerradas. En Alemania se leía solamente bibliografía
alemana; de casualidad pasaba algún trabajo en inglés o francés. En Francia,
solamente francesa. La consecuencia de esa conducta fue la selección de una
tecnología obsoleta. En 1962 hicimos en Argentina una reunión internacional sobre
el “Impacto de la metalurgia física en la tecnología”, a la que vinieron los 14
o 15 científicos y tecnólogos más importantes del mundo: rusos, alemanes,
ingleses y franceses. La discusión fue cerrada, pero sumamente fructífera. Ahí
terminamos de ver que efectivamente las falsas barreras eran el problema. Toda
nuestra estrategia futura la basamos en eliminar estas barreras. En los grupos
se fijó como objetivo hacer tecnología. El grupo que estaba trabajando en
solidificación y que hablaba de los problemas de predendritas y estados
predendríticos de ciertos metales con nueve grados de pureza tenía como
objetivo mejorar ciertas características de fundición. Es decir, dentro de su
campo, pero avanzando en la parte tecnológica. En definitiva, procuramos integrar
y dar una continuidad a estos tres sectores. De esta manera estábamos creando
una herramienta, y si uno crea una herramienta, obviamente es para que sea
usada.</span></i></p>
<p class="MsoNormal"><b style="font-family: arial;"><i><span style="font-size: 12pt;">El SATI.</span></i></b><i style="font-family: arial;"><span style="font-size: 12pt;"> Para usar la herramienta que habíamos creado hicimos
un convenio con la Asociación de Industriales Metalúrgicos, mediante el cual
creamos el Servicio de Asistencia Técnica a la Industria (SATI). Este nos
permitió avanzar desde el otro lado, pasar a tener las vivencias de los
problemas de la industria y entonces también el "pull” de los
conocimientos motivados del sector industrial. Es muy fácil exponerlo así en el
pizarrón, años después. En aquel momento fue trabajoso. Diría que el éxito que
llegamos a obtener se debió fundamentalmente al factor personal. Al poco tiempo
ciertos sectores se convirtieron en clientes permanentes. Así surgió en forma
natural lo que podemos llamar transferencia. Si analizamos la evolución del
SATI veremos que en los primeros tiempos los trabajos eran, en muchos casos,
elementales. En otros casos eran problemas ligados a control de calidad y, así,
una gama bastante grande de problemas que hemos clasificado finalmente en cinco
grupos.</span></i></p>
<p class="MsoNormal"><i style="font-family: arial; text-indent: -18pt;"><span style="font-size: 12pt;">1. Por un
lado, el <b>análisis de fallas en piezas y estructuras</b>. Una industria que
empieza con sustitución de importaciones suele tener un control de calidad
deficiente, por lo que se producen muchas fallas de servicio. Esa fue una de
las ramas de la asistencia técnica en la cual hemos servido, a la que
procuramos darle una mirada más amplia: no solamente repara la falla sino evitarla.
Allí estábamos haciendo transferencia de conocimientos a la industria.</span></i><i><span style="font-size: 12pt;"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p></span></i></p><p class="MsoNormal"><i style="font-family: arial; text-indent: -18pt;"><span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">2.</span><span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;"> </span></i><i style="font-family: arial; text-indent: -18pt;"><span style="font-size: 12pt;">El segundo
grupo de problemas era el <b>diagnóstico de dificultades en manufacturas</b>.
La mayoría de las tecnologías de nuestra industria no son desarrolladas en el
país. Son tecnologías no siempre adaptadas a nuestras necesidades, a nuestro
mercado. Uno de los problemas que se presenta permanentemente en esa adaptación
de tecnología, es modificar ciertos aspectos de la manufactura, o proceso; en
definitiva, diagnosticar, evaluar y modificar procesos.</span></i><i><span style="font-size: 12pt;"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p></span></i></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 0px;"><i style="font-family: arial; text-indent: -18pt;"><span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">3. </span><span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;"> </span></i><i style="font-family: arial; text-indent: -18pt;"><span style="font-size: 12pt;">El tercer
grupo es la <b>aplicación de nuevas técnicas</b>. Reemplazar técnicas por otras
más modernas. Si se tiene el nivel apropiado de conocimientos se puede
aprovechar la información científica que es pública. Sin embargo, en las industrias
es importante el secreto de fabricación. En el SATI nos hacen jurar que no se
le va a decir a nadie ni el nombre del individuo que nos vino a contratar.</span></i></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 0px;"><span style="font-family: arial; text-indent: -18pt;"><span style="font-size: 12pt; font-style: italic;">4. El cuarto
grupo es la <b>puesta a punto de técnicas de fabricación</b>. En esto yo diría
que también hemos hecho un trabajo bastante importante.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 0px;"><i style="font-family: arial; text-indent: -18pt;"><span style="font-size: 12pt; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: Arial;">5.<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span></span></i><i style="font-family: arial; text-indent: -18pt;"><span style="font-size: 12pt;">El quinto:
<b>desarrollo de nuevos productos y patentes</b>. Tenemos del orden de siete u
ocho patentes, ya sea sobre pedidos o previendo necesidades industriales. Las
patentes que hemos obtenido han sido siempre sobre necesidades actuales de la
industria, que habíamos evaluado y vimos que teníamos grupos en condiciones de
llegar a obtenerlas.</span></i></p>
<p class="MsoNormal"><b style="font-family: arial;"><i><span style="font-size: 12pt;">Centrales nucleares.</span></i></b><i style="font-family: arial;"><span style="font-size: 12pt;"> Dentro del SATI hemos trabajado además en la
evaluación de la industria argentina en relación con la Central Nuclear de
Atucha. En el estudio de factibilidad se hizo un desglose completo de todas las
partes que componían la central nuclear y una evaluación de todo el sector
mecánico argentino, determinando su capacidad de construcción. En función de
ello, en la firma de contrato con Siemens se estableció que el 40% tenía que
ser fabricación nacional. Pensar en estos valores, que pueden parecer bajos, en
una tecnología relativamente compleja y sofisticada como es la tecnología
nuclear, diría que son muy altos y es muy importante. En todos estos casos
hemos dado permanentemente soporte a esos sectores industriales; ya sea en
ayudar a adaptar o desarrollar nuevos procesos o mejorar los existentes, como
sirviendo de alguna manera en los aspectos más importantes del control de
calidad en la parte de ensayos no destructivos.</span></i></p>
<p class="MsoNormal"><b style="font-family: arial;"><i><span style="font-size: 12pt;">Un problema de
motivación.</span></i></b><i style="font-family: arial;"><span style="font-size: 12pt;"> El balance que
haría es que se han utilizado todos los métodos: desde la amistad personal, a
la relación a nivel gerencial y la propaganda (hemos intervenido en casi todas
las exposiciones industriales que se han hecho) para lograr un objetivo. El
compre nacional fue una ley que de alguna manera forzó a recurrir a tecnologías
propias. Todos estos diferentes mecanismos permiten aprovechar los agujeros que
presentan la estructuras como para poder hacer una transferencia real de
tecnología. ¿Dónde puede existir esto? ¿Qué instituto lo puede hacer?
Cualquiera. El grupo de metalurgia que existió en la Comisión Nacional de
Energía Atómica pudo haber sido creado en cualquier otra institución y hubiera
crecido exactamente igual. No es el grupo de metalurgia específicamente de la
CNEA, en sí, sino que prácticamente es un grupo que trabaja a nivel nacional y
latinoamericano. Somos directores del Programa Multinacional de Metalurgia
Latinoamericano.</span></i><i><span style="font-size: 12pt;"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p></span></i></p>
<p class="MsoNormal"><i><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">En un país como la
Argentina esta coyuntura se puede dar en cualquier instituto. Que esta
acumulación de conocimientos se convierta en una transferencia real de
conocimientos a los sectores productivos se puede dar también y es, fundamentalmente,
<b>un problema de motivación</b>. Si la gente tiene conciencia de lo que tiene
que hacer, está motivada en hacerlo, lo va a obtener. Irá a la industria dos
veces, cinco veces, cincuenta veces. Le dirán que no, hasta que en algún
momento, en algún lado le dirán que sí y cuando se empiezan a abrir las puertas
sigue todo con relativa facilidad. Nosotros, para llegar a obtener el primer
contrato internacional de investigación tardamos dos años medio y era un
contrato de tres mil dólares. Ahora estamos diciendo que no a contratos mayores
porque no tenemos capacidad y estamos muy ocupados en las Centrales Nucleares
de Atucha y Córdoba.<o:p></o:p></span></span></i></p>
<p class="MsoNormal"><b style="font-family: arial;"><i><span style="font-size: 12pt;">Dedicación exclusiva.</span></i></b><i style="font-family: arial;"><span style="font-size: 12pt;"> Hay un elemento de arrastre que creo que es
fundamental y descansa sobre bases científicas serias e implica la dedicación
exclusiva. Esto quiere decir que cada investigador en nuestro laboratorio tiene
tres funciones muy claras a cumplir, perfectamente definidas: por un lado, una
función de creación de conocimiento, a través la investigación; por otro lado,
la aplicación de ese conocimiento y eso se hace a través de dos líneas; una
hacia el sector industrial, a través del SATI y la otra hacia la Comisión de
Energía Atómica, a través de nuestro Departamento de Combustibles Nucleares y
Metalurgia Nuclear, que satisface todas las necesidades nucleares de metalurgia
que tiene la Comisión (hasta ahora han sido fabricados cuatro reactores en la
Argentina. Tres de ellos, con diseño total e íntegramente nuestro, y todos los
elementos combustibles han sido diseñados sus prototipos y fabricados,
íntegramente en Argentina. Lo único que es importado es el uranio enriquecido.
En lo que hace al reactor de potencia de Atucha, a fines del año pasado
terminamos el primer prototipo con Know-How íntegramente desarrollado en nuestros
laboratorios y ahora nos lanzamos a un segundo prototipo. La fábrica de
elementos combustibles se va a montar con el cien por ciento de tecnología
desarrollada en nuestros laboratorios. La tercera función que tiene el
investigador es la transmisión de conocimientos, o sea, la formación de nuevos
recursos humanos. Para eso tenemos convenios con casi todas las universidades y
estamos trabajando con todos los grupos que de alguna manera están haciendo
metalurgia en el país y en América Latina, mediante acuerdos de colaboración.
Se han efectuado en el laboratorio más de veintidós trabajos de tesis de
doctorado. En este momento hay veintiocho efectuándose, cuyos títulos los dan
las distintas universidades del país o del exterior.</span></i></p>
<p class="MsoNormal"><b><i><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">Mantener un tamaño
adecuado. </span></span></i></b><i><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">Otro tema a considerar es
que en todos los laboratorios hay una masa crítica inferior, debajo de la cual
el laboratorio no adquiere capacidad de trabajo, pero también una "masa
crítica superior”, por arriba de la cual se pierde la filosofía, y los
objetivos se hacen difusos, se empieza a aplicar una nueva ley de Parkinson
ligeramente modificada para el investigador científico y tecnológico. En ese
sentido, nosotros hemos acotado claramente nuestras líneas de trabajo y desde
hace dos años no hemos abierto ninguna. Todas las nuevas necesidades que de
alguna manera está teniendo la industria, o que por la Comisión, o que nosotros
detectamos que tienen que existir, procuramos crearlas en otros centros en la
Argentina; en lo posible en el interior, los cuales de alguna manera procuramos
que tengan una orientación y una especialidad.</span></span></i></p>
<p class="MsoNormal"><i><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p></i></p>
<div style="mso-element: footnote-list;"><!--[if !supportFootnotes]--><span style="font-family: arial;"><br clear="all" />
</span><hr align="left" size="1" width="33%" />
<!--[endif]-->
<div id="ftn1" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: arial;"><a href="https://d.docs.live.net/8de98b2f14d90ad4/Mario/Proyectos/GEO%20HELIOFISICA/El%20SATI%20(M%20Vidal).docx#_ftnref1" name="_ftn1" style="mso-footnote-id: ftn1;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></span></a><span style="mso-ansi-language: EN-GB;"> <i><span lang="EN-GB">British Iron and Steel
Research Association (BISRA)</span></i><span lang="EN-GB"><o:p></o:p></span></span></span></p>
</div>
<div id="ftn2" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: arial;"><a href="https://d.docs.live.net/8de98b2f14d90ad4/Mario/Proyectos/GEO%20HELIOFISICA/El%20SATI%20(M%20Vidal).docx#_ftnref2" name="_ftn2" style="mso-footnote-id: ftn2;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt;">[2]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> <i>Institut
de Recherche de la Sidérurgie (IRSID)</i></span><o:p></o:p></p>
</div>
</div><span style="font-family: arial; font-size: large;"></span><p></p>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-68011889165113294392023-03-15T07:43:00.066-07:002023-04-24T06:47:19.487-07:00Indicadores de innovación: las dificultades de un concepto en evolución<p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhkcSk9dnph86YYiYCb-wz3I3a3XCQHcFnbUSj_SMfoNgl99NHdvWIAbmaHbQcFPtJDX59HOsXNXadrDphZ4cFPB552dBC9DIPBuPOvS_551NkYrEzVrFwbFNpcLCn_HIbzt4vkEzB2XQJ3JJG77zCMF-a4s1BylvXH7VZFMyuVnkc7LXSgUJkKMqSniw/s425/Schumpeter.jpeg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="301" data-original-width="425" height="220" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhkcSk9dnph86YYiYCb-wz3I3a3XCQHcFnbUSj_SMfoNgl99NHdvWIAbmaHbQcFPtJDX59HOsXNXadrDphZ4cFPB552dBC9DIPBuPOvS_551NkYrEzVrFwbFNpcLCn_HIbzt4vkEzB2XQJ3JJG77zCMF-a4s1BylvXH7VZFMyuVnkc7LXSgUJkKMqSniw/w310-h220/Schumpeter.jpeg" width="310" /></a></div><span style="font-family: arial; font-size: large;"><div style="text-align: justify;"><i>Este texto fue publicado en la Revista CTS en noviembre de
2009. Pese al tiempo transcurrido, considero que sigue vigente su mirada sobre
el fenómeno de la innovación. Recupera conceptos de Schumpeter que complementa con otros enfoques teóricos y dimensiones sociales. Esboza una
visión del problema de la innovación en el contexto de una América Latina
empobrecida, con datos que desde entonces hasta ahora no han mejorado, sino todo
lo contrario. He corregido en el texto alguna información que era correcta entonces pero que hoy no es actual por haber experimentado modificaciones posteriores</i>.</div></span><div><span style="font-family: arial; font-size: large;"><span lang="ES-MX"><br /></span></span></div><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span lang="ES-MX" style="font-family: arial;">Las
políticas de estímulo a la innovación </span><span lang="ES" style="font-family: arial;">están incorporadas
en las agendas públicas</span><span lang="ES-MX" style="font-family: arial;">
desde hace algunas décadas. Surgieron </span><span lang="ES" style="font-family: arial;">como elemento
estructurante de las políticas de reconversión industrial</span><span lang="ES-MX" style="font-family: arial;"> en el contexto problemático de la
crisis de la energía de mediados de los setenta y de la reconversión industrial
asociada a ella. Por esta marca de origen y por el tardío redescubrimiento de
la teoría de Joseph Schumpeter, estas políticas se establecieron en un
territorio difuso, entre las políticas industriales y las políticas de ciencia
y tecnología, sin dejar de mencionar las políticas de educación superior, campo
en el que la innovación plantea desafíos importantes a las universidades, no
siempre exentos de conflictividad (Gibbons et al., 1998). ¿Cómo medir la
eficacia de tales políticas y establecer indicadores capaces de dar cuenta de
procesos tan multifacéticos?</span></span></div><p></p><p><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: large;"></span></span></p><a name='more'></a><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Medir
innovación parecería ser algo casi rutinario que se mueve en el territorio
seguro de los manuales basados en el consenso y hasta de los formularios de
encuesta adoptados internacionalmente. Cuál sea el valor explicativo de esas
metodologías y de los indicadores a que dan lugar es otra cuestión, especialmente
en lo referido a su validez universal. Es propósito de este artículo, por un
lado, explorar las <b>fronteras conceptuales</b> del término innovación, examinar la
evolución de las<b> políticas de innovación</b> adoptadas en el mundo y revisar la
experiencia en materia de<b> indicadores </b>que permitan evaluar su eficacia. Por
otro lado, se pretende reflexionar sobre la aplicabilidad del término
innovación –con su carga semántica predominante- al análisis de los procesos de
desarrollo económico y social en los países de América Latina y señalar algunos
recaudos que deberían ser tomados a la hora de construir indicadores de
innovación útiles para la región. <o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; text-align: left;"><b>Los matices del término</b></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span lang="ES-MX">El
significado de la innovación parece evidente y unívoco, pero ¿es realmente así?
</span><span lang="ES">En un sentido amplio, la innovación está en todas partes,
afirma Godin (2008). Está en el mundo de los bienes (tecnología) pero también
en el mundo de las palabras: la innovación es discutida en la literatura científica
y técnica, pero también en ciencias sociales como la historia, la sociología, la
administración y la economía. La innovación es también una idea central en el
imaginario popular, en los medios y en la política pública. En suma, la
innovación se ha convertido en un emblema de la sociedad moderna y en la panacea
para resolver muchos problemas (Godin, 2008).</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">¿Es bajo este vasto significado que la
innovación se ha convertido en objeto de las políticas públicas? No parece ser
tal el caso en la mayoría de los países. El sentido amplio del término innovación
tiene la ventaja de su mayor cobertura y por lo tanto da la sensación de una
inmediata comprensión de su significado, aunque se trata, en realidad, de uno de
esos términos polisémicos que permiten que todos piensen que están hablando de
lo mismo, aunque en realidad se estén refiriendo a cosas diferentes. Por ello, un
significado tan amplio no es apropiado para fijar políticas necesariamente
focalizadas. Es así que, en el campo de las políticas públicas el término ha
adquirido un sentido mucho más circunscripto.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La innovación, en términos más específicos,
entraña el propósito de mejorar la posición competitiva de las empresas
mediante la incorporación de nuevas tecnologías y conocimientos de distinto
tipo. El proceso de innovación consiste así en una serie de actividades no
solamente científicas y tecnológicas, sino también organizacionales,
financieras y comerciales; acciones que, en potencia, transforman las fases
productiva y comercial de las empresas. Adicionalmente, para quienes analizan
la innovación como fenómeno portador de transformaciones en gran escala, ella
es la base de lo que hoy se denomina como sociedad del conocimiento y es
también uno de los motores de la globalización.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En sus diferentes matices significativos, la
innovación comporta la capacidad de asumir los cambios y desarrollar
capacidades creativas. Es por ello que numerosos autores concuerdan en destacar
la importancia de las instituciones de educación
como instrumento para hacer posible que los individuos de una sociedad –y ella
misma en su conjunto- sean capaces de desplegar y aprovechar su talento. Sin
embargo, la carga de significados torna compleja la reflexión acerca de sus
consecuencias para las instituciones educativas en general, y para la
universidad en particular. Un núcleo de debate acerca del nuevo modelo
universitario que sería preciso implantar para dar respuesta al desafío de la
innovación viene transcurriendo entre los juicios apodícticos de una suerte de
“pensamiento único” portador de nuevos modelos asumidos como verdades
transformadoras y una amalgama de
opiniones refractarias a cambios cuyo último sentido no se comprende
suficientemente.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span lang="ES-MX" style="font-family: arial;">Las
primeras medidas de estímulo a la innovación reseñadas por la OCDE estaban
centradas en el <b>comportamiento de los empresarios</b>. Con el correr del tiempo, a
la par de la fascinación por las nuevas tecnologías emergentes, el foco de las
políticas de innovación se fue desplazando hacia aquellos actores vinculados
con la producción de conocimiento</span><span lang="ES-MX" style="font-family: arial;"> </span><span lang="ES" style="font-family: arial;">avanzado,
en términos científicos. El término fue adquiriendo así un sentido relacionado
con el desarrollo tecnológico, las tecnologías emergentes, la búsqueda de
mejores condiciones competitivas por parte de las empresas y, en general, con
el proceso de íntima aproximación de la investigación básica y la tecnología.
Apareció, de tal manera, asociado con las apelaciones a una revolución
científica y tecnológica que ya deslumbraba hace algunas décadas en el campo de
las telecomunicaciones y anunciaba también su potencialidad en otros campos,
como los nuevos materiales y la biotecnología.</span><span lang="ES" style="font-family: arial;"> </span><span lang="ES-MX" style="font-family: arial;">Al mismo tiempo, se acercó –en mi opinión, excesivamente- hacia la
investigación y desarrollo (I+D). La expresión I+D+</span><span lang="ES-MX"><span style="font-family: times;">i</span><span style="font-family: courier;">,</span></span><span lang="ES-MX" style="font-family: arial;"> a la que algunos
consideran como una síntesis genial de tal proceso, quita realmente identidad
tanto a una “I” como a la otra y resta eficacia, en consecuencia, a las
políticas destinadas a su estímulo. En resumen, </span><span style="font-family: arial;">siguiendo a Godin (2008), hay tres cuestiones que deberían ser
analizadas:</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></p><ul><li><span lang="ES" style="font-family: arial; font-size: medium; text-align: left; text-indent: -18pt;">¿Por qué la innovación ha adquirido un lugar tan central en
nuestra sociedad o, dicho de otra forma, de dónde viene, precisamente, la idea
de la innovación?</span></li><li><span style="font-family: arial; font-size: medium;">¿Por qué la innovación es espontáneamente entendida como
innovación tecnológica?</span></li><li><span style="font-family: arial; font-size: medium; text-align: left; text-indent: -18pt;">¿Por qué la idea de la innovación a menudo se restringe al
caso de aquellas innovaciones que alcanzan éxito comercial.</span></li></ul><p></p><h3><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La opinión de Schumpeter</span></h3><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Para dar respuesta a algunos de los
interrogantes mencionados parece necesario recuperar el significado original
del término innovación, tal como Joseph Schumpeter lo enunciara a comienzos del
siglo veinte (Schumpeter, 1912), dado que desde finales de los setenta se le comenzó
a prestar atención como parte de la búsqueda de nuevos marcos conceptuales que
permitieran orientar la reestructuración económica y el fortalecimiento de la
competitividad. A partir de Schumpeter la innovación adquirió el sentido muy
preciso de dinamizar la dimensión competitiva de la economía capitalista.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span lang="ES" style="font-family: arial;">Para Schumpeter la innovación, como el propio
capitalismo, es destrucción creativa: perturbación de las estructuras
existentes e incesante novedad y cambio. Las innovaciones serían las
responsables de tal fenómeno. </span><span lang="ES-MX" style="font-family: arial;"><span>El pensamiento de Schumpeter contradice a quienes identifican el proceso
de innovación exclusivamente con el desarrollo de nuevos conocimientos, tal
como suelen hacerlo quienes reflexionan sobre la tecnología desde el sistema
científico. Contradice también a quienes atribuyen la falta de desarrollo
tecnológico exclusivamente a la ignorancia o irracionalidad de los empresarios,
al afirmar que éstos </span><b><span>se comportan racionalmente dentro de un sistema cuya
lógica es preciso desentrañar</span></b><span>.</span></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Schumpeter
partió de considerar al conjunto de la vida económica como un sistema cuyo
equilibrio se rompe por la acción de ciertos agentes innovadores que introducen
cambios en los procesos productivos. Los innovadores, afirmaba, no son
inventores, sino hombres de empresa o “emprendedores”. Esta distinción es
capital en la estructura de su pensamiento. La invención es el descubrimiento
que pertenece al saber científico o técnico. La innovación, en cambo, es la
introducción de nuevas combinaciones de los factores productivos. Se trata de
una ruptura intencional del equilibrio productivo, en función de nuevas
técnicas que permiten dar un salto y colocar a la empresa en mejor situación de
competencia.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="text-align: left;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Producir
significaba, para Schumpeter, combinar materiales y fuerzas que se hallan a
nuestro alcance. Los cambios en los procesos productivos consisten en formas
diferentes de combinar dichos materiales y fuerzas. Mientras el cambio se
ajuste a pequeños pasos de naturaleza casi biológica, o responda a una
modificación de los datos, el proceso es de tipo adaptativo. En cambio, la
innovación se produciría cuando las nuevas combinaciones aparecen en forma
discontinua. Esto puede ocurrir en los casos de introducción de un nuevo bien o
de un nuevo método de producción, la apertura de un nuevo mercado, la conquista
de una nueva fuente de aprovisionamiento o la creación de una nueva
organización. Este proceso ocurre en el marco de la economía de competencia y
las nuevas combinaciones suponen la eliminación de las antiguas.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Schumpeter
llamó “empresa” a la realización de las nuevas combinaciones y “empresarios” a
los individuos encargados de dirigir dicha combinación. La figura del
empresario es la pieza clave en esta teoría dinámica del desenvolvimiento
económico. Por lo tanto, su definición merece ser examinada a fondo. El
empresario o “emprendedor” no es necesariamente un hombre de negocios independiente,
ya que quienes realizan las nuevas combinaciones pueden ser empleados de una
compañía o, por el contrario, carecer de relaciones permanentes con una empresa
y actuar como “promotores” de negocios e innovaciones.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La
recíproca tampoco es cierta. <b>No todos los hombres de negocio o industriales son
“empresarios”</b>, en el sentido schumpeteriano, ya que para serlo es preciso que
sean innovadores. Consecuentemente, Schumpeter rechazó la identificación que
hace Marshall del empresario con las funciones de gerencia, ya que este punto
de vista no rescata el elemento diferenciador: solamente se es empresario
cuando se llevan a la práctica nuevas combinaciones. Para Schumpeter, la
realización de nuevas combinaciones es una función especial y constituye el
privilegio de un tipo de hombres mucho menos numerosos que aquellos que
disponen objetivamente de la posibilidad de hacerlo.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span lang="ES" style="font-family: arial;">Schumpeter distinguía entre <b>invención </b>e
<b>innovación</b>. La invención es un acto de creatividad intelectual, sin importancia
para el análisis económico. La innovación es una decisión económica: una
empresa aplicando una invención. </span><span lang="ES-MX" style="font-family: arial;">Las invenciones carecen de importancia económica, en tanto no sean
puestas en práctica. Y la aplicación de cualquier mejora es una tarea
completamente diferente de su invención y requiere aptitudes distintas. Si bien
los empresarios pueden ser inventores, lo serían por coincidencia y no por
naturaleza. Rosemberg (1976) demostró que no todo invento se traduce en un
cambio tecnológico y no todo cambio tecnológico innovador se origina en
inventos.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b style="font-family: arial;"><span style="font-size: medium;">La innovación como sistema social</span></b></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="text-align: left;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La necesidad de una mejor comprensión de los
procesos vinculados con la competitividad y el cambio tecnológico condujo a una
revalorización de las ideas de Schumpeter. El concepto de innovación fue
recuperado como herramienta útil para analizar los procesos que determinan la
adopción de nuevas combinaciones en la manera de producir de las empresas. El
concepto fue enriquecido con nuevas aproximaciones bajo una mirada sistémica.
La innovación, tal como había sido descrita por Schumpeter, transcurría en un
escenario caracterizado por la toma de decisiones individuales. La experiencia
posterior la mostró más bien como un hecho colectivo cuya ocurrencia depende de
un número mayor de circunstancias que aquellas que se reducen al comportamiento
individual de las empresas. Así, en la década de los ochenta algunos autores
formularon nuevos conceptos que enfatizaban la dimensión social del fenómeno.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El desarrollo de esta nueva perspectiva indujo
a ciertos teóricos a plantear que, como acontecimiento social, la innovación
debe ser analizada en el marco de la teoría de sistemas. Durante los años
noventa, una amplia producción bibliográfica desarrolló el concepto de los
“sistemas de innovación”. En ciertos casos, el ámbito de estos sistemas es
considerado como correlativo al de la nación, no solamente en sentido
territorial, sino también como espacio normativo, político y económico; en
tales casos se habla de la existencia de un “Sistema Nacional de Innovación” (SNI)
(Lundvall, 1992 y Nelson, 1993). En otros casos, el sistema de innovación puede
desplegarse en el ámbito de distintos espacios sociales, independientemente de
las fronteras nacionales. En tal caso, la bibliografía refiere al concepto de
“sistema social de innovación” (Amable, Barré y Boyer, 2000).</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Los sistemas de innovación pueden ser
considerados como conjuntos de diferentes instituciones y actores sociales que,
tanto por su acción individual como por sus interrelaciones, contribuyen a la
creación, desarrollo y difusión de las nuevas prácticas productivas. Este
concepto concibe a las innovaciones como un proceso social e interactivo en el
marco de un entorno social específico y sistémico. El SNI es definido por
Lundvall (1992) como un sistema social dinámico, caracterizado por una
realimentación positiva y por la tendencia a su propia reproducción. Sus
elementos pueden articularse positivamente en círculos virtuosos, reforzándose
unos con otros en la promoción de los procesos de aprendizaje e innovación, si
bien la realidad pone de manifiesto que determinadas articulaciones configuran
círculos viciosos que tienen la capacidad de bloquear el proceso innovador. De
esta manera, el foco de atención está dirigido hacia la capacidad innovadora
que resultaría de la interacción virtuosa de los actores que conforman el
sistema.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La adopción del concepto de SNI tiene ventajas
en el plano normativo y de adopción de políticas, ya que ofrece una guía
práctica para identificar las instituciones, los procedimientos y el
funcionamiento de aquellos aspectos que pueden ser considerados como propios
del proceso innovador de un país determinado. Desde el punto de vista de su
potencialidad explicativo, pretende expresar las capacidades de dicho país para
afrontar los desafíos del cambio tecnológico y del proceso innovador, entre las
cuales la capacidad educativa resulta ser de capital importancia.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La capacidad de un SNI está enraizada en los
procesos de educación y capacitación. Además, desempeñan un papel relevante la
capacidad de I+D, el aprendizaje profesional y laboral, la aptitud para
identificar y adquirir conocimientos, la capacidad de adaptación de tecnología,
y en otro plano, el papel del Estado en la coordinación y dirección de las
políticas industriales y económicas a largo plazo. En este sentido, el concepto
no es tan diferente al del “triángulo de interacciones” (Sabato y Botana,
1970).</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El Estado y un conjunto de instituciones tales
como las universidades, el resto de la estructura de educación superior, las instituciones
públicas de ciencia y tecnología, las asociaciones profesionales, consultoras
privadas, asociaciones de investigaciones industriales e institutos de
servicios tecnológicos constituyen la malla que sustenta, hace factible y da
relevancia al proceso de innovación. Sin embargo, no modifica el hecho de que
el fenómeno básico es la innovación y que, por lo tanto, los principales
actores son las empresas (en sentido estricto, ellas son los “sujetos” del
proceso de innovación).</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>Innovaciones que hacen época</b></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En ciertos casos, la innovación surge por la
incorporación de conocimientos científicos producidos como resultado de
actividades de investigación y desarrollo (I+D) cuya aplicación exitosa
significa una ruptura positiva del nivel tecnológico anterior al momento de la
innovación. Este proceso, al que aludía Schumpeter cuando describía la sinergia
entre el inventor y el innovador, ha sido conocido con posterioridad bajo el
nombre de “innovación radical”. El carácter radical está dado por la amplitud de
la innovación y por la obsolescencia adquirida en las prácticas precedentes:
ello implica un momento “destructor” de la práctica productiva anterior; una
“destrucción creadora” en términos de Schumpeter (1934). La innovación, en
otros casos, es de naturaleza “incremental” y puede ser entendida como un nuevo
uso de las posibilidades y de los elementos preexistentes (Lundvall, 1992).
Esta modalidad adquiere especial relevancia en ciertos sectores industriales
más tradicionales y tiene gran importancia en el caso de los países menos
desarrollados.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Ambos tipos de innovación coexisten, se
complementan y con frecuencia representan fases sucesivas de la difusión del
conocimiento tecnológico. En este sentido, las tecnologías de la
información y la comunicación (TIC) son un ejemplo de innovación radical
seguida de una posterior difusión incremental. La influencia de las TIC opera
sobre todas las actividades económicas. Sus ventajas directas de tipo económico
reposan sobre el mejoramiento de la calidad, de la velocidad, de la generación,
del almacenamiento y de la difusión de la información. Estas tecnologías son
“radicales” por cuanto tienen la potencialidad de transformar profundamente el
modo de producción. Al mismo tiempo, modifican la estructura organizacional de
las empresas y repercuten sobre el empleo, la productividad y las capacidades
básicas.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Muchos autores se han referido al cambio
tecnológico acelerado que surgió como consecuencia del proceso de innovación
llevado a escala global sobre la base, inicialmente, de las TIC y han procurado
nombres que den cuenta de la novedad y profundidad de los procesos. Bell (1994)
hablaba de la “sociedad postindustrial”. Otros prefirieron términos como
“sociedad tecnotrónica”, “tercera ola” o “sociedad digital”. Manuel Castells y
Peter Hall (1994) preferían la expresión de “sociedad informacional” para
destacar que los atributos sociales de generación y procesamiento de la
información van más allá del impacto de las tecnologías, propiamente dichas, y
de la información en sí misma, del mismo modo que la sociedad industrial no
podía ser identificada exclusivamente con difusión del modo de producción
industrial, ya que este proceso afecta todas las esferas de la vida. </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Esta mirada de la innovación como un fenómeno
de incorporación de conocimientos radicalmente nuevos contrasta con la amplitud
de posibilidades que Schumpeter atribuía a la innovación, pero ha llamado
permanentemente la atención a numerosos autores. Así, los economistas marxistas
Baran y Sweezy (1972) reconocían como evidente que en la historia industrial se
producen grandes momentos de transformación y señalaban que un proceso tal como
la destrucción creativa ocurre en gran escala sólo en determinados momentos en
los que aparecen en escena ciertas innovaciones que modifican el “paradigma” o
el horizonte tecnológico imperante. Baran y Sweezy llamaron “innovaciones que hacen época” a
aquellas que sacuden todo el patrón de la economía y señalaba que ellas deben
ajustarse a estas condiciones: </span></p><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">a) estar concentradas en el tiempo, </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">b) alterar
radicalmente la geografía económica, </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">c) requerir y hacer posible la producción
de bienes y servicios nuevos y </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">d) agrandar el mercado para una amplia gama de
productos industriales.</span></p></blockquote><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Así el “salto” que, en la visión de Schumpeter, se
produciría a nivel de cada empresa, afectaría en realidad a toda la estructura
económica. Tres grandes innovaciones cumplieron, según Baran y Sweezy, estos
requisitos: la máquina de vapor, el automóvil y el ferrocarril. Siguiendo esta
línea de razonamiento, a ellas habría que agregar en tiempos más recientes las
TIC, la biotecnología y la nanotecnología. Este punto de vista concede la hegemonía
a la efectiva incorporación de los conocimientos al sistema productivo.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span lang="ES" style="font-family: arial;">Que una sociedad posea un elevado nivel
científico no garantiza que pueda disponer de una industria tecnológicamente
competitiva. Esta constatación no solamente sirve para colocar en su sitio al
sistema científico de corte académico, sino que se aplica también a las
inversiones que cada país realice en I+D. <b>No basta con la capacidad de crear
conocimiento, sino que es preciso incorporarlo en la producción y en la
apertura de nuevos mercados</b>. </span><span lang="ES-MX" style="font-family: arial;">Constantino Vaitsos (1974) afirmaba, en consonancia con Jorge Sabato, que
los beneficios que una empresa obtiene de innovaciones tecnológicas tiene mucho
más que ver con su capacidad para manipular mercados, que con su capacidad
tecnológica pura.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b><br /></b></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>Medir innovación</b></span></p><h3 style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span style="font-weight: normal;">Dar
respuesta a las preguntas antes planteadas dista de ser una cuestión puramente
teórica, sino que configura una encrucijada de naturaleza práctica y política: </span><span style="font-weight: 400;">¿Qué</span><span style="font-weight: normal;"> es lo que se quiere impulsar y con qué tipo de estímulos? Los
interrogantes apuntan al corazón de las políticas de innovación y son
determinantes a la hora de diseñar instrumentos que permitan medir su eficacia; se pone en cuestión cuáles son los indicadores necesarios para
dar cuenta de los resultados que se alcancen y poder tener una idea acabada de
cuáles son las modificaciones en el comportamiento de los actores que pueden
ser atribuidas a las políticas puestas en práctica. En definitiva: </span><span style="font-weight: 400;">¿Qué</span><span style="font-weight: normal;"> es lo
que se quiere medir, por qué y con qué indicadores? No hay respuestas obvias
dado el carácter polisémico del término “innovación” y su fuerte dependencia de
contextos sociales, políticos y económicos concretos. ¿Cómo se define
operativamente la innovación que es preciso medir?</span></span></h3><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Para la
OCDE la percepción de la innovación estuvo <b>inicialmente asociada a la I+D</b>. El
primer Manual de Frascati (1963) contenía definiciones de innovación, a la que
consideraba como parte de las actividades científicas y tecnológicas (ACT).
Durante los setenta, la innovación se medía fundamentalmente a través de </span><i style="font-family: arial;">proxies</i><span style="font-family: arial;"> tales como patentes y gastos en
I+D realizados por empresas. Pronto se comprendería que por ese camino no se
medía innovación sino oferta de conocimientos o </span><i style="font-family: arial;">invención</i><span style="font-family: arial;">: no se había abandonado el territorio de la I+D.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Las
primeras definiciones metodológicas destinadas a medir innovación estaban
orientadas más hacia la medición de resultados o <i>“outputs”</i>, que de actividades o procesos. Con el tiempo, sin
embargo, el foco se fue centrando más sobre las actividades. El énfasis inicial sobre los productos era herencia de
las discusiones relativas a cambio tecnológico, en las que la atención estaba
centrada sobre las grandes innovaciones tecnológicas, con el propósito de
determinar su origen y comparar la creatividad de los distintos países, así
como su aporte al avance tecnológico general.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En 1976
Keith Pavitt propuso aprender a medir apropiadamente las actividades
innovadoras de las empresas. Sugirió, por ejemplo, preguntar a las empresas
acerca del porcentaje de sus actividades dedicadas a innovación y los recursos
destinados a la innovación industrial, así como solicitarles listados de los
principales productos y procesos que las empresas hubieran introducido (Godin,
2008).</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Durante los
años ochenta y noventa la OCDE comenzó a discutir sistemáticamente acerca de
metodologías y marcos analíticos para medir innovación. Varios países hicieron
encuestas experimentales cuyo resultado fue analizado y discutido. Finalmente,
la NESTI de la OCDE adoptó como modelo básico la metodología desarrollada por
los países nórdicos.<a href="https://d.docs.live.net/8de98b2f14d90ad4/Mario/Art%C3%ADculos%20y%20ponencias/Innovaci%C3%B3n/Innovacion_para_CTS.doc#_ftn1" name="_ftnref1" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span lang="ES-MX">[1]</span></span><!--[endif]--></span></a> Como resultado de ello se
alcanzaron acuerdos que se plasmaron en el Manual de Oslo (1992), que procuraba
medir los productos, procesos y servicios que surgen como resultado de
actividades innovadoras en el sector manufacturero.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: arial;">A pesar de
haber involucrado a la OCDE en su conjunto, la medición sistemática de la
innovación y la creación de un manual destinado a normalizarla ha sido más bien
una necesidad de los países de Europa. Recuerda Godin (2008) que la legitimidad
de las encuestas de innovación está afectada por el hecho de que hay dos países
que no participan de ese tipo de ejercicios: nada menos que Estados Unidos y
Japón. Esto se agrava por el hecho de que apenas el cincuenta por ciento de las
empresas contestan las encuestas en los países que las llevan a cabo. <b>Nota actual: </b><i>con posterioridad a la redacción de este texto y de la cita de Godin (2008), Japón comenzó en 2009 a realizar regularmente una encuesta basada en el Manual de </i></span></span><span><span face="Arial, Helvetica, sans-serif" style="background-color: white; color: #222222; text-align: left;"><i>Oslo. En Estados Unidos, desde 1917, la National Science Foundation incluye </i></span></span><span face="Arial, Helvetica, sans-serif" style="background-color: white; color: #222222; text-align: left;"><i>preguntas sobre innovación que son compatibles con la CIS de la UE, que a su vez se ajusta al Manual de Oslo, dentro de la encuesta anual a empresas. Ambos casos pueden consultarse en:</i> </span><a data-saferedirecturl="https://www.google.com/url?q=https://www.nistep.go.jp/en/?page_id%3D2276&source=gmail&ust=1682013718042000&usg=AOvVaw06kYLIiyV20t6tuP8HQB-H" href="https://www.nistep.go.jp/en/?page_id=2276" style="color: #1155cc; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; text-align: left;" target="_blank">https://www.nistep.go.jp/<wbr></wbr>en/?page_id=2276</a><span>.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><a data-saferedirecturl="https://www.google.com/url?q=https://www.nsf.gov/statistics/srvyabs/%23sd%26tabs-1&source=gmail&ust=1682013718042000&usg=AOvVaw0dr3fuavAqDgsPVCBnVhD2" href="https://www.nsf.gov/statistics/srvyabs/#sd&tabs-1" style="background-color: white; color: #1155cc; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; text-align: left;" target="_blank"><span style="font-size: medium;">https://www.nsf.gov/<wbr></wbr>statistics/srvyabs/#sd&tabs-1</span></a></p><div style="background-color: white; color: #222222; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;"><span style="font-size: medium;"><br /></span></div><h3 style="text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Las políticas de innovación en América Latina<o:p></o:p></span></span></h3><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">Si las
ambigüedades o interrogantes mencionados matizan el énfasis en la innovación
que predomina en las economías avanzadas –particularmente en Europa- en América
Latina la temática de la innovación irrumpió en la mitad de la década de los
noventa en un proceso de traslación mimética de modelos escasamente sustentados
en diagnósticos detallados de los contextos locales.</span><a href="https://d.docs.live.net/8de98b2f14d90ad4/Mario/Art%C3%ADculos%20y%20ponencias/Innovaci%C3%B3n/Innovacion_para_CTS.doc#_ftn2" name="_ftnref2" style="font-family: arial;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span lang="ES-MX">[2]</span></span><!--[endif]--></span></a><span style="font-family: arial;"> No era la primera vez que
así ocurría. En América Latina el impulso a la política científica se produjo,
como señalaba Enrique Oteiza (1992), en un proceso caracterizado por la
transferencia de modelos institucionales. El proceso descrito por Oteiza
mostraba cómo casi todos los países acomodaron a un tiempo sus estructuras para
dar impulso a la política científica, siguiendo las tendencias dominantes que
eran difundidas en la región por algunos organismos internacionales.</span><span style="font-family: arial;"> </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: arial;">Lo curioso
es que las políticas de innovación fueron adoptadas en muchos países de América
Latina en el contexto de una carencia de empresarios innovadores, hecho ya advertido
por Máximo Halty (1986) y que desesperaba a Jorge Sabato: de allí la confianza
que éste ponía en las grandes empresas públicas, como las únicas capaces de
movilizar la dinámica virtuosa de su triángulo de interacciones. La escasez de
empresarios innovadores no fue el único problema derivado </span></span><span lang="ES-MX"><span style="font-family: arial;">de la traslación
acrítica del concepto de innovación.</span></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En su
versión latinoamericana, dicho concepto ha estado frecuentemente sesgado hacia
la novedad tecnológica y hacia la actividad de los centros locales de I+D;
tanto las universidades, como los centros públicos de investigación y
extensión. El auge posterior del modelo normativo de los “sistemas nacionales
de innovación” contribuyó a consolidar el sesgo académico de las políticas de
innovación latinoamericanas. Las grandes expectativas que suscitan las TIC, la
biotecnología y la nanotecnología trasladó el foco de la innovación hacia estos
campos tecnológicos avanzados en los que tanto las capacidades científicas como
el tejido productivo de los países latinoamericanos son incipientes. En tal
sentido, es casi un lugar común afirmar que existen pocos casos de innovaciones
radicales en América Latina, siendo así que la mayoría de sus empresas innovadoras
lo hacen en segmentos menos vinculados con la I+D.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Ahora bien,
si los tiempos aconsejaban prestar atención a las empresas y promover su
espíritu innovador, ¿por qué se asoció la innovación a las políticas de ciencia
y tecnología y no más bien a las políticas industriales? De algún modo se ignoró
que, como sugiere Godin (2008), después de un interesante rastreo semántico, existe
una triada de conceptos asociados: <b>imitación</b>,
<b>invención</b> e <b>innovación</b>. No solamente la invención da lugar a la innovación; la
imitación también conduce hacia el hecho innovador, como lo muestra la
experiencia coreana y, anteriormente, la de Japón (Linsu Kim, 2005). En América
Latina, en cambio, las políticas de innovación están con frecuencia asociadas a las políticas de investigación.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span lang="ES" style="font-family: arial;">Por otra parte, en su sentido más específico,
el concepto de innovación está dotado de una carga teórica que explica
fenómenos de crecimiento económico sobre la base de la competencia y la
incorporación de nuevas tecnologías al proceso productivo. </span><span lang="ES-MX" style="font-family: arial;">Pero la competitividad es diferente
en cada economía; mucho más aún, en el contexto de una globalización
competitiva en la que algunos ocupan posiciones dominantes y otros se esfuerzan
por no quedar excluidos. ¿Sirve la traslación directa de las categorías usadas
en el mundo desarrollado para ser aplicadas a los países de América Latina?</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Una
cuestión adicional remite al hecho de que pensar la ciencia y la tecnología
desde los países latinoamericanos es hacerlo desde sociedades estructuradas
sobre la base de una enorme inequidad social. Desde esta perspectiva, la opción
por la aplicación de políticas basadas en la repetición mimética de enfoques
que son empleados en países con mayor grado de desarrollo puede ser un camino
sin salida. La innovación no es por sí misma socialmente buena: hay
innovaciones que acarrean costos sociales no aceptables. Schumpeter era
consciente de estas consecuencias cuando la denominó con el eufemismo de “destrucción
creadora”. Pero si en economías avanzadas el costo social de determinadas
tecnologías puede ser afrontado con la esperanza de que se produzca un efecto
de reposición o sustitución de los puestos de trabajo perdidos (o la
disponibilidad de un buen seguro de desempleo), vale la pena pensar si en
economías más débiles con altos niveles de pobreza y desempleo se puede confiar
en la ocurrencia de tales efectos compensatorios. Muchos postulan la necesidad
de aplicar un modelo de desarrollo que abra las puertas a tecnologías
alternativas o tecnologías sociales.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>Aspectos negativos del proceso
innovador</b></span></p><p class="MsoNormal" style="break-after: avoid; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">La innovación tiene, pese a sus atributos que
la convierten en el centro de las políticas actuales de crecimiento económico,
connotaciones no siempre tan positivas que, en el caso de los países en
desarrollo merecen más atención que la que normalmente se les concede. El
propio Schumpeter la denominaba “destrucción creadora”. Tal proceso de
destrucción, bueno es recordarlo, no es un simple enunciado teórico, no
transcurre en un plano abstracto, sino que se produce en un contexto social
traumático, involucrando una auténtica destrucción de puestos de trabajo y de capital
instalado. Como resultado de ello, muchos trabajadores quedan marginados del
mercado de trabajo y muchas regiones padecen los efectos de la
desindustrialización. Los panegiristas del modelo económico competitivo e
innovador señalan que lo que se produce, en realidad, es un efecto de reemplazo
de un tipo de trabajo por otro y que, por lo tanto, los efectos negativos se
neutralizan precisamente mediante la educación. Bell (1994) auguraba un desplazamiento
de mano de obra hacia los servicios, prevaleciendo los trabajadores de “cuello
blanco” dotados de mayor capacidad en materia de conocimientos. Nada indica que
tal balance se haya producido en realidad de tal manera, ni que los nuevos
puestos de trabajo creados en el sector de servicios sean calificados. Tampoco
está claro que los mismos sujetos que pierden sus antiguos empleos puedan
adquirir idoneidad en el uso de nuevas tecnologías para reciclarse. Hay, por lo
tanto, sectores sociales excluidos que asumen un alto costo derivado de la
innovación. </span><span style="font-family: arial;"> </span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span lang="ES"><span style="font-family: arial;">El proceso de destrucción creadora es saludado
por muchos autores desde su costado positivo. Así, Castells (1994) –por otra
parte uno de los autores que conserva cierto tono crítico- nos habla de las
nuevas ciudades limpias, las tecnópolis y los parques de la ciencia. Pero el
reverso del nuevo urbanismo es la triste realidad de los barrios y las ciudades
des-industrializadas como consecuencia de la revolución de los paradigmas
científico y tecnológico. <b>El infierno de la era de la innovación -se ha
afirmado- es una ciudad vacía</b>.</span></span><span lang="ES"><span style="font-family: arial;"><br /></span></span></span></div><div style="text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></span></div><div style="text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Es difícil sostener, por otra parte, que se
trata exclusivamente de “efectos no deseados” contingentes y controlables. La
innovación, tal cual transcurre en las modernas sociedades industriales, es
parte inherente del proceso competitivo a a escala global y éste contiene, como
tendencia necesaria, el desplazamiento de quienes son marginados. En este
sentido, la Conferencia Mundial sobre la Educación Superior de 1998 advirtió acerca
de lo que se denominaba como una paradoja relativa a la progresión geométrica
de los conocimientos científicos y tecnológicos, como las TIC y las
biotecnologías: “Por un lado, las nuevas tecnologías, gracias a una
investigación científica cada vez de mayor rendimiento, ofrecen posibilidades
técnicas cada vez mayores para hacer frente a los desafíos de un desarrollo
sostenible. Por otro lado, las conferencias regionales han puesto de manifiesto
la dificultad que tienen los países que más las necesitan para estar en
condiciones de utilizarlas para resolver sus problemas” (UNESCO, 1998).</span></span></div><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La paradoja consistiría en el hecho de que las
innovaciones tecnológicas ofrecen
posibilidades extraordinarias para los países en desarrollo, como el acceso a
bases de datos, universidades virtuales, redes virtuales de intercambio; y de
un modo semejante la biotecnología les ofrece oportunidades, como las de
realizar manipulaciones genéticas capaces de mejorar la producción de víveres y
combatir muchas calamidades. Sin embargo, estos países no están aprovechando
plenamente las ventajas en este campo, y el abismo entre los países
desarrollados y no desarrollados tiende a aumentar y no a disminuir. ¿Cómo
sería posible evitar la exclusión social? ¿Cómo sería posible atenuar la brecha
de riqueza entre países y grupos sociales?</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; text-indent: -18pt;"><b>La medición de la innovación en América Latina</b></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Las
consideraciones formuladas ponen en evidencia los contornos difusos y las
implicaciones sociales contradictorias de la innovación, lo que torna muy difícil
el intento de dar cuenta valorativamente de estos procesos mediante indicadores
adecuados. Son destacables los esfuerzos que los países de América Latina han
realizado en tal sentido, no sólo mediante la realización de encuestas y
ejercicios de medición concretos, sino también mediante el desarrollo de
metodologías.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La adopción de las encuestas de innovación en
América Latina, que constituyó uno de los ejes de acción de la Red
Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología (RICYT) estuvo caracterizada
por una tensión entre lo imitativo y la reflexión sobre las propias
necesidades. Lo imitativo resulta difícil de eludir en materia de mediciones,
ya que el término converge en gran medida con la noción de comparabilidad
internacional. Toda la experiencia de la RICYT está montada sobre la tensión
entre la comparabilidad y la originalidad: por un lado, sobre la necesidad de
adecuar las herramientas informativas a las metodologías adoptadas a nivel
internacional, como garantía de comparabilidad; por otro lado, sobre la
necesidad de desarrollar enfoques alternativos que permitan identificar los
rasgos propios de los países de la región. En el caso de los indicadores de I+D
la RICYT se convirtió en la principal difusora del Manual Frascati en la región,
pero ha matizado su aplicación recomendando a los países que utilicen también
la vieja categoría UNESCO de ACT, como una medida de mayor utilidad para los
países menos desarrollados.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En el caso de la medición de la innovación, el
esfuerzo de la RICYT fue más allá y con el liderazgo de COLCIENCIAS, la
participación de un grupo de expertos de distintos países y recursos aportados
por OEA se elaboró y adoptó en agosto de 2000 el Manual de Bogotá. Este Manual
es compatible con el de Oslo aunque modifica aspectos de aplicación para
ajustarlo a las características del tejido industrial latinoamericano.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El Manual defiende la necesidad de contar con normas
específicas para la región, destacando las características particulares de cada
sistema de innovación. Plantea la necesidad de reflexionar acerca de hasta qué
punto es pertinente el empleo de procedimientos y criterios como los del Manual
de Oslo, ya que su diseño responde a experiencias surgidas de realidades no
necesariamente asimilables a nuestra región.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span lang="ES"><span style="font-family: arial;">La mayor originalidad del Manual de Bogotá es
la de haber ampliado el campo de la innovación a considerar. Mientras el de
Oslo sostiene la mirada sobre la innovación en sentido estricto, el de Bogotá
propone una mirada más amplia, que permita captar los rasgos idiosincrásicos
que adoptan los procesos innovativos en la región.</span></span><span style="font-family: arial;"> </span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El Manual de Bogotá, sin embargo, no propone
una ruptura metodológica de fondo con el Manual de Oslo. Muy por el contrario,
se esfuerza en determinar un territorio de convergencia, aceptando el núcleo
duro de las categorías de la OCDE para complementarlas con aquellas que dan
cuenta de las especificidades regionales. El resultado en ese sentido fue tan
bueno que la NESTI invitó a la RICYT –en conjunto con UNESCO- a proponer el
texto de un anexo del Manual de Oslo para países en desarrollo, basado en gran
medida sobre la experiencia del Manual de Bogotá. Idéntico camino se está
siguiendo con el Manual de Frascati.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; text-indent: -18pt;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; text-indent: -18pt;"><b>Una agenda
nueva</b></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;">A diez años de haber comenzado a discutir la
necesidad de contar con un manual latinoamericano parece haber llegado la hora
de formular nuevas preguntas. La primera de ellas es relativa al hecho de que
medimos innovación sólo en la industria manufacturera, la cual, si en México y
en Brasil supera el valor de un tercio del PBI, en la mayoría de los países
está en torno a una quinta parte y aún por debajo. Una medida de la innovación
regional debe, por lo tanto, incluir necesariamente la innovación en la
producción primaria y en los servicios. Más aún cuando en países como Argentina
la tasa más alta de innovaciones radicales se produjo en el sector
agropecuario. Desarrollar una metodología orientada a ello constituiría un
aporte muy útil a la región.</span><span style="font-family: arial;"> </span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span lang="ES"><span style="font-family: arial;">¿Basta con eso? En países con altísimos
niveles de exclusión, con indicadores de pobreza que alcanzan al cuarenta por
ciento de la población, con una indigencia superior al quince por ciento, con
una amplia economía informal que incluye el trueque, medir innovación en la
forma en que actualmente se hace ¿da cuenta de la realidad social
latinoamericana? ¿Cómo captar la cotidiana innovación de la supervivencia? ¿Es
posible no medir el esfuerzo innovador que caracteriza esencialmente a las
llamadas “tecnologías sociales”?</span></span><span style="font-family: arial;"> </span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span lang="ES"><span style="font-family: arial;">La pregunta no es retórica, ni ha estado
ausente de la agenda de la RICYT. Por el contrario, desde el comienzo mismo de
la red una de las actividades permanentes ha sido la de proponer formas de
medir el impacto social de los avances de la ciencia y la tecnología. Es verdad
que los resultados en esta línea no se compadecen con los esfuerzos realizados,
pero quizás faltó convicción, experiencia o claridad de marcos conceptuales.
Hoy la tarea de incorporar la sociedad a los indicadores parece más urgente que
nunca.</span></span><span style="font-family: arial;"> </span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;"><span lang="ES">Planteamientos de este tipo implican en cierta
medida borrar las fronteras entre lo técnico y lo político. Rechazan la idea de
la neutralidad de la técnica, del mismo modo que una reacción anti-positivista
cuestiona también la idea de la neutralidad de la propia ciencia. Implican
también que no toda innovación es buena y que, por lo tanto, una evaluación
ambiental y de sus costos sociales debe formar parte de la medición, sobre todo
si ésta se realiza con el propósito de brindar datos a quienes deben tomar las
decisiones políticas.</span></span><span style="font-family: arial;"> </span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: medium;">No basta
con relevar datos. Los datos no hablan por sí mismos. La gente que proclama que
“los datos hablan por sí mismos” está diciendo, en realidad, “si usted emplea
mi marco teórico favorito para mirar los datos, usted sólo podrá interpretar
los datos como yo lo hago y, por lo tanto, debe llegar a la necesidad de
adoptar las políticas que yo propongo.”<a href="https://d.docs.live.net/8de98b2f14d90ad4/Mario/Art%C3%ADculos%20y%20ponencias/Innovaci%C3%B3n/Innovacion_para_CTS.doc#_ftn3" name="_ftnref3" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span lang="ES-MX">[3]</span></span><!--[endif]--></span></a> Dicho de otro modo, es
necesario construir instrumentos para recoger y procesar datos de acuerdo con
conceptos teóricos adecuados para formular políticas de desarrollo científico y
tecnológico enraizadas en la realidad social y que impliquen el diseño de
caminos propios hacia el desarrollo.</span><span style="font-size: large;"><o:p></o:p></span></span></span></p><p style="text-align: justify;">
<span style="font-family: arial; font-size: large;"><b><span lang="ES"><br clear="all" style="break-before: page; page-break-before: always;" />
</span></b>
</span></p><h3 style="text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: large;">Notas bibliográficas</span><span style="font-size: medium;"><o:p></o:p></span></span></span></h3><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; text-align: left;">ALBORNOZ, M. (1983), Joseph A. Schumpeter: Innovación industrial y
cambio tecnológico; Información Comercial Española, N° 603.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">ALBORNOZ, M. (1997),
La Política Científica y Tecnológica en América Latina frente al Desafío del
Pensamiento Unico, en: </span><i style="font-size: 10pt;">Redes N°10</i><span style="font-size: 10pt;">,
Editorial de la UNQ, Buenos Aires, p. 95.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">AMABLE, B., BARRÉ, R. y BOYER M. (2000), “Los Sistemas de Innovación en
la era de la Globalización”, Universidad Nacional de Quilmes Ediciones,
Argentina.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">BANCO MUNDIAL (1999), “El conocimiento al servicio del desarrollo.
Informe sobre el desarrollo mundial”, publicado por Ediciones Mundi-Prensa,
Madrid.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">BARAN P. y SWEEZY, P. (1972), El
capital monopolista; Buenos Aires, Siglo XXI</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">BELL, D. (1994), “El advenimiento de la sociedad postindustrial”, Alianza
Editorial, Madrid.</span></p><p class="MsoFootnoteText"><span style="font-size: 10pt;">BEN-DAVID, Joseph
(1974), El papel de los científicos en la sociedad, un estudio comparativo,
Editorial Trillas, México.</span></p><p class="MsoBodyText2"><span style="font-size: 10pt;">BIT, Revista Profesional
de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, n° 125, enero -febrero
de 2001, entrevista a Antonio Alabau, “Las universidades deben adecuarse al
futuro”.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">CASTELLS, M. y Hall, P. (1994),
“Tecnópolis del mundo. La formación de los complejos industriales en el siglo
XXI”, Alianza, Madrid.</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="EN-US" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: EN-US; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">FREEMAN, C. (1995), "The National System
of Innovation Institutions. </span><span lang="ES" style="font-size: 10pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Historical perspective", en <i>Cambridge Journal of Economics</i>, Vol. 19.</span></p><p class="Estilo1"><span style="font-size: 10pt;">GIBBONS, M. (1997), “La nueva
producción de conocimiento”, Pomares Corredor, Barcelona.</span></p><p class="Estilo1"><span style="font-size: 10pt;">GIBBONS, M. (1998) “Pertinencia de la educación superior en el siglo
XXI”, Banco Mundial, Washington, 1998.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">GODIN, Benoit (2008), Innovation: the History of a Category, Paper no.
1, Project on the Intellectual History of Innovation, Montreal: INRS. 62 p.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">GRACIARENA, Jorge
(1967), La oferta profesional y el reclutamiento, en </span><i style="font-size: 10pt;">Revista Mexicana de Sociología</i><span style="font-size: 10pt;">, octubre-noviembre.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">GUITERT, M. (2000), “La tecnología educativa y la educación a distancia
en una buena práctica pedagógica”, en </span><i style="font-size: 10pt;">Formación
del Profesorado para el nuevo siglo. Aportes de la tecnología educativa
apropiada</i><span style="font-size: 10pt;">, de Fainholc, B. (compiladora), Grupo Editorial Lumen, Buenos
Aires.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">HALTY CARRERE, Máximo
(1986), Estrategias de desarrollo tecnológico para países en desarrollo; El
Colegio de México.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">JOHNSON, B. y LUNDVALL, B. (1994), “Sistemas Nacionales de Innovación y
Aprendizaje Institucional”, en </span><i style="font-size: 10pt;">Comercio
Exterior</i><span style="font-size: 10pt;">, Vol. 44. N° 8, Madrid.</span></p><p class="Estilo1"><span lang="ES" style="font-size: 10pt;">KIM, L. (2005), O
sistema nacional de innova</span><span lang="ES" style="font-size: 10pt; mso-bidi-font-family: Arial;">ção sul-coreano en transição; en Kim, L. y Nelson,
R. (editores) “<i>Tecnologia, aprendizado e
innovação. As experiências das ecnomias de industrialização recente</i>”;
Editora UNICAMP, Campinas, Brasil.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">LINSTONE, H. (1984), “A University for the Postindustrial
Society”; en </span><i style="font-size: 10pt;">Technological Forecasting</i><span style="font-size: 10pt;">,
N</span><sup><span style="text-transform: uppercase;">o</span></sup><span style="font-size: 10pt;">1, Nueva York.</span></p><p class="MsoFootnoteText"><span lang="EN-GB" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: EN-GB; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">LUNDVALL, B. (1988), "Innovation as an
Interactive Process - from User-Producer Interaction to the National System of
Innovation", en Dosi, G. et al. </span><span lang="EN-US" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: EN-US; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">(editores), en <i>Technical Change and Economic Theory</i>,
Pinter Publishers, Londres.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">LUNDVALL, B. (ed.) (1992), “National System of
Innovation. Towards a Theory of Innovation and Interactive Learning”, Pinter
Publishers, Londres.</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="EN-GB" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: EN-GB; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">LUNDVALL, B. (1992), “</span><span lang="EN-US" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: EN-US; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">User-producer
relationships, national systems of innovation and </span><span lang="EN-GB" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: EN-GB; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">internationalisation”,
en Lundvall B. (ed.), </span><i><span lang="EN-US" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: EN-US; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">National Systems of Innovation. </span></i><i><span lang="EN-GB" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: EN-GB; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Towards a Theory of Innovation and Interactive
Learning</span></i><span lang="EN-GB" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: EN-GB; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">, Pinter Publishers, Londres.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">NELSON, R. (ed.) (1993), “National Innovation
Systems. A Comparative Analysis”, Oxford University Press, New York.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">OCDE (1981), La
medición de las actividades científicas y técnicas / Manual de Frascati, OCDE,
Paris.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">OCDE (1996), Manual
de Oslo, OCDE, Paris.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">OTEIZA, Enrique
(1992), La política de investigación científica y tecnológica argentina, CEAL,
Buenos Aires.</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="EN-US" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: EN-US; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">ROSEMBERG N. (1976), Science, invention and
economic growth, en “Perspectives of technology”. </span><span lang="ES" style="font-size: 10pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Cambridge University Press.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">SABATO J. y MACKENZIE, M. (1982); “La producción de tecnología”; Nueva
Imagen, México.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">SABATO, Jorge, y
BOTANA, Natalio (1970), La ciencia y la tecnología en el desarrollo de América
Latina; en Tiempo Latinoamericano, Editorial Universitaria, Santiago de Chile.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">SACHS, Ignacy; (1995)
En busca de nuevas estrategias de desarrollo. Temas fundamentales de la Cumbre
sobre Desarrollo Social. Policy Paper no. 1. Gestion de las transformaciones
sociales (MOST). Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">SHUMPETER, J. (1912), Teoría del Desenvolvimiento Económico, primera
versión en alemán. Versión española utilizada: (1976) Fondo de Cultura
Económica, México.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">SHUMPETER, J. (1983), Capitalismo, Socialismo y Democracia, Aguilar,
Madrid.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">STEELE, R. (2000), “Un medio ambiente educativo del Siglo XXI”, en </span><i style="font-size: 10pt;">Formación del Profesorado para el nuevo
siglo. Aportes de la tecnología educativa apropiada</i><span style="font-size: 10pt;">, de Fainholc, B.
(compiladora), Grupo Editorial Lumen, Buenos Aires.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">SUÁREZ, Francisco
(1973), Los economistas argentinos: El proceso de institucionalización de
nuevas profesiones, EUDEBA, Buenos Aires.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">SUNKEL, Osvaldo y
PAZ, Pedro (1970), El subdesarrollo latinoamericano y la teoría del desarrollo;
Siglo Veintiuno editores, Santiago de Chile.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">UNESCO (1998), “La educación superior en el siglo XXI: visión y
acción”, documento de trabajo para la Conferencia Mundial sobre la Educación
Superior; París, 1998.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 10pt;">VAITSOS, C. (1974), “Intercountry income
distribution and transnational enterprises”. Oxford University Press.</span></p><p class="MsoNormal"><br /></p><p class="MsoNormal"><b>NOTAS</b></p><div>
<hr align="left" size="1" width="33%" />
<!--[endif]-->
<div id="ftn1">
<p class="MsoFootnoteText"><a href="https://d.docs.live.net/8de98b2f14d90ad4/Mario/Art%C3%ADculos%20y%20ponencias/Innovaci%C3%B3n/Innovacion_para_CTS.doc#_ftnref1" name="_ftn1" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span lang="ES"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Arial",sans-serif" lang="ES" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></span></a><span lang="ES"> NESTI
es la sigla de “National Experts on Science and Technology Indicators”, el
grupo de expertos en indicadores de la OCDE.<o:p></o:p></span></p>
</div>
<div id="ftn2">
<p class="MsoFootnoteText"><a href="https://d.docs.live.net/8de98b2f14d90ad4/Mario/Art%C3%ADculos%20y%20ponencias/Innovaci%C3%B3n/Innovacion_para_CTS.doc#_ftnref2" name="_ftn2" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span lang="ES"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Arial",sans-serif" lang="ES" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">[2]</span></span><!--[endif]--></span></span></a><span lang="ES"> </span><span lang="ES-MX">A modo de ejemplo, a finales de 1996
el gobierno argentino comenzó la elaboración del Plan Nacional Plurianual 1999
– 2001. La primera línea del texto dice lo siguiente: “<i>El desarrollo y fortalecimiento del Sistema Nacional de Ciencia,
Tecnología e Innovación (en adelante SISTEMA NACIONAL DE INNOVACIÓN o SNI)…”</i>
Dicho de otro modo, la operación fundamental consistía en denominar de un modo
nuevo a lo mismo de siempre.</span><span lang="ES"><o:p></o:p></span></p>
</div>
<div id="ftn3">
<p class="MsoFootnoteText"><a href="https://d.docs.live.net/8de98b2f14d90ad4/Mario/Art%C3%ADculos%20y%20ponencias/Innovaci%C3%B3n/Innovacion_para_CTS.doc#_ftnref3" name="_ftn3" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span lang="ES"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Arial",sans-serif" lang="ES" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">[3]</span></span><!--[endif]--></span></span></a><span lang="ES">
Robert D. Behn, profesor de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy, en la
Universidad de Harvard.<o:p></o:p></span></p>
</div>
</div><p><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span lang="ES-MX"><br /></span></span></p></div>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-43378137319598853302023-02-27T14:10:00.016-08:002023-04-24T06:45:46.879-07:00Tendencias de la vinculación en la era 4.0<p></p><h2 style="text-align: left;"><span style="clear: left; float: left; font-size: medium; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="320" data-original-width="1024" height="143" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlKcWv01PZy941_Da-NDn5B_D9UaG3lKEGvifJ8apZkBTLVVHSTXJZg6pqwRJVLhk8Pm8kX6JN1aW1lyNJonkcWESsv8wZvMLHKp2NSJWMwwrW4C-ERBjeH4NOB7TjHaAEnTJdybXqAfEcvNZL04IOtavcImLAAvaSJT5geNyZ-V0u2LmMj1iz423yTQ/w320-h143/Industria%204.0.jpeg" width="320" /></span></h2><p style="text-align: left;"><span style="font-size: large;"><span><span style="font-family: arial;">Bajo la
denominación de “industria 4.0” se registran contemporáneamente ciertos procesos
técnicos y sociales dotados de una velocidad tal que la comprensión de su
alcance y significado corre por detrás de ellos. Debido a su fluidez, la
conceptualización de este fenómeno no siempre es precisa y el impacto sobre la
sociedad lo vamos descubriendo día a día, dejando de lado ciertas prospectivas a
veces más basadas en la imaginación que en el análisis de las condiciones que
impone la realidad social. </span><span style="font-family: arial;">Tal
advertencia es particularmente relevante en los países de América Latina, dadas
las características de su tejido industrial en el que las tecnologías 4.0
tienen todavía una implantación incipiente. Pese a ello, es imprescindible analizar
los datos disponibles para comprender el sentido de las tendencias
predominantes y diseñar estrategias </span></span><span style="font-family: arial;">de acción compatibles con ellas de cara al
desarrollo futuro de los países de la región.</span></span></p>
<span><a name='more'></a></span><p class="MsoNormal"></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span lang="es" style="background: white; color: black; mso-ansi-language: #000A; mso-color-alt: windowtext;">En este texto se trata de precisar
algunas nociones y reflexionar acerca de ellas. En particular se trata de:</span><span lang="es" style="background: white; mso-ansi-language: #000A;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><span lang="es" style="background: white; font-size: medium; text-indent: -18pt;">1. Definir qué se entiende por “industria 4.0” o cuarta
revolución industrial, acotándola como un conjunto de tecnologías, en su
mayoría digitales, que impactan en la vida de las organizaciones y de los
individuos en sus vínculos sociales.</span></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: medium;"><span lang="es" style="background: white; color: black; font-family: arial; mso-ansi-language: #000A; mso-color-alt: windowtext; text-indent: -18pt;">2. Revisar el concepto de “gestión del conocimiento” por
su utilidad para describir los senderos por los que se produce dicho impacto,
tratando de enmarcar en él las actividades de vinculación de las universidades
y centros de I+D con su entorno económico y </span><span style="font-family: arial; text-indent: -18pt;">social.</span></span></p><p class="MsoNormal"><span style="background-color: white; font-family: arial; font-size: medium; text-indent: -18pt;">3. Reflexionar acerca de la tensión entre los humanos y
las máquinas o los dispositivos digitales que configuran ciertos tipos de
inteligencia, como eje articulador de procesos de largo plazo cargados, no
solamente de tecnologías, sino de cultura, relaciones sociales y aptitudes
laborales.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="background-color: white; font-family: arial; font-size: medium; text-indent: -18pt;">4. Proponer algunas acciones que en este nuevo contexto puedan
poner en práctica las universidades para su vinculación con el entorno económico
y social. </span></p>
<p class="MsoNormal"><span lang="es" style="background: white; color: #525252; font-size: medium; mso-ansi-language: #000A;"><o:p> </o:p></span></p>
<h2 style="margin-left: 18pt; mso-list: l0 level1 lfo3; text-indent: -18pt;"><span style="font-size: medium;"><!--[if !supportLists]--><span lang="es" style="mso-ansi-language: #000A; mso-bidi-font-family: "Arial Black"; mso-fareast-font-family: "Arial Black";"><span style="mso-list: Ignore;">1.<span style="font-family: "Times New Roman"; font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-variation-settings: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span></span><!--[endif]--><span lang="es" style="background: white; color: black; font-family: arial; mso-ansi-language: #000A; mso-color-alt: windowtext;">Qué se entiende por industria 4.0</span><span lang="es" style="background: white; mso-ansi-language: #000A;"><o:p></o:p></span></span></h2>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El concepto de
industria 4.0, sinónimo de “cuarta revolución industrial”, se acuñó en Alemania
en 2011 como parte de la estrategia para el desarrollo de alta tecnología adoptada
por el país, que involucraba a las empresas, las instituciones de I+D y los
responsables de la toma de decisiones políticas. Desde el punto de vista de los
ámbitos tecnológicos, el concepto remite a áreas de la ingeniería, la computación,
la electrónica y la ciencia de materiales, entre otras. En cuanto al punto de
vista de sus aplicaciones, inicialmente comprendía casi exclusivamente a las
empresas, pero luego se amplió a todo tipo de organizaciones como la
administración pública, las distintas formas asociativas de la sociedad civil,
las universidades e incluso el urbanismo, con las llamadas “ciudades
inteligentes”.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span lang="es">Probablemente
por tratarse de un proceso de transformaciones todavía en curso, no hay una
definición precisa de su significado, aunque en términos generales hay consenso
acerca de que se trata de los efectos sociales y económicos de la adopción de un
conjunto de tecnologías tales como la inteligencia artificial, las grandes
masas de datos o “big data”, las herramientas de procesamiento de la
información tales como la “minería de datos” y la interconexión de dispositivos
digitales. </span>El término Industria 4.0 da cuenta de un cambio en el paradigma
de la manufactura: de máquinas que simplemente operacionalizan rutinas hacia la
manufactura digital, en la que las máquinas son capaces de comunicarse entre
ellas y<span lang="es"> colaborar autónomamente.</span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">No es, en todo
caso, una fantasía muy novedosa. Ya en 1956, John McCarthy acuñó la expresión “inteligencia
artificial”, y la definió como “la ciencia e ingenio de hacer máquinas
inteligentes, especialmente programas de cómputo inteligentes”. El término
inteligencia artificial se aplica cuando una máquina imita las funciones
cognitivas de los humanos como, por ejemplo, “percibir”, “aprender” y “resolver
problemas”.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La
inteligencia artificial es una nueva forma de resolver problemas que incluye
los sistemas expertos, el manejo y control de robots y los procesadores integrando
el conocimiento en tales sistemas; en otras palabras, se trata de un sistema
inteligente capaz de escribir su propio programa. Uno de los enfoques
principales de la inteligencia artificial es el aprendizaje automático, de tal
forma que las computadoras o las máquinas tienen la capacidad de aprender sin
estar programadas para ello (Berlanga, 2016).</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La Comisión Europea
(Breque et al, 2021) refiere como tecnologías 4.0 los gemelos digitales, la
inteligencia artificial y las tecnologías de macrodatos (big data). En la
bibliografía se destacan cuatro conjuntos de tecnologías digitales:</span></p>
<blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><p class="MsoListParagraphCxSpFirst" style="text-align: left; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span lang="es" style="mso-ansi-language: #000A; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: Arial;"><span style="mso-list: Ignore;"><b>a)</b><span style="font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span></span><span lang="es" style="mso-ansi-language: #000A;"><b>Sistemas ciberfísicos</b></span></span></p></blockquote><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><p class="MsoListParagraphCxSpFirst" style="text-align: left; text-indent: -18pt;"><b style="text-indent: -18pt;"><span lang="es" style="font-family: arial; font-size: medium;">b) Macrodatos o big data</span></b></p></blockquote><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><p class="MsoListParagraphCxSpFirst" style="text-align: left; text-indent: -18pt;"><b style="text-indent: -18pt;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span lang="es">c)<span style="font-stretch: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; line-height: normal;"> </span></span><span lang="es">Fabricación digital</span></span></b></p></blockquote><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><p class="MsoListParagraphCxSpFirst" style="text-align: left; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b style="text-indent: -18pt;"><span lang="es">d)<span style="font-stretch: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; line-height: normal;"> </span></span></b><span lang="es" style="text-indent: -18pt;"><b>Internet de las cosas (Manesh et al,
2020).</b></span></span></p></blockquote>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b style="text-indent: -18pt;">a)<span style="font-stretch: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-weight: normal; line-height: normal;">
</span></b><b style="text-indent: -18pt;">Sistemas ciberfísicos. </b><span style="text-indent: -18pt;">Están
conformados por dispositivos y programas que interactúan con el mundo físico
gracias a sensores que captan señales y estímulos y responden mediante
actuadores</span><a href="https://d.docs.live.net/8de98b2f14d90ad4/Mario/Gesti%C3%B3n%20del%20conocimiento.docx#_ftn1" name="_ftnref1" style="text-indent: -18pt;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Arial",sans-serif" style="mso-ansi-language: ES-AR; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-font-size: 11.0pt; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin;">[1]</span></span></span></a><span style="text-indent: -18pt;">
para cambiar el estado del mundo real. </span><span style="background: white; text-indent: -18pt;">Dentro de este conjunto
se incluye la “monitorización de condiciones”, que consiste en la</span><strong style="text-indent: -18pt;"><span style="background: white; color: #111111; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-bidi-theme-font: minor-bidi;"> observación
e inspección continua de equipos y maquinaria con fines de </span></strong><span style="background: white; text-indent: -18pt;">mantenimiento preventivo, identificando problemas antes de
que se produzcan averías.</span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b style="text-indent: -18pt;">b)<span style="font-stretch: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></b><b style="text-indent: -18pt;">Macrodatos
o “big data”. </b><span style="text-indent: -18pt;">Están formados por conjuntos de datos de mayor tamaño y más
complejos, especialmente procedentes de nuevas fuentes. Son conjuntos de datos
tan voluminosos que el software convencional no puede gestionarlos. Sin
embargo, estos datos masivos permiten abordar problemas de gestión que antes no
hubiera sido posible solucionar. El carácter distintivo de los macrodatos es
conocido como "las tres V": </span><span style="text-indent: -18pt;"><span style="font-stretch: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; line-height: normal;"> </span></span><b style="text-indent: -18pt;">Volumen </b><span style="text-indent: -18pt;">(c</span><span style="text-indent: -18pt;">antidad de datos), </span><b style="text-indent: -18pt;">Velocidad </b><span style="text-indent: -18pt;">(r</span><span style="text-indent: -18pt;">itmo al que se reciben los
datos y se actúa) y </span><b style="text-indent: -18pt;">Variedad </b><span style="text-indent: -18pt;">(diversidad de datos disponibles).</span></span></p><p class="MsoListParagraphCxSpLast" style="mso-list: l3 level1 lfo1; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b style="text-indent: -18pt;"><span face=""HelveticaNeue-Light",serif" style="color: #2c2c2c; mso-bidi-font-family: HelveticaNeue-Light; mso-fareast-font-family: HelveticaNeue-Light;">c)<span style="font-stretch: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-weight: normal; line-height: normal;">
</span></span></b><b style="text-indent: -18pt;">Fabricación digital</b><span style="text-indent: -18pt;">. Consiste en el
uso de un sistema integrado y asistido por computadora compuesto por
herramientas de análisis, simulación y visualización e impresión en 3D que
operan con el objetivo de crear simultáneamente definiciones de productos y de procesos
de fabricación. Dentro de este conjunto se encuentran los </span><span face="HelveticaNeue-Light, serif" style="background: white; color: #2c2c2c; text-indent: -18pt;">gemelos
digitales, o <span class="cursivatexto"><i>digital twins,</i></span> que
son una réplica virtual realizada a imagen y semejanza de un producto como, por
ejemplo, la turbina de un avión, a la que <strong>se incorporan datos en tiempo real</strong><b> </b>que
pueden ser captados a través de sensores o de tecnologías relacionadas con los macrodatos. </span><span face="HelveticaNeue-Light, serif" style="background: white; color: #2c2c2c; text-indent: -18pt;">Una vez recolectada dicha información, es procesada con </span><span face="HelveticaNeue-Light, serif" style="background: white; text-indent: -18pt;">inteligencia artificial</span><span style="color: #2c2c2c; text-indent: -18pt;"> y aprendizaje automático </span><span face="HelveticaNeue-Light, serif" style="background: white; color: #2c2c2c; text-indent: -18pt;">para crear una
representación virtual.</span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b style="text-indent: -18pt;">d)<span style="font-stretch: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></b><b style="text-indent: -18pt;">Internet
de las cosas. </b><span style="text-indent: -18pt;">En términos más generales, la expresión “internet de las
cosas” se refiere a cualquier objeto que pueda conectarse a otro mediante Internet
(Evans 2011). Específicamente, se trata de cosas equipadas con sensores,
software y otras tecnologías que les permiten transmitir y recibir datos hacia
y desde otras cosas. </span><span lang="es" style="text-indent: -18pt;">A un nivel
más práctico, la Internet de las cosas permite que los sistemas se integren y
conecten de manera efectiva y fiable, tanto desde una perspectiva sintáctica
como semántica.</span></span></p><p class="MsoListParagraph" style="margin-left: 18pt; mso-add-space: auto; mso-list: l4 level1 lfo2; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: medium;"><br /></span></p>
<h2 style="margin-left: 18pt; mso-list: l0 level1 lfo3; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><!--[if !supportLists]--><span lang="es" style="mso-ansi-language: #000A; mso-bidi-font-family: "Arial Black"; mso-fareast-font-family: "Arial Black";"><span style="mso-list: Ignore;">2.<span style="font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span></span><!--[endif]--><span lang="es" style="background: white; color: black; mso-ansi-language: #000A; mso-color-alt: windowtext;">Gestión del conocimiento</span> </span></h2>
<p class="MsoNormal"><span lang="es" style="font-family: arial; font-size: medium; mso-ansi-language: #000A;">La
implantación de las innovaciones 4.0 en la vida de las organizaciones -ya se
trate de empresas, organismos públicos o de otro tipo- confiere gran relevancia
al problema de la gestión del conocimiento, una problemática emergente ya desde
la última década del siglo pasado. El concepto fue instalado en la literatura
por Ikujiro Nonaka (1991), teorizando sobre las empresas creadoras de
conocimiento. La gestión del conocimiento ha sido definida como el proceso de
generación, representación, almacenamiento, transferencia, transformación,
aplicación, inclusión y proyección del conocimiento en grupos y organizaciones.
<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">También se la
define como el conjunto de métodos que conducen a lograr los objetivos de una
organización haciendo el mejor uso del conocimiento. Se requiere para ello un
enfoque multidisciplinario. Las actividades de vinculación entre las
universidades y los centros de investigación son abordadas en este texto como
parte sustantiva de la gestión del conocimiento.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En América
Latina el tema estuvo en la agenda cuando a mediados de la última década del
siglo veinte se discutió la idea de que el camino a seguir no pasaba por la
investigación local, sino por emular los primeros años del despegue coreano. En
tal contexto, un reconocido experto de la universidad de Sussex aconsejaba a
los países en desarrollo prestar más atención a la gestión del conocimiento que
a la investigación (Bell, 1995). En aquel momento la expresión podía ser
entendida como un sinónimo de otras tales como “apropiación del conocimiento” o
“innovación por imitación”, lo que suponía seguir el modelo de Corea, o
incluso, simplemente, “transferencia de tecnología”.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span lang="es">Los esfuerzos
de gestión del conocimiento suelen centrarse en objetivos organizativos como la
mejora del rendimiento, la ventaja competitiva, la innovación, el intercambio
de lecciones aprendidas, la integración y la mejora continua de la
organización. </span>La definición de gestión del conocimiento también incluye
tres tipos de conocimiento: conocimiento <b><span lang="es">tácito</span></b><span lang="es">, <b>implícito</b> y <b>explícito</b>.
Estos tipos de conocimiento se distinguen en gran medida por la codificación de
la información.</span></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"></p><ul style="text-align: left;"><li><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b style="text-indent: -18pt;"><span lang="es">Conocimiento tácito</span></b><span lang="es" style="text-indent: -18pt;">: Este tipo de conocimiento,
identificado en primer lugar por Michael Polanyi (1966), se adquiere
típicamente a través de la experiencia y se entiende intuitivamente. Como
resultado, es difícil articular y codificar.</span></span></li></ul><ul style="text-align: left;"><li><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span style="text-indent: -18pt;"><span style="font-stretch: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; line-height: normal;"> </span></span><b style="text-indent: -18pt;"><span lang="es">Conocimiento implícito</span></b><span lang="es" style="text-indent: -18pt;">: Este tipo se confunde a menudo con el
anterior, pero a diferencia del conocimiento tácito, que es difícil de
codificar, el conocimiento implícito es documentable, aunque no lo haya sido
todavía.</span></span></li></ul><ul style="text-align: left;"><li><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b style="text-indent: -18pt;"><span lang="es">Conocimiento explícito</span></b><span lang="es" style="text-indent: -18pt;">: El </span><span style="text-indent: -18pt;">conocimiento explícito es
objetivo y transferible, según la definición de Nonaka. Por este motivo, e</span><span lang="es" style="text-indent: -18pt;">l conocimiento explícito es
documentable en manuales, informes y guías que permiten a las organizaciones
compartir fácilmente el conocimiento entre los equipos.</span></span></li></ul><p></p><p class="MsoListParagraph" style="margin-left: 18pt; mso-add-space: auto; mso-list: l5 level1 lfo6; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoListParagraph" style="margin-left: 18pt; mso-add-space: auto; mso-list: l5 level1 lfo6; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span lang="es">Estas formas
de conocimiento son importantes para retener el capital intelectual dentro de
una organización, así como facilitar la transferencia exitosa de conocimiento a
los nuevos empleados. </span>Lo interesante, en la visión de Nonaka, es que el
conocimiento explícito puede volverse tácito y viceversa, lo que puede dar lugar
a un proceso iterativo de generación de innovaciones.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"> </span></p>
<h2 style="margin-left: 18pt; mso-list: l0 level1 lfo3; text-indent: -18pt;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;"><!--[if !supportLists]--><span lang="es" style="mso-ansi-language: #000A; mso-bidi-font-family: "Arial Black"; mso-fareast-font-family: "Arial Black";"><span style="mso-list: Ignore;">3.<span style="font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span></span><!--[endif]--></span><span lang="es" style="mso-ansi-language: #000A;"><span style="font-family: arial;">Máquinas y humanos</span><o:p></o:p></span></span></h2>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El desarrollo
tecnológico desde sus orígenes expuso su doble rostro: solucionar problemas y
crear otros. La tensión entre el cambio tecnológico y el empleo, por ejemplo es
un clásico. Lo mismo ocurre con la innovación que conlleva necesariamente
obsolescencia y destrucción de capacidades materiales y también de saberes (Schumpeter,
1912).</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Cada una de
las llamadas revoluciones industriales cumplió un ciclo de mejorar la eficiencia
productiva al costo de modificaciones severas en el capital instalado y la
fuerza de trabajo. El paso de la energía de vapor a la electricidad o la
automatización de los telares son ejemplos suficientemente estudiados de obsolescencia
de capital instalado, pérdida de ciertas ventajas comparativas y su reemplazo
por otras completamente nuevas. Lo mismo ha ocurrido con los perfiles laborales
y profesionales. <span style="background: white;">Consecuentemente, se señala que los impactos de la era 4.0 sobre la
sociedad modifican la estructura social al menos en términos de empleo y
capacidades cognitivas requeridas en la fuerza de trabajo, lo cual plantea
nuevos retos a la política y reclama respuestas adecuadas por parte del sistema
educativo en general y de las universidades en particular.</span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El desarrollo
de la gran industria desde hace más de un siglo hizo que muchos se preguntaran
si las personas se valían de las máquinas o si se convertían en servidoras de ellas.
La imagen de la película de Chaplin ‘Tiempos Modernos’ era de gran elocuencia
acerca de estos procesos. Las nuevas tecnologías despiertan fantasías de un
universo regido por las máquinas.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Esta cuarta
revolución industrial se centra en la digitalización de los procesos
industriales y el uso de las nuevas tecnologías para lograr aumentar la
productividad empresarial y la eficiencia, pero no tiene en consideración
aspectos tan importantes como el papel de los trabajadores, el bienestar social
y el cuidado y respecto del medio ambiente. Esto ha hecho que poco a poco se
haya visto la necesidad de avanzar hacia modelos de desarrollo más sostenibles
que son la base de un nuevo modelo.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En 2021 la
Comisión Europea publicó el informe “<i>Industria 5.0 – Hacia una industria
europea sostenible, centrada en el ser humano y resiliente</i>” (Breque et alii,
2021). Según la definición que desarrolla la propia Comisión Europea en su
informe, la industria 5.0 es un nuevo paradigma que se centra en tres elementos
clave: el ser humano; la sostenibilidad medioambiental y la resiliencia.
Debemos colocar la I+D y la innovación al servicio de lograr una industria
sostenible, con centro en el ser humano y resistente. ¿Qué significan estos
tres elementos clave de la Industria 5.0: enfoque humano, sostenibilidad y
resiliencia?</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span lang="es" style="text-indent: -18pt;">·<span style="font-stretch: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; line-height: normal;">
</span></span><b style="text-indent: -18pt;"><span lang="es">Enfoque
humano</span></b></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En un mundo globalizado, un desarrollo
industrial centrado exclusivamente en beneficios económicos acaba teniendo
costes ambientales y sociales inaceptables. Por ello la Comisión Europea
apuesta al concepto de <b>innovación responsable</b>, que sería aquella no sólo
enfocada en el aumento de la rentabilidad, sino también en aumentar la
prosperidad para todos los actores involucrados: inversionistas, trabajadores,
consumidores, sociedad y el medio ambiente. Esta primera visión de la Industria
5.0 centrada en el ser humano es un cambio de paradigma fundamental, ya que
deja de ver a las personas como medios para lograr fines, para verlas como
fines en sí mismos. Es decir, las personas pasarían de estar al servicio de las
organizaciones a ser las organizaciones las que estarían al servicio de las
personas, según esta quinta revolución o Industria 5.0</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span lang="es" style="text-indent: -18pt;">·<span style="font-stretch: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; line-height: normal;">
</span></span><b style="text-indent: -18pt;"><span lang="es">Sostenibilidad</span></b></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Según el modelo introducido por la
Industria 5.0 las nuevas tecnologías deben ponerse al servicio del medio
ambiente y desarrollar herramientas y soluciones para optimizar la eficiencia,
minimizar los impactos ambientales, reducir los residuos, las emisiones, de
acuerdo con los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span lang="es" style="text-indent: -18pt;">·<span style="font-stretch: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; line-height: normal;">
</span></span><b style="text-indent: -18pt;"><span lang="es">Resiliencia</span></b></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Las organizaciones deben ser menos frágiles
a los altibajos a los que están sometidas y por tanto, deben ser capaces de
anticiparse, reaccionar y aprender sistemáticamente de cualquier crisis o
situación que contravenga, lo que garantiza un crecimiento estable y sostenible
en el tiempo. Una estrategia resiliente basada en la Industria 5.0 debe ser
ágil y resistente con tecnologías flexibles y adaptables.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El concepto de
Industria 5.0 proporciona un enfoque diferente y destaca la importancia de la
investigación y la innovación para apoyar a la industria en su servicio a largo
plazo a la humanidad dentro de los límites planetarios.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En un sentido
similar, la Federación Japonesa de Organizaciones Económicas (Keidanren)
presentó en 2016 el concepto de Sociedad 5.0 que fue posteriormente promovido
por el gobierno japonés. Si la sociedad 4.0 se caracteriza por el predominio de
la "información", la sociedad 5.0 intentaría equilibrar el desarrollo
económico con la resolución de problemas sociales y ambientales.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La sociedad
5.0 sería una sociedad en la que las tecnologías informáticas avanzadas, la
Internet de las cosas, los robots, la inteligencia artificial y la realidad
aumentada se utilizarían activamente en la vida cotidiana, la industria, la
atención médica y otras esferas de actividad, no principalmente para obtener
ventajas económicas, sino para el beneficio y la conveniencia de cada
ciudadano.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: medium;"><br /></span></p>
<h2 style="margin-left: 18pt; mso-list: l0 level1 lfo3; text-indent: -18pt;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial;"><!--[if !supportLists]--><span style="mso-bidi-font-family: "Arial Black"; mso-fareast-font-family: "Arial Black";"><span style="mso-list: Ignore;">4.<span style="font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;">
</span></span></span><!--[endif]--><span lang="es" style="mso-ansi-language: #000A;">Vinculación</span>
en el contexto de la industria 4.0</span><o:p></o:p></span></h2>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La revolución 4.0 no puede pasar desapercibida desde la
perspectiva de la gestión de las universidades en sus diversas funciones; entre
ellas, su vinculación con el entorno económico social y los impactos que en él
se producen. Por la naturaleza de tales impactos en el ámbito productivo es esperable
que se redefina, no solamente el perfil de las empresas, sino también el de las
propias universidades y de los vínculos entre unas y otras.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En cuanto al perfil propio de las universidades, cabría
esperar que en forma creciente adopten enfoques y herramientas propias de la
gestión del conocimiento. Es decir que, siguiendo la visión de Nonaka (1991), apliquen
“un <span lang="es">conjunto de métodos que conduzcan
a lograr los objetivos institucionales haciendo el mejor uso del conocimiento”.
Les cabe también la distinción acerca de los tipos de conocimiento. Por un
lado, las universidades son instituciones en las que las cuestiones
estatutarias definen minuciosamente procedimientos y relaciones de un modo similar
a la categoría de “conocimiento explícito”. Al mismo tiempo, sin embargo, las
universidades esencialmente resguardan un ambiente de libertad académica que genera
numerosas oportunidades de “conocimiento tácito”, es decir, aquel que se
adquiere a través de la experiencia, de la vida universitaria, de sus
relaciones internas o externas y se entiende intuitivamente. Siguiendo las
ideas expuestas, la conversión iterativa entre el </span>conocimiento tácito y
el explícito puede dar lugar a la generación de respuestas innovadoras de las
universidades frente a las nuevas demandas que surgen de esta cuarta revolución
industrial.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En otro plano ¿deberíamos escudriñar la posibilidad de que
se avecine un modo diferente de relación entre las universidades y las empresas?
En tal caso, ¿en qué medida afectarían tales cambios a las modalidades de vinculación?</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Una primera respuesta va en el sentido de que las
universidades introduzcan en su currículo ofertas de capacitación en
transformación digital e industrias 4.0. Algunas universidades en América
Latina ofrecen oportunidades de capacitación de posgrado en estos temas y
muchas actualizan sus currículos de grado en lo referente a tecnologías 4.0. Si
bien estamos hablando de docencia, es posible abordar estas actividades desde
la perspectiva de la vinculación.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Como se señalara anteriormente, un impacto típico de la
inteligencia artificial es sobre el empleo y las capacidades laborales básicas.
La preocupación de la Unión Europea por una industria 5.0 que sea sostenible y
centrada en el ser humano da cuenta de esto, lo mismo que la más retórica
versión japonesa de la sociedad 5.0, orientada hacia el beneficio de los
ciudadanos. La formación de profesionales para desempeñarse en estos nuevos
escenarios puede ser considerada como una nueva forma de vinculación.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Es probable que en el futuro el vínculo entre las
universidades y centros de I+D con su entorno pase más directamente por la
formación de recursos humanos dotados de nuevas habilidades. Para eso se
requiere que exista una relación muy estrecha entre las universidades y las
empresas, unas y otras implicadas en el proceso de transformación que impulsa la
tecnología. Hoy las empresas encuestadas dicen esperar un salto pronunciado en
su demanda de profesionales con habilidades asociadas a las transformaciones
tecnológicas. La capacidad para trabajar en equipo, la comunicación, la
flexibilidad y la interacción entre personas y computadoras son algunas de las
aptitudes más valoradas, sobre todo por las empresas más avanzadas
tecnológicamente (Albornoz, 2022).</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En esta cuarta revolución industrial, en la medida que en
nuestros países se consoliden las actividades de vinculación como misión
universitaria, es esperable que los vínculos estén más centrados en la aptitud
de las universidades para formar a sus estudiantes en perfiles permanentemente
actualizados para nutrir a las empresas en forma directa, más que en la
prestación de servicios a través de las unidades de vinculación. También es
esperable que cobre cada vez más importancia el fomento de la creación de
startups que, en su búsqueda constante de la innovación, serán las vías de
acceso a la revolución 4.0 en nuestros países.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Sin embargo, una advertencia final: no debemos perder de
vista la fluidez del cuadro de situación, Como se señalara al principio, estos <span lang="es">procesos técnicos y sociales están dotados
de una velocidad tal que la comprensión de su alcance y significado corre por
detrás de ellos. Entretanto, como en casi todas las épocas de transición, vivimos
en un mundo de dos velocidades (al menos) y debemos estar precavidos de no
confundir el futuro -al que todavía no hemos llegado- con el presente en el que
estamos. Por ello, las nuevas formas de vinculación propias de la cuarta
revolución industrial no deben distraer de las formas tradicionales, que se
corresponden con la mayor parte del tejido industrial latinoamericano.</span></span></p>
<div id="ftn1"><h3 style="text-align: left;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">(1) Un actuador es un dispositivo capaz de transformar energía (hidráulica, neumática o eléctrica) en la activación de un proceso que genere efectos sobre un proceso automatizado. Este recibe la orden d</span><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">e un regulador o controlador y en función a ella genera la orden para activar un elemento final de control.</span></h3></div><h2 style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><span style="text-indent: -18pt;">5.<span style="font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; line-height: normal;">
</span></span><span lang="es" style="text-indent: -18pt;">Citas</span><span style="text-indent: -18pt;">
utilizadas</span></span></h2><h2 style="margin-left: 18pt; mso-list: l0 level1 lfo3; text-indent: -18pt;"><o:p></o:p></h2>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: 10pt;">Albornoz, Mario (2022); ¿Vinculación
4.0? Texto para Debate. En Foro Iberoamericano de Indicadores de Vinculación</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: 10pt;">Bell, Martin (1995); Enfoques
sobre política de ciencia y tecnología en los años 90: viejos modelos y nuevas
experiencias. En REDES Vol. 2, N° 5, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos
Aires.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: 10pt;">Berlanga, Antonio (2016); El
camino desde la Inteligencia Artificial al Big Data. Revista índice N°68.
Instituto Nacional de Estadísticas y Universidad Autónoma de Madrid. España.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><span lang="EN-GB" style="font-size: 10pt;">Breque, Maija; De Nul, Lars; Petridis, Athanasios (2021); Industry 5.0 Towards
a sustainable, humancentric and resilient European industry. </span><span style="font-size: 10pt;">Directorate-General for Research and Innovation
(European Commission).</span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: 10pt;">Evans, Dave (2011) Internet
de las cosas Cómo la próxima evolución de Internet lo cambia todo. </span><span lang="EN-GB" style="font-size: 10pt;">Cisco Internet
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<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: 10pt;">Manesh, M., Pellegrini, M., Marzi, G., Dabic, M. (2020); Knowledge
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<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><span lang="EN-GB" style="font-size: 10pt;">Polanyi, Michael (1966); The Tacit Dimension; </span><span lang="EN-GB" style="background: white; color: #202122; font-size: 10pt;">Doubleday & Co. </span><span style="background: white; color: #202122; font-size: 10pt;">New York ,USA.</span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: 10pt;">Schumpeter, Joseph (1912);
Teoría del Desenvolvimiento Económico, primera versión en alemán. Versión
española utilizada: (1976) Fondo de Cultura Económica, México.</span></p>
<p class="MsoNormal"><br /></p>
<div style="mso-element: footnote-list;"><!--[if !supportFootnotes]--><br clear="all" />
<div id="ftn1" style="mso-element: footnote;"><p class="MsoFootnoteText"><br /></p></div></div><p></p>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-45896621377039944532023-02-09T13:54:00.014-08:002023-04-17T18:29:12.647-07:00La ciencia latinoamericana en la época del COVID-19<p></p><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgkwxDxgPB6--gYn7uHIW0Fx53NWfmq3yxrrvh6OHZjcJpcTXcF3ToFdLvyedaMw1b_a40hrk5YQkYnTZscwPm_Ad75_wsggFLSgNorsqgDAjpT1befl4QCI05uineU1y_CgiPdG1BvFsVA6ECMVWBd0ZjF2B2wVRTG0C1HfQVDE_8nyaX02Gix7CU3nA/s1754/CTyP.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1754" data-original-width="1240" height="232" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgkwxDxgPB6--gYn7uHIW0Fx53NWfmq3yxrrvh6OHZjcJpcTXcF3ToFdLvyedaMw1b_a40hrk5YQkYnTZscwPm_Ad75_wsggFLSgNorsqgDAjpT1befl4QCI05uineU1y_CgiPdG1BvFsVA6ECMVWBd0ZjF2B2wVRTG0C1HfQVDE_8nyaX02Gix7CU3nA/w192-h232/CTyP.jpg" width="192" /></a><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 12pt; text-align: justify;">Este artículo, elaborado en conjunto con Rodolfo Barrere, se propone por un lado poner en
evidencia las características de la ciencia latinoamericana en su contexto
actual, como resultado de su trayectoria histórica. Por otro lado realizar una
aproximación al proceso que esta experimentando en el marco de la pandemia, así
como discutir algunas tendencias que se avizoran. En particular pretende
destacar que la heterogeneidad de la región contrasta con algunas actitudes
imitativas en la configuración de los sistemas científicos y tecnológicos. Se
concluye que la respuesta de la ciencia latinoamericana frente a la emergencia
del COVID-19 fue razonablemente adecuada y puso en evidencia el progreso de la
investigación académica y clínica durante los últimos años.</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><span><a name='more'></a></span></div><div><p style="line-height: 150%; margin-left: 0cm; text-align: left; text-indent: 0cm;"><b><span style="font-size: 13pt; line-height: 150%;">Lo heterogéneo y lo imitativo</span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt; line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial;">Alguna vez se ha dicho que en América Latina hay
más política científica que ciencia y, aunque esta afirmación sea injusta con
los evidentes avances de la región en su capacidad científica, es reveladora de
que la preocupación de vincular la ciencia y la tecnología con las metas del
desarrollo generó en la región, desde la inmediata posguerra, una fuerte
corriente de pensamiento y un movimiento llamativo de creación de sistemas
institucionales no siempre acordes con las capacidades reales de los países en
esta materia. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt; line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt; line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial;">Una mirada ingenua podría interpretar que
América Latina es simplemente más pobre que otras regiones del planeta y su
nivel de desarrollo más incipiente. Sin embargo, una mirada de tal tipo no
percibiría que se trata de una realidad diferente. El panorama latinoamericano
es heterogéneo y muy complejo en varios planos: lo político, lo económico y lo
social. Por ello, sería un error trasladar imitativamente, sin discriminar,
modelos o lineamientos que han sido exitosos en otros contextos, pero no lo
serían en el contexto local. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt; line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial;"><br /></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 12pt; line-height: 150%;">Pese
a todo, eso fue lo que inicialmente se hizo. La mayoría de las instituciones
existentes en la región se inspiraron en lo que ahora se conoce como el
"modelo lineal" formalizado por Vannevar Bush (1999) en los Estados
Unidos al final de la Segunda Guerra Mundial. El objetivo de tal modelo era
principalmente garantizar una investigación básica de buena calidad. Se suponía
que esto garantizaría la disponibilidad de investigación aplicada y que los
beneficios de la ciencia a su vez se derramarían sobre la sociedad en su
conjunto. La adopción inicial de este modelo no se trató de un fenómeno
exclusivamente latinoamericano. La fascinación que produjo en todo el mundo el
poder de la ciencia, aún para pensadores críticos como John Bernal (1964), la
admiración por la “big science” y la demanda de conocimiento científico
asociada con el relanzamiento de las economías centrales, dieron credibilidad
al modelo. Esta visión era particularmente simpática para la “república de la
ciencia” como denominaba Polanyi (2014) a la investigación básica. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 12pt; line-height: 150%;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 12pt; line-height: 150%;">No
obstante, al adoptar imitativamente el estilo de política científica que
deslumbró al mundo de la posguerra, muchos países no tomaron en cuenta que el
éxito de la “big science” estuvo basado en el gran impulso que le dio el
complejo industrial militar norteamericano y las enormes inversiones del
gobierno con propósitos bélicos. Sin una contraparte de tales características
el modelo lineal queda necesariamente limitado al ámbito de lo académico. En
algunos países de América Latina -generalmente, los de mayor tamaño- este tipo
de política encontró cierto éxito en la creación o consolidación de una
comunidad científica, pero fue de poca eficacia a la hora de transferir
conocimiento al sector productivo; esto dio lugar a la configuración de un
sector académico relativamente aislado de la sociedad. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><b style="text-align: left; text-indent: 0cm;"><span style="font-size: 13pt; line-height: 150%;"><br /></span></b></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><b style="text-align: left; text-indent: 0cm;"><span style="font-size: 13pt; line-height: 150%;">La cuestión de la tecnología</span></b></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-size: 12pt;">Por su parte, los teóricos latinoamericanos del
desarrollo prestaron mucha atención a la ciencia y la tecnología como
instrumentos necesarios para el despegue económico y social de la región. Entre
los expertos, Jorge Sabato (1970) se adelantó a la formulación de la triple
hélice (Etzkowitz et al, 1998), hoy en boga, con su modelo del triángulo de
interacciones entre los gobiernos, las empresas y las instituciones científicas
y académicas. En varias reuniones internacionales convocadas generalmente por
la OEA y la UNESCO se discutió acerca de la falta de correlación entre las
esferas de producción y el uso del conocimiento en los países latinoamericanos,
lo que a su vez conduce a un desajuste entre las expectativas de las comunidades
científicas y las empresas en cuanto al uso del conocimiento.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt; line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt; line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial;">Fue temprana la percepción de que, en su
conjunto, la investigación realizada en la región tenía un impacto reducido en
el desarrollo tecnológico del tejido industrial, lo que movió a explorar un
tipo de institucionalidad diferente, a impulsos de CEPAL (Albornoz y Barrere,
2010). Tal fue la creación de los institutos tecnológicos agropecuarios e
industriales (Albornoz, 2015) (Nun, 1995). En líneas generales, sin embargo,
hubo dificultades para que la ciencia y la tecnología pudieran entrar en la
agenda política de un modo que fuera más allá de lo retórico o “explícito”,
como decía Amílcar Herrera (1995), pero con limitaciones implícitas en la
escasa asignación de recursos. Todavía hoy se puede observar que una constante
en la política científica y tecnológica latinoamericana es la baja inversión en
I+D, con excepción de Brasil (Gráfico 1).<o:p></o:p></span></p>
<p align="center" class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: center;"><!--[if gte vml 1]><v:shapetype
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</v:shapetype><v:shape id="Imagen_x0020_1" o:spid="_x0000_i1028" type="#_x0000_t75"
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</v:shape><![endif]--></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><img border="0" class="placeholder" id="c7ecda1d579b5" src="https://www.blogger.com/img/transparent.gif" style="background-color: #d8d8d8; background-image: url('https://fonts.gstatic.com/s/i/materialiconsextended/insert_photo/v6/grey600-24dp/1x/baseline_insert_photo_grey600_24dp.png'); background-position: 50% 50%; background-repeat: no-repeat; opacity: 0.6;" /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><b><span style="font-size: 14.6667px; text-align: left;"> </span><span style="font-size: 14.6667px; text-align: left;">Gráfico 1: Inversión en I+D en relación con el PBI</span></b></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgjOW4g1iHf0QAJHReAJqf3sfQrimiXVJZ1WHablZ-Rg7gJUjmVWMrVuKJ92fKgkOpfpqdM4QmkFcljdPQd8w0qN-YA1gH3FE97FCVQu50rtEWixnWXQFJrIfQ30uNkpk7C9h0aDsqOU59V4OVa_b5agSGuAoQ9AMtdNUMwhf_7DBNQxNmZFVbVkj3ynA/s428/Gr%C3%A1fico%201%20COVID.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="172" data-original-width="428" height="228" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgjOW4g1iHf0QAJHReAJqf3sfQrimiXVJZ1WHablZ-Rg7gJUjmVWMrVuKJ92fKgkOpfpqdM4QmkFcljdPQd8w0qN-YA1gH3FE97FCVQu50rtEWixnWXQFJrIfQ30uNkpk7C9h0aDsqOU59V4OVa_b5agSGuAoQ9AMtdNUMwhf_7DBNQxNmZFVbVkj3ynA/w567-h228/Gr%C3%A1fico%201%20COVID.png" width="567" /></a></div><div><span style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span></span><span face=""Arial",sans-serif" style="color: #212529; font-size: 10pt; line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial;">Fuente: RICYT</span></div>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt; line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><a name="_heading=h.gjdgxs"></a><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt; line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial;">A pesar de las
limitaciones, hoy es posible afirmar que se ha progresado en varias
dimensiones. En el plano académico surgieron grupos de excelencia en varios
países. Los índices bibliométricos muestran que el 10% más productivo de los
investigadores latinoamericanos tiene niveles comparables con los mejores del
mundo. La íntima relación de los científicos con las universidades que deben
dar respuesta a una demanda masiva de educación superior, el escaso
financiamiento y la falta de equipamientos de última generación impiden resultados
más amplios. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt; line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial;">También ha sido muy baja la inversión en I+D de
las empresas. Esto puede ser considerado como un síntoma del escaso dinamismo
innovador del sector productivo, lo que constituye un ejemplo de situaciones en
las que las políticas desarrolladas para otros contextos no se adaptan
plenamente al caso latinoamericano. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 12pt; line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial;"><br /></span></p>
<h3 style="line-height: 150%; text-align: left;"><b><span style="font-size: 13pt; line-height: 150%;">La evolución de las políticas de CyT</span></b></h3><h2 style="line-height: 150%;"><span style="font-weight: normal;"><span style="font-size: medium;"><span face=""Arial",sans-serif" style="line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial; text-align: justify;">Los formatos y los instrumentos de la política
científica fueron evolucionando en todo el mundo a medida que se alcanzaba una
mejor comprensión de la relación entre la ciencia, la tecnología y la sociedad.
El cambio en las agendas de estos temas fue descrito por algunos estudiosos
como una serie de etapas en las que se pasó de una política “para la ciencia”
(el viejo modelo lineal) a una “ciencia para la política”, queriendo expresar
así el tránsito hacia una investigación orientada a objetivos determinados por
actores políticos, económicos y sociales. En un trabajo muy citado, Aant
Elzinga y Andrew Jamison (1996) distinguían entre la política científica y la
política de la ciencia, en referencia al uso del conocimiento científico por el
poder político, militar y económico. <span style="color: #212529;">¿Qué estaba
ocurriendo? Simplemente que la década de los setenta, como la precedente,
fueron años de una explosión de creatividad cultural, activismo y emergencia de
grupos que expresaban una conciencia crítica. En el plano de la política científica,
esa década y la siguiente fueron señaladas como el período de la relevancia
social. La “república de la ciencia” sufrió el asalto de las urgencias
sociales. Como lo expresó Helga Nowotny (2001), la “sociedad interpela a la
ciencia”. Economistas como Christopher Freeman (1975, 2003) y Nathan Rosenberg
(2003), entre otros, impulsaron la irrupción en escena de un nuevo término: la
innovación y ayudaron a comprender las diferencias y las relaciones entre los
sistemas de I+D y los procesos innovativos. Así fue como gradualmente la
política científica fue evolucionando desde un enfoque de “oferta” de
conocimientos, propia del modelo lineal, a uno de “demanda” por parte de
actores económicos y sociales, lo que iba dando lugar a las políticas de innovación
(Lundvall, </span></span><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%; text-align: justify;">1992)</span><span face=""Arial",sans-serif" style="color: #212529; line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial; text-align: justify;">.</span></span></span></h2><h2 style="line-height: 150%;"><span style="font-size: medium;">También los países latinoamericanos comenzaron a
procesar un giro en su política científica hacia la innovación, en un
movimiento probablemente más discursivo que real, al tiempo que comenzaban a
adoptar estrategias de desarrollo con mayor equidad social. Este cambio tuvo
nuevamente aspectos imitativos, ya que el tejido industrial latinoamericano,
compuesto mayormente por pequeñas y medianas empresas tenía un dinamismo
escasamente innovador.</span></h2>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial;">En la gestión de la política científica y
tecnológica en Latinoamérica, siguiendo tendencias mundiales, ha habido un
aprendizaje que condujo paulatinamente a nuevas prácticas en la evaluación de
los resultados de la I+D, la promoción de la innovación, el fortalecimiento de
la vinculación entre los centros de investigación con las empresas y el
seguimiento de la opinión pública sobre cuestiones de ciencia y tecnología y la
difusión del conocimiento. En este sentido, ha habido un mayor interés
gubernamental por promover una cultura científica y la participación ciudadana.
América Latina no ha sido ajena a una tendencia general hacia la
democratización del conocimiento. En los últimos años se han realizado
numerosas encuestas sobre la percepción pública de la ciencia y ha crecido el
interés por la ciencia abierta.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span><a name="_heading=h.30j0zll"></a></span><span face=""Arial",sans-serif" style="line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial;"><span>Entre otras
reformas características de los sistemas institucionales, en este caso el de
educación superior, es visible el esfuerzo de adaptación de las universidades
latinoamericanas a la nueva realidad social, con el desarrollo de vínculos con
las empresas y otros actores sociales. Pero en general, la heterogeneidad de la
región se hace muy evidente. No hay que olvidar la enorme disparidad que existe
entre los países, en términos de su tamaño, su población y sus recursos. Cinco
países aportan el 75% del Producto Bruto Interno (PBI) de la región. Si a ellos
se agregan otros cuatro, el PBI acumulado es del 90%. Más de una docena de
países aportan en su conjunto el 10% restante (Gráfico 2). </span><o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial;"></span></p><h3 style="line-height: 28.08px; text-align: center;"><span><span style="font-size: small;">Gráfico 2: distribución del PBI latinoamericano por países<span face="Arial, sans-serif" style="color: #212529; line-height: 19.5px; text-align: justify; text-indent: 36pt;"> </span></span></span><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiDRxxwicPGE4emOjaA9a1UyfLlLPVjpOHh-FPr-aJAMbHkMV0DmfNorjzf-RoHZlrdwo0HVLdxoGlwkL7HeBFxT8mGipONOBQpSQrcQf2VDj6s6N9ppZ5088dznCv-1AY0GCi1f0Gn-7S08NtBf9uWW_McHEDDxY4ohYrl4MpyfnK2-BerRIX2c5XprA/s427/Gr%C3%A1fico%202%20COVID.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="216" data-original-width="427" height="267" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiDRxxwicPGE4emOjaA9a1UyfLlLPVjpOHh-FPr-aJAMbHkMV0DmfNorjzf-RoHZlrdwo0HVLdxoGlwkL7HeBFxT8mGipONOBQpSQrcQf2VDj6s6N9ppZ5088dznCv-1AY0GCi1f0Gn-7S08NtBf9uWW_McHEDDxY4ohYrl4MpyfnK2-BerRIX2c5XprA/w582-h267/Gr%C3%A1fico%202%20COVID.png" width="582" /></a></h3><p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial;"><span style="font-size: 12pt;"> </span><span style="font-size: 12pt;"> </span><span style="font-size: 12pt;"> </span><span style="font-size: 12pt;"> </span><span style="font-size: x-small;"><span> </span>F</span></span><span style="font-size: x-small;"><span style="background-color: white; text-indent: 36pt;">uente: </span><w:sdt id="602305279" sdttag="goog_rdk_0" style="text-indent: 36pt;"></w:sdt><span style="background-color: white; text-indent: 36pt;">RICYT sobre datos del Banco Mundial</span></span></p><p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;"><span style="font-size: x-small;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 12pt;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium;">Con la institucionalidad de la política
científica y tecnológica pasa algo semejante. Aunque existen organismos
públicos dedicados a la I+D en todos los países de América Latina (gran parte
de ellos crearon sus consejos de ciencia y tecnología entre las décadas de los
cincuenta y setenta, en un movimiento impulsado por organismos internacionales
como UNESCO), las circunstancias reales varían entre los países que tienen
grandes y complejos sistemas –como Brasil, Argentina, México y Chile- y
aquellos con sólo cuentan con un escueto conjunto de instituciones débiles en
ciencia, tecnología y educación superior.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><a name="_heading=h.1fob9te"></a><span face=""Arial",sans-serif" style="line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial;"> </span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial;">En cuanto a la riqueza y variedad de los
instrumentos aplicados para la promoción de la ciencia y la tecnología, un
estudio publicado en 2008 por el Banco Interamericano de Desarrollo y elaborado
por el Centro REDES (2008) identificaba 30 tipos diferentes de instrumentos de
política científica y tecnológica agrupados en seis categorías principales. Los
únicos países que contaban con instrumentos para cada categoría eran Argentina,
Brasil, Chile, México y Uruguay. Colombia, Perú y Venezuela tenían también
sistemas de cierta amplitud, pero más reducida variedad de instrumentos que los
cinco mencionados en primer término. Tampoco esto debería llamar la atención,
si se considera que la concentración de la inversión en I+D es mayor que la del
PBI. En este caso, tan sólo tres países acumulan el ochenta por ciento de la
inversión regional en I+D. Si se amplía este número, siete países aportan el
noventa y cinco por ciento de la inversión en I+D de toda Latinoamérica
(Gráfico 3). Con todo, vale la pena señalar que un solo país (Brasil) es
responsable de más del sesenta por ciento del total regional. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><o:p><span style="font-size: medium;"> </span></o:p></p>
<p align="center" class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: center;"><b><!--[if gte vml 1]><v:shape
id="Imagen_x0020_9" o:spid="_x0000_i1026" type="#_x0000_t75" style='width:425.25pt;
height:210.75pt;visibility:visible;mso-wrap-style:square' o:bordertopcolor="black"
o:borderleftcolor="black" o:borderbottomcolor="black" o:borderrightcolor="black">
<v:imagedata src="file:///C:/Users/outlet/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image005.png"
o:title=""/>
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<w:borderleft type="single" width="6"/>
<w:borderbottom type="single" width="6"/>
<w:borderright type="single" width="6"/>
</v:shape><![endif]--><span style="color: #212529; text-align: justify;">Gráfico 3: Inversión latinoamericana en I+D por países</span></b></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgp_VKCOx2yuC-XJXapVZgh8kcdrdDyfAAizpV8EaunxISDO_Lb5pcAz_ZvCdE9N_MCjEKkd_4Zg20fjJDtfcVBXeZUbZzrJvS9yQqnJD_uMNu8ZP5JJx_CBvkx7_k4q0qyP7HMdhQ_qSXPhM2iB2fAK7nT-HaZ13JxKKC-vguAUhvujiVoiEQbUHiuow/s427/Grafico%203.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="213" data-original-width="427" height="283" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgp_VKCOx2yuC-XJXapVZgh8kcdrdDyfAAizpV8EaunxISDO_Lb5pcAz_ZvCdE9N_MCjEKkd_4Zg20fjJDtfcVBXeZUbZzrJvS9yQqnJD_uMNu8ZP5JJx_CBvkx7_k4q0qyP7HMdhQ_qSXPhM2iB2fAK7nT-HaZ13JxKKC-vguAUhvujiVoiEQbUHiuow/w566-h283/Grafico%203.png" width="566" /></a></div><p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="color: #212529; font-size: 10pt; line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial;"><span> </span><span> </span><span> </span>Fuente: </span><w:sdt id="105014030" sdttag="goog_rdk_1"></w:sdt><span face=""Arial",sans-serif" style="color: #212529; font-size: 10pt; line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial;">RICYT</span><span face=""Arial",sans-serif" style="color: #212529; font-size: 12pt; line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial;"><o:p></o:p></span></p>
<h2 style="line-height: 150%; margin-left: 0cm; text-indent: 0cm;"><b><span style="font-size: 13pt; line-height: 150%;"> </span></b></h2><h2 style="line-height: 150%; margin-left: 0cm; text-indent: 0cm;"><b style="text-indent: 0cm;"><span style="font-size: 13pt; line-height: 150%;">El estado actual de la CyT en América Latina</span></b></h2>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><a name="_heading=h.3znysh7"></a><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;">La pandemia comenzada a fines de 2019 encontró a la ciencia
y la tecnología de América Latina en una coyuntura desfavorable. Esto está
relacionado, en parte, con los cambios de ciclo económico en la región. <a name="_Hlk79777974">Si se toma el decenio comprendido entre 2009 y 2018, el PBI
de América Latina mostró un crecimiento total del 40%, alcanzando los diez mil
millones de dólares expresados en Paridad de Poder de Compra (PPC). </a>Sin
embargo, el periodo encierra dos tendencias distintas; un crecimiento más
marcado en los primeros años y un estancamiento desde 2015, momento desde el
cual se registra un crecimiento interanual menor al 2%. Si bien algunos países
muestran un crecimiento algo mayor, la tendencia regional se explica
principalmente por la caída y lenta recuperación de la economía brasileña.<a href="https://d.docs.live.net/8de98b2f14d90ad4/Mario/Art%C3%ADculos%20y%20ponencias/La%20ciencia%20LA%20en%20tiempos%20de%20COVID.docx#_ftn1" name="_ftnref1" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="color: black; line-height: 112%;">[1]</span></span></span></a></span></span></p><p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><br /></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><a name="_heading=h.2et92p0"></a><b><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;">Inversión en I+D. </span></b><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;">La evolución positiva del PBI
regional desde principios de siglo hasta 2015 muestra también un aumento de los
recursos destinados a ciencia y tecnología. Sin embargo, el cambio de coyuntura
económica de 2015 tuvo un fuerte impacto sobre la inversión en I+D. En 2016,
por primera vez desde el año 2000, los recursos destinados a I+D a nivel
regional decrecieron y se mantuvieron estables en los años posteriores, sin
acompañar la lenta recuperación de la economía latinoamericana. <a name="_Hlk79778055">Esta situación configura otro fenómeno relevante: si se
considera el decenio comprendido entre 2009 y </a></span><w:sdt id="-268245754" sdttag="goog_rdk_2"></w:sdt><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;">2018, la economía de la región
creció más que la inversión en I+D, algo que no había ocurrido en los años
precedentes. </span><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;">Obviamente,
esto se refleja en el indicador de inversión en I+D en relación con el PBI.
Para el conjunto de América Latina, ese indicador alcanzó el 0,58% en 2018,
descendiendo desde el 0,69% en 2015. Prácticamente ningún país de la región
escapó a esta tendencia. A pesar de su caída, Brasil fue el país que más
esfuerzo relativo realizó en I+D, invirtiendo en 2018 el 1,16% de su PBI. El
segundo país en intensidad era Argentina, con el 0,49% en el mismo año.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;"> </span></p>
<p align="center" class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: center;"><b><a name="_heading=h.tyjcwt"></a><span style="color: #212529; text-align: justify;">Gráfico 4: PBI e Inversión latinoamericana en I+D</span></b></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizz34dTgLu3cNTaGDvX_f3Aclsusw3iUdVB4kYIdePMxKXZHjno8crg7tXUpE3OoojlNYRCTcIJrl-Y2sZH1ijKjKl2m0BeXmNf2I6Xb7fQfMAWcig2EuPcPJit9BGMgUiZ1tko7EAQmUhOfCIUk22QsZ03IVk982wzd6jTSnEvTCd9BgqNmjajjERAg/s427/Grafico%204.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="202" data-original-width="427" height="269" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizz34dTgLu3cNTaGDvX_f3Aclsusw3iUdVB4kYIdePMxKXZHjno8crg7tXUpE3OoojlNYRCTcIJrl-Y2sZH1ijKjKl2m0BeXmNf2I6Xb7fQfMAWcig2EuPcPJit9BGMgUiZ1tko7EAQmUhOfCIUk22QsZ03IVk982wzd6jTSnEvTCd9BgqNmjajjERAg/w569-h269/Grafico%204.png" width="569" /></a></div><p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face=""Arial",sans-serif" style="color: #212529; font-size: 10pt; line-height: 150%; mso-fareast-font-family: Arial;"> Fuente: RICYT</span><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 12pt; line-height: 150%;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 12pt; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;">Además,
la inversión en I+D de los países de la región continúa teniendo una baja
intensidad en comparación a la de los países industrializados. Por ejemplo,
Corea e Israel destinan casi el 5% de su PBI a I+D, mientras que Alemania y
Estados Unidos rondan el 3%. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;">Es,
por otra parte, una situación en la que los países de América Latina
difícilmente logran tener niveles de inversión que les permitan alcanzar una
masa crítica de fondos para la I+D, aproximándose a la meta generalmente
aceptada del 1% del PBI (excepto Brasil). Por un lado, es importante no perder
de vista que la inversión regional representa tan sólo el 2,8% del total
mundial. Por el otro, América Latina se caracteriza por un marcado fenómeno de
concentración ya señalado (Gráfico 3). En ese contexto, es imposible pensar un
desarrollo sostenible de la ciencia regional que no contemple la colaboración
entre los países que la integran.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;"><br /></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><b><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;">Recursos humanos.</span></b><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;"> En paralelo, la cantidad de
investigadores activos en América Latina ha experimentado un marcado
crecimiento, cercano al 70% entre 2009 y 2018, superando las 641 mil personas.
La tendencia fue estable en todo el decenio, sin acusar las restricciones
presupuestarias de los últimos años, que evidentemente han afectado los
recursos para la investigación pero no aún la base de recursos humanos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;">En
cuanto a la distribución por género de los investigadores latinoamericanos, en
2018 la cantidad de hombres fue mayor que la de mujeres en la mayoría de los
países, aunque con brechas de distinta magnitud. Mientras que en países como Argentina
y Brasil existe un virtual balance de </span><w:sdt id="-852485859" sdttag="goog_rdk_3"></w:sdt><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;">género
más allá de que en los puestos jerárquicos hay una brecha significativa, en
países como Chile, México las mujeres son sólo un tercio de las personas que
investigan.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><b><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;"><br /></span></b></p><p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><b><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;">Publicaciones. </span></b><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;">En este periodo, además, la
integración de América Latina a la corriente principal de la ciencia
internacional se consolidó. Un reflejo de ello son las publicaciones de autores
de la región en revistas científicas indexadas en bases de datos
internacionales. Por ejemplo, entre 2009 y 2018 la cantidad de artículos
publicados en SCOPUS por autores de América Latina creció un 81%, siendo
superior a la expansión de la inversión en I+D y la cantidad de investigadores.
En este aspecto, se destaca el crecimiento de Colombia y Chile que triplicaron
y duplicaron, respectivamente, la cantidad de publicaciones en esta base de
datos. en esos diez años. En ciencias sociales y humanidades ha habido también
un crecimiento de la producción, no completamente registrada en las bases de
datos internacionales, lo que está dando lugar a un amplio movimiento destinado
a valorar este tipo de producción a partir de repositorios y otras fuentes
documentales, así como a revalorar la producción en lenguas vernáculas.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><b><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;"><br /></span></b></p><p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><b><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;">Patentes.</span></b><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;"> Existe, sin embargo, un punto
relativamente débil en la región: el desarrollo tecnológico. El registro de
propiedad intelectual, como uno de los indicadores posibles para observar este
fenómeno, muestra valores todavía escasos. Si tomamos en cuenta que entre 2009
y 2018 la inversión en I+D creció </span><w:sdt id="-581290627" sdttag="goog_rdk_4"></w:sdt><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;">un 29% y las publicaciones científicas un 80%, llama
la atención que la cantidad total de patentes solicitadas en las oficinas
nacionales de los países latinoamericanos haya aumentado tan sólo un 5%. El
incremento es liderado por Chile y Colombia que duplicaron su número, aunque
esto representó un impacto muy pequeño sobre el total de la región. Es,
asimismo, un fenómeno fuertemente exógeno, ya que el 80% de solicitudes de
patentes en América Latina corresponden a empresas extranjeras que protegen
productos en los mercados de la región.<o:p></o:p></span></span></p>
<h2 style="line-height: 150%;"><b><span style="font-size: 13pt; line-height: 150%;"><br /></span></b></h2><h2 style="line-height: 150%;"><b><span style="font-size: medium; line-height: 150%;">La ciencia latinoamericana ante la
crisis del COVID-19</span></b></h2>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;">Como
se ha señalado hasta aquí, las restricciones en la inversión en I+D no
impidieron un aumento en la calidad de la ciencia latinoamericana, como lo
muestra el incremento de su aporte a la corriente principal de la ciencia
mundial. Esto permitió que, ante el desafío del COVID-19, la región pudiera
movilizar recursos humanos y líneas de investigación que han alcanzado una
productividad destacable. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;">El
mundo no había enfrentado una crisis que interpelara a la ciencia de manera tan
directa y crítica como la pandemia de COVID-19. Los desafíos que plantea esta
coyuntura son principalmente biomédicos, pero también abarcan a las relaciones
sociales, la economía, la educación y las tecnologías de la comunicación, entre
muchas otras áreas de investigación. A diferencia de otras problemáticas que
impulsaron el desarrollo de la ciencia y la tecnología (como el desarrollo
bélico o la carrera espacial) la humanidad enfrenta actualmente un problema
global que requiere un esfuerzo colaborativo a nivel mundial. En ese sentido,
la pandemia acentuó en el interior de la propia comunidad científica la
circulación de la información entre pares. Las revistas científicas demostraron
ser una herramienta vital para la circulación y acumulación de conocimiento.
Por ejemplo, la opinión pública tomó conocimiento de la importancia de
publicaciones como<i> The Lancet</i> o <i>Nature</i> como fuentes de validación de las
vacunas.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;">La
ciencia latinoamericana no fue ajena a esta situación y en cada país la
comunidad científica fue llamada a dar respuesta a problemas locales, a
asesorar en las decisiones de políticas públicas y a traducir el conocimiento
técnico al público en general. Se trató de una importante revalorización de la
actividad científica, que podría transformar (o no) su rol futuro en las
sociedades de la región.<o:p></o:p></span></p>
<p style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span face="Arial, sans-serif"><span><b>Producción científica sobre COVID-19. </b></span></span><span face=""Arial",sans-serif" style="mso-fareast-font-family: Arial;"><span style="font-weight: normal;"><span>El 17 de enero de 2020 (a 45
días de la detección de los primeros casos) aparecieron en PubMed, la mayor
base de datos mundial de información científica sobre salud, los primeros
artículos sobre el tema. Hasta fines de marzo, se observó un crecimiento
sostenido de la cantidad de documentos, pero a partir del mes de abril el ritmo
de crecimiento se aceleró rápidamente. El día 15 de julio de 2020, seis meses
después de la aparición del primer artículo sobre el tema, se habían acumulado
ya 31.322 documentos. Cumplido el primer cuatrimestre de 2021, ya se habían
alcanzado un total de 122.524 artículos sobre la pandemia en esta fuente.</span></span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;">En
aquellos primeros días de 2020, las publicaciones se concentraron en
instituciones chinas, pero al hacerse más claro el peligro de la extensión
global del brote, científicos de todo el mundo comenzaron a trabajar en el
tema. La aceleración del número diario de artículos a partir del mes de abril
está relacionada en gran medida con la incorporación de nuevos países al
estudio del tema. En ese sentido, se destaca el crecimiento de la producción de
los Estados Unidos. Este país contaba el 1 de abril con 394 documentos
publicados, quedando en segundo lugar, luego de China -que lo duplicaba en
volumen-, y un mes después alcanzó un total de 2.076 artículos y superó al país
asiático.<a href="https://d.docs.live.net/8de98b2f14d90ad4/Mario/Art%C3%ADculos%20y%20ponencias/La%20ciencia%20LA%20en%20tiempos%20de%20COVID.docx#_ftn2" name="_ftnref2" title=""><sup><!--[if !supportFootnotes]--><sup><span style="color: black; line-height: 112%;">[2]</span></sup><!--[endif]--></sup></a><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;">Al
inicio de mayo de 2021, EEUU era el país que más documentos científicos había
acumulado sobre este tema, con 33.759. En segundo lugar aparecía el Reino
Unido, con 13.190, casi al mismo nivel de China, que con 12.938 ocupaba el tercer
lugar. Esto da cuenta de que, como es razonable, el esfuerzo científico mundial
se apoyó en los recursos de investigación ya instalados en los distintos
países, poniendo en valor esa acumulación de capacidades en una situación tan
crítica.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;">El
desarrollo de la reacción de la ciencia latinoamericana fue similar. Los
primeros aportes de la región aparecieron a poco de empezar la crisis, el 30 de
enero. No habiendo casos confirmados aún en la región y sin claridad sobre el
futuro del brote de esta nueva enfermedad, los primeros documentos se
concentraron en alertas epidemiológicas. Hasta fines de marzo no se registró un
volumen importante de artículos, sólo 46 de América Latina.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><a name="_heading=h.3dy6vkm"></a><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;">Al igual que en la producción mundial, a partir de abril el
ritmo de producción regional creció de forma acelerada, impulsado mayormente
por las publicaciones de autores brasileños. En tan sólo diez días, la
producción latinoamericana se duplicó y para fines de ese mes se había
quintuplicado. En la región se destacan Brasil y México, que lideran además los
indicadores de producción científica e inversión en I+D. A primero de mayo de
2021, Brasil acumulaba 3.718 artículos en PubMed, seguido de México con 1.011.
A continuación </span><w:sdt id="-924261200" sdttag="goog_rdk_5"></w:sdt><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;">aparecían Colombia, Argentina y
Chile, los tres en torno a los 590 artículos acumulados sobre COVID-19</span><w:sdt id="770891928" sdttag="goog_rdk_6"></w:sdt><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;">. La escala de los países que más publican en temas relacionados
con COVID-19 es similar al de las publicaciones totales en PubMed, corroborando
una vez más que la investigación sobre este tema se apoyó sobre las capacidades
de investigación en temas de salud ya disponibles en los países.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;"><br /></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;">Más
allá de la producción científica reflejada en revistas internacionales, en las
mayoría de los países de la región el sistema científico ha buscado respuestas
prácticas ante la crisis. En la producción de vacunas se destacan las
contribuciones alcanzadas en Brasil, Argentina, México y, más recientemente en
Cuba. También se han desarrollado en muchos países equipos médicos y kits de
diagnóstico, como se ha recopilado en un trabajo del Observatorio CTS y la
Oficina Regional de Ciencias de la UNESCO.<a href="https://d.docs.live.net/8de98b2f14d90ad4/Mario/Art%C3%ADculos%20y%20ponencias/La%20ciencia%20LA%20en%20tiempos%20de%20COVID.docx#_ftn3" name="_ftnref3" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="color: black; line-height: 112%;">[3]</span></span><!--[endif]--></span></a><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><b><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;">Colaboración internacional. </span></b><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;">Una crisis de estas características
plantea también desafíos a las redes internacionales de cooperación en
investigación. Tratándose de un problema global como la pandemia, es lógico
esperar que se produzcan respuestas globales. Sin embargo, los distintos
escenarios nacionales a nivel sanitario y de los sistemas de I+D generaron
prioridades diferentes para los investigadores de los distintos campos
científicos relacionados con la lucha contra el COVID-19.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><a name="_heading=h.1t3h5sf"></a><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;">En los primeros meses de la pandemia, enero y febrero de
2020, el 27% de los artículos sobre el COVID-19 fueron hechos en colaboración
internacional. En esos primeros meses, muchos artículos se centraron en la
descripción de la nueva enfermedad y en la posibilidad de la extensión del
brote a otros países y regiones. En cierta medida, la colaboración se apoyó en
redes de estudio epidemiológico ya existentes <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;">Posteriormente,
a partir de marzo, con la expansión más acelerada de la producción científica
mundial, el nivel de colaboración internacional descendió a un 21%, que se
mantuvo casi sin alteraciones hasta el mes de julio. En esta nueva etapa, en
paralelo a las crecientes demandas locales provocadas por la extensión de la
crisis a distintos países del mundo, se observa un incremento de los trabajos
firmados por autores de un solo país. Además, en la medida que los esfuerzos se
centraron en la búsqueda de tratamientos y vacunas, en asociación con
laboratorios privados y con las consecuentes posibilidades de obtener títulos
de propiedad intelectual y eventuales ganancias comerciales, los incentivos a
colaborar se vieron disminuidos.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><b><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;">Núcleos temáticos. </span></b><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;">El análisis de la literatura muestra
también que se han constituido varios núcleos temáticos de investigación. A
nivel mundial se identifican estudios de carácter biomolecular en torno al
virus, su funcionamiento genético y los posibles mecanismos de bloqueo e
inhibición, así como de las técnicas de diagnóstico. También se pueden observar
estudios sobre los efectos psicológicos de la pandemia y el aislamiento social
asociado a ella. En América Latina, en cambio, las temáticas de estudio están
más relacionadas con el tratamiento de pacientes y la gestión de los sistemas
de salud, que se han visto muy presionados en los países de la región.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><b><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;">Ensayos clínicos. </span></b><span face="Arial, sans-serif" style="line-height: 150%;">Muchos de los esfuerzos realizados
en I+D a nivel mundial apuntaron a la obtención de tratamientos médicos y
vacunas para hacer frente al COVID-19. Dado los riesgos propios de la
aplicación experimental de nuevos tratamientos en humanos, existen protocolos
muy estrictos para la realización de las diferentes etapas de los ensayos
clínicos. Estos son estudios de investigación que incluyen participantes
humanos que son asignados a intervenciones de salud con el fin de evaluar sus
resultados. Tales intervenciones incluyen, por ejemplo, nuevas drogas,
productos biológicos, procedimientos quirúrgicos y dispositivos médicos, entre
otros. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;">Existen
distintas bases de datos de acceso público a esta información. Una de las
principales es la Plataforma Internacional de Registro de Ensayos Clínicos de
la Organización Mundial de la Salud (OMS),
que tiene por objetivo asegurar que la información relacionada con estas
actividades de investigación sea accesible públicamente, mejorando la
transparencia y fortaleciendo la validez de las evidencias obtenidas. Durante
la crisis, esta base de datos viene ofreciendo acceso a un conjunto actualizado
de todos los registros relacionados con el abordaje de COVID-19.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;">En
América Latina, se han registrado más de 180.000 ensayos en total y todos los
países de la región han participado en estudios de este tipo. Hasta julio de
2021 se habían registrado en Brasil 17.226, en México 7.533 y en Argentina
6.675. Las instituciones que lideran los estudios en la región son de distinto
tipo. Incluyen universidades, centros de investigación, empresas y hospitales.
La que acumula un número mayor de estudios es la Universidad de San Pablo
(Brasil). Entre los principales patrocinadores aparecen también varios
hospitales, principalmente brasileños y argentinos, junto con algunas
universidades y fundaciones de la región.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span style="background-color: transparent;"><span><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium;"><br /></span></span></span></p><p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="background-color: transparent;"><span><b><span face="Arial, sans-serif">Desafíos a la gestión y la comunicación.</span> </b></span></span><span face="Arial, sans-serif" style="background-color: transparent;"><span>En otro
ámbito, los sistemas de gestión de la ciencia y la tecnología también han
tenido que adaptarse velozmente. Se han puesto en práctica nuevos mecanismos
para la definición de prioridades, así como para agilizar la evaluación de
proyectos y la gestión de fondos. En un sistema en el que los investigadores se
ven frecuentemente saturados por la carga de evaluación y los procesos
administrativos, esta crisis podrá ser una oportunidad para mejorar en el
futuro los mecanismos de gestión, asignación de prioridades y evaluación de
impactos.</span></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium;">La
experiencia de esta crisis también resaltó la importancia de una adecuada
comunicación de los resultados de la ciencia hacia la sociedad. El trabajo de
medios de comunicación de todo el mundo, junto con las iniciativas de
organismos internacionales para facilitar la comunicación con el público ha
sido muy relevante. Sin embargo, sigue siendo alarmante la proliferación de
noticias falsas o de interpretaciones erradas (o incluso mal intencionadas) de
los resultados de la investigación, demostrando que hay mucho camino por
recorrer en el ámbito de la comunicación pública de la ciencia.</span></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: right;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: medium; line-height: 150%;"> </span></p>
<h2 style="line-height: 150%; margin-left: 0cm; text-indent: 0cm;"><b><span style="font-size: medium; line-height: 150%;">Lecciones de la pandemia y desafíos actuales<o:p></o:p></span></b></h2>
<p style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span face=""Arial",sans-serif" style="mso-fareast-font-family: Arial;">El buen desempeño, en términos generales, de los
investigadores de América Latina en la lucha contra el COVID-19, tanto en el
plano de la investigación básica como clínica (gran parte de los autores de
artículos publicados en revistas de alto impacto se desempeñan en hospitales)
pone de relieve el importante aumento de la calidad de la ciencia regional en
los últimos años. El caso debería hacer reflexionar a quienes postulan la
necesidad de reemplazar completamente los enfoques más tradicionales de política
científica por los de innovación. Si en este caso la demanda social de
conocimientos que permitan superar la pandemia obtuvo algunas respuestas
interesantes, ello se debió a la capacidad acumulada por la investigación
académica de excelencia y por la capacidad reflexiva de quienes se desempeñan
en las instituciones de salud. Este resultado positivo debería impulsar cambios
de política que conduzcan a una mayor inversión en I+D, ya que desde hace
muchos años los sucesivos gobiernos se proponen alcanzar la cifra emblemática
del 1% del PBI, sin que -a excepción de Brasil- ello haya sido logrado por
ningún gobierno latinoamericano a lo largo de las décadas. <br /> </span><span face=""Arial",sans-serif" style="mso-fareast-font-family: Arial;"> <br /></span><span face=""Arial",sans-serif" style="mso-fareast-font-family: Arial;">Surge también como lección la necesidad de
fortalecer la integración de la ciencia de América Latina en el gran escenario
de la ciencia mundial, consolidando vínculos con la comunidad científica a
nivel internacional. Muchos de los avances más relevantes en la lucha contra la
pandemia son fruto de equipos integrados por investigadores de distintos países.
El “colegio invisible” del que hablaba Robert Boyle tiende a reproducirse en la
práctica. El avance de la ciencia procura trascender fronteras, a menos que se
lo impidan.</span></span></p><p style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;">La pandemia pasará, tarde o temprano, sin lugar
a dudas y para el tiempo que venga después será necesario que la ciencia
latinoamericana tenga mejores interfaces entre el conocimiento disponible y con
las demandas locales. No se trata de que cada país o cada región sean capaces
de producir todo el conocimiento científico necesario, sino que puedan
aprovechar todo el conocimiento disponible. Para ello es preciso garantizar una
buena formación de profesionales y ésta es una tarea que compete de lleno a las
universidades de la región.</span></p><p style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="background-color: white; font-size: medium;"> </span></p>
<p style="line-height: 150%; margin-left: 0cm; text-align: left; text-indent: 0cm;"><b><span style="font-size: 13pt; line-height: 150%;">Bibliografía</span></b></p><h2 style="line-height: 150%; margin-left: 0cm; text-align: left; text-indent: 0cm;"><w:sdt id="-128318502" sdttag="goog_rdk_7"></w:sdt></h2>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; break-after: avoid; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; mso-pagination: lines-together; page-break-after: avoid; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">A</span><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt;">LBORNOZ, Mario (2015), Cambio
tecnológico y cultura institucional: el caso del INTA. </span><i style="font-family: Arial, sans-serif; font-size: 11pt;">CTS</i><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt;"> Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad.
Buenos Aires.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; break-after: avoid; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-pagination: lines-together; page-break-after: avoid; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; break-after: avoid; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-pagination: lines-together; page-break-after: avoid; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">ALBORNOZ, Mario y BARRERE, Rodolfo
(2010), Indicadores de ciencia y tecnología en Iberoamérica, Módulo II Política
Científica, Curso Iberoamericano de Formación de Agentes de Cultura Científica,
Escuela de Ciencia - CAEU OEI<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; break-after: avoid; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; mso-pagination: widow-orphan lines-together; page-break-after: avoid; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; break-after: avoid; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; mso-pagination: widow-orphan lines-together; page-break-after: avoid; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">BERNAL, John D. (1964): Historia
Social de la Ciencia, La Ciencia en la Historia, Ediciones Península,
Barcelona.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; break-after: avoid; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-pagination: widow-orphan lines-together; page-break-after: avoid; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; break-after: avoid; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-pagination: widow-orphan lines-together; page-break-after: avoid; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">BUSH, Vannevar (1999), Ciencia, la
frontera sin fin. Un informe al Presidente, julio de 1945, en: REDES, Editorial
de la UNQ, Buenos Aires.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; break-after: avoid; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-pagination: widow-orphan lines-together; page-break-after: avoid; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; break-after: avoid; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-pagination: widow-orphan lines-together; page-break-after: avoid; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">ELZINGA, Aant y JAMISON, Andrew
(1996), El cambio de las agendas políticas en ciencia y tecnología, en: Zona
Abierta N°75/76, Madrid.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; break-after: avoid; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-pagination: widow-orphan lines-together; page-break-after: avoid; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; break-after: avoid; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-pagination: widow-orphan lines-together; page-break-after: avoid; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" lang="EN-US" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">ETZKOWITZ, H., LEYDESDORFF, L., (1998); The endless transition: A
“triple helix” of university–industry–government relations. </span><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">Minerva 36, 203 – 208.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; break-after: avoid; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-pagination: widow-orphan lines-together; page-break-after: avoid; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; break-after: avoid; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-pagination: widow-orphan lines-together; page-break-after: avoid; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">FREEMAN, C. (1975), La economía de
la innovación industrial, Alianza, Madrid.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; break-after: avoid; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-pagination: widow-orphan lines-together; page-break-after: avoid; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; break-after: avoid; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-pagination: widow-orphan lines-together; page-break-after: avoid; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">FREEMAN, C (2003); La naturaleza de
la innovación y la evolución del sistema productivo, en F. CHESNAIS y J. C.
NEFFA (eds.), Ciencia, tecnología y crecimiento económico, CEIL-PIETTE-CONICET.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">HERRERA, Amílcar
(1995): Los determinantes sociales de la política científica en América Latina,
REDES, Vol.2, n.5, Buenos Aires.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" lang="EN-US" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">LUNDVALL. B. (ed.) (1992), National systems of
innovation. Towards a theory of innovation and interactive learning, Pinter,
Londres.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" lang="EN-US" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" lang="EN-US" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">NOWOTNY, Helga et. al. (2001), Science. Knowledge and
the Public in an Age of Uncertainty Autores: Cambridge, Reino Unido Polity
Press.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" lang="EN-US" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">NUN,
José (1995); Argentina: el estado y las actividades científicas y tecnológicas,
en “REDES” Vol. 1 Nº 3; Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">OCTS
(2020); Papeles del Observatorio Nº 16 – La respuesta de la ciencia ante la
crisis del Covid-19, Buenos Aires.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">POLANYI, Michael<b> </b>(2014); La República de la ciencia: su
teoría política y económica; este artículo apareció originalmente en Minerva
1:54-74. Traducción de Mario Albornoz en Revista CTS, N° 27, Vol. 9.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">REDES
(2008); Desarrollo de un instrumento para el relevamiento y la difusión de
políticas en ciencia, tecnología e innovación en países de América latina y del
Caribe. Proyecto BID-REDES RG-T1287, Buenos Aires.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">RICYT
(2020); El Estado de la Ciencia. Principales indicadores de ciencia y
tecnología. Iberoamericanos/Interamericanos. OEI y UNESCO. Buenos Aires.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; border: none; line-height: 150%; margin: 0cm; mso-border-shadow: yes; mso-padding-alt: 31.0pt 31.0pt 31.0pt 31.0pt; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">ROSEMBERG,
Nathan (2003); Ciencia, invención y crecimiento económico. En Chesnais, F. y
Neffa, J. <i>Ciencia, tecnología y
crecimiento económico</i>. Ceil-Piette Conicet. Buenos Aires. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin: 0cm; text-align: justify;"><span face="Arial, sans-serif" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">SABATO, Jorge, y
BOTANA, Natalio (1970); La ciencia y la tecnología en el desarrollo de América
Latina; en <i>Tiempo Latinoamericano</i>,
Editorial Universitaria, Santiago de Chile.<o:p></o:p></span></p>
<div><!--[if !supportFootnotes]--><br clear="all" />
<hr align="left" size="1" width="33%" />
<!--[endif]-->
<div id="ftn1">
<p class="MsoFootnoteText" style="margin-right: -0.05pt;"><a href="https://d.docs.live.net/8de98b2f14d90ad4/Mario/Art%C3%ADculos%20y%20ponencias/La%20ciencia%20LA%20en%20tiempos%20de%20COVID.docx#_ftnref1" name="_ftn1" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; line-height: 112%; mso-ansi-language: ES-AR; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: ES-AR;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></a>
Los datos presentados provienen de El Estado de la Ciencia (RICYT, 2020)<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn2">
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0cm; margin-left: .45pt; margin-right: .8pt; margin-top: 0cm; margin: 0cm 0.8pt 0cm 0.45pt; text-indent: 0.45pt;"><a href="https://d.docs.live.net/8de98b2f14d90ad4/Mario/Art%C3%ADculos%20y%20ponencias/La%20ciencia%20LA%20en%20tiempos%20de%20COVID.docx#_ftnref2" name="_ftn2" title=""><sup><!--[if !supportFootnotes]--><sup><span color="windowtext" face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 9pt; line-height: 112%; mso-ansi-language: ES-AR; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: ES-AR;">[2]</span></sup><!--[endif]--></sup></a><span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 10pt; mso-fareast-font-family: Arial;"> Este apartado
está basado en el informe Papeles del Observatorio Nº 16 elaborado por el
equipo del Observatorio Iberoamericano de la Ciencia, la Tecnología y la
Sociedad de la OEI (OCTS, 2020).<o:p></o:p></span></p>
</div>
<div id="ftn3">
<p class="MsoFootnoteText"><a href="https://d.docs.live.net/8de98b2f14d90ad4/Mario/Art%C3%ADculos%20y%20ponencias/La%20ciencia%20LA%20en%20tiempos%20de%20COVID.docx#_ftnref3" name="_ftn3" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; line-height: 112%; mso-ansi-language: ES-AR; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: ES-AR;">[3]</span></span><!--[endif]--></span></a>http://octs.ricyt.org/reportes/explorador.html<span lang="ES"><o:p></o:p></span></p>
</div>
</div></div><p></p>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-76991295993873303332023-02-07T10:24:00.013-08:002023-03-01T05:43:08.032-08:00Investigar en la universidad<p><b><span style="font-size: medium;">Artículo publicado en el tomo 1 del libro "100 años de reforma universitaria" editado por CONEAU-Comisión
Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria, 2022</span></b></p><p><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhaCL1ZGrV3Df7NnXLAkbBpEeyJA3SjUdXX0zRreLsQ2lIXYFa53268jR7wfo_5cHaq0BSwiRad2dgbyphFFgLk7fi4-8yjvgcGbRiyX3qktBS_vp-NyDuEfKNWl_I5CMeshTkUec1PZdbFPeBoSpCGwb_68TTuXgtow8I-3BD1efDEgbDxvUAdc4OYAw/s825/Libroconeau.PNG" style="clear: left; display: inline; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="825" data-original-width="597" height="415" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhaCL1ZGrV3Df7NnXLAkbBpEeyJA3SjUdXX0zRreLsQ2lIXYFa53268jR7wfo_5cHaq0BSwiRad2dgbyphFFgLk7fi4-8yjvgcGbRiyX3qktBS_vp-NyDuEfKNWl_I5CMeshTkUec1PZdbFPeBoSpCGwb_68TTuXgtow8I-3BD1efDEgbDxvUAdc4OYAw/w305-h415/Libroconeau.PNG" width="305" /></a></p><div style="text-align: left;"><span style="font-size: medium;">Que la investigación sea una de las misiones
esenciales de las universidades es un mandato aceptado en forma casi unánime, más allá
de la evidencia de que no todas las universidades investigan, o que no todas lo hacen con
la misma intensidad. Así se entiende que es
fundamental que las universidades realicen
no solamente investigación científica, sino
también desarrollo tecnológico del más alto
nivel posible. Se espera también de ellas que
exploren e indaguen sobre los problemas de
su entorno, que se constituyan en centros de
referencia en conocimientos relativos al ambiente en el que están insertas. Pero ¿por qué las universidades deben investigar? Algunas respuestas a esta pregunta
miran hacia el pasado y otras hacia las presumibles demandas del futuro. Buscar el origen del mandato en el pasado tiene, como
aspecto positivo, la posibilidad de comprender históricamente el proceso y de identificar aquellos valores que están fundados en
sus orígenes. Pero tiene la dificultad de que -despojados de sus circunstancias concretas
originales- los valores pueden desdibujarse
y distanciarse de las realidades más próximas
en el tiempo.<br /></span><a href=" https://www.coneau.gob.ar/archivos/publicaciones/100-anios-Reforma-Universitaria/tomo1/Tomo1-16-Mario-Albornoz.pdf" target="_blank"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"><b>Descargar aquí</b></span></a></div><p></p><p></p><p><br /></p>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-61131703182900249232023-01-16T05:10:00.010-08:002023-04-20T11:40:27.963-07:00Mario Albornoz; "Que sea gratuita no garantiza que a la universidad puedan acceder todas las clases sociales"<p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><a href="https://www.espaciosdeeducacionsuperior.es/14/01/2023/mario-albornoz-que-sea-gratuita-no-garantiza-que-a-la-universidad-puedan-acceder-todas-las-clases-sociales/?utm_source=https%3A%2F%2Fwww.espaciosdeeducacionsuperior.es%2F&utm_campaign=408dc4ae53-EMAIL_CAMPAIGN_2022_10_31_COPY_01&utm_medium=email&utm_term=0_0716c90047-408dc4ae53-631565145&ct=t(EMAIL_CAMPAIGN_10_31_2022_9_9_COPY_01)" target="_blank"><span><span style="font-family: "Times New Roman", serif;"></span></span></a></p><div class="separator" style="clear: both; font-size: x-large; font-style: italic; text-align: center;"><span><span style="font-family: "Times New Roman", serif;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiDcSFwZ2o3Jv7twptCWYbADnY1Y-RSQPJM2axukEzdBHIuxcjv1yzZVTcFDsqmQE-2OTHKurTCw2Gab9m-E9f6Nk1V_b0knC3jIk-4GW4_ebCsQmAFRdzRlQKt6vuLgUly-A0iTi-7EHz1BjwZkDcmmNJ7dH2Ne-KywaI0EV1Fm2TKzcO96akzqBj-SQ/s300/unnamed.png" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="101" data-original-width="300" height="101" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiDcSFwZ2o3Jv7twptCWYbADnY1Y-RSQPJM2axukEzdBHIuxcjv1yzZVTcFDsqmQE-2OTHKurTCw2Gab9m-E9f6Nk1V_b0knC3jIk-4GW4_ebCsQmAFRdzRlQKt6vuLgUly-A0iTi-7EHz1BjwZkDcmmNJ7dH2Ne-KywaI0EV1Fm2TKzcO96akzqBj-SQ/s1600/unnamed.png" width="300" /></a></span></span></div><span><span style="font-family: "Times New Roman", serif;"><b>Publicado en </b></span><span style="background-color: transparent;"><span style="font-family: Times New Roman, serif;"><b>ESdeES·IBEROAMÉRICA POR DELANTE ·14 de enero de 2023</b></span></span></span><p></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-size: large;"><i><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Entrevistamos a Mario Albornoz, Profesor de
Filosofía, Investigador Principal del Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (CONICET) en el área de políticas de ciencia y
tecnología y miembro de la Asociación Argentina para el Progreso de las
Ciencias.</span></i><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-size: large;"><i><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Nos explica a qué dificultades se enfrenta el
sistema iberoamericano de educación superior. En particular, describe la
situación de la autonomía universitaria en Argentina. Destaca que aunque la
universidad sea gratuita no se garantiza su acceso a estudiantes de todas las
clases sociales.</span></i><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p><i><span style="font-family: "Times New Roman", serif; font-size: large;">Además, señala algunas políticas públicas acertadas
para evitar el «brain drain». Hay que ser capaces de retener el talento.
Considera que Argentina no puede desconectarse de los centros de producción de
conocimiento científico y tecnológico avanzado. Disponer de profesionales
altamente capacitados exige que pasen por centros universitarios o empresas
tecnológica del exterior.</span></i></p><p><span></span></p><a name='more'></a><p></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><b><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">En un mundo altamente digitalizado las fronteras
del aprendizaje las marcan cada vez más la lengua y menos los límites
territoriales. ¿Cuáles son los obstáculos para alcanzar un sistema
iberoamericano de educación superior?</span></b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">No creo que la lengua sea un factor decisivo en la
construcción de un sistema iberoamericano de educación superior, del mismo modo
que no lo fue en Europa con el proceso que dio lugar a la declaración de
Bolonia. No todos los países europeos hablaban el mismo idioma, pero todos
tenían en común la experiencia de integración política y económica que
representó la Unión Europea. En América Latina, en cambio, compartimos las
lenguas iberoamericanas pero carecemos casi por completo de la experiencia de
integración. Ni siquiera el Mercosur se aproximó a niveles de integración
regional comparables al europeo. </span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Si en el plano político y económico el panorama es
complejo, en el de la educación superior es incluso más acentuado, ya que las
universidades en muchos países tienen una tradición de autonomía extrema que no
solamente hace difícil alcanzar un sistema iberoamericano de educación
superior, sino que en muchos casos dificulta la existencia de sistemas
nacionales.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Tales niveles de autonomía se expresan, por
ejemplo, en la diversidad de títulos que ofrecen las universidades para
carreras similares, lo cual hace muy difícil la comparación. Bolonia impulsó la
compatibilidad de currículos y de títulos. En muchos países de América Latina,
en cambio, la autonomía universitaria interpretada con desmesura permite que
cada universidad tome las decisiones que mejor le parezca, lo que hace muy
difícil alcanzar metas sistémicas a nivel de cada país y de la región. </span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Los sistemas de evaluación y de acreditación
deberían tender a solucionar este problema, pero en este caso nos encontramos
con algunas incomprensibles pugnas por el liderazgo de algo que, obviamente, no
funciona bien ni puede hacerlo en estas condiciones.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">A la Red Iberoamericana para el Aseguramiento de la
Calidad en la Educación Superior (RIACES), que cuenta con el apoyo de la OEI,
se contrapone con un nombre casi idéntico el Sistema Iberoamericano de
Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior (SIACES) impulsado por la
Secretaría General Iberoamericana. Parece una broma, pero es así.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Es difícil imaginar acciones de integración en un
escenario tan poco integrado. En este sentido, hay que reconocer que
IESALC/UNESCO logró que varios países firmaran un convenio para que las
universidades latinoamericanas puedan reconocer las distintas
titulaciones obtenidas en cada país. El convenio entró en vigor hace pocos
días y, más allá de que sea auspicioso, es muy prematuro saber qué impacto
verdaderamente podrá tener.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 19pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">La ausencia de un previo proceso de integración política y económica es
un obstáculo a la construcción de un sistema iberoamericano de educación
superior</span></b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 19pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin: 22.5pt 0cm;"><b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 15pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">¿Cuáles son los espacios de colaboración que podríamos construir desde
hoy mismo? </span></b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 15pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Hay muchos espacios de colaboración posibles al
nivel de vínculos entre universidades o con algunos organismos internacionales
que impulsan proyectos interesantes que lamentablemente no suelen disponer de
recursos a gran escala. Hay iniciativas impulsadas desde la propia Unión
Europea que no tienen el problema de la escasez de recursos, pero es difícil
prever que, aunque sean exitosas, tengan impacto al nivel de los sistemas, en
la medida que están centradas sobre universidades puntuales.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Sin embargo, más allá de su escaso impacto
sistémico, las redes de universidades que colaboran en formación de posgrado e
investigación, las titulaciones compartidas y los programas de movilidad de
estudiantes y docentes son espacios de colaboración muy valiosos. Incluso, en
algún sentido son preferibles a los programas a escala macro, centrados a nivel
de países, ya que éstos padecen la dificultad que emerge de la volatilidad
política de los países de la región y de sus discontinuos esfuerzos de
cooperación e integración regional.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 19pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">Hay muchos espacios de colaboración entre universidades, pero no
alcanzan a tener los recursos suficientes para prosperar</span></b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 19pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin: 22.5pt 0cm;"><b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 15pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">Libertad académica y democracia son realidades indisociables. ¿Cuál es
la situación de la autonomía universitaria en Argentina?</span></b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 15pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Más de un siglo atrás, en 1918, se registró en
Argentina un movimiento social que se inició en la Universidad de Córdoba,
conocido como la Reforma Universitaria, que estaba cargado de valores como los
de autonomía, libertad de cátedra y autogobierno con participación de todos los
estamentos de la universidad. La Reforma de 1918 se expandió sobre el resto de
las universidades argentinas y se extendió por gran parte de América Latina de
la mano de un pensamiento americanista con tintes románticos que tenía fuertes
raíces en la cultura política de la mayor parte de los países. Una excepción
fue Brasil, debido a que el desarrollo del sistema universitario de ese país es
posterior.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Los valores de la Reforma Universitaria son
reivindicados todavía, hasta el punto de que en 2018, al cumplirse el
centenario, hubo muchos pronunciamientos de recuperación y actualización de esa
memoria. Lamentablemente, los gobiernos militares a partir de 1966, cuando la
policía desalojó la Universidad de Buenos Aires es una aparatosa acción
policial conocida como “la noche de los bastones largos” y mucho más
brutalmente a partir del gobierno de 1976, que ejerció una represión salvaje,
tuvieron políticas muy negativas para las universidades, particularmente, las
del sistema público.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Fue así que a partir del final de las dictaduras
militares en 1983, las universidades se convirtieron en espacios de
reivindicación democrática, pero también de politización. La Ley de Educación
Superior de 1995 -hoy vigente- garantiza la autonomía y la libertad de cátedra.
Pese a todo, si en el discurso casi nadie argumentaría hoy contra los valores
de la reforma, la realidad muestra algunos hechos que los afectan.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">En los últimos años, por la presión de algunas
provincias e incluso municipios, el parlamento ha creado por ley numerosas
universidades públicas que en muchos casos están controladas por los alcaldes y
los partidos políticos a los que éstos pertenecen. En estos casos los valores
académicos tradicionales comienzan a verse afectados por los intereses y los
valores de quienes impulsaron la creación de las universidades locales. </span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 19pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">Las universidades argentinas son espacios de reivindicación democrática,
pero también de politización</span></b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 19pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin: 22.5pt 0cm;"><b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 15pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">Acudir a la Universidad sigue siendo una oportunidad para progreso
social y desarrollo de las personas ¿Qué queda por hacer en Argentina para que
nadie se sienta excluido del acceso a la Universidad? </span></b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 15pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">La universidad como instrumento de progreso es una
vieja aspiración de la sociedad Argentina que durante muchos años tuvo
éxito. “Mi hijo el dotor” (sic), una obra teatral escrita en 1903 por
el dramaturgo Florencio Sánchez, representaba en forma emblemática el
choque cultural entre quienes pertenecían a la sociedad rural de principios del
siglo y los que buscaban ascenso social estudiando en la universidad. La obra
es una metáfora de las aspiraciones y los logros de la clase media argentina
(en gran medida hijos de inmigrantes).</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">La Reforma de 1918 convirtió en dogma esos valores
y por ello la universidad pública es gratuita. En Argentina resulta socialmente
intolerable la idea de que las universidades puedan aplicar aranceles, por más
módicos que sean. Pero el hecho de que sea gratuita no garantiza que a la
universidad puedan acceder estudiantes de todas las clases sociales.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Los niveles de pobreza son muy altos en Argentina y
es difícil que quienes provienen de hogares más pobres puedan incorporarse a la
vida universitaria. Con el propósito de modificar esta situación, en los
últimos años se han creado numerosas universidades en barrios de menor nivel
económico y muchas de ellas han logrado ampliar el acceso a nuevos estudiantes
pero en algunos casos con desmedro de la calidad de la educación que se ofrece,
lo que en última instancia limita sus oportunidades laborales a partir de la
graduación.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 19pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">El hecho de que sea gratuita en Argentina no garantiza que a la
universidad puedan acceder estudiantes de todas las clases sociales</span></b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 19pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin: 22.5pt 0cm;"><b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 15pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">La salida de las élites nacionales para estudiar en el extranjero,
fundamentalmente al sistema anglosajón, es una industria global creciente. ¿Qué
efectos puede tener para el futuro del país?</span></b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 15pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">En 2001 se produjo en Argentina una crisis
económica de efectos muy traumáticos. Una de las consecuencias fue que en los
dos años siguientes se produjera una emigración masiva de jóvenes que buscaban
completar sus estudios y eventualmente obtener empleo en el extranjero. En esa
época era común ver desde la madrugada largas colas de candidatos a emigrar, en
los consulados de España, Italia y otros países.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">El Secretario de Ciencia y Tecnología del gobierno
en ese entonces encargó al Centro Redes un estudio sobre el “<i>brain drain</i>”
que se publicó luego con el título “El talento que se pierde”. Aquel fenómeno
en esa magnitud terminó, en cierta medida, porque hubo algunas políticas
públicas acertadas. El CONICET, por ejemplo, suspendió las becas para estudiar
en el extranjero y en cambio comenzó a ofrecer un número inusualmente alto de becas
para cursar estudios de doctorado en el país. Con la economía ya estabilizada,
esta opción fue eficaz.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Se creó además el programa RAICES, que financió el
regreso de muchos posgraduados y sobre todo ofreció mecanismos de revinculación
a los que se quedaron en el extranjero brindándoles información, impulsando
formación de grupos de científicos argentinos en varios países y facilitando
proyectos de investigación conjuntos.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">De todas maneras, existe actualmente una amplia
oferta de becas de universidades y otras instituciones del exterior que muchas
universidades locales se organizan para aprovechar confiando en el retorno de
quienes se marchan. Hoy no creo que los estudios en el exterior sean un
problema, sino todo lo contrario.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Creo que en un mundo interconectado como el actual
el peor escenario para un país de desarrollo intermedio como Argentina es
quedar desconectado de los centros de producción de conocimiento científico y
tecnológico de avanzada. La mejor manera de dar respuesta a lo que se denomina
como “cuarta revolución industrial” o “industria 4.0” es contar con
profesionales altamente capacitados y estoy seguro de que su formación exige su
paso por centros universitarios o empresas tecnológicas del exterior. </span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 19pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">La mejor manera de dar respuesta a lo que se denomina como “cuarta
revolución industrial” es contar con profesionales altamente capacitados que
hayan transitado por centros universitarios o empresas tecnológicas del
exterior</span></b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 19pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin: 22.5pt 0cm;"><b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 15pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">La pandemia del COVID fue un improvisado ensayo general del posible
impacto de internet en la educación superior ¿Puede haber una experiencia
universitaria sin el uso intensivo de Internet? y viceversa ¿Sin
presencialidad, puede hablarse de universidad? </span></b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 15pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">En Argentina la educación superior virtual no es
una novedad ni está relacionada necesariamente con el COVID. Cuando la pandemia
obligó a suspender la presencialidad, muchas universidades tenían ya
organizadas carreras virtuales de grado y de posgrado. La Universidad Nacional
de Quilmes fue pionera en concebir parte de su oferta como universidad virtual.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Pasada la fase crítica del COVID las universidades
tardaron más que otras instituciones en retomar la actividad presencial. Con
respecto a la primera pregunta, mi respuesta desde la experiencia argentina es
que hoy no hay ninguna actividad profesional que pueda prescindir del uso
intensivo de Internet. Desde luego, no la universidad.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">En cuanto a la segunda pregunta, la respuesta es
que en ciertas circunstancias, en las que la distancia física es un factor
determinante, es aceptable la formación virtual. Para caracterizar todavía
mejor la peculiaridad argentina, desde hace muchas décadas que en algunas
carreras (Derecho, por ejemplo) era posible recibirse sin haber asistido nunca
a clase, como alumnos libres, simplemente rindiendo los exámenes después de
haber estudiado con el material indicado por los profesores.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">La novedad tecnológica que aportó la pandemia fue
el equipamiento para clases híbridas. Esta solución ha sido adoptada por varias
universidades privadas que pudieron equipar sus aulas con dispositivos
adecuados. Los docentes, sin embargo, no siempre están capacitados para
resolver el problema de trabajar con dos públicos en simultáneo: uno presente
en el aula y el otro mediado por las pantallas.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Pero toda esta disquisición es transicional, ya que
tanto la tecnología, como la sociedad y sus instituciones -particularmente las
universitarias- están experimentando tales cambios que en poco tiempo más las
afirmaciones de hoy serán anacrónicas. </span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin: 22.5pt 0cm;"><b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 15pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">Cada vez son más los actores que ofrecen educación superior, muchos de
ellos con el nombre de universidad. ¿Cómo se garantiza el derecho a una
educación de calidad de los estudiantes en Argentina?</span></b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 15pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Son, en efecto, muchos los actores que ofrecen educación
superior en Argentina y cada vez más esto incluye a las empresas que imparten
capacitación profesional avanzada. Sin embargo, formalmente la Ley de Educación
Superior sólo reconoce como instituciones legítimas las universidades y los
institutos universitarios, en ambos casos estatales o privados. De hecho, el
sistema de educación superior está conformado por 103 instituciones
(universidades e institutos) que reciben algo más de un millón y medio de
estudiantes.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Dicho sea de paso, la proporción de jóvenes de 18 a
24 años que se encuentran desarrollando carreras universitarias es la más alta
de América Latina. ¿Cómo se garantiza la calidad de esta oferta educativa?</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">La respuesta a esta pregunta es la creación en 1995
de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU), la
cual, según la ley de educación superior, tiene por funciones coordinar y
llevar adelante la evaluación externa de todas las instituciones
universitarias. También debe acreditar las carreras de grado (cuando se trate
de profesiones reguladas, vinculadas con la salud, la seguridad y los derechos)
y de posgrado, cualquiera sea el ámbito en que se desarrollen, en consulta con
el Consejo de Universidades. Para ello, el equipo técnico de la CONEAU está
organizado en las siguientes áreas: evaluación institucional, acreditación de
carreras, planeamiento y relaciones internacionales. No lo hacen mal. Por el
contrario, ha habido un aprendizaje muy interesante en los últimos años en todo
lo referido a la evaluación de la calidad.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 19pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">Ha habido un aprendizaje muy interesante en la Argentina de los últimos
años en todo lo referido a la evaluación de la calidad universitaria</span></b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 19pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin: 22.5pt 0cm;"><b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 15pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">¿Cuál es el papel de las universidades de Argentina en el impulso del
cumplimiento efectivo de los ODS de la ONU? </span></b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 15pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">La problemática de los ODS no ha tenido mucha
penetración en el sistema universitario argentino, más allá de lo discursivo.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Un proyecto desarrollado por varias instituciones
locales, financiado por la Unión Europea, denominado “Universidades Argentinas
y los ODS, Posicionando la Agenda 2030” tenía como objetivo el relevamiento de
las acciones, programas y proyectos que están desarrollando las universidades
argentinas en el marco de la Agenda 2030.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">La primera etapa, desarrollada inmediatamente antes
de la pandemia, incluyó una encuesta destinada a determinar áreas y referentes
en las instituciones académicas, con el propósito de realizar un mapa de las
universidades y los ODS. Los resultados no fueron alentadores. Muy por el
contrario, el informe final destaca la inexistencia, en la mayoría de las
universidades, de un área académica o gestión específica que lleve adelante una
política para toda la universidad sobre la Agenda 2030 y los ODS. El informe
destaca la escasa difusión de los ODS y la casi nula mención de la Agenda 2030
y de los ODS en la página web de las universidades. En definitiva, concluye
señalando que es muy baja la presencia de los ODS en la agenda de las
universidades. </span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 19pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">Los ODS de la Agenda 2030 apenas han permeado las agendas de las
universidades argentinas</span></b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 19pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin: 22.5pt 0cm;"><b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 15pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">¿Qué lugar ocupa la investigación científica en las universidades
argentinas?</span></b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 15pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Se atribuye valor universal a la idea de que una de
las funciones centrales de las universidades es la de investigar como condición
necesaria para la docencia y la extensión. Así se entiende que es fundamental
que las universidades realicen no solamente investigación científica, sino
también desarrollo tecnológico del más alto nivel posible. Se espera también de
ellas que exploren e indaguen sobre los problemas de su entorno, que se
constituyan en centros de referencia en conocimientos relativos al ambiente en
el que están insertas.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Que la investigación sea una de las misiones
esenciales de las universidades es un mandato aceptado en forma casi unánime, más
allá de la evidencia de que no todas las universidades investigan, o que no
todas lo hacen con la misma intensidad.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">En el caso de América Latina, las universidades
reúnen la mayor parte del potencial científico de la región, lo que les
confiere un papel destacado en el impulso al desarrollo tecnológico del país.
Argentina no es una excepción, aunque la presencia del CONICET y su amplia
superposición con la investigación universitaria genera una situación peculiar
que en muchos sentidos es problemática.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">De algún modo vinculado con este hecho hay un
supuesto adicional y es el de que la investigación mejora la formación de los
graduados. Hay una paradoja en ello, ya que no es inusual que muchos de los
mejores investigadores se desentiendan de la docencia. El modelo de relación
entre el Conicet y las universidades argentinas ha dado con frecuencia la
oportunidad para que ello ocurra.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">La vitalidad de la investigación universitaria
latinoamericana se acentuó en los últimos años y Argentina no fue la excepción.
Se trata de un proceso que merece ser señalado, ya que es ostensible el aumento
de la calidad de su producción científica. Hoy las universidades de América
Latina pueden ofrecer hechos y cifras más que interesantes en lo que se refiere
a su consolidación como centros de investigación básica y aplicada, aunque en
menor medida de desarrollo tecnológico.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">La progresiva transformación de algunas de las
universidades latinoamericanas en centros de investigación de alto nivel
puede ser verificada también a través de su producción científica relevada en
aquellas bases de datos internacionales que recogen la “corriente principal de
la ciencia” como SCOPUS o el <i>Science Citation Index</i> (SCI)
elaborado por el <i>Institute for Scientific Information</i> (ISI).</span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">¿<b>Tiene sentido defender las publicaciones
científicas en español? </b></span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">No tiene sentido dar batallas que se saben perdidas
de antemano. Cada vez más, el inglés es la lengua de la ciencia, al menos en lo
que se refiere a su difusión internacional. Sin embargo, existen diversos
públicos, muchos de ellos en lenguas locales. Por eso, sí tiene sentido
estimular la circulación del conocimiento científico para ese público.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Pero no habría que imaginar batallas imposibles.
Los indicadores disponibles son elocuentes en el sentido de que la presencia
relativamente baja de textos científicos en español y portugués en bases de
datos internacionales no es exclusivamente un problema lingüístico, sino el
reflejo de la magnitud del esfuerzo y las capacidades en I+D de los países
iberoamericanos; esto es, un resultado de su política científica y tecnológica.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">En conclusión, para expandir en el futuro la
presencia del español y portugués como lenguas científicas es necesario
expandir la ciencia. Al mismo tiempo, estos valores no son azarosos, sino que
reflejan las opciones de los investigadores latinoamericanos con respecto a los
públicos a los que desean comunicar los resultados de sus investigaciones. Si
desean comunicar a nivel internacional pueden elegir revistas internacionales.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">La propia base de datos SCOPUS proporciona la
evidencia más contundente de la escasa propensión de los investigadores
iberoamericanos a publicar en su propia lengua. En efecto, el total de
publicaciones de autores iberoamericanos (en diversos idiomas) aumentó un 86%
entre 2010 y 2021. En cambio, los textos en español y portugués lo hicieron tan
solo en un 18%. La consecuencia es obvia: el porcentaje de artículos de
iberoamericanos en lenguas iberoamericanas descendió sostenidamente desde un
22% al 14%.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Es posible inferir, a partir de esos datos, que los
investigadores iberoamericanos prefieren publicar cada vez más en lenguas
diferentes a las propias; probablemente en inglés. Esto puede deberse a que
participan en redes con autores de países angloparlantes o de mayor desarrollo
relativo. En cambio, si los investigadores desearan comunicarse con públicos
locales o regionales, disponen de un gran número de revistas registradas en
LATINDEX, Scielo, Redalyc, Biblat, Dialnet y Redib, entre otras. </span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Eso nos lleva a otro punto: las publicaciones como
medio de comunicación indispensable para la comunidad científica. En general se
trata de revistas, aunque en el caso de las ciencias sociales y las humanidades
tienen gran importancia los libros.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">El universo de las publicaciones científicas en
español y portugués es numeroso y poco normalizado. El Directorio LATINDEX
registra más de 30.000 revistas, el catálogo más de 6.000 y el Catálogo 2.0
tiene 2.804 revistas.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Hay además en América Latina un gran número de
publicaciones científicas que ni siquiera están suficientemente registradas,
por tratarse de publicaciones de departamentos o institutos de universidades,
poco profesionalizadas y de irregular frecuencia.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Un panorama tan disímil reclama el desarrollo de un
sistema iberoamericano de publicaciones científicas que incluya los
repositorios y dispositivos de búsqueda y recuperación de la información.
Resulta evidente que es necesaria una política pública de apoyo a las
publicaciones científicas de los países de América Latina. En vez de ello, en
la mayoría de los países las revistas nacionales son devaluadas por los
sistemas de acreditación porque se considera que un investigador que publica en
revistas de su propio país tiene una circulación limitada o endogámica. </span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 19pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">Para impulsar el uso del español y el portugués como lenguas científicas
es necesaria una política pública de apoyo a las publicaciones de los países de
América Latina</span></b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 19pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin: 22.5pt 0cm;"><b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 15pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">Una de las mejores maneras de medir el compromiso de los gobiernos con
la Universidad es su financiación. ¿Cuál es su valoración? </span></b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 15pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Es casi imposible dar una respuesta válida a esta
pregunta en épocas de crisis económica como la actual. Con una inflación que se
aproxima al cien por ciento anual, todos los valores se desactualizan
permanentemente.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Ayer, antes de que a mi ventana llegara la
algarabía mundialista, escuché las consignas y los bombos de una manifestación
de docentes universitarios que reclamaban por sus salarios deteriorados
fuertemente por la inflación. En relación con el PBI, el presupuesto de las
universidades nacionales debe llegar al 1% anualmente, pero en la realidad no
lo hace. En 2015 llegó al 0.85% y actualmente ronda el 0,7%. Y sin embargo no
se dejan de crear nuevas universidades, cada vez más pobres. Actualmente hay en
el parlamento el proyecto de crear cinco universidades más, todas ellas
demandadas con una lógica de clientelismo político.</span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin: 22.5pt 0cm;"><b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 15pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">¿Una universidad es mejor cuanto más se parece a las primeras
clasificadas en los rankings internacionales? </span></b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 15pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Es un dato de la realidad que los rankings de
universidades en los últimos años han adquirido una visibilidad y que su
impacto alcanzó no solamente a los actores directamente involucrados en la
gestión de la educación superior, sino también a la opinión pública, a través
de su repercusión en los medios periodísticos. Al tiempo que ganaban un lugar
muy destacado en el debate acerca de la calidad de las universidades, los
rankings se multiplicaron y aumentó su variedad.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">En su origen, los rankings eran un producto
norteamericano propio del sistema de toma de decisiones con respecto a la
elección del lugar de estudio. Estaban destinados a un público local que se
apoyaba en ellos para tomar decisiones relativas a la elección de las universidades
en las que cursar estudios. La aceptación social de los rankings universitarios
en la sociedad norteamericana se debió a que daban respuesta a la necesidad de
contar con herramientas que facilitaran la elección de la universidad o <i>college</i> más
adecuados. Ejemplo de ello es el US <i>News & World Report Best
Colleges</i>, que empezó a publicarse en 1985.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Luego se globalizaron, difundiéndose sobre todo en
los países de Europa y Asia a partir de la divulgación de los rankings
internacionales de Shanghái (2003), el QS <i>World University Ranking</i> (2004)
y el <i>Times Higher Education Supplement</i> (2010). Algunos
rankings globales están centrados en aspectos más restringidos, como la
información disponible en sitios web, como el Spanish National Research
Council’s Webometrics, o las publicaciones científicas producidas por las
universidades, como el <i>SCImago Institutions Ranking</i>. </span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">América Latina no fue una excepción al fenómeno
expansivo de los rankings universitarios y su impacto en las comunidades
académicas locales fue también muy rápido, pero suscitó reacciones encontradas.
En general, la prensa se ha hecho eco de ellos, pero en los medios académicos
se critica la metodología con la que son elaborados y su implícita
normatividad. Se cuestiona el sistema de valores que conlleva el ordenamiento.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 19pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">Los rankings internacionales merecen un examen crítico para entender qué
es lo que están diciendo, si es que algo dicen</span></b><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 19pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Analizar su significado plantea desafíos de orden
teórico y metodológico que comprenden los objetivos de los rankings, las
definiciones de calidad que se adoptan, las unidades de análisis, las
dimensiones y los indicadores que se eligen, las fuentes que se utilizan, los
criterios de ponderación, la forma de organización de los resultados y las
modalidades de su difusión pública.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Lejos de adoptarlos como dictámenes
incuestionables, los rankings internacionales merecen un examen crítico, para
entender qué es lo que están diciendo, si es que algo dicen. La mirada crítica
debería focalizarse tanto sobre el plano metodológico como sobre el teórico, ya
que su modelo implícito no solamente atañe a los criterios de selección de las
variables, sino al peso relativo que se asigna a cada una de ellas. Por otra
parte, la propia mirada globalizadora puede inducir la idea de que se trata de
una “tendencia mundial” y de este modo apelar una vez más a la noción de
“camino único” y a no tomar suficientemente en cuenta la peculiaridad de los
contextos locales.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 12pt;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">A pesar de lo dicho, debo reconocer que algunas
universidades eventualmente mejor posicionadas en algún ranking, como la
Universidad de Buenos Aires, han aprendido a valerse de ellos a la hora de
publicitar sus cursos, negociar presupuestos o fortalecer su imagen ante la
opinión pública.</span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><div align="center" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 22.5pt; text-align: center;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">
<hr align="center" size="1" width="100%" />
</span></div><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin: 22.5pt 0cm;"><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 22.5pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">Entrevista </span><a href="https://twitter.com/home" target="_blank"><span style="color: #7aa835; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 22.5pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">Alfonso González Hermoso de Mendoza</span></a><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 22.5pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin: 22.5pt 0cm;"><span style="color: #111111; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 22.5pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">Olivia Borges<o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 0cm;"><span style="color: #444444; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 10pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; text-transform: uppercase;">ETIQUETAS<o:p></o:p></span></p><p align="left" class="MsoNormal" style="background: white;"><a href="https://www.espaciosdeeducacionsuperior.es/tag/coneau/"><span style="border: 1pt solid rgb(238, 238, 238); color: blue; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 10pt; letter-spacing: 1.2pt; mso-border-alt: solid #EEEEEE .75pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 6pt; text-transform: uppercase;">CONEAU</span></a><a href="https://www.espaciosdeeducacionsuperior.es/tag/conicet/"><span style="border: 1pt solid rgb(238, 238, 238); color: blue; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 10pt; letter-spacing: 1.2pt; mso-border-alt: solid #EEEEEE .75pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 6pt; text-transform: uppercase;">CONICET</span></a><a href="https://www.espaciosdeeducacionsuperior.es/tag/educacion-superior/"><span style="border: 1pt solid rgb(238, 238, 238); color: blue; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 10pt; letter-spacing: 1.2pt; mso-border-alt: solid #EEEEEE .75pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 6pt; text-transform: uppercase;">EDUCACIÓN SUPERIOR</span></a><a href="https://www.espaciosdeeducacionsuperior.es/tag/libertad-academica/"><span style="border: 1pt solid rgb(238, 238, 238); color: blue; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 10pt; letter-spacing: 1.2pt; mso-border-alt: solid #EEEEEE .75pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 6pt; text-transform: uppercase;">LIBERTAD ACADÉMICA</span></a><a href="https://www.espaciosdeeducacionsuperior.es/tag/mario-albornoz/"><span style="border: 1pt solid rgb(238, 238, 238); color: blue; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 10pt; letter-spacing: 1.2pt; mso-border-alt: solid #EEEEEE .75pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 6pt; text-transform: uppercase;">MARIO ALBORNOZ</span></a><a href="https://www.espaciosdeeducacionsuperior.es/tag/ods/"><span style="border: 1pt solid rgb(238, 238, 238); color: blue; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 10pt; letter-spacing: 1.2pt; mso-border-alt: solid #EEEEEE .75pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 6pt; text-transform: uppercase;">ODS</span></a><a href="https://www.espaciosdeeducacionsuperior.es/tag/politica-cientifica/"><span style="border: 1pt solid rgb(238, 238, 238); color: blue; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 10pt; letter-spacing: 1.2pt; mso-border-alt: solid #EEEEEE .75pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 6pt; text-transform: uppercase;">POLITICA CIENTÍFICA</span></a><a href="https://www.espaciosdeeducacionsuperior.es/tag/politica-de-ciencia/"><span style="border: 1pt solid rgb(238, 238, 238); color: blue; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 10pt; letter-spacing: 1.2pt; mso-border-alt: solid #EEEEEE .75pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 6pt; text-transform: uppercase;">POLÍTICA DE CIENCIA</span></a><a href="https://www.espaciosdeeducacionsuperior.es/tag/politica-universitaria/"><span style="border: 1pt solid rgb(238, 238, 238); color: blue; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 10pt; letter-spacing: 1.2pt; mso-border-alt: solid #EEEEEE .75pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 6pt; text-transform: uppercase;">POLÍTICA UNIVERSITARIA</span></a><a href="https://www.espaciosdeeducacionsuperior.es/tag/rankings/"><span style="border: 1pt solid rgb(238, 238, 238); color: blue; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 10pt; letter-spacing: 1.2pt; mso-border-alt: solid #EEEEEE .75pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 6pt; text-transform: uppercase;">RANKINGS</span></a><a href="https://www.espaciosdeeducacionsuperior.es/tag/rankings-universitarios/"><span style="border: 1pt solid rgb(238, 238, 238); color: blue; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 10pt; letter-spacing: 1.2pt; mso-border-alt: solid #EEEEEE .75pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 6pt; text-transform: uppercase;">RANKINGS UNIVERSITARIOS</span></a><a href="https://www.espaciosdeeducacionsuperior.es/tag/riaces/"><span style="border: 1pt solid rgb(238, 238, 238); color: blue; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 10pt; letter-spacing: 1.2pt; mso-border-alt: solid #EEEEEE .75pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 6pt; text-transform: uppercase;">RIACES</span></a><a href="https://www.espaciosdeeducacionsuperior.es/tag/siaces/"><span style="border: 1pt solid rgb(238, 238, 238); color: blue; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 10pt; letter-spacing: 1.2pt; mso-border-alt: solid #EEEEEE .75pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 6pt; text-transform: uppercase;">SIACES</span></a><a href="https://www.espaciosdeeducacionsuperior.es/tag/sistema-iberoamericano-de-educacion-superior/"><span style="border: 1pt solid rgb(238, 238, 238); color: blue; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 10pt; letter-spacing: 1.2pt; mso-border-alt: solid #EEEEEE .75pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 6pt; text-transform: uppercase;">SISTEMA IBEROAMERICANO DE EDUCACIÓN SUPERIOR</span></a><a href="https://www.espaciosdeeducacionsuperior.es/tag/transformacion-digital/"><span style="border: 1pt solid rgb(238, 238, 238); color: blue; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 10pt; letter-spacing: 1.2pt; mso-border-alt: solid #EEEEEE .75pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 6pt; text-transform: uppercase;">TRANSFORMACIÓN DIGITAL</span></a><a href="https://www.espaciosdeeducacionsuperior.es/tag/unesco-iesalc/"><span style="border: 1pt solid rgb(238, 238, 238); color: blue; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 10pt; letter-spacing: 1.2pt; mso-border-alt: solid #EEEEEE .75pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 6pt; text-transform: uppercase;">UNESCO-IESALC</span></a><span style="color: #444444; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 10pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; text-transform: uppercase;"><o:p></o:p></span></p><p>
</p>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-79854069603597335392023-01-15T14:03:00.004-08:002023-04-20T11:34:33.808-07:00Ciencia Argentina en democracia: ¿Reconstrucción o declinación?<span style="font-size: medium;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiGOzWOu5WvV2OqUpFot17XmAdYihhOtCrN9pJ9bKRi5oSChZG_oWI8MYfycQ0YdoHK8RmI6BZ_9IRTpQfWOqV_Xd6QrlUZLO_orkPFjMOSp6XXMWDvwLD182WPWh2B_eXiH6ucwM01Q56FPuAOXihkmA7gJWvu6hsz9-1-qPcxhDNPFW0ma-9LnE7-rg/s850/Illia.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="400" data-original-width="850" height="174" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiGOzWOu5WvV2OqUpFot17XmAdYihhOtCrN9pJ9bKRi5oSChZG_oWI8MYfycQ0YdoHK8RmI6BZ_9IRTpQfWOqV_Xd6QrlUZLO_orkPFjMOSp6XXMWDvwLD182WPWh2B_eXiH6ucwM01Q56FPuAOXihkmA7gJWvu6hsz9-1-qPcxhDNPFW0ma-9LnE7-rg/w320-h174/Illia.jpg" width="320" /></a></div><span style="font-family: arial;"><div style="text-align: justify;">A casi cuarenta años de la recuperación de la democracia, la ciencia argentina (como casi todo el país, en realidad) se debate en una serie de encrucijadas que hasta el presente no ha podido resolver. En el caso de la ciencia, algunas están relacionadas con su institucionalidad, la escasez de recursos y la dificultad para establecer prioridades razonables en las asignaciones presupuestarias, entre otras cuestiones. Detrás de todas ellas subyace una dificultad básica: la de definir políticas públicas de largo plazo y alcanzar un acuerdo general acerca del papel de la ciencia en esta compleja y atormentada sociedad.</div></span></span><div><br /></div><span></span><div><span><a name='more'></a></span><p class="MsoNormal"></p><div style="text-align: justify;">Es bueno preguntarse qué vinculación tiene la situación actual de las instituciones científicas y de los investigadores con las sucesivas crisis transitadas por el país en las últimas décadas, desde que se recuperó la democracia y cómo éstas han afectado, tanto a las ciencias sociales, como a las ciencias de la naturaleza e incluso a la tecnología. El camino recorrido por la ciencia (en un sentido general) desde entonces la ha conducido hasta las encrucijadas actuales, en las que debate su lugar en la sociedad, articula discursos contradictorios y muestra indicadores que no son reconfortantes si se los compara con los de otros países latinoamericanos. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los procesos sociales no tienen lecturas lineales. Las perturbaciones de la vida política y de la economía fueron numerosas y repercutieron con fuerza en las instituciones científicas. Pese a ello, dejo explícitamente de lado utilizar categorías como “neoliberalismo” para denominar el período que se inaugura en 1989 o posteriormente en 2015, del mismo modo que la categoría de “populismo” para los gobiernos desde 2003 a 2015, porque confunden más de lo que explican.</div><br /><div style="text-align: justify;">Desde los comienzos del régimen dictatorial, en 1976, comenzó a producirse una transferencia de recursos presupuestarios desde las universidades hacia el CONICET. Muy pronto este organismo llegó a recibir aproximadamente el 40% de los recursos que el presupuesto nacional asignaba en forma directa a ciencia y tecnología, a expensas de la dotación presupuestaria a las universidades. El problema, sin embargo, no fue sólo económico, sino que se impuso un modelo institucional que favoreció la relación directa de los grupos de investigadores con el CONICET, sin la mediación de las instituciones universitarias. Así, durante aquellos años el CONICET creó más de cien institutos de su propia dependencia. Es cierto que para la creación de algunos de ellos el CONICET estableció convenios con universidades nacionales. Pero en tales casos, la lógica de funcionamiento asimilaba estos centros al sistema CONICET, más que a las universidades respectivas, convirtiéndolos en bolsones de presunta excelencia académica, dotados de recursos, en medio de un tejido universitario empobrecido y al que se menospreciaba por politizado.</div><p style="text-align: justify;">El retorno democrático en Argentina transcurrió en un mundo que abría, para los países más avanzados, un nuevo período de consumo y bienestar, con la consolidación y ampliación de la Unión Europea, la desaparición del bloque socialista y la creciente importancia de China en la escena internacional. Desde entonces, algunos nuevos términos se incorporaron a la retórica política, económica, cultural, comunicacional y, ciertamente, científica y tecnológica para describir procesos en curso; uno de ellos era la “globalización” y otro, la “innovación”. En tal contexto, la ciencia y la tecnología fueron cobrando un nuevo auge en forma acelerada, incorporando nuevos temas y líneas de investigación y desarrollo (I+D) en la agenda científica de los países desarrollados. Con un cierto retraso, esta agenda fue siendo adoptada, muchas veces en forma mimética, por los países en desarrollo.</p><p style="text-align: justify;"><b>La globalización</b></p><p style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="text-align: left;">La
globalización, inicialmente conocida como “<span style="background: white; color: #202124;">mundialización”, emergió como un proceso derivado de la
creciente interdependencia entre los países, e</span></span><span style="text-align: left;">n un contexto de reindustrialización y
reordenamiento del comercio internacional. Ello dio lugar a </span><span lang="ES-TRAD" style="background: white; color: #202124; text-align: left;">una
serie de transformaciones sociales; entre ellas,</span><span lang="ES-TRAD" style="text-align: left;"> la multiplicación de redes de conocimiento
científico y tecnológico. Después de una etapa “fordista” basada en grandes
infraestructuras y en concentraciones de investigadores, conocida como la <i>big
science</i>, la producción de conocimiento tendió a organizarse de maneras más
flexibles y dinámicas. El modelo basado en la “masa crítica” de recursos comenzó
a revelarse como insuficiente en un mundo de sistemas flexibles y abiertos a
nivel nacional e internacional, dada la necesidad de complementación de
conocimientos que reclama la solución de problemas de alta complejidad, como
los económicos y sociales. Debido a ello, el trabajo en red fue adoptando
formas variables y participativas de organización.</span></p><p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Los años ochenta y la
siguiente década fueron la época de las “nuevas tecnologías” a las que el mundo
apostaba y estaban asociadas con el auge de las comunicaciones y la
información, el descubrimiento de nuevos materiales, la salud y la biología
molecular, entre otros temas transversales destinados a cambiar radicalmente la
matriz productiva y la calidad de vida de los ciudadanos. Estos temas se irían
incorporando gradualmente a la agenda de la política científica argentina, particularmente
en los temas biomédicos, dada la tradición argentina en estas disciplinas. En
otros campos, en los que la disponibilidad de equipamiento era más relevante, los
nuevos temas habrían de ser adoptados de forma más nominal que real, dada la limitación
de los recursos disponibles. </p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: left;"><b>La innovación</b></p>
<div style="text-align: justify;">El proceso de avance científico y tecnológico acelerado ha sido descrito con una fuerte carga de adjetivos y metáforas que en casi todos los casos no ahorraron el término “revolución” y dramatizaron su impacto sobre la sociedad: sociedad postindustrial, sociedad tecnotrónica, sociedad de la información y, más recientemente, sociedad del conocimiento. En el centro de tales procesos estaba una nueva palabra clave: la innovación, que se sumaba a la ya tradicional (I+D) resignificándola en I+D+i. Esta expresión daba cuenta de que todo el proceso del conocimiento debía conducir hacia la innovación.</div><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Son distintos los significados que tiene
el término innovación y se los aplica de forma diferente. De todas las
significaciones posibles hay dos especialmente relevantes para interpretar lo
que estaba ocurriendo: una, la originaria, derivada de la teoría de Joseph Schumpeter,
devenida más tarde en la idea de los “sistemas de innovación”. En este sentido,
la innovación entrañaría el propósito de mejorar la actividad productiva
mediante la incorporación de conocimientos de distinto tipo. Consistiría así en
una serie de actividades no solamente científicas y tecnológicas, sino también
organizacionales, financieras y comerciales. La otra significación remite a las
tecnologías de punta, basadas en la frontera de la ciencia, que repercuten fuertemente
sobre la economía, el empleo, la productividad y las condiciones de vida de los
ciudadanos. La orientación de las políticas de ciencia y tecnología a partir
del auge de la innovación se diversifican entre la promoción de vínculos entre
los actores (sistemas de innovación y políticas de vinculación) y la apuesta a
grupos de excelencia en temas de frontera del conocimiento.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Durante los primeros
años del siglo veintiuno las circunstancias económicas tuvieron un vuelco muy
favorable para la región, debido al aumento del precio internacional de las
materias primas, lo que dio lugar a un largo período de crecimiento del
producto de casi todos los países, abriendo las puertas a una relativa
prosperidad que se tradujo también en incrementos del presupuesto público
destinado a ciencia y tecnología. Los indicadores disponibles muestran, no
obstante, que tales aumentos replicaron la curva del producto del país, sin
aumentar sensiblemente su participación en él, a excepción de Brasil. Esto
ocasionó que, en años más recientes, cuando el producto dejó de crecer, también
lo hizo el financiamiento público a la ciencia y la tecnología.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">La innovación encontró también su espacio
en las políticas del conocimiento puestas en práctica por los países
latinoamericanos, aunque frecuentemente no se pasó más allá de la retórica o de
su instalación en la agenda académica. Esta corriente modernizante hizo que
fuera cobrando importancia el concepto de “sistemas de innovación”, enraizados
en los procesos de educación y capacitación. Las universidades jugaron un papel
importante en la difusión de los enfoques y metodologías de los sistemas de innovación,
lo cual resulta comprensible si se toma en cuenta que, en América Latina, más
del 70% de los investigadores tienen sede en las universidades.</p>
<p class="MsoNormal"><b style="text-indent: -18pt;"><i><span face=""Verdana",sans-serif" style="font-size: 14pt; mso-ansi-language: ES-AR; mso-bidi-font-family: Verdana; mso-fareast-font-family: Verdana;">1.<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span></i></b><b style="text-indent: -18pt;"><i><span face=""Verdana",sans-serif" style="font-size: 14pt; mso-ansi-language: ES-AR;">El camino recorrido</span></i></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Desmontar la trama de
un poder ilegítimo y autoritario en las instituciones científicas ocupó una
parte considerable de los esfuerzos iniciales del gobierno de la recuperada
democracia argentina, aunque ciertas tensiones no se diluyeron completamente
con el correr de los años posteriores. La confrontación, en esta nueva etapa
política, se vio connotada por el hecho de que, desde el punto de vista del
pensamiento, el período de la dictadura actuó como un “tiempo muerto” que
congeló el desarrollo de las ideas e hizo que muchos temas fueran retomados
ocho años después, como si nada hubiera pasado entre medio. Por otra parte, los
proyectos tecnológicos de los militares tenían cierto rechazo en una parte de
la dirigencia política, pero eran muy valorados por otra parte de ella. De allí
que se los continuara apoyando, aunque con dudas, al mismo tiempo que se ponía
el acento sobre nuevos campos, como la biotecnología.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b>Estereotipos
repetidos</b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-ansi-language: ES-AR;">Durante los primeros
pasos de la democracia, la política científica reprodujo algunos estereotipos
de décadas anteriores al golpe militar, particularmente en lo referido al papel
predominante del CONICET frente a las universidades, cierta ambivalencia frente
a la necesaria inversión en I+D del sector privado y una incipiente comprensión
de los vínculos entre la investigación académica y el desarrollo tecnológico, lo
cual también fue problemático en un contexto internacional que prestaba
especial atención a la revolución científica y tecnológica y un contexto
nacional de crecientes incertidumbres acerca del rumbo económico y del estilo
de desarrollo. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">El gobierno de Raúl
Alfonsín, mediante la gestión de Carlos Abeledo en el CONICET y Manuel Sadosky
en la Secretaría de Ciencia y Tecnología, trató de corregir lo que se veía como
una distorsión y sentar nuevas bases para una relación positiva con las
universidades. Se avanzó en muchos aspectos, pero las tendencias
presupuestarias no se modificaron y la asignación directa de recursos para
ciencia y tecnología en las universidades se mantuvo lánguida.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Llama la atención que, en los años más recientes, en el corriente
siglo, el CONICET haya retomado con énfasis la política de creación de
institutos. Con esto reforzó su perfil de organismo de ejecución de
investigación y acentuó su renuncia a la función de promoción. Actualmente
dispone de más de trescientos, lo que confirma la opción de haberse volcado
casi por completo a realizar investigaciones, dejando de lado la tarea de promover
la actividad científica en otras instituciones.</p>
<p class="MsoNormal"><b>Recuperación de las
universidades nacionales</b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-ansi-language: ES-AR;">En el campo de las
universidades nacionales se produjeron señales positivas orientadas a recuperar
un papel destacado en la producción de conocimiento científico y tecnológico.
Particularmente, ello ocurrió durante el rectorado de Oscar Shuberoff, cuando la
UBA tomó en 1986 la decisión de destinar recursos de su presupuesto ordinario a
la creación de lo que después fue conocido como el Programa UBACYT. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">El programa incluía
becas para graduados, con un estipendio igual o superior al del CONICET, becas
para estudiantes, con el propósito de iniciarse en la investigación, subsidios
a proyectos, impulso a la transferencia de conocimientos a la sociedad y la
aplicación de instrumentos de evaluación y programación. Fundamentalmente, la
UBA, en el ejercicio de su autonomía, asumió una actitud proactiva en el diseño
y ejecución de instrumentos de promoción de la investigación. El programa
UBACYT fue exitoso y ha continuado en el tiempo. Muchas universidades
(particularmente la Universidad Nacional del Litoral) siguieron este ejemplo.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Sin embargo, las
universidades públicas estaban sometidas a tensiones en otros planos. El más
importante era el de la masificación. Debían dar respuesta a una demanda
reprimida, para la que no estaban preparadas y a la que hicieron frente como
pudieron, respondiendo no solamente a demandas reales, sino a modelos
normativos reinterpretados. No me refiero al pensamiento reformista que en los
cincuenta permitió, <span lang="ES-TRAD">durante el rectorado de Risieri
Frondizi dar impulso a la época más brillante de la investigación en la UBA,
sino a la sacralización casi caricaturesca de creencias y tabúes que impedían
dar una respuesta razonable a las limitaciones del contexto. La deriva de tal
proceso dio lugar a situaciones casi esquizofrénicas en las que convivían
grupos de investigación que aspiraban a producir conocimiento científico de
primera línea como islotes en universidades masificadas en las que la mayor
parte de los docentes tenían escasa dedicación.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD">Todavía en la actualidad, solamente una
universidad, la de San Luis, tiene la mitad de sus docentes con dedicación
exclusiva, seguida por la de General Sarmiento, que se aproxima a esa
proporción. Ambas son universidades pequeñas. La UBA, en cambio, tiene tan solo
el 7% de sus docentes con dedicación exclusiva y la de La Plata poco más del
10%. Como se ve, después del retorno de la democracia para las universidades </span>no se trató de un camino lineal, ni siquiera
mínimamente planificado, a excepción de ciertos casos con arraigo local, en los
que primaron algunos factores diferentes a los del conjunto. Es el caso, por
ejemplo, de algunas universidades del interior, que formaban parte del que se
conoció como “Plan Taquini”, y de algunas universidades del conurbano, como las
de Quilmes, Sarmiento y San Martín, que llegaron a tener un número más alto de
profesores con dedicación exclusiva, si se las compara con las grandes
universidades tradicionales.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Con esa dotación docente, ¿es posible
considerar a las universidades argentinas como centros de excelencia en
investigación? La respuesta varía si se analiza a nivel de universidades, de
facultades o de institutos. En el caso de la UBA, es evidente que la situación
difiere radicalmente entre las facultades profesionalistas, muy masificadas, y
las de investigación, como la de ciencias exactas y naturales o la de filosofía
y letras (con diferencias por departamentos). La otra explicación hay que
buscarla en la superposición con el CONICET.</p>
<p class="MsoNormal"><b>Orientación de la
política de ciencia y tecnología</b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-ansi-language: ES-AR;">En el plano de las
políticas de ciencia y tecnología, a partir de la recuperación de la democracia
se registró una evolución que se expresó en las ideas rectoras y en la toma de
decisiones. Al comienzo, la política científica privilegió el estímulo de la
excelencia y la democratización de los centros de investigación. Ambos aspectos
hacían sinergia para impulsar el desplazamiento de las cúpulas de poder
encaramadas en las instituciones, sin estar socialmente legitimadas por parte
de los investigadores; en particular, de los más jóvenes y mejor formados. La
puesta en práctica de la primera convocatoria a proyectos por parte del CONICET
en 1985 tenía el doble propósito de asignar recursos en relación con la calidad
relativa (búsqueda de la excelencia) y generar un sistema de distribución de
recursos no controlado por los directores de los institutos (cambios en la
estructura del poder).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Que los siguientes
años hayan sido de normalidad democrática no implica que hayan representado algún
tipo de continuidad sin sobresaltos en la vida social y económica del país. Esos
años contuvieron rebeliones militares, hiperinflación, final apresurado de
algunos gobiernos, convertibilidad seguida de devaluaciones, adopción de
políticas neoliberales y posterior retorno a esquemas estatizantes, corrupción,
aumento del desempleo y, como constante, una inédita expansión de la pobreza.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">En semejante escenario,
la ciencia argentina sufrió los mismos avatares que el resto de la sociedad.
Avanzó con turbulencias hacia su modernización en los primeros años, luego
retrocedió hacia formas premodernas durante los primeros años del gobierno de
Menem, con los secretarios Raúl Matera y Domingo Liotta con sus equipos de
ultraderechistas, para ensayar más tarde una transformación institucional modernizadora
con la gestión de Juan Carlos del Bello, en la que se crearon algunas de las pocas
novedades institucionales de todo el período, tales como la creación de la Agencia
Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCYT) con sus dos fondos
iniciales, el FONCYT y el FONTAR.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Tampoco faltaron
quienes racionalizaran, en los años noventa, la alternativa de dejar de lado la
investigación buscando apoyo en modelos como el de Japón o Corea. El argumento
era sencillo: ¿acaso aquellos países no comenzaron su despegue sin investigar,
simplemente copiando? No es propósito de este texto rebatir el sinsentido de
destruir lo que durante tantas décadas esta sociedad fue capaz de acumular en
ciencia y tecnología como prerrequisito para ensayar una vía “coreana” de
acceso al desarrollo. La reacción de la comunidad científica puso fin a esta
iniciativa.</p>
<p class="MsoNormal">La ciencia conoció más
tarde los efectos de la depresión que experimentó el país a partir de 2001, lo
que fue acentuado con los tintes fuertes de la emigración de gran parte de los
jóvenes, para luego experimentar una fuerte recuperación que al cabo ha
demostrado ser más discursiva y simbólica que real, si se presta atención a los
indicadores. A pesar de una retórica en favor de la ciencia (la “política
explícita” a la que se refería Amílcar Herrera), los indicadores del sector son
claramente inferiores a los de otros países latinoamericanos. Además, a pesar
de las diferentes caracterizaciones a priori, ciertas tendencias se mostraron
estables a lo largo de los sucesivos gobiernos. La más evidente es la escasa
variabilidad de la inversión en I+D (Gráfico 1).</p>
<p align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;"><b><span style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: ES-AR;">Gráfico 1. Evolución de la
inversión en I+D como porcentaje del PBI</span></b></p>
<p class="MsoNormal"><span style="layout-grid-mode: both; mso-ansi-language: ES-AR; mso-no-proof: yes;"><!--[if gte vml 1]><v:shapetype id="_x0000_t75" coordsize="21600,21600"
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<p align="left" class="MsoNormal" style="break-after: auto; page-break-after: auto; text-align: left;"><span style="mso-ansi-language: ES-AR;"><o:p> </o:p></span>El indicador anterior refleja la totalidad de la inversión en I+D del
país, lo cual quiere decir que incluye los recursos de origen púbico, privado y
de otras fuentes, como las externas. Si se aísla el financiamiento público, lo
que se observa es que en su gran mayoría la inversión en I+D ha sido realizada
por el gobierno (Gráfico 2). El punto máximo alcanzado en 2015 no expresa un
éxito, sino un fracaso, ya que refleja la ínfima inversión en I+D realizada por
sector privado y por otras fuentes.</p>
<p align="center" class="MsoNormal" style="break-after: auto; page-break-after: auto; text-align: center;"><b><span style="color: black; font-size: 10pt; layout-grid-mode: both; mso-ansi-language: ES-AR; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p> </o:p></span></b><b><span style="font-size: 10pt;">Gráfico 2. Porcentaje de inversión en I+D financiada por el gobierno</span></b></p>
<p align="center" class="MsoNormal" style="break-after: auto; page-break-after: auto; text-align: center;"><!--[if gte vml 1]><o:wrapblock><v:shape
id="Gráfico_x0020_1" o:spid="_x0000_s1026" type="#_x0000_t75" style='position:absolute;
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RICYT</span></p></div></blockquote></blockquote><div>
<p class="MsoNormal" style="break-after: auto; text-align: justify;">Hay elementos en la cultura política argentina, sin embargo, que puedan
hacer que socialmente esto no sea visto como algo negativo, ya que tanto en la
sociedad como en la comunidad científica hay una fuerte inclinación a
considerar que la inversión en ciencia y tecnología (y en alguna medida,
también en educación) debe corresponder en su totalidad al estado. Por esta
razón interpretan que la meta del 1% de la inversión en I+D debe ser alcanzada
exclusivamente por el sector público, pese a que en ningún país del mundo (con
alguna rara excepción) ocurre tal cosa.</p>
<p class="MsoNormal" style="break-after: auto; text-align: justify;">En la discusión actual sobre el financiamiento de la ciencia y la
tecnología hubo proyectos de ley que establecían que la inversión pública en
I+D debería alcanzar el 3% del PBI, confundiendo la naturaleza de esta
inversión, particularmente en lo referido a los actores que la ejecutan y a los
diferentes tipos de actividad que engloba la producción de conocimiento
científico, su transmisión a la sociedad y su aplicación concreta en procesos
productivos (innovación). Si por ciencia, en sentido amplio, se entiende además
la tecnología, la educación de alto nivel, la difusión social de los
conocimientos es otra cosa. Pero eso requiere muchos actores: centros de
investigación, universidades, empresas, comunicadores públicos, inversión
estatal y privada. No depende solamente del estado.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b>Los planes
nacionales y otras “manías”</b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-ansi-language: ES-AR;">Esta cierta inercia en
las tendencias de inversión en ciencia y tecnología aconteció </span>a pesar de las
sucesivas declaraciones ambiciosas que se expresaban en planes nacionales de
ciencia y tecnología que daban cuenta de la aspiración a establecer políticas
de mediano y largo plazo y que en general no se llevaron a cabo más que
fragmentariamente, en el mejor de los casos. Uno de los más célebres y
ambicioso fue <span lang="ES-TRAD">el Plan Nacional Plurianual de Ciencia
y Tecnología aprobado durante la Gestión de Juan Carlos del Bello en 1997, en
el que por primera vez se hacía referencia explícita a la noción de “sistema
nacional de innovación”.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD">En los años siguientes, varios gobiernos
y crisis después se siguieron elaborando planes que, aunque casi nunca cumplían
sus metas, nunca fueron evaluados. Quizás por ello cada nuevo plan solía
ignorar al anterior<a href="https://d.docs.live.net/8de98b2f14d90ad4/Mario/Art%C3%ADculos%20y%20ponencias/Ciencia%20argentina%20en%20democracia%202.docx#_ftn1" name="_ftnref1" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Arial",sans-serif" lang="ES-TRAD" style="font-size: 12pt; layout-grid-mode: line; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">[1]</span></span></span></a>.
</span>Los buenos propósitos de los
planes nacionales, en muchos de los cuales participaron con entusiasmo
relevantes miembros de la comunidad científica, resultaron insuficientes para
impulsar cambios de orientación en la política científica y tecnológica, debido
a las discontinuidades básicas del país, tanto en la política como en la
economía y en la relativa desarticulación de su estructura social.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">En el plano de las
ideas como “manías”, cabe señalar que en los debates sobre educación superior,
ciencia y tecnología en las últimas dos décadas se fue conformando un discurso en
favor de la inclusión y de la necesidad de orientar la investigación hacia
problemas sociales candentes; en particular, hacia la erradicación de la
pobreza. Si bien esta retórica no implica en forma explícita una renuncia a la excelencia,
sino que propone una educación de calidad y el mismo atributo vale para la
ciencia, en la práctica el mérito deja de ser un valor importante. Se
interpreta que los órdenes de mérito son estigmatizantes y se supone que la
ciencia tiene la capacidad de reducir la pobreza o acabar con ella.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">La política científica
en los últimos años pareció tener pocos objetivos además de incorporar cada vez
más investigadores y becarios al CONICET. Así se llegó a la situación de que
más del ochenta por ciento del presupuesto para la ciencia son salarios, que
éstos además son muy bajos y que la inversión en infraestructura y equipamiento
no puede acompañar tal crecimiento en la medida necesaria. Esta estrategia es
más parecida a una política de empleo (de cierto perfil profesional) que a una
auténtica política científica. Es cierto que no se han visto perjudicados los
grupos de nivel científico más alto. Por el contrario, durante los doce años de
gestión de Lino Barañao como ministro (y durante un breve período, secretario) se
invirtieron grandes sumas en construir infraestructuras y dotar de costoso
equipamiento a proyectos de alto nivel científico, pero se dejó avanzar al
CONICET por el rumbo de aumentar exageradamente su planta de recursos humanos. El
resultado es que el primer decil de autores de artículos recogidos en revistas
y bases de datos de corriente principal de la ciencia tiene una producción
comparable en cantidad y calidad con los de países del mundo más desarrollado.
El resto, en cambio, muestra una producción inferior a la de otros países
latinoamericanos. También influye en ello el hecho de que gran parte de los
docentes investigadores universitarios tienen dedicación parcial y que las
limitaciones de infraestructura y equipamiento afectan también su productividad.
El bajo nivel de los salarios tiene también influencia, no sólo desde el punto
de vista anímico, sino del necesario pluriempleo. </p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">La importancia de las representaciones
simbólicas en los juicios de valor de la comunidad científica queda reflejada
en el entusiasmo con que se recibió la creación del Ministerio de Ciencia,
Tecnología e Innovación, en 2007. En el clima de festejos, nadie pareció caer
en la cuenta de que tal ministerio ya existía, bajo la forma de Ministerio de
Educación, Ciencia y Tecnología. Es decir que, en la práctica, lo que se hizo
fue separar administrativa y políticamente la educación de la ciencia, lo que
impidió desarrollar políticas del conocimiento que articularan ambas
dimensiones en forma conjunta. Una decisión discutible que fue vivida por
muchos como una declaración de independencia del sistema científico.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Otra idea curiosa es la
de pretender relacionar directamente los resultados de la investigación con las
necesidades sociales. La idea conlleva -no necesariamente en forma explícita-
una desvalorización de la investigación básica por su desconexión con demandas
concretas. En los años sesenta y setenta el país vivió algunas experiencias
semejantes de ciencia socialmente comprometida, pero en aquellos años también se
hizo una autocrítica, en el sentido de señalar que con frecuencia se trataba de
una demanda imaginaria, a lo que se puede sumar el oportunismo de muchos
investigadores para adaptar sus líneas de trabajo al discurso que permita aumentar
las posibilidades de éxito en la asignación de recursos. Es difícil entender de
otra manera la gran cantidad de grupos rápidamente expertos en COVID, lo que
les permitió acceder a recursos muy generosos. Por otra parte, construir
vínculos eficaces entre las universidades y los centros públicos de
investigación con el entorno económico y social es una tarea difícil, en la que
se pueden señalar algunos éxitos notables y una gran cantidad de frustraciones.</p>
<p class="MsoNormal"><b style="text-indent: -18pt;"><i><span face=""Verdana",sans-serif" style="font-size: 14pt; mso-ansi-language: ES-AR; mso-bidi-font-family: Verdana; mso-fareast-font-family: Verdana;">2.<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span></i></b><b style="text-indent: -18pt;"><i><span face=""Verdana",sans-serif" style="font-size: 14pt; mso-ansi-language: ES-AR;">Nuevas metas para la democracia y para la ciencia</span></i></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">La ciencia y la
tecnología son esenciales para el desarrollo del país. Pero, por ellas mismas,
no sacan a los países de la pobreza. Se necesita una compleja trama de actores
que además de investigar, financien, difundan y apliquen el conocimiento en
proyectos innovadores. Esto forma parte de las preocupaciones actuales de las
instituciones científicas y académicas argentinas, pero la vinculación con su
entorno económico y social es todavía débil, en general. Las universidades
-tanto las públicas como las privadas- deben multiplicar sus vínculos con el
entorno económico y con la sociedad, a pesar del límite que surge del escaso
dinamismo de las empresas. Los estudios de innovación muestran que es baja la
proporción de empresas que han establecido acuerdos de cooperación con
instituciones de ciencia y tecnología.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Es necesario invertir en proyectos de
alta calidad científica y tecnológica, fortaleciendo y ampliando aquellas
ventajas comparativas que existen en numerosos campos. Pero es cierto también que
no todos los temas de interés para la I+D se juegan en el segmento más alto y
competitivo, propio de la frontera científica y tecnológica, tales como la
biotecnología, la física de nuevos materiales y otros campos del saber cuya
práctica exige cuantiosas inversiones en recursos humanos y financieros.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">La mayor parte de los problemas que
atañen a Argentina, como al resto de las sociedades de los países
latinoamericanos, requiere para su solución insumos de conocimiento cuyo
desarrollo está generalmente al alcance de los sistemas científicos y
tecnológicos locales, a condición de que tanto las políticas como los
estímulos, las prioridades y la propia cultura de los investigadores estén
orientados hacia la percepción de los problemas de las sociedades a las que
pertenecen y a la demanda que de ellas surja. Pero tal propósito no funciona en
forma difusa, sino que requiere que previamente sean creados los eslabones de
la cadena de vinculación con los actores y difusión del conocimiento.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD">Es importante resaltar, para enfocar
correctamente estas discusiones, que la política científica no se limita a la
cuestión presupuestaria. </span>Incluye
aspectos como la estructura institucional, los criterios y prioridades para la
asignación de los recursos, los resultados evaluables y la transferencia y
comunicación de los conocimientos. Se trata, en resumen, de la justificación
social de la inversión en ciencia y tecnología y de la eficiencia en el uso de
los recursos.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">La investigación universitaria debe ser
fortalecida en las universidades nacionales, para lo cual es preciso que aumenten
las dedicaciones exclusivas y se fortalezca así un clima de impulso a la
investigación. <span lang="ES-TRAD">Si la educación superior es una
prioridad para el desarrollo argentino, sería más congruente con este propósito
otorgar a las universidades mayor protagonismo y autonomía en la gestión de la
investigación que realizan y, por ello, de los institutos en los que se
organiza. Se tiende, en casi todo el mundo a fortalecer a las universidades en
sus tres misiones principales, no a intervenirlas, de hecho, en su función de
producción de conocimiento científico y tecnológico.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Es necesario revisar
la política de creación de institutos del CONICET ¿Debe continuar creando
institutos en temas no estratégicos? ¿Debe seguir incorporando masivamente
investigadores y becarios? Si la política seguida en estos años dio resultados
inferiores a los de otros países de América Latina ¿tiene sentido continuar con
ese mismo modelo, sin hacer antes una revisión profunda de sus supuestos
básicos?</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Hay una tensión entre
la inclusión y la excelencia que debe ser resuelta de un modo que mejore los
resultados de la investigación, sobre todo considerando el pobre desempeño en
comparación con otros países latinoamericanos. Pero el valor de la excelencia
debe ir a la par con el de la cohesión social y territorial. El vínculo con la
economía y con los procesos de innovación debe seguir siendo uno de los ejes
principales. El estímulo a la “sociedad del conocimiento” surge como un imperativo
a partir de una lectura adecuada de la realidad, lo que refuerza la necesidad
de una política destinada a consolidar las capacidades de investigación y
desarrollo en las universidades, las instituciones científicas y tecnológicas públicas,
los centros privados y también las empresas.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Buenos Aires, agosto de 2021</p>
<p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD"><o:p> </o:p></span></p>
<div style="mso-element: footnote-list;"><!--[if !supportFootnotes]--><br clear="all" />
<hr align="left" size="1" width="33%" />
<!--[endif]-->
<div id="ftn1" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><a href="https://d.docs.live.net/8de98b2f14d90ad4/Mario/Art%C3%ADculos%20y%20ponencias/Ciencia%20argentina%20en%20democracia%202.docx#_ftnref1" name="_ftn1" style="mso-footnote-id: ftn1;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span lang="ES-TRAD"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Arial",sans-serif" lang="ES-TRAD" style="font-size: 12pt; layout-grid-mode: line; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></span></span></a><span lang="ES-TRAD"> </span><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 10pt;">A comienzos
del siglo actual se elaboró <span style="mso-bidi-font-style: italic;">el Plan
Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2002. </span></span><span style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: ES-AR;">Probablemente el más elaborado
fue el documento titulado Bases para un Plan Estratégico, presentado en 2005.
Proponía algunas metas estratégicas que debían haberse alcanzado en el 2015;
entre ellas, el aumento de la inversión total en I+D hasta llegar al 1% del
PBI, el incremento del financiamiento privado a la I+D hasta equiparar el
aporte público, un crecimiento del número de investigadores y tecnólogos hasta
alcanzar el tres por mil de la PEA y la duplicación de la participación de las
provincias en el total de recursos de I+D. En 2013, se lanzó el plan Argentina
Innovadora 2020, en el que se hacía un análisis del sector científico nacional
y se proponían lineamientos para los siguientes diez años. Este plan se apoyaba
en las bases antes aprobadas y proponía una reorientación del sistema
científico hacia políticas focalizadas, con mayor énfasis en el impulso a la
innovación. En 2018 se puso en marcha el proceso de elaboración de un nuevo
plan, denominado Argentina Innovadora 2030, cuyos principales desafíos eran,
una vez más, entre otros, aumentar el financiamiento del sector científico y
tecnológico y fortalecer las capacidades de investigación en la frontera del
conocimiento. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoFootnoteText"><span style="mso-ansi-language: ES-AR;"><o:p> </o:p></span></p>
</div>
</div><br /></div>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-74753642147142150322023-01-14T13:45:00.006-08:002023-04-19T15:04:08.162-07:00Rankings de universidades: calidad global y contextos locales<div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiopm_063b7tJjx8rxvKgy5lGTujp0mOlQk2OJvV_86bElBFnVOpFvuOfIj8Uc6UNrBn5Pr0yW4Ou3VHYIuSrE8jry7HyeJWPkkjQFK2v5jl9Go8Tx3NOIz9xsghmzVKqLt8iIVCX5khLQTqnlbdPaJWnAmhkXSADd33XC36glm4g-rK0iU6ppi0ZPMkQ/s652/Revista%20CTS.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="652" data-original-width="454" height="272" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiopm_063b7tJjx8rxvKgy5lGTujp0mOlQk2OJvV_86bElBFnVOpFvuOfIj8Uc6UNrBn5Pr0yW4Ou3VHYIuSrE8jry7HyeJWPkkjQFK2v5jl9Go8Tx3NOIz9xsghmzVKqLt8iIVCX5khLQTqnlbdPaJWnAmhkXSADd33XC36glm4g-rK0iU6ppi0ZPMkQ/w223-h272/Revista%20CTS.jpg" width="223" /></a></div></div><br /><b>Artículo en coautoría con Laura Osorio, investigadora del OCTS-OEI. Publicado en Revista CTS, nº 37, vol. 13, Febrero de 2018<br /></b>Los rankings de universidades han adquirido gran visibilidad en el campo de las políticas de educación superior y en las estrategias de su desarrollo institucional. Su repercusión alcanza a los medios de comunicación en todo el mundo. La cantidad y la variedad de rankings globales, nacionales y especializados en Estados Unidos, Europa y Asia han aumentado en los últimos años, generando un gradiente de calidad que se convierte en una suerte de modelo normativo a tener en cuenta por las políticas y las instituciones de educación superior en América Latina. Este trabajo lleva a cabo un abordaje conceptual a los rankings de mayor difusión, examinando críticamente el modelo de calidad implícito y los criterios teóricos y metodológicos que estructuran los rankings globales. En particular, se reflexiona acerca de la tensión entre los enfoques globales y los contextos locales. <div><b>Palabras clave:</b> rankings; educación superior; indicadores; universidad.</div><span><a name='more'></a></span><div><b>Introducción</b> </div><div>Los rankings de universidades han adquirido en los últimos años una gran visibilidad y su impacto alcanzó, no solamente a los actores directamente involucrados en la gestión de la educación superior, sino también a la opinión pública, a través de su repercusión en los medios periodísticos. Al tiempo que ganaban un lugar muy destacado en el debate acerca de la calidad de las universidades, los rankings se multiplicaron y aumentó su variedad. </div><div><br /></div><div>En su origen se trató de un producto norteamericano destinado al consumo de un público local que se apoyaba en ellos para tomar decisiones relativas a la elección de las universidades en las que cursar estudios, pero luego se globalizaron, difundiéndose sobre todo en los países de Asia y de Europa. La aceptación social de los rankings universitarios en la sociedad norteamericana se debió a que, en el contexto de las características de su sistema de educación superior, dieron respuesta a la necesidad de los estudiantes y sus familias de contar con herramientas que facilitaran la toma de decisiones a la hora de escoger la universidad o college más adecuados a sus posibilidades y aspiraciones. Un ejemplo de este tipo de instrumento es el U.S. News & World Report Best Colleges, que empezó a publicarse en 1985 (Tomàs et al., 2015). </div><div><br /></div><div>El fenómeno adquirió otras dimensiones a partir de la divulgación de los rankings internacionales de Shanghái, el QS World University Ranking y el Times Higher Education Supplement. El primero de ellos -Shanghái Jiao Tong University’s Academic Ranking of World Universities- fue publicado por primera vez en 2003, el QS World University Ranking fue creado en 2004 y publicado de manera individual en 2010, y el Times Higher Education World University Ranking en 2010 (Tomàs et al., 2015; Barsky, 2014). Algunos rankings globales están centrados en aspectos más restringidos -la información disponible en sitios web, por ejemplo-, como el Webometrics Ranking of World Universities, o las publicaciones científicas producidas por las universidades, como el SCImago Institutions Ranking. Constituyen también un fenómeno relativamente reciente. </div><div><br /></div><div>América Latina no fue una excepción al fenómeno expansivo de los rankings universitarios y su impacto en las instituciones y las comunidades académicas locales fue también muy rápido, aunque suscitó reacciones encontradas. En Argentina, como en otros países de la región, la prensa generalmente se ha hecho eco de ellos, pero en los medios académicos se critica la metodología con la que son elaborados, su implícita normatividad y las consecuencias de su aplicación a los procesos evaluativos. En los últimos años, la baja ubicación que en general asignan los principales rankings a las universidades latinoamericanas ha encendido el debate sobre este tema en el medio universitario, en el que se cuestiona el sistema de valores que conlleva el ordenamiento. No obstante, algunas universidades eventualmente mejor posicionadas en algún ranking han aprendido a valerse de ellos a la hora de publicitar sus cursos, negociar presupuestos o fortalecer su imagen ante la opinión pública. </div><div><br /></div><div>Analizar la emergencia de este fenómeno y su significado plantea desafíos de orden teórico y metodológico que comprenden los objetivos de los rankings, las definiciones de calidad que se adoptan, las unidades de análisis, las dimensiones y los indicadores que se eligen, las fuentes que se utilizan, los criterios de ponderación, la forma de organización de los resultados y las modalidades de difusión pública de sus resultados. </div><div><br /></div><div>Lejos de adoptarlos como dictámenes incuestionables, los rankings internacionales que miden aspectos tales como la competitividad (como el Global Competitiveness Report del World Economic Forum), la actitud innovadora (como el Índice Mundial de Innovación de la OMPI) o la calidad de las universidades, como los que se revisan en este informe, merecen un examen crítico, para entender qué es lo que están diciendo, si es que algo dicen. La mirada crítica debería focalizarse tanto sobre el plano metodológico como sobre el teórico, ya que su modelo implícito no solamente atañe a los criterios de selección de las variables, sino al peso relativo que se asigna a cada una de ellas. Por otra parte, la propia mirada globalizadora busca inducir la idea de que se trata de una “tendencia mundial” y de este modo apelar una vez más a la noción de “camino único” y a no tomar suficientemente en cuenta la peculiaridad de los contextos locales. Hay suficiente consenso acerca de este problema, al que se le han propuesto soluciones, pero no resulta claro que sea por la vía del diseño técnico que se pueda evitar el efecto normalizador que induce a lo imitativo, más que a la reflexión acerca de la singularidad y de la adecuación a entornos concretos. Todos estos aspectos involucran opciones valorativas, conceptuales y metodológicas que es preciso examinar con atención. </div><div><br /></div><div><b>1. Los rankings como instrumento competitivo </b></div><div>La idea misma de ranking está asociada a la competencia. Desde un punto de vista técnico, todo ordenamiento numérico en función de una variable configura un ranking, ya sea que se trate de valores puramente cuantitativos (como el número de publicaciones científicas) o de indicadores relacionales (como el número de publicaciones por investigador). Desde un punto de vista simbólico, sin embargo, la idea de ranking conlleva la de ganadores y perdedores. Barsky (2014) señala, en tal sentido, que los rankings tienen un origen deportivo. Lo cierto es que, en la opinión pública y también en los sitios en los que se adoptan decisiones políticas, la inicial oferta de información orientada a elegir más acertadamente se transformó en una competencia por aparecer en los primeros puestos, como si se tratara de la tabla de posiciones de un campeonato. Esta figura es utilizada por algunos autores como metáfora para enfatizar el aspecto competitivo implícito en los rankings universitarios (Rauhvargers, 2011). </div><div><br /></div><div>La elaboración de rankings al modo de “tablas de posiciones” se inició en Estados Unidos en los 80, continuó en el Reino Unido y tenía un foco más restringido: el mundo de la economía y los negocios. En efecto, las primeras clasificaciones trataban de identificar las mejores escuelas de negocios (business schools). Aquellos primeros rankings fueron desarrollados por publicaciones económicas como Business Week, U.S. News & World Report, Financial Times, The Economist o el Wall Street Journal (Pérez-Esparrells y Gómez-Sancho, 2010). </div><div><br /></div><div>Un aspecto paradójico implícito en esta metamorfosis de base de datos útiles para la toma de decisiones a campeonato es que se trata de una competencia con reglas de juego, o bien desconocidas, o bien arbitrarias. ¿Qué significa subir o bajar posiciones en el ranking? ¿Formar mejores graduados, responder mejor a la demanda de formación profesional, tener menores tasas de deserción, dinamizar culturalmente el entorno social, obtener reconocimientos por la investigación, transferir conocimiento tecnológico, patentar? La lista de dimensiones propias de la vida universitaria puede seguir, pero su priorización depende de un sistema de valores que alguien determinó y que no necesariamente son explícitos o están contrapesados con otros que no han sido tomados en cuenta. </div><div><br /></div><div>El hecho de que todo ranking exprese un sistema de valores implica que, en realidad, se trata de un acto evaluativo que se concreta en un conjunto de criterios con el que se seleccionan variables y se les atribuye significación. Así, medir publicaciones científicas, por ejemplo, responde a la idea de productividad de la investigación y, si se las mide a través de ciertas bases de datos internacionales, se agrega un sesgo que abre puertas a la polémica, particularmente en ciertas disciplinas más vinculadas con objetos de estudio de mayor interés local que internacional. Es evidente que, aplicado a la confección de rankings de universidades, este dato lleva implícito el modelo de las universidades de investigación como criterio de calidad. Éste es un punto central de la controversia. Algunos autores afirman que los rankings universitarios tienen por objeto establecer un orden jerárquico de las instituciones de educación superior basándose en parámetros e indicadores que pretenden medir la calidad de la educación universitaria, de la investigación y otros aspectos de la actividad académica. (Tomàs et al., 2015). Afirmaciones tan genéricas no despejan el problema, ya que el concepto de calidad es muy difícil de conceptualizar. En el caso de las universidades latinoamericanas, una queja recurrente es que las variables elegidas para confeccionar un ranking y el peso relativo que se les asigna jerarquizan un concepto de calidad que no condice con la pluralidad de modelos de universidades y la función social que éstas cumplen. </div><div><br /></div><div>Elegir una variable para ordenar una realidad es el resultado de una conceptualización previa acerca de su significado y relevancia. Esto se hace más evidente cuando se trata de indicadores relacionales que suponen una combinación de variables, lo que vuelve más complejas su carga de valores y sus hipótesis significativas. Es necesario comprender lo que un indicador dice (cuáles son las variables que combina), lo que no dice (qué variables eventualmente significativas no han sido tomadas en cuenta) y por qué lo dice; esto es, cuál es la visión modélica que da significación al dato. Que las publicaciones en el Science Citation Index o en Scopus sean de gran relevancia en la determinación del nivel de calidad de las universidades refleja una determinada visión de lo que se entiende por este concepto, asimilado en gran medida a la excelencia en investigación, lo que supone, como modelo normativo ideal, el de la universidad científica. Sin embargo, las cosas son más complejas, ya que, en materia de evaluación de la investigación, el concepto de “calidad” es fluido y varios trabajos empíricos han mostrado que los científicos definen la calidad de formas muy diferentes e incluso con enfoques antagónicos. Por ejemplo: ¿forma parte la relevancia social del concepto de calidad de la investigación? Dar una respuesta afirmativa implicaría que es fundamental tomar en cuenta los contextos sociales y que sería imposible medir calidad sólo con bibliometría. </div><div><br /></div><div><b>2. El problema de los contextos</b> </div><div>Uno de los intentos más claros de dar respuesta a la cuestión de las diferencias contextuales la proporcionó el Centro Europeo de Educación Superior de UNESCO a través de la convocatoria a un grupo de expertos (IREG), a quienes se demandó analizar el problema y formular recomendaciones. En su segunda reunión, realizada en Berlín en 2006, el grupo aprobó un documento que contiene un conjunto de principio de calidad y buenas prácticas en la elaboración de rankings de educación superior, conocido como los Berlin Principles on Rankings of Higher Education Institutions (2006). El documento expone claramente que los rankings aportan un enfoque de mercado al proceso de evaluación de las instituciones educativas. </div><div><br /></div><div>La combinación entre objeciones conceptuales profundas y, al mismo tiempo, de fascinación por los rankings está bien ejemplificada en los Principios de Berlín. La lectura de los criterios que se establecen en este documento pone en evidencia la extrema dificultad de construcción de un ranking. Los criterios son presentados al mismo tiempo como estándares para la construcción de rankings y como advertencias sobre los recaudos necesarios para garantizar su credibilidad. El primer criterio afirma que los rankings son una aproximación, entre otras, a la evaluación de los insumos, procesos y resultados de la educación superior. Es muy interesante que en este punto el texto reconozca que la mirada que sustenta los rankings está basada en el mercado y en atender a su demanda. El segundo criterio advierte sobre la necesidad de ser claros respecto a los propósitos de cada ranking, así como a los grupos sociales o institucionales a los que está destinado. Los indicadores apropiados para ciertas instituciones pueden no ser adecuados para otras, se reconoce. Es por esto que se advierte que en la construcción de los rankings es preciso reconocer la diversidad de instituciones de educación superior y tomar en cuenta las diferentes misiones y objetivos de cada una de ellas. </div><div><br /></div><div>El problema de las fuentes de información no está ausente de los Principios de Berlín. En este sentido, se advierte acerca de la necesidad de que los rankings sean transparentes con respecto a sus fuentes de información y al sesgo implícito en cada una de ellas. También se recomienda especificar los contextos lingüísticos, culturales, económicos e históricos de los sistemas educativos en los que las universidades a ser incorporadas al ranking están insertas. El documento especifica que en particular los rankings internacionales deben estar atentos a posibles sesgos. No todos los países o sistemas comparten los mismos valores y las mismas creencias acerca de qué constituye la calidad de las instituciones terciarias. Por eso, se advierte que no se deberían forzar las comparaciones. El criterio de transparencia comprende, en los Principios de Berlín, no solamente a las fuentes informativas, sino también en lo que se refiere a la metodología usada para crear los rankings. También señalan que se deben elegir los indicadores de acuerdo con su relevancia y validez, a la par que recomiendan como preferible medir los resultados, más que los insumos, siempre que ello sea posible. </div><div><br /></div><div>El documento reconoce que la difusión de los rankings se relaciona con cambios de tendencias en los contextos de la educación superior y de las relaciones entre las universidades, las demandas sociales y las políticas de educación superior. Por ello asigna gran importancia a la necesidad de constatar los problemas conceptuales, metodológicos y de información que pueden presentar los rankings, así como la crítica a sus eventuales impactos negativos sobre sistemas e instituciones. </div><div><br /></div><div>Planteado de este modo, el problema de los contextos se dirime en un doble sentido: de un lado, los contextos locales de cada universidad, con las dificultades que conlleva su consideración en un modelo general; y de otro lado, los contextos más generales que incluyen a los rankings y explican su aparición. En el primer sentido, el problema de los contextos puede ser visto como un caso más de la tensión entre lo global y lo local, en la era de la “globalización”; en el segundo sentido, los propios rankings pueden ser vistos como una manifestación de cambios -que los exceden- en los contextos en los que se desempeñan las instituciones de educación superior. Desde esta perspectiva, se han señalado tres transformaciones recientes que deberían ser tenidas en cuenta como condicionamientos contextuales: </div><div><br /></div><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><div style="text-align: left;">a) La primera de ellas es la creciente internacionalización de la educación superior. Este fenómeno es interpretado como síntoma de la transición hacia “economías intensivas en conocimiento” y a la búsqueda global de talentos (Hazelkorn, 2015). Se afirma que el auge reciente de los rankings está sin duda ligado a tal proceso, ya que aspiran a tener un alcance global y ordenar jerárquicamente las universidades de todos los países en un mismo espacio académico mundial. </div></blockquote><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><div style="text-align: left;">b) La segunda remite a las tendencias de mercantilización de la educación universitaria. Estas tendencias abarcan diversos aspectos, pero son particularmente importantes (en relación con el punto anterior) en la constitución de mercados de alcance global o regional de estudiantes y de académicos. Se ha señalado acertadamente que el surgimiento de mercados para el conocimiento especializado significa que el juego está cambiando para cada conjunto de instituciones, aunque no lo haga necesariamente del mismo modo o a la misma velocidad (Gibbons et al., 1997). Muchos asigna</div><br />n a los rankings desde su origen la misión de aportar información para la toma de decisiones en el mercado académico. En el mismo sentido, se señala que alientan una “carrera por la reputación” destinada a incidir en la elección de universidades por parte de los estudiantes (Hazelkorn, 2015). <br />c) Una tercera transformación con la que se relaciona la difusión de los rankings remite a los cambios en las modalidades de gestión de sistemas e instituciones, que en forma creciente ponen en primer plano las vinculaciones de las instituciones con diversos actores. A esto también se refieren Gibbons et al. (1997) cuando señalan que se tiende a la creación de una red global cuyo número de interconexiones se expande continuamente, y que como consecuencia de ello las comunicaciones y los flujos de información resultan cruciales. Un aspecto de tales vinculaciones es el de la provisión, por parte de las instituciones, de información confiable y accesible sobre su desempeño. <br /><br />¿En qué medida los recaudos que enumera el texto de los Principios de Berlín garantizan la objetividad de los rankings? ¿Es posible llevarlos a la práctica, o la idea de un ranking no competitivo es un oxímoron? ¿Cómo hacer compatible la idea de un orden de méritos global de la calidad de las universidades con el reconocimiento de su necesaria integración en contextos locales de los que surgen demandas a las que las universidades deben dar respuesta? </blockquote><div style="text-align: left;"><b><br /></b></div><div><b>3. Tipos de rankings</b> <br />Para ordenar los diferentes tipos de rankings se tomarán en cuenta sus propósitos y algunos aspectos conceptuales y metodológicos relevantes. El IREG (2015), en sus “pautas para grupos de interés de rankings académicos”, señala que es posible distinguir entre rankings unidimensionales o multidimensionales. Por los primeros se entiende que son aquellos que “evalúan el desempeño de acuerdo con una serie de indicadores, con un peso específico para cada indicador”; por los segundos, aquellos que “proporcionan una serie de tablas de puntuaciones en lugar de sólo un listado general, lo que permite a los usuarios ponderar los indicadores de acuerdo con sus propias preferencias y construir rankings personalizados” (IREG, 2015). </div><div><br /></div><div>La distinción que formula el IREG, así como las definiciones que emplea, son en cierto modo contraintuitivas, ya que se considera unidimensional a un ranking conformado por un conjunto de variables ponderadas (lo que intuitivamente podría ser comprendido como multidimensional), debido a que el resultado es un único valor que expresa el posicionamiento de cada universidad en el orden que surja de la operación y sintetizaría de este modo una dimensión única: la calidad supuesta de cada universidad. En cambio, los unidimensionales no constituirían un ranking único, sino un conjunto de variables medidas en forma separada, ofreciendo un menú que cada usuario puede combinar a su antojo. U-Multirank, como se verá más adelante, sería un exponente de este tipo. Desde otra perspectiva, los objetos son los mismos, pero la definición es inversa. Así, los rankings multidimensionales son definidos por Bengoetxea y Buela-Casal (2012) como aquellos que abarcan la diversidad de las misiones de las instituciones de educación superior y no sólo la excelencia en investigación. Estos rankings pueden ser considerados como generales, si toman en cuenta más de una variable, o específicos, cuando se elaboran tomando en cuenta una sola categoría y están destinados a valorar aquellos aspectos únicos en los que las instituciones individualmente pueden destacarse. </div><div><br /></div><div>Otra forma de ordenar los rankings universitarios es hacerlo por países, regiones, globales y especializados (Barsky, 2014). Los rankings por países son aquellos que se centran en el desempeño de las universidades en su contexto particular para compararlas con otras universidades del mismo país. Por su parte, los rankings globales, que también son conocidos como rankings mundiales y rankings internacionales, son aquellos que realizan una cobertura más amplia de universidades a nivel mundial para realizar comparaciones (Aguillo, 2012; IREG, 2015). La mayor parte de las dificultades se presentan con este tipo de rankings, que construyen comparaciones de universidades insertas en contextos sociales, económicos y culturales muy diferentes. Si se los analiza en función de sus fuentes de información, es posible distinguir entre otros: </div><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"><div>a) <b>Rankings basados en encuestas de opinión:</b> en esta categoría se encuentran los rankings QS y Times Higher Education, que basan sus resultados en encuestas de opinión, si bien se los combina con otros datos objetivos. </div><div>b) <b>Rankings basados en bibliometría/cibermetría</b>: en esta categoría se ubican los rankings que hacen uso casi exclusivamente de datos cuantitativos derivados de resultados de investigación (artículos científicos y citas bibliográficas) o de su presencia web (páginas, enlaces y menciones web). Entre ellos el ranking de desempeño de artículos científicos para las universidades del mundo (NTU) de Taiwán y el Ranking de Leiden, que utilizan como fuente de información a la Web of Science de Thomson Reuters. De otro lado, SCImago, que utiliza como fuente a Scopus y, el Ranking Web de Universidades (Webometrics), que hace uso de Google Scholar (Aguillo, 2012). </div></blockquote><div><br /></div><div>También es posible distinguir entre clasificaciones académicas y clasificaciones parcialmente académicas. Las primeras son listas que clasifican a las universidades e instituciones de educación superior e investigación de acuerdo con una metodología basada en fuentes de datos bibliométricos cuyos criterios son medibles y reproducibles. Las segundas son aquellas clasificaciones basadas en apreciaciones subjetivas propias de las encuestas de opinión y no necesariamente de métodos bibliométricos. En este trabajo adoptaremos la clasificación propuesta por Federkeil y otros autores (2012) para presentar algunos de los principales rankings académicos de universidades. </div><div><br /></div><div><b>4. Principales rankings académicos de universidades</b> </div><div>Se caracterizan a continuación algunos de los rankings más destacados y se toman en cuenta sus finalidades, foco, cobertura, organización que los realiza, la metodología que adoptan y las fuentes de información que utilizan. </div><div><b><br /></b></div><div><b>4.1. Rankings globales </b></div><div><b>4.1.1. Ranking de Shanghái</b> </div><div>El Academic Ranking of World Universities (ARWU), también conocido como Ranking de Shanghái, fue creado en 2003 por el Center for World-Class Universities (CWCU) de la Escuela Superior de Educación de la Universidad Jiao Tong de Shanghái. Su propósito original fue conocer el posicionamiento de las universidades de educación superior de China, en comparación con las principales universidades de clase mundial. En la actualidad es un referente para universidades de todo el mundo. Todos los años este ranking clasifica información de más de 1200 universidades del mundo y publica en su sitio web las mejores 500. En 2017, cuatro de las cinco primeras universidades fueron norteamericanas (Harvard, Stanford, MIT y California–Berkeley) y una fue inglesa (Cambridge). En cuanto a las latinoamericanas, en ese mismo año, la primera fue la Universidad de San Pablo, seguida por la Universidad de Buenos Aires (UBA), la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Universidad Federal de Río de Janeiro y la Universidad Estadual Paulista. En sexto lugar aparecía la Universidad de Chile. </div><div><br /></div><div>El sesgo hacia la investigación de este ranking es casi absoluto y resulta evidente que el modelo de calidad implícito está decididamente orientado a la investigación de punta, ya que las universidades son seleccionadas de acuerdo a la cantidad de Premios Nobel o Medallas Fields alcanzados por sus profesores o alumnos, la cantidad de investigadores altamente citados, los artículos publicados en Nature o Science durante los últimos diez años y los artículos indexados por Science Citation Index - Expanded (SCIE) y Social Science Citation Index (SSCI). A cada indicador se le asigna un valor máximo de 100, que se corresponde con el obtenido por la mejor universidad en las diferentes categorías. Para las otras universidades, el indicador se calcula como un porcentaje proporcional de ese valor máximo. En el caso de las instituciones especializadas en humanidades y ciencias sociales no se considera el criterio de publicaciones en Nature y Science y el valor se redistribuye entre los demás indicadores de forma proporcional. </div><div><br /></div><div><b>4.1.2. Times Higher Education World University Rankings (THE-TR) </b></div><div>El Times Higher Education World University Rankings (THE-TR) fue creado en 2010 en el Reino Unido y se presenta como un ranking que mide a nivel mundial el desempeño de las universidades intensivas en investigación, alrededor de sus misiones centrales: enseñanza, investigación, transferencia de conocimiento y perspectiva internacional. Utiliza para ello 13 indicadores de desempeño, con el propósito declarado de lograr una comparación balanceada, que pueda resultar de utilidad para estudiantes, académicos, responsables universitarios, industrias y gobiernos. Este ranking excluye de la clasificación a universidades que no imparten enseñanza de grado o que en un cierto período hayan tenido una producción inferior a 150 artículos por año. Asimismo, se excluye a aquellas universidades que destinan 80% de sus actividades exclusivamente a un área temática. </div><div><br /></div><div>El Times Higher Education World University Rankings ofrece además una selección de rankings, entre los que se encuentran: U.S. College Rankings, World Reputation Ranking, Latin America Rankings, Young University Rankings, Japan University Rankings, Asia University Ranking, y Brics and Emerging Economies. La metodología básica para 2018 es similar a la empleada en 2015, pero se han hecho cambios en algunos indicadores. En el ranking THE-TR de 2018, el primer y segundo lugar es ocupado por dos universidades del Reino Unido (Oxford y Cambridge), mientras que el tercer, cuarto y quinto puesto fue para tres universidades de los Estados Unidos (Instituto Tecnológico de California, Stanford y MIT). En relación al ranking de 2015, los únicos cambios significativos son la posición de las universidades del Reino Unido y que por primera vez no sea una universidad estadounidense la que lidere el listado. Para América Latina, el ranking de 2018 siguió presentando a Brasil como el país con las mejores universidades de la región, ocupando el primer, segundo y cuarto puesto (Universidad de San Pablo, Universidad Estatal de Campinas y la Universidad Federal de San Pablo). En el caso de Chile, que aparece en el tercer y quinto lugar, ya no son la Pontificia Universidad Católica de Chile y Universidad de Chile las listadas, sino la Universidad Diego Portales y la Universidad Federico Santa María.</div><div><br /></div><div>La reputación tiene un peso equivalente a un tercio de la ponderación. Otro aspecto importante son las citas (30%), por lo que sumando este rubro con el de investigación se alcanza el 60% del valor de la matriz. En cambio, los indicadores de enseñanza son indirectos, por lo que queda claro que el ranking pondera más la formación de investigadores que la de profesionales. Nuevamente, el modelo de calidad implícito es de las universidades de investigación avanzada. </div><div><br /></div><div><b>4.1.3. QS Ranking. World University Rankings </b></div><div>El ranking QS, creado en 2004 en el Reino Unido y publicado de manera individual desde 2010, es el más grande de su tipo, ya que recaba información de 2000 universidades en 130 países. Se basa en seis indicadores de desempeño que evalúan a las universidades en cuatro áreas: investigación, enseñanza, empleabilidad e internacionalización. 8 Cada uno de los seis indicadores lleva una ponderación diferente en el cálculo de las puntuaciones globales. Si bien cuatro de los seis indicadores se basan en datos “duros”, la mayor parte del puntaje (60%) se asigna en base a la “reputación” académica y la de los empleadores de los egresados; en ambos casos, sobre la base de encuestas globales. Para los indicadores basados en datos duros, el ranking QS utiliza alguna información proporcionada por las propias universidades y datos bibliométricos de la base de datos Scopus. En el Anexo 3 se presenta la tabla de indicadores utilizados.</div><div><br /></div><div>También en este ranking se registra una preeminencia de la reputación en la matriz de evaluación de las universidades, lo que pone en evidencia que el ranking se apoya en la idea de que el prestigio es indicador de calidad. Por lo demás, la reputación es cuestionable desde las bases mismas de la metodología empleada: ¿cómo se seleccionan los informantes cuya opinión se demanda? El método deja abiertas las puertas a la endogamia, en la medida que no se controle la posibilidad de que sean las propias universidades las que sugieran los nombres de los informantes. </div><div><br /></div><div>QS publica también el QS-Estrellas, que adjudica a las “universidades de clase mundial” un número de estrellas variable, de 0 a 5, de acuerdo con la clasificación obtenida a partir de una evaluación que considera 50 diferentes indicadores agrupados en varias categorías. Estos indicadores remiten a investigación, enseñanza, internacionalización, empleabilidad, facilidades (infraestructura de la universidad), aprendizaje a distancia, responsabilidad social, innovación, arte, cultura e inclusión, así como también al criterio de los especialistas. </div><div><br /></div><div>QS publica desde 2011 una selección de las 400 principales universidades en América Latina. La metodología que se usa para esta clasificación se corresponde con la clasificación general de universidades, pero adicionalmente incluye ciertos criterios con el propósito de que permitan la comparación de instituciones de acuerdo con las prioridades de la región. Desde la edición 2016/2017 se ha incluido. </div><div><br /></div><div><b>4.1.4. Center for World University Rankings (CWUR) </b></div><div>El Center for World University Rankings (CWUR) mide desde 2012 la calidad de la educación y la formación de estudiantes, al igual que el prestigio de los miembros de las facultades y la calidad de sus investigaciones, sin depender de encuestas y datos suministrados por las universidades. El CWUR usa ocho objetivos e indicadores para clasificar las principales 1000 universidades a nivel mundial. Una vez más, el modelo dominante es el de la investigación, pero en este caso llama la atención un sesgo importante en el indicador de empleo: hacia “las mejores empresas del mundo”. No se toman en cuenta otras posibilidades destacadas, como la función pública, la actividad solidaria en las ONG o el emprendedorismo exitoso, si no llega a alcanzar una dimensión internacional. </div><div><br /></div><div><b>4.1.5. University Ranking by Academic Performance (URAP) </b></div><div>El University Ranking by Academic Performance (URAP) es producido por el Instituto Informático de la Universidad Técnica de Medio Oriente (METU), de Ankara, Turquía. URAP se constituye como un equipo interdisciplinario que investiga la medición del desempeño académico para clasificar a las universidades de todo el mundo. El ranking de URAP de las principales 2000 universidades del mundo ha sido publicado anualmente desde el Primer Simposio Internacional URAP celebrado en Ankara en 2010. El sistema de clasificación de URAP se enfoca en la calidad académica. URAP reúne información de cerca de 2500 instituciones de educación superior (IES) en un esfuerzo por clasificar dichas organizaciones por su desempeño académico. El puntaje total de cada IES está basado de acuerdo con su desempeño sobre ciertos indicadores. El estudio de URAP incluye IES en general, exceptuando instituciones académicas gubernamentales, por ejemplo: la Academia China de las Ciencias y la Academia Rusa de las Ciencias, entre otras. </div><div><br /></div><div>En 2011, URAP publicó las principales 1000 universidades clasificándolas en seis áreas científicas diferentes, tales como ingeniería, agricultura y ciencias ambientales, medicina, ciencias de la vida, ciencias naturales y ciencias sociales. En 2013, los campos fueron ampliados sobre la base de la clasificación australiana y neozelandesa para la investigación. El ranking está basado en seis indicadores de desempeño académico. Las publicaciones científicas constituyen la base metodológica de este ranking. Tanto la calidad como la cantidad de las publicaciones y del desempeño de la colaboración internacional en investigación, son usadas como indicadores. </div><div><br /></div><div><b>4.2. Clasificaciones académicas</b></div><div><b>4.2.1. Global Ranking of Academic Subjects (GRAS)</b> </div><div>Creado en 2017, el Ranking Global de Materias Académicas clasifica a las
universidades del mundo de acuerdo con 52 materias, entre ciencias naturales,
ingeniería, ciencias de la vida, ciencias médicas y ciencias sociales. Entre 2009 y
2016 este ranking fue conocido como Ranking Académico de las Universidades del
Mundo por materias (ARWU-SUBJECT). Seleccionaba las materias entre los campos
de matemáticas, física, química, ciencias de la computación y economía/negocios.
Para ser incluidas en una clasificación, las universidades deben tener un número
mínimo de publicaciones de investigación durante el período 2011-2015. El umbral de
publicación es diferente para cada materia, por lo tanto, en el campo de ciencias
naturales otorga un puntaje de 200 a física y química, mientras que a matemáticas le
proporciona un 100. Esto puede deberse a los ritmos de publicación de cada materia,
que influye en que se le otorgue cierto a valor a una u otra materia para poder
compararlas en el ranking. Los datos bibliométricos se recopilan de la base de datos
InCites. En este ranking se asignan diferentes ponderaciones a los
indicadores para cada materia. Por tanto, de acuerdo con el indicador, las
instituciones se calculan como un porcentaje de la institución mejor calificada y luego
se multiplican por el peso asignado. El puntaje final se genera al sumar puntajes de
todos los indicadores y el puntaje final se clasifica en orden descendente.</div><div><br /></div><div><b>4.2.2. Ranking Académico de las Universidades del Mundo por Grandes Áreas de
Conocimiento (ARWU-FIELD)</b></div><div>En 2007, el Centro de las Universidades de Clase Mundial dio paso a la creación de
un ranking dedicado a las universidades del mundo por grandes áreas del conocimiento (ARWU-FIELD). Con este ranking se da cuenta de las mejores 200
universidades del mundo de acuerdo con cinco áreas del conocimiento: ciencias
naturales y matemáticas, ingeniería/tecnología y ciencias de la computación, ciencias
de la vida y de agricultura, medicina clínica y farmacia, y ciencias sociales. En este
ranking, las universidades son elegidas según criterios como el número de profesores
o alumnos que hayan recibido el Premio Nobel, las Medallas Fields o los Premios
Turing, los investigadores altamente citados y con artículos publicados en Nature o
Science en los últimos años y la producción de una cantidad significativa de artículos
indexados por Science Citation Index. </div><div><br /></div><div>Los criterios que aplica son la calidad de la docencia, la calidad del profesorado, la
cantidad y calidad de la producción investigadora. Por motivos de normalización de
datos e indicadores, este ranking no clasifica áreas y disciplinas relacionadas a las
artes y humanidades, psicología, ciencias del comportamiento, neurociencias, entre
otras no citadas en el anexo anteriormente mencionado. Para el área de ingeniería,
se ha creado un indicador particular referido al gasto en investigación anual en
ingeniería e informática (FUND) con un valor del 25% de la ponderación total.
Actualmente, este dato sólo se aplica a universidades en Estados Unidos y algunas
en Canadá. Para las instituciones de otros países, de las que no se obtiene
información sobre algún indicador, no se lo toma en cuenta y se reasigna su valor en
otros indicadores. </div><div><br /></div><div><b>4.2.3. U-Multirank</b></div><div>U-Multirank es una herramienta desarrollada por la Unión Europea para seleccionar
universidades con el Programa Erasmus. Fue presentado como un nuevo enfoque
multidimensional de rankings internacionales para instituciones de educación
superior. Está operativo desde 2014. Ese año cubrió más de 850 instituciones de
educación superior, 1000 facultades y 5000 programas de estudio de 74 países en
todo el mundo. Cuenta con un buscador que permite analizar universidades
individualmente o comparar algunas de ellas. Presenta una selección de cuatro
rankings para observar el desempeño de las universidades en diversas áreas. Entre ellos se encuentran el ranking de investigación y enlaces de investigación, el ranking
de participación económica, el ranking de enseñanza y aprendizaje, el ranking de
orientación internacional. Las dimensiones
incluidas son enseñanza y aprendizaje, investigación, transferencia de conocimiento,
orientación internacional y compromiso regional. U-Multirank utiliza datos empíricos
para comparar instituciones con perfiles institucionales similares y su propósito es
permitir a los usuarios el desarrollo de rankings personalizados por medidas de
desempeño e indicadores, en términos de sus propias preferencias. </div><div><br /></div><div><b>4.3. Rankings nacionales </b></div><div><b>4.3.1. U.S. Best Global Universities Rankings</b></div><div>El U.S. Best Global Universities Rankings, creado en 2008, forma parte de una
plataforma informativa orientada fundamentalmente a facilitar la toma de decisiones
por parte de los estudiantes, permitiéndoles comparar colegios y universidades
norteamericanas y de todo el mundo. Incluye varios rankings con temáticas
específicas, tales como el ranking de mejores escuelas, el de las mejores escuelas
de graduados, el de mejores universidades, el de mejores programas en línea o
virtuales, el ranking de mejores universidades mundiales y el ranking de mejores
universidades de la región árabe.
En este ranking se han clasificado instituciones de Estados Unidos y de
aproximadamente 74 países, sobre la base de 13 indicadores que miden la actuación
de la investigación académica y su reputación a nivel mundial, tanto entre los
programas de grado como de posgrado. Se presentan las 1250 mejores
universidades del mundo. El ranking toma como referencia los datos de Clarivate
Analytics InCites, que da cuenta de 1295 universidades, de las cuales elige, para
publicar, las 1250 mejores en todo el mundo, clasificadas bajo criterios de reputación
y publicación de artículos en los últimos cinco años. Además de los indicadores
bibliométricos (Web of Science para el período de cinco años) toma en cuenta una
encuesta de opinión a investigadores y académicos en sus campos de conocimiento.
La matriz de evaluación asigna 25 puntos a los indicadores de reputación y 75 a los
bibliométricos. </div><div><br /></div><div><b>4.3.2. CHE University Ranking</b> </div><div>El Ranking CHE, creado en 1998, detalla la situación de las instituciones de
educación superior alemanas. Se especifican en el ranking 35 temas, entre los
cuales se encuentran programas de estudio, enseñanza, equipamiento e
investigación. Además, se incluye la evaluación de 200.000 estudiantes de educación
superior, así como una evaluación de la reputación de los departamentos por 15.000 profesores de asignaturas individuales. El ranking recolecta datos a través de
cuestionarios dirigidos a miembros de departamentos y facultades, profesores y
estudiantes, así como a un análisis de la actividad de publicación de los académicos
de un respectivo departamento. Los datos del nivel institucional son recolectados de
las instituciones de educación superior involucradas, así como de los ex alumnos o
graduados. Toma en cuenta indicadores como el mercado laboral, orientación de las
carreras, equipamiento, investigación, orientación internacional, resultados de los
estudios, universidad y ciudad, estudiantes, estudios académicos y enseñanza. El
Ranking CHE no tiene un listado único de posiciones para las universidades, como se
encuentra comúnmente en otras clasificaciones, sino que ubica a las universidades
en uno de tres grupos: grupo superior, grupo medio o grupo inferior. Las
universidades de cada grupo son clasificadas por orden alfabético. </div><div><br /></div><div> Para generar resultados gráficos con respecto al desempeño de las universidades
en Alemania, el ranking permite seleccionar áreas de conocimiento y criterios
(indicadores) de acuerdo con la preferencia de los usuarios. Las mejores
universidades aparecen en el centro del gráfico. En este caso, se ha elegido el área
de ingeniería industrial y se han tomado como indicadores la situación general de los
estudiantes, orientación a la investigación, infraestructura informática, graduaciones
en tiempo apropiado y orientación internacional. </div><div><br /></div><div><b>4.3.3. Ranking de las universidades españolas </b></div><div>También denominado ISSUE (Indicadores Sintéticos de las Universidades
Españolas), este ranking fue creado en 2013 conjuntamente por la Fundación BBVA
y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE).
23 Comprende dos
rankings generales, uno de volumen de resultados y otro de rendimiento, así como de
docencia, investigación, innovación, desarrollo tecnológico y de titulaciones concreta. </div><div><br /></div><div><b>4.4. Rankings especializados </b></div><div><b>4.4.1. Ranking de Leiden </b></div><div>El Centro de Estudios de Ciencia y Tecnología de la Universidad de Leiden (CWTS),
en Holanda, publica desde 2008 el Ranking de Leiden, que clasifica 750
universidades en todo el mundo de acuerdo con la producción de publicaciones en
revistas científicas internacionales en determinados periodos.
24 La clasificación está
basada en información de la base de datos de la Web of Science. Sólo artículos de
investigación y artículos de revisión son tenidos en cuenta. Las publicaciones en colaboración son contadas fraccionadamente. Se denominan
<i>core publications </i>aquellas de la Web of Science que se publican en campos adecuados para el análisis de las citas. Los criterios de las <i>core publications </i>son:
publicaciones escritas en inglés, publicaciones con uno o más autores, publicaciones
que no son retractadas y artículos que aparecen en revistas de alto impacto. En el
cálculo de los indicadores del Ranking de Leiden, sólo estas publicaciones son
tenidas en cuenta. Carlos Pérez Rasetti propone una reflexión acerca de los
objetivos, el modelo y la relevancia de este ranking que focaliza sobre publicaciones
científicas y citas, dejando de lado otros aspectos importantes de la producción
académica. </div><div><br /></div><div><b>4.4.2. SCImago Institutions Rankings (SIR)</b></div><div>El grupo denominado SCImago, conformado por investigadores españoles en
bibliometría, ha desarrollado una plataforma a partir de la base de datos Scopus, de
Elsevier en la que se presentan rankings de publicaciones recortados por
instituciones o países. SCImago Institutions Rankings es uno de ellos. Se trata de una
herramienta elaborada con el propósito de que sirva como instrumento para la
evaluación de las universidades a nivel mundial y también a las instituciones
dedicadas a la investigación. Con este ranking se categorizan instituciones de
acuerdo con un conjunto de rangos como investigación, innovación y visibilidad web.
Los rangos de las instituciones para cada uno de los indicadores ha sido normalizado
en una escala de 0 a 100. La evaluación de cada indicador determina la posición de
cada institución con respecto a otras para facilitar estudios comparativos. Las
instituciones se han seleccionado con el único criterio de ser instituciones de
investigación con más de cien publicaciones incluidas en la base de datos de Scopus
durante el último año del periodo de tiempo, que generalmente consta de cinco años.
Las instituciones han sido segmentadas por los países a los que pertenecen,
incluyendo instituciones multinacionales (MUL) que no pueden ser atribuidas a
cualquier país. </div><div><br /></div><div><b>4.4.3. SCImago Journal & Country Rank (SJR)</b> </div><div>SCImago Journal & Country Rank es otro producto elaborado por el grupo español a
partir de la información contenida en la base de datos Elsevier B.V de Scopus. Creado
en 2009, este ranking incluye las revistas y los indicadores científicos discriminados por países. Estos indicadores pueden ser usados para evaluar y analizar dominios
científicos. El ranking toma su nombre del indicador SCImago Journal Rank (SJR), el
cual muestra la visibilidad de las revistas contenidas en la base de Scopus desde
1996. Se clasifican más de 1500 universidades de 83 países.</div><div><br /></div><div><b>4.4.4. Ranking Web de Universidades (Webometrics) </b></div><div>El Laboratorio de Cibermetría del Consejo Superior de Investigaciones Científicas
(CSIC) de España creó en 2004 el Ranking Mundial de Universidades en la Web, que
proporciona una clasificación de instituciones de educación superior de todo el
mundo, de acuerdo con su presencia e impacto en la web. Este ranking calcula el
número de archivos disponibles a través de las páginas web de las universidades,
usando el dominio institucional como una unidad de análisis. El ranking aplica una
distribución con peso equivalente entre indicadores de actividad, referidos a
publicaciones y contenidos en la web, e indicadores de impacto y visibilidad, medidos
a través del número de enlaces externos recibidos (visibilidad web). </div><div><br /></div><div><b>4.4.5. Performance Ranking of Scientific Papers for World Universities (NTU)</b> </div><div>El ranking de desempeño de artículos científicos para las universidades del mundo,
también conocido como el Ranking NTU, es realizado por la Universidad Nacional de
Taiwán a partir de 2007. Este ranking provee una clasificación general, una
clasificación para seis campos de conocimiento y una clasificación para catorce
temas seleccionados. Los indicadores son diseñados para comparar la calidad y
cantidad de artículos de este tipo en cada universidad. Este ranking
emplea métodos bibliométricos para analizar y clasificar el desempeño de los
artículos científicos en las principales ochocientas universidades a nivel mundial. La
selección de estas ochocientas universidades para ser incluidas en este sistema de
clasificación se da sobre la base en la información obtenida de Essential Science
Indicators (ESI), de la cual es posible sustraer el número de artículos de revista
publicados y el número de citaciones. </div><div><br /></div><div><b>4.4.6. International Colleges & Universities - UNIRANK</b></div><div>El International Colleges & Universities en un motor de búsqueda de educación
superior y de universidades internacionales acreditadas en todo el mundo. Creado en
2005, este motor incluye 11.307 universidades y escuelas clasificadas por su
popularidad en la web en 200 países. El objetivo de este sitio es ofrecer un ranking
de popularidad aproximada de universidades y escuelas del mundo basadas en la
popularidad de sus sitios web. </div><div><br /></div><div>El ranking se basa en un algoritmo que incluye cinco medidas web parciales e
independientes extraídas de tres motores de búsqueda diferentes: Google Page
Rank, Alexa Traffic Rank, Majestic Seo Referring Domains, Majestic Seo Citation Flow
y Majestic Seo Trust Flow. El valor normalizado de la clasificación se presenta como
un promedio ponderado de los valores presentados por los tres motores de búsqueda
anteriormente comentados. Este ranking no revela la fórmula exacta para realizar la
ponderación de los valores por razones de derechos de autor y para minimizar los
intentos de manipulación de los webmasters universitarios con el fin de lograr una
mejor clasificación. </div><div><br /></div><div>Dentro de los rankings que presenta este buscador se encuentran el Ranking Web
de Universidades (top 200 a nivel mundial y top 100 para cada continente), el de
universidades en las redes sociales (universidades en Facebook, Twitter y Linkedin,
entre otras), el listado de universidades populares (en Estado Unidos, Reino Unido,
Canadá, Australia e India) y el listado de otras instituciones de educación superior
(organizaciones relacionadas con educación superior, universidades sin sitio web,
universidades y escuelas religiosas, listado alfabético de universidades del mundo). </div><div><br /></div><div><b>5. Una mirada crítica </b></div><div>La globalización de los rankings ha sido siempre controversial. Por un lado, estas
“tablas de posiciones” disfrutan de un interés público que en parte tiene que ver con
aspectos competitivos y lúdicos de las sociedades. Es atractiva la idea de disponer
de una herramienta que permita realizar algo así como un campeonato mundial de
universidades. También a los tomadores de decisiones políticas la información que
ofrecen los rankings les resulta atractiva, por cuanto es fácil de comprender y permite
tomar decisiones, tales como la de asignar recursos. Por otro lado, como señala
Marginson (2006), la creciente popularidad de los rankings con frecuencia deja de
lado el análisis de su validez y del modo en que se seleccionan los datos, así como
de sus efectos en la organización de los sistemas de educación superior. De hecho,
la mirada crítica suele quedar mayormente limitada a ámbitos académicos en los que se cuestiona la objetividad de las tablas de posiciones globales por los sesgos y los
modelos implícitos que conllevan. En este sentido, la crítica se orienta hacia su
dimensión normativa, pero no excluye las objeciones a su metodología y los reparos
acerca de las fuentes de información que se utilizan en su elaboración. Si bien hay
quienes sostienen que evaluar las universidades y aplicar principios de competitividad
entre ellas no es necesariamente malo, consideran criticable que promuevan
implícitamente un cierto tipo de universidades que en el discurso político se ha
impuesto como modelo a seguir (Krüger y Molas, 2010). En esta doble faceta -
repercusión mediática y escasez de análisis crítico- reside uno de los puntos de
interés principal para investigar sobre los rankings universitarios en la actualidad y
reflexionar acerca de sus fundamentos conceptuales, opciones metodológicas,
calidad y disponibilidad de fuentes, así como también la naturaleza de los organismos
que construyen los rankings y los complejos procesos de difusión y apropiación de
sus resultados (Usher y Savino, 2007). </div><div><br /></div><div>No son las únicas críticas que reciben los rankings. Se ha señalado que tienden a
desconocer y uniformar la diversidad, por lo que tampoco son adecuados para
reconocer los diferentes tipos de universidades, teniendo en cuenta que no todas
ellas tienen los mismos objetivos ni la misma historia institucional. Es una ficción con
poco sustento en la realidad suponer que todas ellas jueguen el mismo juego, o que
compitan directamente entre sí para obtener puntajes (Barsky, 2014). Esta crítica
coincide con la idea de que los rankings por sí mismos hacen inevitable la
competencia entre ellas, cuando se identifica una mejor posición con una mejor
calidad (Tomàs et al., 2015). </div><div><br /></div><div> Más allá de la crítica al modelo normativo y competitivo, una cuestión más de fondo
atañe al concepto mismo de calidad. La definición de “calidad”, los criterios que la
expresan y los indicadores que la harían mensurable constituyen un problema teórico
cuya solución no es simple. Es evidente que no hay consenso acerca del contenido
de los conceptos de “calidad” o “excelencia” aplicados a la educación superior.
¿Cómo se traduce la calidad en una variable susceptible de ser medida en una
escala? Los artículos publicados en aquellas bases de datos que recogen la
“corriente principal de la ciencia” constituyen un indicador de la calidad de la
investigación, pero no de la universidad en su conjunto. Ni siquiera dan cuenta de la
relevancia social de la investigación, como lo han discutido Michael Gibbons, Helga
Nowotny, Peter Scott y otros autores. Por otra parte, la calidad no es un atributo
homogéneo para cada universidad, sino que varía en gran medida entre las distintas
facultades o departamentos. De hecho, existen rankings de facultades o
departamentos disciplinarios que con frecuencia arrojan resultados diferentes a los de
la universidad en su conjunto (Pérez-Esparrells y Gómez-Sancho, 2010). </div><div><br /></div><div>La diversidad de perfiles institucionales y la multiplicidad de sus funciones hacen
difícil definir la calidad académica de las universidades. En teoría, un buen ranking
debería tomar en cuenta, como lo recomiendan las pautas del IREG, la pluralidad de
misiones que a éstas les son encomendadas. Esto se refiere tanto a la actividad
docente como a la actividad investigadora y la extensión, o a la denominada “tercera
misión” que engloba las relaciones de las universidades con su entorno. Sin embargo,
en la práctica, los rankings simplifican la consideración de las diversas dimensiones y el ordenamiento se sesga en función de la actividad investigadora. Esta opción tiene
un fuerte matiz ideológico, por cuanto toma como modelo ideal el de las universidades
“de investigación” al estilo de Harvard, pero hay también razones de orden práctico,
ya que se dispone de mucho conocimiento acumulado en la medición de las
actividades de I+D, como lo demuestra la existencia del Manual de Frascati.
Van Raan (2005) discute los problemas conceptuales y metodológicos de construir
rankings de universidades por métodos bibliométricos. A pesar de ello, su simplicidad
es útil para quienes elaboran los rankings. Además, la investigación es la única
actividad que dispone de datos comparables a escala global, como son los que se
obtienen a partir de las bases de datos ISI Web of Knowledge o Scopus. Como se
verá, algunos rankings se limitan a ordenar las universidades por la única variable de
sus publicaciones científicas en revistas de primera línea. En cambio, los indicadores
de docencia, o no existen, o son rudimentarios, y los de vinculación con el entorno o
de “tercera misión” por su dificultad son todavía objeto de análisis en varios proyectos
internacionales, entre los que destaca el Manual de Valencia impulsado por la Red
Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología (RICYT) y la Organización de
Estados Iberoamericanos (OEI), sin que haya sido posible determinar, hasta el
presente, una fórmula que permita incorporar en una comparación internacional
aquellos aspectos esencialmente relacionados con los contextos locales. Existen
otros debates abiertos acerca de aspectos como la inclusión de hospitales y centros
médicos en el modelo de calidad concretos o la razonabilidad de comparar
universidades de diferente tamaño, entre otros tópicos. </div><div><br /></div><div><b>6. Un modelo normativo </b></div><div>Apenas 14 universidades se alternaron en el período 2016-2017 en las primeras cinco
posiciones de los diez rankings globales que son analizados en este informe. Ocho
de ellas son norteamericanas, dos inglesas, una canadiense, una francesa y dos
chinas. Esto pone en evidencia el hecho implícito de que se trata de un modelo
normativo, una suerte de benchmarking que sugiere que, para ser mejores, las
universidades deben aspirar a asemejarse a este grupo selecto. </div><div><br /></div><div>La Universidad de Harvard tiene gran ventaja sobre las demás, ya que aparece
primera en ocho de los diez rankings y segunda en otro (QS). Llamativamente, no
ocupa ninguno de los cinco primeros puestos en el Times (THE). Otras dos
universidades ocupan la primera posición en otros tantos rankings. La Universidad de
Oxford es primera en el THE y dos veces quinta (CRWU y U.S. News). El MIT es
primero en el ranking QS, segundo en el U.S. News, tercero en el WEBO, CWUR y
SCImago, cuarto en ARWU y quinto en el THE. La Universidad de Stanford está
también presente en las primeras cinco posiciones de nueve de los diez rankings. Es
cinco veces segunda (Shanghái, WEBO, CWUR y SCImago), una vez tercera (U.S.
News) dos veces cuarta (THE y NTU) y una vez quinta en URAP. </div><div><br /></div><div>Las restantes universidades de este primer escalón tienen apariciones más
esporádicas. Seis de ellas son de los Estados Unidos: Berkeley, Michigan,
Washington y John Hopkins. A ellas se agregan tres: una canadiense (Toronto), una
francesa (Universidad Pierre & Marie Curie - París VI) y dos chinas (Universidad
Shanghai Jiao Tong, Zhejiang). </div><div><br /></div><div> El predominio de las universidades de los Estados Unidos es evidente, así como
también lo es que Harvard constituye el modelo de mayor excelencia. Por este
motivo, llama la atención que en el THE no figure en los primeros puestos. La
explicación parecería estar en el hecho de que este ranking, como se analizó en la
subsección 4.1.2., concede una tercera parte del puntaje a las encuestas de
reputación, lo que disminuye el peso relativo de indicadores “objetivos” como los
bibliométricos o el número de Premios Nobel. El hecho de que el ranking sea de
origen inglés puede haber influido en que la Universidad de Oxford y la de Cambridge
ocupen los primeros lugares. Ahora bien, este extraordinario desempeño de Harvard
y un pequeño grupo de universidades ya reputadas por la calidad de la investigación
que realizan permite pensar que los rankings están diseñados sobre la base de su
modelo, ya que, si no fuera así, sería evidente la inutilidad del esfuerzo de intentar demostrar lo obvio: las primeras universidades de investigación son aquellas que más
investigan. Una verdadera tautología. </div><div><br /></div><div> Un fenómeno similar, pero aún más concentrado, se observa con respecto a las
universidades latinoamericanas cuando se las compara a nivel regional. En este caso,
la Universidad de San Pablo ocupa el primer lugar en nueve de los diez rankings y es
la segunda del restante. Ninguna otra universidad latinoamericana se aproxima
siquiera a tal desempeño. La Universidad de Buenos Aires (UBA) es la primera en el
ranking QS, pero su resultado general es muy inferior: dos veces ocupa el segundo
puesto: Shanghái (ARWU) y URAP; dos veces el cuarto (CWUR y U.S. News) y dos
veces el quinto (WEBO y NTU). </div><div><br /></div><div>La Universidad de Campinas no ocupa el primer lugar en ningún caso, pero
aparece entre las primeras posiciones de nueve de los diez rankings: tres veces en la
segunda posición (THE, Leiden y SCImago), tres veces en la tercera (WEBO, U.S.
News y NTU), una vez en la cuarta (QS) y dos en la quinta (ARWU y URAP). El resto
de las universidades tienen un desempeño inferior. La UNAM es segunda en dos
ocasiones (WEBO y NTU), tercera en otras dos (CWUR y SCImago) y quinta en U.S.
News. Las dos principales universidades chilenas aparecen cuatro veces cada una
entre el tercero y el quinto puesto. Otras tres universidades tienen esporádicas
apariciones en el top five de los rankings analizados. Se trata de la Universidad
Federal de Rio de Janeiro, la Universidad Estadual Paulista y la Universidad Federal
de Rio Grande do Sul (UFRGS). </div><div><br /></div><div>El panorama de las universidades latinoamericanas muestra más dispersión en los
rankings globales, cuando se las compara con las del resto del mundo. La
Universidad de San Pablo está undécima en el ranking de Leiden, baja a la posición
35 en el URAP, al 49 en WEBO, al 58 en el NTU, al 76 en SCImago, al 117 en U.S.
News, al 138 en el CWUR, y está en el rango entre 201 y 250 en el THE. Campinas
oscila en posiciones entre el nivel 300 y el 400. La UBA es más desconcertante
porque oscila entre el puesto 124 y el 372. La Universidad de Chile está entre el
puesto 501 y 600 para el THE, pero sube al puesto 209 para el QS y 274 para el
WEBO. La UNAM varía entre el puesto 62 en WEBO, 313 en SCImago, 341 en
CWUR y 359 en U.S. News. Las restantes latinoamericanas registran oscilaciones
similares en posiciones cercanas a los puestos 200 a 300. </div><div><br /></div><div> Sobre el particular, Rodolfo Barrere observa que la dispersión de las universidades
latinoamericanas puede estar relacionada con dos fenómenos: por un lado, los
indicadores que se eligen y, por el otro, la tendencia a la concentración. En el caso
del primer fenómeno, se refiere que la elección de indicadores que dividen aguas en
los primeros puestos (el modelo normativo), pero remiten a aspectos muy poco
frecuentes en América Latina (como los Premios Nobel y, en menor medida, los
papers en Nature y Science) ocasiona que pequeños cambios generen saltos considerables. Así, si una universidad publicara dos artículos en Nature o Science en
un año, probablemente no sería cualitativamente tan diferente a lo que era el año
anterior, pero subiría muchos puestos en el ranking. Con mucha más razón, si se
diera el poco frecuente caso de que un docente o un ex alumno gane un Nobel. En
cuanto al segundo fenómeno señalado, la variabilidad puede ser atribuida al hecho de
que en el caso de los indicadores de educación superior se produce una distribución
de Pareto similar a la que se observa en los indicadores de I+D. Como las
universidades latinoamericanas no pertenecen al 20% superior, sino al 80% restante,
aparecen al final de la distribución y la diferencia entre ellas es mínima. Por ese
motivo una pequeña variación en el número de papers, por ejemplo, puede modificar
muchos puestos de diferencia en la distribución. </div><div><br /></div><div><b>Conclusiones</b> </div><div>En este trabajo se han revisado los rankings internacionales de universidades más
conocidos, algunos de ellos multidimensionales y otros unidimensionales; estos
últimos, generalmente centrados sobre la investigación. Es un fenómeno evidente
que la mayoría de los rankings otorgan un fuerte peso relativo a la actividad
investigadora o están dedicados exclusivamente a ella, ya sea por ajustarse a un
modelo que identifica la calidad de las universidades con su fortaleza en
investigación, o por simplificación metodológica, debido a la mayor facilidad para
obtener datos objetivos de esta función, en relación con las restantes, tales como la
docencia, extensión o vinculación tecnológica. Es objetable, sin embargo, que la
calidad de una universidad sea evaluada con una metodología unidimensional. </div><div><br /></div><div> El resultado práctico es que, al examinar los listados jerarquizados de los rankings
internacionales, se advierte un dominio casi absoluto de las universidades de los
Estados Unidos. Sólo esporádicamente universidades inglesas logran ubicarse en las
primeras posiciones. Más raramente, aparecen en los primeros puestos algunas
universidades de Canadá, Francia y China. </div><div><br /></div><div> Las universidades que aparecen en los primeros puestos de estas clasificaciones
tienen una alta reputación; es decir, son ampliamente conocidas públicamente como
universidades de primera categoría. Se trata, en todos los casos, de universidades
intensivas en investigación y que disponen de grandes presupuestos destinados a tal
fin. Por el contrario, cuando se analizan las mejor clasificadas a nivel de América
Latina, se comprueba que la dispersión es mucho mayor y que sólo unas pocas
logran entrar en las clasificaciones globales, lo que va asociado al hecho de que los
recursos de que disponen para investigar son mucho más escasos y los datos
contextuales son diferentes. </div><div><br /></div><div> Un aspecto no menor a tener en cuenta es que, como señalan varios autores, la
finalidad implícita de los rankings puede estar vinculada con la construcción de un
mercado académico global. En este sentido, la competencia entre las universidades
por el reclutamiento de estudiantes de todo el mundo puede estar basada en el
equívoco -que precede a los rankings, pero que éstos refuerzan- de que la visibilidad
de la investigación garantiza la calidad de la educación. Este equívoco se traslada al mercado de trabajo, otorgando diferenciales de prestigio–desprestigio a los
graduados, sin que ello predique en forma correcta acerca de la calidad de la
formación alcanzada. </div><div><br /></div><div>Casi todos los rankings analizados, se observa el supuesto tácito de que, si una
institución es altamente competitiva en investigación, la calidad de la educación que
ofrece debe ser también muy alta. Este supuesto es incorrecto, particularmente en lo
que se refiera a las universidades latinoamericanas, que deben dar respuesta a una
fuerte demanda social en un contexto muy diferente al de las universidades
propuestas como modelos a seguir. Otras funciones, como la docencia, la extensión
y la vinculación con el entorno, que son esenciales para evaluar el desempeño de las
universidades latinoamericanas, no son tenidas en cuenta suficientemente en los
rankings internacionales de universidades. Éstos no miden, o lo hacen en forma
sesgada, aspectos tan importantes como el tipo y la calidad de la docencia, la
formación permanente, la inserción laboral, la contribución al desarrollo territorial y
otros que definen mejor la misión social de las universidades en países con una gran
necesidad de formación de profesionales y de difusión de una cultura científica. Por
eso tiene sentido el propósito de construir indicadores de educación superior que
hagan visibles otras variables.</div><div><br /></div><div>La calidad de las universidades no puede ser determinada por una sola de sus
funciones y, en el límite, tampoco por el conjunto de ellas. Anticipándose varias
décadas a esta discusión, Risieri Frondizi (1986) afirmaba en 1941, con una mirada
filosófica, que “puede una universidad cumplir con sus tres funciones esenciales y sin
embargo no cumplir la misión social más elemental”. Y al desarrollar esta idea
afirmaba que “si trasladáramos idealmente una de las grandes universidades
europeas o norteamericanas, con todo su organismo completo a nuestra Patagonia,
por ejemplo, esa universidad continuaría, idealmente, cumpliendo mejor que nuestras
propias universidades con las tres funciones específicas. Sin embargo, su existencia
no tendría sentido porque no respondería a una necesidad social”. Aplicar el modelo
normativo que proponen los rankings internacionales y tratar de imitar a “las grandes
universidades europeas o norteamericanas” es, probablemente un esfuerzo tan
carente de sentido como trasladarlas a la Patagonia. </div><div><br /></div><div><b>Bibliografía</b> </div><div>AGUILLO, I. (2012): “Rankings de Universidades: El Ranking Web”, Higher Learning
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Cómo citar este artículo
ALBORNOZ, M. y OSORIO, L. (2018): “Rankings de universidades: calidad global y
contextos locales”, Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad –CTS,
vol. 13, n° 37, pp. 13-51. <br /></div>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-72491547224610090122023-01-13T13:13:00.013-08:002023-02-14T06:45:53.066-08:00Integración de la ciencia y la tecnología en el MERCOSUR<blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiyUTq3FKR-4cysLOe3uFgutCWZX6-cmj70QAsf-2qpMupbtZOTSPRY4alsrS24saYLvwVaR5FgWal2cVNF6D9RTUiCjAHREriK1aE2qQNUGl6EUzioatWucUm1GY-2_DXwxcJm8e9R3Pnnszq7FjmekdXpyUpXduzFMJrHoQ1ZZHe94HZUJooFJicQrQ/s800/Mercosur.jpg" style="clear: left; display: inline; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em; text-align: right;"><img border="0" data-original-height="400" data-original-width="800" height="101" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiyUTq3FKR-4cysLOe3uFgutCWZX6-cmj70QAsf-2qpMupbtZOTSPRY4alsrS24saYLvwVaR5FgWal2cVNF6D9RTUiCjAHREriK1aE2qQNUGl6EUzioatWucUm1GY-2_DXwxcJm8e9R3Pnnszq7FjmekdXpyUpXduzFMJrHoQ1ZZHe94HZUJooFJicQrQ/w201-h101/Mercosur.jpg" width="201" /></a><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: times;">En este artículo escrito en coautoría con </span><b style="font-family: times;">Rodolfo Barrer</b><span style="font-family: times;"><b>e</b>, se analizan dos dimensiones referidas a la integración de la ciencia y la tecnología en el MERCOSUR. Por una parte, se hace una revisión a grandes rasgos de la experiencia latinoamericana en política científica y tecnológica. Por otra parte, se reconstruye la trayectoria de la Reunión Especializada de Ciencia y Tecnología (RECYT) del MERCOSUR tomando como fuente informativa las actas de sus reuniones periódicas, desde su creación en el año 1992 hasta su última reunión en 2021. Se analiza además la producción científica de los países del MERCOSUR a partir de fuentes bibliométricas que permiten inferir diferentes tendencias hacia la cooperación regional por parte de las comunidades científicas de los países del MERCOSUR. Vincular causas y efectos excede los propósitos y las posibilidades de este artículo, pero se sugieren líneas de reflexión y análisis que es conveniente explorar.</span></span></blockquote><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><div style="text-align: left;"><b><span style="font-size: medium;">Publicado en: INTEGRACIÓN Y CONOCIMIENTO ISSN 2347 - 0658 9 1. </span></b></div><b><span style="font-size: medium;">(2022) </span></b><b><span style="font-size: medium;">Dossier N° 11 Vol. 2 </span></b></blockquote><div><div><br /></div><span><a name='more'></a></span><div><b>INTRODUCCIÓN </b><br />Hace algún tiempo, en el contexto de un debate sobre el desarrollo de la ciencia y la tecnología en América Latina, una colega portuguesa sugirió que los latinoamericanos deberíamos contar con un programa marco similar al de la Unión Europea para financiar proyectos conjuntos de cierta envergadura, orientados según prioridades sociales y económicas. Tenía razón, pero hay una dificultad obvia: para ello deberíamos contar con una estructura política y económica similar. El comentario pone en evidencia, sin embargo, que un sistema científico y tecnológico no es independiente de los contextos sociales, políticos y económicos en los que el conjunto de actores involucrados en la creación, difusión y aplicación del conocimiento científico y tecnológico está inmerso. Hay dos aspectos implícitos en la mirada de la colega a la que hemos hecho referencia: </div><div>1. Uno, referido a la política científica y tecnológica tal como la mayor parte del mundo la puso en práctica a partir de la segunda posguerra y cómo ha evolucionado posteriormente. Este proceso tuvo rasgos imitativos, no solamente en América Latina, sino en buena parte del mundo. </div><div>2. Otro, referido a las dificultades para la integración latinoamericana (y a una escala regional más acotada, la integración del MERCOSUR) específicamente en el plano de la ciencia y la tecnología. En este último aspecto es ilustrativo analizar la trayectoria de la Reunión Especializada de Ciencia y Tecnología del MERCOSUR (RECYT) y sus esfuerzos poco fructíferos para crear un Programa Marco que oriente la integración regional en esta materia. </div><div><br /></div><div>En este artículo analizaremos ambos aspectos. Por una parte, haremos una revisión a grandes rasgos de la experiencia latinoamericana en política científica y tecnológica. Por otra parte, reconstruiremos la trayectoria de la RECYT, tomando como fuente informativa las actas de sus reuniones periódicas, desde su creación en 1992 hasta su última reunión en 2021. Concluimos analizando la producción científica de los países del MERCOSUR a partir de fuentes bibliométricas que nos permiten detectar una evolución positiva en algunos países -particularmente Brasil y Chile frente a un cierto estancamiento argentino. Vincular causas y efectos excede los propósitos y las posibilidades de este artículo, pero creemos que se abren líneas de reflexión y análisis que es conveniente explorar. </div><div><br /></div><div><b>LA POLÍTICA CIENTÍFICA Y SUS ACTORES</b> </div><div>La política científica, en el sentido más amplio, engloba el conjunto de intervenciones, decisiones y actividades de distintos tipos de poderes en una sociedad dada, tendientes a obstaculizar o estimular el progreso de la investigación científica y la aplicación de sus productos con referencia a determinados objetivos de naturaleza socioeconómica, política, militar y cultural. Por la complejidad de esa trama, el avance de la ciencia no depende sólo del talento de sus investigadores, sino de los rasgos que definen la sociedad a la que pertenecen. A partir de la segunda posguerra en la mayoría de los países occidentales la política científica fue diseñada de acuerdo con lo que se denominó como “modelo lineal”, cuyo origen estuvo enraizado en la experiencia de los Estados Unidos. En 1945 Vannevar Bush (1999), Director de la Oficina de Investigación y Desarrollo Científico de aquel país, elaboró el informe “Ciencia, la Frontera sin Fin” como respuesta a la requisitoria del Presidente por saber de qué forma la ciencia podía contribuir a mejorar la salud, cómo el gobierno podía apoyar la investigación y en qué medida podía el talento científico de los jóvenes ser descubierto y desarrollado. La ciencia había sido movilizada para la guerra; ahora debía ser reconvertida para la paz, afirmaba la misiva del Presidente Roosevelt y agregaba que la información científica de interés militar producida durante la guerra debía ser liberada y publicada gradualmente para que pudiera ser utilizada por la educación y la industria. El informe requerido fue elaborado bajo la óptica del papel de líder mundial que le aguardaba a los Estados Unidos. Basado en el más firme optimismo científico, Bush afirmaba que “más y mejor ciencia significará el progreso de toda la sociedad”. </div><div><br /></div><div>La mayor parte de los países de Europa occidental y América Latina diseñaron sus políticas en ciencia siguiendo este enfoque, más tarde conocido como “modelo lineal” (Bush, 1999). Daniel Sarewitz (2016) caracterizó como “mito” o incluso “mentira” la creencia instalada en la política científica de la posguerra basada en las ideas de Vannevar Bush (1999). Tal mentira se expresaría en términos similares a los siguientes: “El progreso científico en un amplio frente es el resultado del ‘libre juego de los intelectos libres’ que trabajan en temas de su propia elección en la forma dictada por su curiosidad en explorar lo desconocido” (Sarewitz 2016, p 5). Muchos de los avances prodigiosos de la ciencia durante la guerra y la posguerra, contrapone argumentalmente Sarewitz (2016), no se debieron al “libre juego de los intelectos libres”, sino a las cuantiosas inversiones del departamento de Defensa y a sus demandas de resultados concretos. Con esta idea coincide Javier Echeverría (2009) quien aporta el concepto de “tecnociencia” y explica que ésta surgió en la Segunda Guerra Mundial y fue impulsada por los grandes programas de investigación financiados por el gobierno de los EEUU en estrecha vinculación con las empresas del sector industrial y las instituciones militares. El concepto de “tecnociencia” remite además a las corporaciones de científicos, ingenieros y otros profesionales. Lo cierto es que muchos países trataron de replicar las políticas recomendadas por Vannevar Bush (1999). En el caso de los europeos, la difusión de este modelo fue impulsada por el Plan Marshall, que dio lugar a la creación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en 1948 [en una primera etapa denominada como la Organización Europea para la Cooperación Económica (OECE)]. Los recursos movilizados por el Plan dieron vuelo a las inversiones en ciencia y tecnología. La OCDE, por su parte, se convirtió en el organismo más destacado hasta el día de hoy y a nivel mundial en la formulación de políticas de ciencia, tecnología e innovación (Elzinga y Jamison, 1996). En cuanto a los países latinoamericanos, el diseño de las instituciones e instrumentos de la política científica fue de naturaleza imitativa y no tuvo en cuenta la ausencia de una trama semejante de interacciones. </div><div><br /></div><div>Probablemente encandilados por los resultados que pudo exhibir la ciencia durante la guerra o bien, por el contrario, debido a la escasa prioridad que les fuera asignada, las políticas ensayadas no siempre consideraron que además de los científicos, involucraban no solamente a los gobiernos, sino también (y en gran medida) a los grandes grupos industriales, entre otros protagonistas de la escena. Por ese motivo, las políticas de ciencia y tecnología en los países latinoamericanos generalmente estuvieron lideradas por las comunidades científicas y sus objetivos fueron diseñados según sus intereses y perspectivas (Albornoz, 2001). Obviamente, esto tuvo una sustancia diferente en cada país, ya que un rasgo predominante de esta región es su heterogeneidad, ya que conviven países como Brasil, que es casi un continente, con pequeños países centroamericanos. Que América Latina no haya alcanzado el desarrollo basado en la ciencia, no significa que nadie se hubiera percatado del problema de las interacciones. De hecho, Sabato y Botana (1968) y otros imaginaron modelos en los que las empresas (fundamentalmente las públicas) vinculadas con las instituciones académicas y el gobierno serían capaces de desarrollar una dinámica innovadora genuina, no imitativa. Otro elemento habría de dar carácter a este proceso. La idea del desarrollo como fuerza motora. </div><div><br /></div><div><b>2. LA EXPERIENCIA DE AMÉRICA LATINA</b> </div><div>La ciencia y -particularmente- la tecnología formaron parte de las estrategias de desarrollo ensayadas por los países latinoamericanos a partir de la inmediata posguerra mundial siguiendo el modelo de la industrialización sustitutiva de importaciones (ISI) impulsado por el think tank de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). En palabras de Sunkel y Paz (1970), el desarrollo como problema es un tópico que ingresó en la agenda internacional de la mano de los países de América Latina en la inmediata posguerra. El tema estuvo presente desde el comienzo mismo del sistema de las Naciones Unidas, impulsado por los representantes latinoamericanos. El nuevo escenario era propicio para que los países de la región comprendieran mejor su lugar en el reordenamiento mundial, así como los riesgos y oportunidades que tenían frente a sí. Fuertemente relacionado con el pensamiento desarrollista se generó un ideario referido a las relaciones entre ciencia, tecnología y desarrollo que ponía el énfasis en el fortalecimiento de las capacidades locales y el control de la transferencia internacional de tecnología (Kaplan, 1972) (Herrera, 1995). En 1968 la OEA creó el Programa Regional de Desarrollo Científico y Tecnológico (PRDCYT) con los objetivos de reforzar la infraestructura científica y técnica de los países miembro, desarrollar la capacidad de crear tecnologías propias adaptadas a las condiciones de la región, lograr un grado suficiente de autonomía científica y técnica y promover la integración científica y técnica latinoamericana al servicio del desarrollo económico de los pueblos. El postulado básico era que se trataba de un programa multilateral cuyas acciones debían ser complementarias a las ejecutadas por los países. También se proponía apoyar tanto la investigación pura como la aplicada y la integración de las actividades científicas y tecnológicas en el proceso de desarrollo económico y social de los países latinoamericanos. </div><div><br /></div><div>El PRDCYT, antes de ser dejado de lado años después, permitió realizar acciones de mucha importancia, como el programa latinoamericano que durante más de diez años y en conjunto con la Comisión Nacional de Energía Atómica (CONEA) ofreció cursos de capacitación en metalurgia. Esta iniciativa fue impulsada por Jorge Sabato y gestionada por Carlos Martínez Vidal (Martínez Vidal, 1997). No fue la única experiencia de cooperación regional en ciencia y tecnología. En junio de 1990, el Presidente Lacalle, de Uruguay lanzó en la Asamblea General de la OEA realizada en Asunción la propuesta de crear un “Mercado Común del Conocimiento Científico y Tecnológico” que posteriormente adoptaría la sigla “MERCOCYT”. La Asamblea General acogió la idea y el Consejo Interamericano para la Educación, la Ciencia y la Cultura (CIECC) resolvió, como primer paso, crear en abril de 1991 el Foro de Intercambio de Conocimiento Científico y Tecnológico, dándole el carácter de un instrumento permanente para promover y llevar a cabo el intercambio y difusión del conocimiento entre los estados miembro. En marzo de 1993, el CIECC resolvió dar al MERCOCYT el carácter de un programa de los estados miembro de la OEA, inscripto en el marco de ésta, como un instrumento multinacional destinado a promover la cooperación y el intercambio de información en ciencia y tecnología, así como la formación de recursos humanos en estas áreas. Lamentablemente, nunca pasó de la etapa declarativa y de negociación diplomática. </div><div><br /></div><div>Los resultados de tales intentos no fueron los esperados, tanto en lo que concierne a la política de ciencia y tecnología, como al logro de la ansiada meta del desarrollo. En la práctica, el resultado fue un nivel relativamente bajo en la capacidad tecnológica del sector productivo de los países latinoamericanos y una limitada demanda de conocimientos generados localmente. Una de sus consecuencias fue que los sistemas científicos locales estuvieran escasamente vinculados con requerimientos surgidos de los sistemas económicos y sociales (Bell, 1995) . La crisis de la década los ochenta, que ha sido denominada como la “década perdida” (Sagasti, 2011) por los países latinoamericanos, aunque principalmente por Brasil, produjo una ruptura en la confianza acerca de la existencia de un camino hacia el desarrollo endógeno, basado en la industrialización sustitutiva de importaciones y dio lugar, en cambio, a políticas centradas en la estabilización y apertura de las economías, así como en las privatizaciones de empresas y servicios públicos. La reducción del papel desempeñado por el Estado fue considerada como un paso necesario –aunque no suficiente- para intentar la vía alternativa cuyas puertas eran abiertas gradualmente por la globalización. Inicialmente conocida como “mundialización”, la globalización fue un fenómeno y un tópico que emergió a finales del siglo pasado como un proceso que maximizaba la creciente interdependencia de los países, en un contexto de reindustrialización y reordenamiento del comercio internacional. Ello dio lugar a una serie de transformaciones sociales; entre ellas, la multiplicación de redes de conocimiento científico y tecnológico. Después de una etapa “fordista” basada en grandes infraestructuras y en concentraciones de investigadores, conocida como la big science, la producción de conocimiento tendió a organizarse de maneras más flexibles y dinámicas. El modelo basado en la “masa crítica” de recursos comenzó a revelarse como insuficiente en un mundo de sistemas flexibles y abiertos a nivel nacional e internacional, dada la necesidad de complementación de conocimientos que reclama la solución de problemas de alta complejidad, como los económicos y sociales. Debido a ello, el trabajo en red fue adoptando formas variables y participativas de organización (Albornoz y Alfaraz, 2006). </div><div><br /></div><div><b>3. LA GLOBALIZACIÓN </b></div><div>Sin embargo, el escenario de la globalización de la economía y la tecnología no fue visto por los países de América Latina como algo necesariamente favorable para el fortalecimiento de las capacidades propias (Minsburg y Valle, 1995). Por el contrario, desde amplios sectores se lo percibió como un elemento desafiante que en buena medida tuvo aspectos negativos para las economías de estos países y contribuyó a profundizar la brecha entre ricos y pobres. El otro rasgo predominante en el escenario internacional, la innovación, asociada a la competitividad, abrió algunas oportunidades, pero también agudizó los conflictos de intereses, produjo una rápida obsolescencia de gran parte del capital instalado en los países en desarrollo y afectó las capacidades laborales y profesionales de gran parte de su mano de obra. También endureció las condiciones de competencia y afectó el espíritu de cooperación en las relaciones internacionales, tanto entre actores públicos como privados (Albornoz, 2013). Los últimos años del siglo XX fueron también la época de las “nuevas tecnologías” a las que el mundo apostaba y estaban asociadas con el auge de las comunicaciones y la información, el descubrimiento de nuevos materiales, la salud y la biología molecular, entre otros temas transversales destinados a cambiar radicalmente la matriz productiva y la calidad de vida de los ciudadanos. Estos temas se irían incorporando gradualmente a la agenda de la política científica latinoamericana, aunque muchas veces de forma más nominal que real, dada la limitación de los recursos disponibles. Tal etapa en los países más avanzados dio lugar a un proceso de avance científico y tecnológico acelerado que ha sido descrito con una fuerte carga de adjetivos y metáforas que en casi todos los casos no ahorraron el término “revolución” y dramatizaron su impacto sobre la sociedad: sociedad postindustrial, sociedad tecnotrónica, sociedad de la información y sociedad del conocimiento. Actualmente: “industrias 4.0”. </div><div><br /></div><div>En el centro de tales procesos está una nueva palabra clave: la innovación, que se ha sumado, no siempre con acierto, a la ya tradicional (I+D) resignificándola en I+D+i. Esta expresión da cuenta de que todo el proceso del conocimiento debería conducir hacia la innovación. Las circunstancias internacionales tuvieron un vuelco muy favorable para la región durante los primeros años del siglo XXI, debido al aumento del precio de las materias primas, lo que dio lugar a un largo período de crecimiento del producto en casi todos los países, abriendo las puertas a una relativa prosperidad que se tradujo también en incrementos del presupuesto público destinado a ciencia y tecnología. ¿Hasta qué punto esto fue aprovechado para fortalecer las capacidades en ciencia y tecnología, vinculándolas estrechamente con las actividades productivas? La respuesta más plausible es: sólo parcialmente y con diferencias importantes entre países y aún entre sectores de la economía. Los indicadores disponibles muestran que tales aumentos replicaron la curva del producto del país, sin aumentar sensiblemente su participación en él, a excepción de Brasil. Esto ocasionó que, en años más recientes, cuando el producto dejó de crecer, también lo hizo el financiamiento público a la ciencia y la tecnología. </div><div><br /></div><div><b>4. LA ERA DE LA INNOVACIÓN </b></div><div>En tal contexto, la innovación encontró también su espacio en las políticas del conocimiento puestas en práctica por los países latinoamericanos, pero frecuentemente no se pasó más allá de la retórica o de su instalación nominal en la agenda académica. En el marco de esta corriente modernizadora fue cobrando importancia el concepto de “sistemas de innovación” enraizados en los procesos de educación y capacitación. Las universidades jugaron un papel importante en la difusión de los enfoques y metodologías de los sistemas de innovación, lo cual resulta comprensible si se toma en cuenta que, en América Latina, más del 70% de los investigadores tienen sede en las universidades (RICYT, 2022). Son distintos los significados que tiene el término innovación y se los aplica de forma diferente. De todas las significaciones posibles hay dos especialmente relevantes para interpretar la historia de su devenir teórico y práctico: una, la originaria, derivada de la teoría de Joseph Schumpeter (1978), devenida más tarde en la idea de los “sistemas de innovación”. En este sentido, la innovación entrañaría el propósito de mejorar la actividad productiva mediante la incorporación de conocimientos de distinto tipo. Consistiría así en una serie de actividades no solamente científicas y tecnológicas, sino también organizacionales, financieras y comerciales. La otra significación remite a las tecnologías de punta, basadas en la frontera de la ciencia, que repercuten fuertemente sobre la economía, el empleo, la productividad y las condiciones de vida de los ciudadanos. </div><div><br /></div><div>La orientación de las políticas de ciencia y tecnología a partir del auge de la innovación se diversifican entre la promoción de vínculos entre los agentes (sistemas de innovación y políticas de vinculación) y la apuesta a grupos de excelencia en temas de frontera del conocimiento. La política científica y tecnológica de los países más desarrollados adoptó prioritariamente el concepto de innovación en el segundo sentido, encuadrando las estrategias sistémicas en políticas de desarrollo local o en el vínculo de las universidades con las empresas. A partir de 1984 la Unión Europea creó los “programas marco” (PM), a los que se refería la colega de Portugal, que son todavía hoy la principal iniciativa comunitaria de promoción de la ciencia, la tecnología y la innovación. Con la globalización como trasfondo, los PM tienen como principal objetivo la mejora de la competitividad en un régimen que estimula la colaboración transnacional entre empresas e instituciones de investigación de la propia Unión Europea y con terceros países. Además, financian la mejora de las infraestructuras de investigación europeas, la formación del personal investigador y determinados programas de investigación básica. También coordinan los programas nacionales de I+D, impulsan el funcionamiento de plataformas tecnológicas europeas y establecen agendas estratégicas de investigación en sectores clave. Algunos grupos de investigadores latinoamericanos se han visto favorecidos por los PM, en la medida que éstos abrieron posibilidades de financiamiento a aquellos que lograban participar en proyectos de I+D liderados por europeos. Como modelo de integración internacional, los PM -así como la propia Unión Europea- estimularon en el imaginario latinoamericano la posibilidad de contar con procesos e instrumentos análogos. Como se verá con el caso de la RECYT del MERCOSUR se lograron éxitos, aunque todavía acotados. </div><div><br /></div><div><b>5. LA RECYT DEL MERCOSUR</b> </div><div>En el plano regional, la creación del MERCOSUR en 1991 disparó esperanzas de cooperación y desarrollo conjunto. Muchos quisieron ver en esto el germen de un proceso que habría de evolucionar en un sentido semejante al de la Unión Europea. Parecía tratarse de una auténtica primavera de integración. Sin embargo, las cosas no habrían de ser tan sencillas, en gran medida porque conviven en él países de muy diferentes características, tamaños y niveles de desarrollo. Tampoco habrían de ser sencillas para la ciencia y la tecnología en particular. Las dificultades burocráticas y de financiamiento, como se verá, limitaron en gran medida el logro de un programa común de desarrollo científico y tecnológico. La excepción estuvo dada fundamentalmente por dos programas: la Red de Institutos de Investigaciones en Biomedicina y el programa BIOTECSUR, que contaron con financiamiento del Fondo para la Convergencia Estructural del MERCOSUR (FOCEM), en el primer caso, y de la Unión Europea, en el segundo. CREACIÓN DE LA RECYT Un año después de su puesta en funcionamiento, el Grupo Mercado Común creó la Reunión Especializada de Ciencia y Tecnología (RECYT). Al nuevo órgano (técnicamente una “reunión especializada”) se le asignó el objetivo central de promover el desarrollo científico y tecnológico de los países del grupo. Más ambiciosamente aún, se enunciaba el propósito de modernizar las economías de los socios, ampliar la oferta y calidad de bienes y servicios para mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. Quienes enunciaron los objetivos tampoco olvidaron el propósito de aumentar la productividad de las economías de los países miembro, aumentando la competitividad en terceros mercados. </div><div><br /></div><div>En el plano internacional, la actuación de la RECYT habría de incluir la participación en las negociaciones entre el MERCOSUR y la Unión Europea sobre temas relativos a la ciencia y la tecnología. Sin lugar a duda, se trataba de metas muy ambiciosas para un órgano recién creado, dotado de un nivel institucional poco relevante. ¿Cuál podía ser su evolución? Como se verá en lo que sigue, se hizo un esfuerzo considerable, se esbozaron algunas líneas de trabajo conjunto, pero no se pudo resolver el problema de contar con un fondo específico que permitiera crear un programa marco regional de ciencia y tecnología como sugiriera la colega de Portugal. Por primera vez se reunió la RECYT en Brasilia en 1993 y sus integrantes se abocaron a los problemas organizativos. Fue así que como primera medida se resolvió crear comisiones temáticas para abordar los temas que serían luego discutidos en las reuniones plenarias. Cada comisión habría de contar con un coordinador nacional por parte de cada país participante. Dado que se trataba a todas luces de una estructura compleja, se resolvió contar además con sistemas de información que permitieran trabajar en forma descentralizada. El problema de los recursos necesarios para sostener las actividades que fueran aprobadas estuvo presente desde el principio. </div><div><br /></div><div>En 1994 la RECYT organizó un workshop con agencias de financiamiento y promoción de la ciencia y la tecnología. Se destacó el hecho de que se trataba de la primera reunión conjunta de este tipo de organismos a nivel regional y se la consideró como un primer paso para articular las acciones de financiamiento y promoción de la ciencia y la tecnología que llevan a cabo las agencias nacionales. En septiembre de ese mismo año, reunida en Montevideo, la RECYT decidió establecer un primer contacto con Bruselas para obtener apoyo de la Unión Europea. Pasarían dos años más y recién en mayo de 1996, reunida en Buenos Aires, la RECYT tomó en cuenta la necesidad de definir áreas prioritarias, tanto para las actividades de formación y perfeccionamiento de recursos humanos, como para la formulación de proyectos de investigación. El problema seguía siendo el del financiamiento. En ese momento cada una de las delegaciones ofreció una caracterización de las modalidades de apoyo a la investigación y el desarrollo tecnológico vigentes en cada país. Se estimó conveniente además concebir mecanismos de gestión de proyectos conjuntos entre grupos de investigación y empresas de los países miembro, en los que cada participante fuera financiado con recursos de sus organismos nacionales. Hubo acuerdo en considerar las experiencias de CYTED-IBEROEKA y del Programa Bolívar, como fuentes de inspiración para promover las asociaciones entre empresas y centros de investigación de los países del MERCOSUR. </div><div><br /></div><div><b>El Observatorio MERCOSUR. </b>Con el correr de los años se fueron evaluando nuevas propuestas. En una reunión realizada en Santa Fe en junio de 2002, a propuesta de la delegación argentina se aprobó (en los papeles) la creación de un Observatorio MERCOSUR sobre la Sociedad de la Información, un tema que estaba fuertemente instalado en la agenda internacional de la política científica y tecnológica. No había mucha claridad acerca de su contenido, por lo que se programó, a tal efecto, una reunión de carácter técnico para definir el perfil del observatorio y su plan de trabajo. De allí surgió que inicialmente el observatorio se pondría en marcha como una red virtual que reuniera a centros de investigación especializados en las áreas específicas relacionadas con el desarrollo de las TIC. El relevamiento de las normativas nacionales en materia de sociedad de la información también debía formar parte de las actividades del futuro observatorio. </div><div><br /></div><div>Pasaría otro año más y en 2003, reunidos en Paraguay, los representantes de los países en la RECYT discutieron un documento detallado presentado por Argentina para concretar la creación del Observatorio de la Sociedad de la Información. La propuesta, alineada con el Manual de Lisboa de la RICYT, se basaba en la necesidad de contar con un sistema de indicadores que abordaran específicamente los aspectos clave de ese fenómeno social, a fin de comprender y monitorear su desarrollo y contar con una herramienta que permitiera aprovechar las oportunidades y mitigar los riesgos que tal transformación encerraría. Seminario sobre políticas. A propuesta de la delegación argentina se acordó realizar un Seminario sobre Experiencias de Formulación e Implementación de Políticas Públicas de Ciencia, Tecnología e Innovación. Este finalmente se llevó a cabo en marzo de 2004. El encuentro tuvo cierta relevancia porque además de un grupo de expertos participaron en él las más altas autoridades de ciencia y tecnología de cada país. El objetivo fue discutir aspectos de la política de ciencia, tecnología e innovación en los países del MERCOSUR que permitieran enfrentar mejor los retos y las oportunidades de la transición hacia la sociedad de la información. Desde el inicio del Seminario se ponderó el desafío de intensificar los esfuerzos centrados en remontar la brecha en el acceso a los nuevos conocimientos y desarrollos, superando las asimetrías. Las conclusiones, como era de esperar, estuvieron teñidas de un optimismo voluntarista. Se ponderó el progresivo acercamiento con organismos internacionales. Se propuso también una metodología de trabajo para el Observatorio MERCOSUR de la Sociedad de la Información y se recomendó ponerlo en funcionamiento en forma de red, vinculando los centros especializados en la producción y el procesamiento de los indicadores adecuados. A pesar de ello, habrían de pasar tres años más, sin mayores novedades. </div><div><br /></div><div><b>El Programa @LIS. </b>Al mismo tiempo que esto sucedía, la Comisión Europea creaba el Programa @LIS, concebido como una alianza con Latinoamérica para la sociedad de la información. En su formulación se detallaba que se trataba de promover proyectos innovadores que demostraran las ventajas de estas aplicaciones para los ciudadanos. Para lograrlo se dotaba al programa de un recurso inicial cercano a los setenta millones de euros. El @LIS era definido como un programa estratégico de desarrollo económico y de participación de los ciudadanos en la sociedad mundial de la información. Con tal instrumento se ponían en práctica las orientaciones definidas previamente en la Cumbre de Jefes de Estado y Gobierno que había sido celebrada en Río de Janeiro en 1999. Se ofrecía la oportunidad de impulsar estos objetivos mediante el establecimiento de una cooperación a largo plazo capaz de generar beneficios económicos y sociales tangibles para las dos regiones. Los objetivos del programa estaban relacionados con la cooperación en materia de políticas y normativas en telecomunicaciones, comercio electrónico, normalización y otros temas relacionados con la sociedad de la información. En 2001 se celebró en Río de Janeiro el “Foro Técnico @LIS”, coorganizado por la Comisión Europea y el gobierno de Brasil, en cuyas deliberaciones se definieron las prioridades, métodos de cooperación y objetivos del programa. Se resolvió que habría de arrancar formalmente en la reunión ministerial UE-América Latina sobre la Sociedad de la Información que habría de celebrarse en Sevilla en abril de 2002. Brasil presentó entonces una propuesta, en nombre de la RECYT. El trámite, sin embargo, no fue fructífero. En noviembre de ese mismo año la delegación brasileña informó que el proyecto encaminado al programa @LIS aún no había recibido respuesta. Ésta, como tal, no llegaría, aunque el programa europeo funcionó durante algunos años financiando diversos proyectos en América Latina, aunque según sus propios criterios de prioridad. Su continuidad fue el Proyecto Mercosur Digital, una ONG que es fruto de la cooperación internacional entre el MERCOSUR y la Unión Europea. OSILAC. </div><div><br /></div><div>Mejor suerte corrió el proyecto impulsado por CEPAL y el Instituto para la Conectividad en las Américas (ICA) dependiente del Centro Internacional de Investigación para el Desarrollo (CIID-IDRC), por el que se creaba el Observatorio para la Sociedad de la Información en Latinoamérica y el Caribe (OSILAC), cuyo principal objetivo era desarrollar un trabajo de centralización y armonización de datos que permitiera conocer el estado de la sociedad de la información en la región de Latinoamérica y el Caribe. Este observatorio tenía como objetivo apoyar a los organismos nacionales de estadística en la recopilación de indicadores de tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en la región y los procesos metodológicos que ello implica. OSILAC promovía la instalación de una plataforma regional sobre estadísticas TIC, apuntando a centralizar datos, indicadores, metodologías e información cualitativa sobre esta materia. En una segunda fase, se unió a este esfuerzo la Comisión Europea, a través del programa @LIS. Pese a todo, este observatorio no movilizó un grupo numeroso de expertos ni sobrevivió, después de algunos años, al final de su financiamiento. </div><div><br /></div><div><b>El Programa Marco.</b> Reunida en Buenos Aires en mayo de 2008, la RECYT puso en marcha la elaboración de un Programa Marco de Ciencia y Tecnología y comenzó a tramitar su aprobación por parte de los órganos superiores del MERCOSUR; esto es, del Grupo Mercado Común (GMC). Un documento preliminar elaborado por la delegación argentina, con modificaciones propuestas por la Cancillería, fue aceptado por la reunión de Coordinadores del GMC. El trámite fue largo y se manejaron varios borradores. Sin embargo, la falta de una alternativa que permitiera financiar las actividades dejaba los borradores en el terreno de los buenos propósitos. El tema se retomó tres años después. En junio de 2011 en Paraguay se reintrodujo el tema en la agenda y se volvió a discutir acerca del Programa. Sorprendentemente, en la primera reunión de la RECYT en Caracas, en noviembre de 2013, se aprobó el programa marco, pero no se detalló su contenido. Quizás por ese motivo, un año después, en noviembre de 2014, después se aprobó un “segundo programa marco” 2015 - 2019, que incluía criterio para la creación de “centros de excelencia” MERCOSUR. Entre las fuentes exploradas para la obtención de recursos que permitieran llevar a cabo el Programa fue la OEA, a la que se presentó un plan de Fortalecimiento de las Capacidades en Ciencia Tecnología e Innovación del MERCOSUR y países asociados, que fue inicialmente aprobado por la Organización. Sin embargo, por esos años la OEA estaba dejando de ser una fuente relevante de recursos y la iniciativa no tuvo resultados. Se cayó entonces en la cuenta de que el nuevo Memorando de Entendimiento entre el MERCOSUR y la Unión Europea (2007- 2013) era otra oportunidad para el financiamiento de las actividades de la RECYT. En tal sentido se acordó que la delegación Argentina evaluará dicho memorando a fin de identificar la posibilidad de utilizar esta alternativa para el desarrollo de nuevas actividades. En la reunión de Asunción, de junio de 2018, la delegación de Uruguay aportó el borrador de un proyecto de decisión para la creación de un “Fondo Mercosur para la promoción de la ciencia, la tecnología y la innovación” y un borrador de su reglamento (“no suficientemente trabajado”, según reconocía la propia delegación presentante). Nada ocurrió. En octubre de 2021 se celebró la última reunión de la RECYT hasta el momento. </div><div><br /></div><div><b>El FOCEM y la biomedicina.</b> En 2004 el Grupo Mercado Común creó el Fondo para la Convergencia Estructural del MERCOSUR (FOCEM) con el propósito de financiar proyectos para promover la convergencia estructural, desarrollar la competitividad, promover la cohesión social -en particular de las economías menores y regiones menos desarrolladas- y apoyar el funcionamiento de la estructura institucional y el fortalecimiento del proceso de integración. La delegación argentina ante la RECYT gestionó y finalmente logró en 2012 que el FOCEM financiara la creación de una Red de Institutos de Investigaciones en Biomedicina como parte del proyecto regional “Investigación, Educación y Biotecnología Aplicadas a la Salud”. La coordinación de la iniciativa, que fue saludada como “la primera experiencia de integración regional en ciencia, tecnología e innovación” estuvo a cargo del Instituto de Investigación en Biomedicina de Buenos Aires (CONICET-Max Planck). Los restantes miembros de la red fueron la Fundação Oswaldo Cruz de Brasil, el Laboratorio Central de Salud Pública (LCSP), el Instituto de Investigaciones en Ciencias de La Salud (IICS) de la Universidad Nacional de Asunción y el Centro para el Desarrollo de la Investigación Científica (CEDIC) de Paraguay, junto al Instituto Pasteur de Montevideo, Uruguay. </div><div><br /></div><div>El objetivo de la red fue, desde sus orígenes, el combate de las enfermedades degenerativas e infecciosas. Se pretendía abordar aspectos biológicos, epidemiológicos y sociológicos de enfermedades degenerativas que afectan a los sistemas cardiovascular, nervioso, inmunológico y endocrino. Se incluían problemas asociados a la diabetes, obesidad, cáncer y otras enfermedades con alta incidencia en los países integrantes del MERCOSUR. También se incluía una interesante iniciativa institucional de carácter regional para promover la aplicación industrial de los conocimientos generados y la transferencia de innovaciones biotecnológicas a la sociedad. El proyecto contó con un financiamiento de diez millones de dólares para un período de tres años. Siete millones eran recursos no reembolsables aportados por el FOCEM. Los restantes tres millones provenían de las contrapartes locales. El dinero estaba destinado a la construcción de laboratorios, compra de equipamiento de última generación y promoción de investigaciones, así como la formación de recursos humanos. </div><div><br /></div><div>Lo particular de esta iniciativa regional es haber logrado que el FOCEM, cuya misión es asistir y financiar proyectos de carácter estructural de la región como, por ejemplo, la construcción de puentes o caminos, aceptara que la investigación científica y tecnológica tiene ese mismo carácter estructural. Así, la financiación de este programa para constituir una red de investigación en biomedicina fue la primera iniciativa financiada por el FOCEM en su tipo. Eso implicaba que la I+D y la educación en ciencias fueran elevadas en su importancia para las autoridades políticas de los gobiernos de esta región. Si bien el proyecto inicialmente habría de tener una duración de tres años, la red continuó trabajando en forma conjunta y durante la pandemia amplió sus objetivos contribuyendo a combatirla a través del desarrollo y producción de los test de diagnóstico agudo y serológicos. Para esta nueva etapa el FOCEM ha comprometido hasta el momento aproximadamente 28 millones de dólares para este desafío que se ha concretado en la construcción de cinco laboratorios, además de la formación de investigadores, la conformación de redes de trabajo conjunto, publicaciones en revistas de investigación de prestigio internacional y, sobre todo, el desarrollo y transferencia de tecnologías entre las instituciones participantes de la red y el sector productivo, lo que permitió desarrollar y producir kits de diagnóstico del virus COVID 19. </div><div><br /></div><div><b>BIOTECSUR.</b> Las gestiones de RECYT para lograr apoyo económico de la Unión Europea tuvieron éxito en 2005 con la creación de BIOTECSUR, un programa ambicioso que tenía el fin de promover la consolidación de una plataforma regional de biotecnología. Su objetivo principal era el desarrollo de acciones concretas de I+D enfocadas en temas de interés prioritarios para la región. Se proponía aprovechar, en forma sustentable, los recursos naturales del MERCOSUR, tales como la biodiversidad, la abundancia de reservas acuíferas y tierras cultivables así como también la amplitud climática. Otros objetivos del BIOTECSUR eran consolidar y aprovechar eficientemente las capacidades científicas y biotecnológicas de los países miembro y promover la innovación. Para ello aspiraba a fortalecer las capacidades de los sectores empresariales, científicos y tecnológicos, consolidando los vínculos entre ellos. En otro plano, el programa aspiraba a promover un ambiente regulatorio favorable para la elaboración de políticas públicas y de legitimidad social que estimularan las inversiones para el desarrollo y la aplicación de las biotecnologías. </div><div><br /></div><div>A diferencia de otras iniciativas, esta vez sí hubo recursos disponibles, aportados en gran medida por la Unión Europea. BIOTECSUR diseñó un plan estratégico para el desarrollo de la biotecnología regional que incluía propuestas consensuadas para la promoción de aplicaciones de las biotecnologías en los sectores productivos. Tenía además el propósito de estimular el desarrollo de redes de profesionales, empresas e instituciones en la región. Para ello, puso en marcha una ¨ventanilla¨ para la preparación de proyectos regionales financiables. Específicamente, aspiraba a dar impulso a proyectos comunes de investigación y desarrollo entre equipos del MERCOSUR y de la Unión Europea. La Unidad de Gestión del Proyecto (UGP) quedó radicada en el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de Argentina, como órgano de contratación de los distintos proyectos. La primera línea de actividades se concretó en el Programa BIOTECH, que fue financiado en conjunto por el MERCOSUR y la Unión Europea entre los años 2005-2011. Entre las actividades llevadas a cabo se incluyó el desarrollo de la plataforma regional de biotecnologías BIOTECSUR, que reunía a los actores públicos y privados (sectores académico, empresarial y gubernamental, replicando el triángulo de Sabato) vinculados a la biotecnología en los países del MERCOSUR. Se apuntaba a lograr el aprovechamiento de las capacidades de I+D existentes, para fortalecer la competitividad de los sectores productivos de la región. </div><div><br /></div><div>Dentro de los avances de integración de la Plataforma se destacan los proyectos conjuntos que se realizaron en función de temáticas de interés regional. Se trató de los proyectos regionales BIOTECSUR de la cadena de producción de carne aviar, carne bovina, producción forestal y producción de cultivos oleaginosos El éxito de la experiencia condujo a la puesta en marcha del programa BIOTECH II. Un nuevo convenio con la Unión Europea propuso consolidar las bases de integración creadas y posicionar la biotecnología como un área clave de progreso para el desarrollo productivo, entendiendo que contribuyera a la generación de conocimiento, a la creación de empleo y crecimiento económico. Entre los resultados alcanzados cabe destacar que BIOTECSUR promovió el desarrollo y aprovechamiento de la biotecnología agropecuaria en áreas tales como la genómica, la proteómica, las aplicaciones en los campos de la producción vegetal y animal, bioseguridad y salud. Se aumentaron las actividades de transferencia de tecnología del sector académico al sector productivo con un enfoque regional del MERCOSUR. El éxito alcanzado por este proyecto, así como el de la red de biomedicina, demuestra la importancia de que las políticas de promoción de la ciencia y la tecnología estén dotadas de instrumentos y recursos adecuados. </div><div><br /></div><div><b>6. ALGUNOS RASGOS DEL COMPORTAMIENTO DE LOS INVESTIGADORES </b></div><div>Los hechos relatados hasta aquí dan cuenta de las dificultades experimentadas por los intentos de impulsar la cooperación regional en ciencia y tecnología en América Latina y, más específicamente, en el MERCOSUR. Si bien es posible destacar algunos logros importantes, como los que hemos expuesto, se trata en términos generales de una historia de desencantos. Es preciso aclarar, sin embargo, que el relato de la gestión de la RECYT se ha limitado al plano de las políticas. Cabe entonces preguntarse por lo ocurrido en la actividad científica propiamente dicha. La integración de las comunidades científicas de los países latinoamericanos y del MERCOSUR, en particular, ha experimentado también altibajos y alcanzó diferentes niveles de éxito, lo que en buena medida se ha debido a la diversidad de los propios países y, consecuentemente, de la base científica y tecnológica de cada uno de ellos. Esta diversidad replica y hasta acentúa las diferencias de tamaño, riqueza, cultura y de historia que los caracterizan. Para aproximarnos al fenómeno hemos apelado a una variable que, si bien no carece de cuestionamientos, es muy expresiva de tendencias en los comportamientos y las preferencias de los investigadores en dos aspectos: a. la preferencia acerca de los públicos a los que se quiere comunicar. b. la conformación de redes de colaboración con otros investigadores. Cabe entonces preguntarse con quién colaboran los investigadores del MERCOSUR. ¿Lo hacen nacional o internacionalmente? ¿Publican conjuntamente con investigadores de otros países y, en tal caso, en qué medida lo hacen con colegas del MERCOSUR? Las respuestas a estas preguntas deben permitir acercarnos a una cuestión central para entender la historia: conocer si más allá de las gestiones superestructurales existe una comunidad académica que procura construir vínculos que demandan canales burocráticos para su consolidación, o si esta comunidad científica regional debe también ser construida. </div><div><br /></div><div>Para realizar el análisis propuesto, hemos utilizado la base de datos bibliográfica de resúmenes y citas de artículos de revistas científicas SCOPUS. Esta cubre aproximadamente 24.500 títulos de publicaciones seriadas (revistas, conferencias, series de libros de investigación) de más de cinco mil editores en ciento cuarenta países, incluyendo revistas revisadas por pares de las áreas de ciencias, tecnología, medicina y ciencias sociales, incluyendo artes y humanidades. Para realizar este ejercicio hemos analizado los últimos cinco años disponibles. Publicaciones latinoamericanas. Entre 2016 y 2020, la base de datos SCOPUS registró en total más de dieciséis millones de documentos. De ese total, algo más de ochocientos mil correspondía a autores latinoamericanos. Considerando estos valores como porcentajes del total, se observa que los artículos cuya autoría corresponde a países de América Latina representaban casi en el cinco por ciento de la producción científica mundial, siempre según esa fuente. El dato es consistente con otras magnitudes; por ejemplo, con la inversión en I+D latinoamericana, que se aproxima al tres por ciento del total mundial. También es consistente con el número de investigadores de esta región, que representan el cuatro por ciento del total de investigadores del mundo. Extremando la analogía, sería posible conjeturar que estos científicos son muy productivos, ya que sus resultados superan numéricamente a las dos variables más duras: inversión y recursos humanos. </div><div><br /></div><div><b>Publicaciones del MERCOSUR. </b>El conjunto de publicaciones científicas de autores del MERCOSUR es una parte muy relevante de las publicaciones de América Latina. Esto ocurre, como es lógico, gracias principalmente al volumen de la producción científica brasileña. En el mismo periodo, el bloque acumuló algo menos de medio millón de documentos. Esta suma ronda el sesenta por ciento de la producción latinoamericana. La participación del MERCOSUR en otros indicadores es aún mayor: el bloque es responsable del más del setenta por ciento de la inversión latinoamericana en I+D y en sus centros científicos se desempeñan casi ocho de cada diez investigadores latinoamericanos. Para profundizar el análisis, es necesario destacar una vez más la fuerte heterogeneidad de los países del MERCOSUR, que se refleja ostensible y lógicamente en los valores de su producción científica medida en documentos registrados en bases de datos internacionales. Como se mencionara en el párrafo anterior, algo menos de medio millón de artículos fueron registrados en SCOPUS entre 2016 y 2020, con la firma de al menos un autor que se desempeñaba en una institución de alguno de los países del MERCOSUR. Brasil, con más cuatrocientos mil documentos, participó en el ochenta y cinco por ciento de ellos. Ese porcentaje fue del dieciséis por ciento para Argentina, de menos del 2% para Uruguay y del 0,3% para Paraguay. </div><div><b><br /></b></div><div><b>Patrones de colaboración. </b>Analizando los patrones de colaboración dentro y fuera del MERCOSUR en términos generales, es posible observar que Brasil publica sólo con Brasil. Dicho de otro modo, los investigadores brasileños copublican mayoritariamente con colegas de su propio país. Apenas un tercio y poco más de sus publicaciones son realizadas en cooperación internacional, lo cual constituye el valor más bajo del bloque. En cuanto a colaboración intra-MERCOSUR, representa solamente el dos por ciento de su producción total. A la inversa, cuanto más pequeño el sistema científico de un país, más importante resulta su colaboración internacional total (más de las tres cuartas partes de las publicaciones de autores paraguayos son copublicaciones a nivel internacional). MERCOSUR y América Latina. Es interesante destacar que la colaboración intra-MERCOSUR (sólo entre autores de un país del bloque, con colegas de otros países del bloque) tiene cierto peso en relación con la colaboración regional con otros países de América Latina (sin que participen autores de países no latinoamericanos). Es decir, puestos a colaborar sólo entre latinoamericanos, los países del bloque eligen a otros países del MERCOSUR. Más de la mitad de los artículos que argentinos firman con otros latinoamericanos (sin que participen países externos a la región) son con colegas del MERCOSUR. Tal valor es de dos tercios para Paraguay y de tres cuartas partes de las publicaciones de autores de Uruguay en el escenario regional. En Brasil una vez más, la proporción es menor y apenas alcanza a un tercio de sus publicaciones con colaboración regional lo son en conjunto con colegas del MERCOSUR. Algunas observaciones generales revelan más diferencias que similitudes, lo que no es de sorprender si se toma en cuenta, como se señalara en el texto, que en el MERCOSUR conviven países de muy diferentes características, tamaños y niveles de desarrollo. Así, un primer rasgo, a partir de los datos expuestos, es que la colaboración internacional resulta ser más importante cuanto menos desarrollado son el sistema de ciencia y tecnología de cada país. </div><div><br /></div><div>El mismo fenómeno ocurre con la colaboración en la que participan sólo instituciones latinoamericanas, aunque su volumen es mucho menor; en Brasil equivale a sólo el 6% de su producción total. Más aún, si se observa sólo la colaboración entre miembros del MERCOSUR (sin participantes externos) el nivel, lógicamente, sigue descendiendo; aunque menos de lo que podría predecirse. Estos datos dan cuenta de la existencia de un núcleo de cooperación científica en el MERCOSUR que es de gran importancia para Paraguay, Uruguay y, en menor medida, también para Argentina. Brasil tiene patrones de colaboración internacional muy particulares, con una fuerte preeminencia de publicaciones sin coautoría internacional y, cuando la tiene, resulta más dispersa a nivel latinoamericano. </div><div><br /></div><div><b>7. CONCLUSIÓN </b></div><div>El camino recorrido en este texto nos muestra que a la excelente idea de la colega que inspiró estas reflexiones debemos contraponer la realidad de que construir una comunidad en base a un pequeño conjunto de países de tamaños y capacidades tan disímiles es una tarea extremadamente difícil. Lo es porque los intereses y las prioridades de los países que conforman este grupo son no sólo diferentes, sino frecuentemente contrapuestos y difícilmente exceden el objetivo fundacional de formar un mercado común, propósito que sufre también altibajos periódicos. En el campo de la ciencia y la tecnología estas dificultades se acentúan porque, como nos muestran los indicadores bibliométricos, la voluntad de constituir una comunidad científica del sur no es igualmente interesante para cada país ni, mucho menos, para sus instituciones de política científica y tecnológica. Brasil, como país, al igual que sus instituciones académicas, sus investigadores y sus tecnólogos ha alcanzado una dimensión tal que le permite cierta autosuficiencia, como lo demuestra el hecho de que sus autores colaboran principalmente con colegas de su propia nacionalidad. Muy diferente es la situación de los países más pequeños, cuyas instituciones científicas deben ser fortalecidas y la inserción internacional de sus grupos académicos apoyada. Una diferencia no menor proviene además de la diversidad de importancia que la política de cada país asigna a las capacidades propias en ciencia y tecnología. Brasil, que aspira a jugar en las “grandes ligas” de la política y la economía internacional, tiene muy clara la necesidad de contar con capacidades científicas, tecnológicas y de innovación que impulsen el desarrollo del país. Es, de hecho, el único país latinoamericano cuya inversión en I+D supera el 1% de su PBI, con un valor similar al de España. Argentina, portadora de tradiciones no suficientemente sostenidas a lo largo de los años, invierte un valor claramente inferior (RICYT 2022). </div><div><br /></div><div>Es fácil comprender que constituir un fondo común para financiar proyectos de I+D, como hubiera sido necesario para crear un “programa marco” de investigación científica y tecnológica del MERCOSUR, era un propósito poco viable debido a la marcada diversidad de aportes que cada país está en condiciones de realizar. De hecho, cuando los países pudieron crear el FOCEM, al que se ha hecho referencia, este fondo tenía una finalidad más bien asistencial como era la de promover la cohesión, en particular de las economías menores y las regiones menos desarrolladas. Fue un gran logro obtener financiamiento del FOCEM para las actividades de biomedicina. Del mismo modo, cuando se contó con la ayuda de la Unión Europea fue posible desarrollar un programa tan exitoso como lo fue BIOTECSUR. Este trayecto nos deja una lección fundamental y es la necesidad de repetir las búsquedas, no las soluciones. Del mismo modo que la Unión Europea es el resultado de una larga búsqueda orientada a fortalecer las debilidades y aprovechar las oportunidades de los países europeos, en la que muchos se esforzaron por afinar diagnósticos y mover voluntades, los latinoamericanos y los mercosureños debemos recorrer el mismo camino de leer las capacidades disponibles y las necesidades de nuestros países para impulsar el desarrollo y la cohesión social con modelos propios. </div><div><br /></div><div>Es evidente que la ciencia y la tecnología deben jugar un papel decisivo para lograr tales propósitos, pero no a través de senderos imitativos, sino creativos. Esa creatividad implica la búsqueda de soluciones que no sólo tomen en cuenta el entorno particular del MERCOSUR, sino también las nuevas tendencias a nivel global en el desarrollo científico y su vínculo con la aplicación de nuevas tecnologías en el tejido social y productivo. Es el caso, por ejemplo, de la mencionada “industria 4.0”, consistente en la creciente digitalización de los procesos productivos y la aplicación de tecnologías de inteligencia artificial y big data. Resulta alentador el hecho de que la revolución 4.0 relativiza la escasez de recursos financieros e infraestructuras costosas porque es más dependiente de la disponibilidad de recursos humanos altamente capacitados, aspecto que en los países del MERCOSUR está más desarrollado que la inversión. Esto abre grandes oportunidades a los países, las instituciones y los individuos suficientemente formados como para movilizar recursos intelectuales. Pero plantea al mismo tiempo una tarea nada sencilla y es la de transformar profundamente las instituciones educativas para que estén en condiciones de formar los profesionales 4.0. Se trata de otro campo en el que se requieren políticas públicas adecuadas dentro del MERCOSUR, pero para su diseño y ejecución se requieren espacios de coordinación que no parecen estar maduros aún dentro del bloque. </div><div><br /></div><div><b>REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS</b> </div><div><b>Albornoz, M.</b> (2001). Política científica. Bernal, Argentina: Universidad Virtual de Quilmes. Albornoz M. (2013). Innovación, equidad y desarrollo latinoamericano. ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y Política, nº 48, pp.111-126 Recuperado de: https://isegoria.revistas.csic.es/index.php/isegoria/article/view/813/812 </div><div><b>Albornoz, M. y Alfaraz, C.</b> (Comp.) (2006). Redes de Conocimiento: construcción, dinámica y Gestión. Buenos Aires: RICYT y Unesco. </div><div><b>Bell, M</b>. (1995). Enfoques sobre política de ciencia y tecnología en los años 90: viejos modelos y nuevas experiencias. REDES, v. 2, n° 5, pp.7-34. 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Especializado en temas relacionados con la producción, gestión y análisis de información científica, tecnológica y de innovación. Actualmente se desempeña como Coordinador del Observatorio Iberoamericano de la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad de la OEI y como Coordinador de la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología (RICYT). Fue director del Centro de Estudios sobre Ciencia, Desarrollo y Educación Superior (REDES) entre 2011 y 2013. Ha estado a cargo de la organización del área de indicadores de producción científica del Centro Argentino de Información Científica y Tecnológica (CAICYT-CONICET) (2005 -2009). Además, ha participado y coordinado diversos proyectos de investigación y consultoría para distintos organismos internacionales, como OCDE, UNESCO, BID, Banco Mundial y la Unión Europea. ORCID: 0000-0002-4299-5021</div></div>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-27560500180993660102023-01-13T12:33:00.004-08:002023-02-14T06:47:13.809-08:00Ciencia argentina: realidad y discurso<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjJ6wrKNyAGLAcpPk5Eu25-zKbsyaOp9ZWmoJdLkCKZFagj6H-TgBwQkklC7ca4HdDQSeQE-uEFfCyVIYHSeT6AXoOaqcduXaZc5Pxpmk3EOmbLQ0dPzWzZzA2tLRuq-6kplRwyuz0K5uP2CBEDKRBLpdl0W_0f1MW-32ESegB2h5OWG4NBM7NpY6-qqQ/s1920/La%20Naci%C3%B3n.webp" style="clear: left; display: inline; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1280" data-original-width="1920" height="133" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjJ6wrKNyAGLAcpPk5Eu25-zKbsyaOp9ZWmoJdLkCKZFagj6H-TgBwQkklC7ca4HdDQSeQE-uEFfCyVIYHSeT6AXoOaqcduXaZc5Pxpmk3EOmbLQ0dPzWzZzA2tLRuq-6kplRwyuz0K5uP2CBEDKRBLpdl0W_0f1MW-32ESegB2h5OWG4NBM7NpY6-qqQ/w193-h133/La%20Naci%C3%B3n.webp" width="193" /></a></div><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"></blockquote><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><p style="text-align: left;"><span>L</span>a ciencia argentina ofrece muchas realidades de las que sentirse orgullosa, no solamente por su tradición de excelencia expresada en los premios Nobel logrados hace algunas décadas, sino por la respuesta que fue capaz de dar recientemente, durante la pandemia. Sin embargo, no es diferente la ciencia argentina al resto del país: al igual que él se debate en una serie de encrucijadas, algunas de ellas relacionadas con la limitación de recursos, otras con la calidad y cantidad de sus investigadores, el diseño de sus instituciones y la dificultad para establecer prioridades razonables, entre otras cuestiones.</p></blockquote></blockquote></blockquote></blockquote></blockquote></blockquote></blockquote><p><b>Publicado en La Nación el 15 de septiembre de 2022 </b><span></span></p><a name='more'></a><span><br /></span><p></p><p></p><p align="left" class="MsoNormal" style="text-align: left; vertical-align: baseline;"><a href="https://www.lanacion.com.ar/" title="Noticias de LA NACION"><span style="border: 1pt none windowtext; color: #0250c9; font-family: "inherit",serif; font-size: 12pt; mso-bidi-font-family: Arial; mso-border-alt: none windowtext 0cm; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 0cm; text-decoration: none; text-underline: none;">LA NACION</span></a><a href="https://www.lanacion.com.ar/politica/" title="Noticias de Política"><i><span style="border: 1pt none windowtext; color: #cccccc; font-family: "inherit",serif; font-size: 12pt; mso-bidi-font-family: Arial; mso-border-alt: none windowtext 0cm; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 0cm; text-decoration: none; text-underline: none;">></span></i><span style="border: 1pt none windowtext; color: #0250c9; font-family: "inherit",serif; font-size: 12pt; mso-bidi-font-family: Arial; mso-border-alt: none windowtext 0cm; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 0cm; text-decoration: none; text-underline: none;">Política</span></a><span style="border: 1pt none windowtext; color: #0250c9; font-family: "inherit",serif; font-size: 12pt; mso-bidi-font-family: Arial; mso-border-alt: none windowtext 0cm; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 0cm;"> </span><span style="border: 1pt none windowtext; color: #333333; font-family: "inherit",serif; font-size: 12pt; mso-bidi-font-family: Arial; mso-border-alt: none windowtext 0cm; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 0cm;">Análisis</span><span style="border: 1pt none windowtext; font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12pt; mso-border-alt: none windowtext 0cm; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 0cm;"><o:p></o:p></span></p>
<p align="left" class="MsoNormal" style="mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-outline-level: 2; text-align: left; vertical-align: baseline;"><b><span style="color: #333333; font-family: "inherit",serif; font-size: 18pt; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;">A diferencia de lo que ocurre en los países más avanzados, la mayor
parte de la inversión en ciencia ha sido realizada por los gobiernos y es
comparativamente bajo el esfuerzo del sector privado</span></b><b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 18pt; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></b></p>
<br /><br />15 de septiembre de 2022 <br /><br />Mario Albornoz <br /><br />La <a href="https://www.lanacion.com.ar/tema/conicet-tid68300/">ciencia argentina</a> ofrece muchas realidades de las que sentirse orgullosa, no solamente por su tradición de excelencia expresada en los premios Nobel logrados hace algunas décadas, sino por la respuesta que fue capaz de dar recientemente, durante la pandemia, con el desarrollo de vacunas, proteínas, sistemas de detección, bases de datos y hasta desarrollo de dispositivos. No es el único ejemplo virtuoso, hay más, pero tampoco es un fiel reflejo de su panorama general. <br /><br />No es diferente la ciencia argentina al resto del país: al igual que él, se debate en una serie de encrucijadas, algunas de ellas relacionadas con la limitación de recursos, otras con la calidad y cantidad de sus investigadores, el diseño de sus instituciones y la dificultad para establecer prioridades razonables, entre otras cuestiones. En lo que sigue me referiré a la investigación académica y no a los organismos tecnológicos, pese a que algunos de ellos hagan también investigación. <br /><br />Es necesario retroceder hasta 1976, en los comienzos de la dictadura militar, para comprender algunas tendencias actuales. En aquel año comenzó a producirse una transferencia de recursos presupuestarios desde las universidades hacia el Conicet, que durante aquellos años creó más de cien institutos de su propia dependencia o de fundaciones satélites convirtiéndolos en bolsones de presunta excelencia académica, dotados de recursos en medio de un tejido universitario empobrecido y al que se menospreciaba por politizado. Actualmente ese modelo de proliferación de centros e institutos no ha cambiado y, por el contrario, se ha acentuado. <br /><br />Se observa, por otra parte, que la mayor parte de la inversión en ciencia ha sido realizada por el gobierno y es comparativamente bajo el esfuerzo del sector privado <br /><br />Durante los primeros años a partir de la recuperación de la democracia la política científica estuvo impulsada por una mística que privilegiaba el estímulo de la excelencia y la democratización de los centros de investigación. Más tarde la ciencia conoció los efectos de la depresión que experimentó el país a partir de 2001, lo que fue acentuado con los tintes fuertes de la emigración de gran parte de los jóvenes. Durante los años posteriores se experimentó una recuperación y una centralidad discursiva que al cabo ha demostrado ser más simbólica que real. <br /><br />A pesar de lo declarativo, ciertas tendencias se mostraron estables a lo largo de los sucesivos gobiernos. La más evidente es la escasa variabilidad de la inversión en investigación y desarrollo tecnológico (I+D). Se trata de una limitación de recursos que confronta con una creencia ampliamente instalada acerca de la prioridad que le habría sido asignada a la ciencia en los presupuestos públicos durante los últimos 20 años. En realidad, no ha habido grandes fluctuaciones, ya que a lo largo de todo el período los recursos para ciencia y tecnología oscilaron en torno al 0,5% del PBI, sumando tanto el aporte del sector público, como del privado. No ha habido cambios dramáticos en esta relación, aunque sí los hubo en el volumen del PBI. <br /><br />Se observa, por otra parte, que la mayor parte de la inversión en ciencia ha sido realizada por el gobierno y es comparativamente bajo el esfuerzo del sector privado, a diferencia de lo que ocurre en los países más avanzados. <br /><br />Hace pocos días el presidente Alberto Fernández <a href="https://www.lanacion.com.ar/politica/alberto-fernandez-viajo-a-bariloche-y-prometio-convertir-a-la-ciudad-en-la-capital-nacional-de-la-nid30082022/">dijo que en los países desarrollados se llega al 2% del PBI</a> y que la Argentina está en el 0,30%. Los valores son aproximadamente correctos, pero la comparación es errónea. Los presupuestos públicos de ningún país llegan al 2%. Ese valor incluye el aporte privado que necesariamente debe ser estimulado, pese a que tanto en la sociedad como en la comunidad científica hay una fuerte inclinación a considerar que el financiamiento de la ciencia y la tecnología debe corresponder casi en su totalidad al estado. <br /><br /><b>Política de empleo, más que científica </b><br /><br />En cuanto a la dotación de investigadores y tecnólogos, la política científica en los últimos años pareció tener pocos objetivos además de incorporar cada vez más investigadores y becarios al Conicet. Esta política tuvo éxito en la medida que la Argentina es el país latinoamericano con mayor número de investigadores en relación con la población económicamente activa (tres por cada mil integrantes de la población económicamente activa (PEA), aunque este valor sea muy bajo con relación a España y Portugal (seis y casi diez, respectivamente). La contracara es que al no haber aumentado suficientemente el financiamiento, más del ochenta por ciento del presupuesto para la ciencia son salarios que, por lo demás, son muy bajos. <br /><br />Tampoco la inversión en infraestructura y equipamiento puede acompañar tal crecimiento en la medida necesaria. En mi opinión, esta estrategia es más parecida a una política de empleo (de cierto perfil profesional) que a una auténtica política científica. Con un agravante: ni las empresas, ni las universidades ni el propio Conicet generan puestos suficientes para los doctores que se están formando, lo que da lugar a varias salidas insatisfactorias como prolongar y multiplicar las becas. <br /><br />Da impulsos, además, a una nueva oleada de emigración que no se orienta solamente hacia los países más avanzados, sino en buena medida hacia los latinoamericanos. <br /><br />La Argentina es el país latinoamericano con mayor número de investigadores en relación con la población económicamente activa (tres por cada mil integrantes de la población económicamente activa <br /><br />Es cierto que no se han visto perjudicados los grupos de nivel científico más alto. Por el contrario, durante los doce años de gestión de <a href="https://www.lanacion.com.ar/tema/lino-baranao-tid48172/">Lino Barañao</a> como ministro (y durante un breve período, secretario) se invirtieron grandes sumas en construir infraestructuras y dotar de costoso equipamiento a proyectos de alto nivel científico, pero se dejó avanzar al Conicet por el rumbo de aumentar exageradamente su planta de investigadores y becarios. <br /><br />El resultado es que el país cuenta sí, con un grupo de investigadores excelentes: un 10% de los autores argentinos de artículos científicos recogidos en revistas y bases de datos de corriente principal de la ciencia tiene una producción comparable en cantidad y calidad con los del mundo más desarrollado. El resto, en cambio, muestra una producción inferior a la de otros países latinoamericanos. <br /><br />Probablemente influye en ello el hecho de que gran parte de los docentes investigadores universitarios tienen dedicación parcial y que las limitaciones de infraestructura y equipamiento afectan también su productividad. El bajo nivel de los salarios tiene también influencia, no sólo desde el punto de vista anímico, sino del necesario pluriempleo. <br /><br /><b>Educación y ciencia </b><br /><br />La importancia de las representaciones simbólicas en los juicios de valor de la comunidad científica queda reflejada en el entusiasmo con que se recibió la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, en 2007. En el clima de festejos, nadie pareció caer en la cuenta de que tal ministerio ya existía, bajo la forma de Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología. Es decir que, en la práctica, lo que se hizo fue separar administrativa y políticamente la educación de la ciencia, lo que impidió desarrollar políticas del conocimiento que articularan ambas dimensiones en forma conjunta. <br /><br />La ciencia y la tecnología son esenciales para el desarrollo, pero ellas por sí mismas no sacan a los países de la pobreza. Es necesaria una compleja trama de actores que además de investigar, financien, difundan y apliquen el conocimiento en proyectos innovadores. Algo se ha avanzado en la generación de tales redes, pero la vinculación de los centros de I+D con su entorno económico y social es todavía incipiente. Los estudios de innovación muestran que es baja la proporción de empresas que han establecido acuerdos de cooperación con instituciones de ciencia y tecnología. Paralelamente, los indicadores de patentamiento dan valores muy bajos, inferiores a los de Brasil, México, Chile y Colombia. <br /><br />La investigación debe ser fortalecida en las universidades nacionales y para ello es preciso aumentar las dedicaciones exclusivas. Esto ya lo sabía <a href="https://www.lanacion.com.ar/cultura/houssay-la-ciencia-argentina-con-proyeccion-internacional-nid168854/">Bernardo Houssay.</a> También es importante que las universidades tengan mayor protagonismo y autonomía en la gestión de la investigación que realizan. En tal sentido, es necesario revisar la política de creación de institutos del Conicet. Si la política seguida en estos años dio resultados inferiores a los de otros países de América Latina no tiene sentido continuar con ese mismo modelo, sin hacer antes una revisión profunda de sus supuestos básicos. <br /><br />El país cuenta sí, con un grupo de investigadores excelentes: un 10% de los autores argentinos de artículos científicos recogidos en revistas y bases de datos de corriente principal de la ciencia tiene una producción comparable en cantidad y calidad con los del mundo más desarrollado <br /><br />Es imprescindible aumentar la inversión, tanto pública como privada, en I+D. Pero tanto o más importante es dotar a la práctica científica y tecnológica de una nueva mística, como ocurriera en los comienzos de la democracia actual. El vínculo con la sociedad debe ser uno de los ejes principales. El estímulo a la “sociedad del conocimiento” surge como un imperativo, lo que refuerza la necesidad de una política destinada a premiar la excelencia, fortalecer los grupos de I+D, abrirlos al mundo, impulsar las redes y generar proyectos de envergadura en temas críticos como el medio ambiente, la salud, la energía, la pobreza y otros tantos que conforman la agenda global de los objetivos de desarrollo sostenible.
<p align="left" class="MsoNormal" style="mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; text-align: left; vertical-align: baseline;"><b><i><span style="border: 1pt none windowtext; color: #333333; font-family: "inherit",serif; font-size: 14.5pt; mso-bidi-font-family: Arial; mso-border-alt: none windowtext 0cm; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 0cm;">* </span></i></b><b><i><span style="border: 1pt none windowtext; color: #333333; font-family: "inherit",serif; font-size: 12pt; mso-bidi-font-family: Arial; mso-border-alt: none windowtext 0cm; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR; padding: 0cm;">El
autor es Investigador principal del Conicet y miembro del Centro de Estudios
sobre Ciencia, Desarrollo y Educación Superior (Redes).</span></i></b><span style="color: #333333; font-family: "Georgia",serif; font-size: 12pt; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-AR;"><o:p></o:p></span></p><span></span><p></p>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-1080659917924989702022-11-15T10:38:00.006-08:002023-04-20T12:37:09.258-07:00Avatares de la ciencia y tecnología en América Latina<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: arial;"></span></b></p><div class="separator" style="clear: both; font-size: large; text-align: center;"><b><span style="font-family: arial;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjRpJlCfx-wyBYVLU3B8eKEuLWNw8lYq2ElQkXoQ5J4lQOHRRe_Rfk891FrowIO5maphBxETK0M7YuYQmClWrInb4magePhT-QxoHPgRVTp2oKytjZVipiBNUZR9gsRsSd_2unimQErXzEBb7asavd9SaS8bNHJgVFOthlcVYhdqGobnBND5vbW8OgmvA/s300/unnamed.png" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="101" data-original-width="300" height="101" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjRpJlCfx-wyBYVLU3B8eKEuLWNw8lYq2ElQkXoQ5J4lQOHRRe_Rfk891FrowIO5maphBxETK0M7YuYQmClWrInb4magePhT-QxoHPgRVTp2oKytjZVipiBNUZR9gsRsSd_2unimQErXzEBb7asavd9SaS8bNHJgVFOthlcVYhdqGobnBND5vbW8OgmvA/s1600/unnamed.png" width="300" /></a></span></b></div><b><span style="font-family: arial;"><br />Artículo en coautoría con Rodolfo Barrere (RICYT-OCTS)</span></b><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Es frecuente referirse
a América Latina como un conjunto homogéneo de países que comparten lenguas,
historias y tradiciones afines. Esta imagen es parcialmente cierta, pero si se pretendiera
caracterizar con un rasgo a la región, éste sería la diversidad, por cuanto conviven
en ella países de muy diferentes características, tamaños y niveles de
desarrollo. En este escenario plural la ciencia y la tecnología fueron percibidas
tempranamente como muy importantes en las estrategias de desarrollo. Lo cierto
es que se lograron algunos éxitos, incluso resonantes, en ciencias biomédicas,
tecnología nuclear, espacial y agropecuaria, entre otras. Sin embargo, en
términos generales los resultados no fueron los esperados en cuanto al logro de
la meta del desarrollo y la reducción de la pobreza.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"></span></p><a name='more'></a><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><div style="text-align: justify;">Durante los primeros años del siglo XXI las circunstancias
internacionales tuvieron un vuelco muy favorable para la región, debido al
aumento del precio de las materias primas. Ello dio lugar a un largo período de
crecimiento del producto en casi todos los países, abriendo las puertas a una
relativa prosperidad que se tradujo también en incrementos del presupuesto
público destinado a ciencia y tecnología.<a href="file:///C:/Users/mcrespo/Downloads/Avatares%20de%20la%20ciencia%20en%20Latinoam%C3%A9rica.docx#_ftn1" name="_ftnref1" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Arial",sans-serif" style="mso-ansi-language: ES-AR; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-font-size: 11.0pt; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></a> Cabe
formular la pregunta acerca de hasta qué punto aquella bonanza fue aprovechada
para fortalecer las capacidades y vincular la ciencia y la tecnología con las
actividades productivas. La respuesta más plausible es que aquello ocurrió sólo
parcialmente y con diferencias importantes entre países y sectores de la
economía. Los indicadores disponibles muestran que tales aumentos replicaron la
curva del producto del país, sin aumentar sensiblemente su participación en él,
a excepción de Brasil.<a href="file:///C:/Users/mcrespo/Downloads/Avatares%20de%20la%20ciencia%20en%20Latinoam%C3%A9rica.docx#_ftn2" name="_ftnref2" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Arial",sans-serif" style="mso-ansi-language: ES-AR; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-font-size: 11.0pt; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin;">[2]</span></span><!--[endif]--></span></a>
Esto ocasionó que, en años más recientes, cuando el producto dejó de crecer,
también lo hizo el financiamiento público a la ciencia y la tecnología. <a href="http://app.ricyt.org/ui/v3/comparative.html?indicator=GAS_IMD_PPC&start_year=2010&end_year=2019">En 2016, por primera vez desde el año 2000,
los recursos destinados a I+D decrecieron en Latinoamérica</a>. En términos relativos al PBI, <a href="http://app.ricyt.org/ui/v3/comparative.html?indicator=GASTOxPBI&start_year=2010&end_year=2019">la inversión en I+D de la región descendió de
un 0,65% a un 0,56%.</a></div></span><p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Comparativamente, la
inversión en I+D de los países de América Latina continúa teniendo una baja
intensidad en comparación a la de los países industrializados. Brasil alcanza el
equivalente a 1,16% del PBI y Uruguay 0,53%. El resto de los países invirtió
menos del 0,50% de su producto en I+D. Por contraste, Corea e Israel
destinan casi el 5%, mientras que Alemania y Estados Unidos rondan el 3%
del PBI. No obstante, la baja intensidad de la inversión no está
relacionada de manera directa con el esfuerzo de los gobiernos; el sector
empresarial es el más rezagado en este aspecto. Por otra parte, es importante
no perder de vista que la inversión regional representa tan sólo el 2,6% del
total mundial. América Latina se caracteriza, además, por un fenómeno de
concentración en el cual Brasil, México y Argentina, representan el 82% de su
inversión total.<a href="file:///C:/Users/mcrespo/Downloads/Avatares%20de%20la%20ciencia%20en%20Latinoam%C3%A9rica.docx#_ftn3" name="_ftnref3" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Arial",sans-serif" style="mso-ansi-language: ES-AR; mso-bidi-font-size: 11.0pt; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin;">[3]</span></span><!--[endif]--></span></a> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">A pesar de las
restricciones económicas, la disponibilidad de recursos humanos siguió
manteniendo un sendero de crecimiento. <a href="http://app.ricyt.org/ui/v3/comparative.html?indicator=CPERSOEJC&start_year=2010&end_year=2019">La cantidad de investigadores<span title=""><sup><!--[if !supportFootnotes]--><u><sup><span face=""Arial",sans-serif" style="color: #0563c1; mso-ansi-language: ES-AR; mso-bidi-font-size: 11.0pt; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-themecolor: hyperlink;">[4]</span></sup></u><!--[endif]--></sup></span>
aumentó un 57% entre 2010 y 2019</a>, pasando de 246.444 a 389.932. Por supuesto, semejante expansión de la
base científica en relación con la inversión puede generar dificultades serias
en el corto plazo por la marcada caída de la inversión por investigador.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La producción
científica, medida en la cantidad de artículos de autores en bases de datos
indexadas, tuvo en ese mismo decenio un crecimiento aún mayor. <a href="http://app.ricyt.org/ui/v3/comparative.html?indicator=CSCOPUS&start_year=2010&end_year=2019">Entre 2010 y 2019 la cantidad de artículos
registrados en SCOPUS por autores latinoamericanos creció un 79%,</a> destacándose el crecimiento de Chile y Colombia
que duplicaron y triplicaron, respectivamente, su cantidad de artículos en
esta base de datos. En cambio las patentes, como expresión “proxi” del
desarrollo tecnológico, han seguido una tendencia opuesta. La cantidad total de
patentes solicitadas en las oficinas nacionales de los países latinoamericanos
descendió un 3% entre 2010 y 2019. Chile y Colombia las duplicaron, pero su
impacto sobre el total regional quedó anulado por el retroceso en otros países.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En el campo de la cooperación en investigación también
hay dificultades. Como muestran los indicadores bibliométricos, la voluntad de
constituir una comunidad científica regional no parece igualmente interesante
para todos los países. Brasil ha alcanzado una dimensión tal que le permite
cierta autosuficiencia, como lo demuestra el hecho de que sus autores colaboran
principalmente con colegas de su propia nacionalidad. <a href="http://app.ricyt.org/ui/v3/comparative.html?indicator=IDCCOLAB_TOT&start_year=2010&end_year=2019">El 68% de sus
artículos en SCOPUS no cuentan con coautores de otros países Muy diferente es
la situación de los países más pequeños, cuyas instituciones científicas deben
ser fortalecidas y la inserción internacional de sus grupos académicos es un
camino</a></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Una diferencia no menor proviene además de la
diversa importancia que la política de cada país asigna a las capacidades
propias en ciencia y tecnología. Brasil, que aspira a jugar en las “grandes
ligas” de la política y la economía internacional, tiene muy clara la necesidad
de contar con una potencialidad científica, tecnológica y de innovación capaz
de impulsar su desarrollo. Es el único país latinoamericano cuya inversión en
I+D supera el 1% de su PBI, con un valor similar al de España. Argentina,
portadora de tradiciones no suficientemente sostenidas a lo largo de los años,
invierte un valor claramente inferior: 0.47% es el último dato disponible.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Las nuevas tendencias a nivel global del desarrollo científico,
como es el caso de la llamada “industria 4.0” abren oportunidades, por cuanto son
más dependientes de la disponibilidad de recursos humanos altamente
capacitados, que de la inversión. Esto plantea la necesidad de transformar
profundamente las instituciones educativas para que estén en condiciones de
formar los profesionales dotados de las capacidades necesarias. Se trata de un
desafío para cuya respuesta se requieren espacios de coordinación que aún no
están suficientemente maduros en el escenario latinoamericano.<o:p></o:p></span></p>
<div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></div><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><!--[if !supportFootnotes]-->
</span><hr size="1" style="text-align: left;" width="33%" />
<span style="font-family: arial; font-size: medium;"><!--[endif]-->
</span><div id="ftn1">
<p class="MsoFootnoteText" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><a href="file:///C:/Users/mcrespo/Downloads/Avatares%20de%20la%20ciencia%20en%20Latinoam%C3%A9rica.docx#_ftnref1" name="_ftn1" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span lang="ES-TRAD"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face="Arial, sans-serif" lang="ES-TRAD">[1]</span></span><!--[endif]--></span></span></a><span lang="ES-TRAD"> Entre 2010 y 2019, el Producto Bruto Interno (PBI) de América
Latina mostró un crecimiento total del 34%, alcanzando los diez mil millones de
dólares expresados en Paridad de Poder de Compra (PPC). Sin embargo, desde 2011 se apreció un
estancamiento que afectó al desarrollo de las actividades de ciencia y
tecnología.</span><o:p></o:p></span></p>
</div>
<div id="ftn2">
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><a href="file:///C:/Users/mcrespo/Downloads/Avatares%20de%20la%20ciencia%20en%20Latinoam%C3%A9rica.docx#_ftnref2" name="_ftn2" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face="Arial, sans-serif">[2]</span></span><!--[endif]--></span></a> Los indicadores publicados por la Red Iberoamericana de Indicadores de
Ciencia y Tecnología (RICYT) muestran un panorama detallado de la situación
actual y tendencias de la ciencia y la tecnología en la región. El rezago
normal en la recopilación y publicación de indicadores comparativos a nivel
mundial hace que contemos con datos hasta el año 2019, justo antes de que el
mundo fuera golpeado por la pandemia de COVID-19.<o:p></o:p></span></p>
</div>
<div id="ftn3">
<p class="MsoFootnoteText" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><a href="file:///C:/Users/mcrespo/Downloads/Avatares%20de%20la%20ciencia%20en%20Latinoam%C3%A9rica.docx#_ftnref3" name="_ftn3" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span lang="ES-TRAD"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face="Arial, sans-serif" lang="ES-TRAD">[3]</span></span><!--[endif]--></span></span></a><span lang="ES-TRAD"> Datos disponibles en <a href="http://www.ricyt.org/wp-content/uploads/2021/11/1.1.El-Estado-de-la-Ciencia-en-Im%C3%A1genes.pdf">http://www.ricyt.org/wp-content/uploads/2021/11/1.1.El-Estado-de-la-Ciencia-en-Im%C3%A1genes.pdf</a></span></span></p>
</div>
<div id="ftn4">
<p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><o:p></o:p></span></p>
</div>
</div><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><a href="file:///C:/Users/mcrespo/Downloads/Avatares%20de%20la%20ciencia%20en%20Latinoam%C3%A9rica.docx#_ftnref4" name="_ftn4" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span lang="ES-TRAD"><span class="MsoFootnoteReference"><span face="Arial, sans-serif" lang="ES-TRAD">[4]</span></span></span></span></a><span lang="ES-TRAD"> M</span><span lang="ES-TRAD">edidos
en equivalencia a jornada completa o EJC.</span> </span></p>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-40677678588859943852022-11-15T10:30:00.017-08:002023-04-08T08:26:10.564-07:00El futuro del español y el portugués en la ciencia: un tema de política científica<p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span style="font-weight: normal;">Pensar estrategias para impulsar una mayor presencia del español y el portugués en la producción de textos científicos, en un contexto de multilingüismo, es una tarea compleja que puede ser abordada desde distintas perspectivas. Una de ellas es la de la política científica. ¿Por qué? Porque la política científica es el proceso de toma de decisiones a través del cual se asignan los recursos que permiten conducir la investigación científica e impulsar la transferencia de sus resultados a la sociedad. Se trata de un proceso que incluye diversas etapas, tales como la investigación y desarrollo (I+D) que conduce a la producción de conocimiento científico y tecnológico, la comunicación, la transferencia y el impacto sobre la sociedad. En cada una de ellas el idioma juega una función específica. En cada una de ellas se juega el plurilingüismo. En todas ellas se requiere una política pública regulatoria y promotora.</span></span></p><p><span></span></p><a name='more'></a><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><div style="text-align: justify;">Desde esta perspectiva abordaré tres temas en torno a los cuales trataré de recomendar algunas acciones que puedan formar parte de las políticas de ciencia y tecnología para estimular la producción y circulación de textos científicos en portugués y español (dejo de lado la innovación porque tiene actores y dinámicas diferentes).</div></span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Los temas a los que me voy a referir son:</span></p><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">1. Desarrollo relativo de la ciencia en Iberoamérica</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">2. Cultura académica</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">3. Publicaciones científicas y bases de datos bibliográficas</span></p></blockquote><p> </p><p></p><p class="MsoListParagraph" style="margin-left: 18pt; mso-add-space: auto; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><!--[if !supportLists]--><b><span style="mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: Arial;"><span style="mso-list: Ignore;">1.<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-variation-settings: normal; font-weight: normal; line-height: normal;">
</span></span></span></b><!--[endif]--><b>Desarrollo de la ciencia en Iberoamérica<o:p></o:p></b></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Hoy no cabe duda de que el desarrollo mundial, tanto en sus
aspectos económicos como sociales, tiene uno de sus vectores centrales en la
producción de conocimiento científico y tecnológico. En este escenario de
creciente centralidad de la ciencia y la tecnología se observa que es muy bajo
el porcentaje de artículos científicos en español y portugués registrados en
las bases de datos internacionales. En SCOPUS, por ejemplo, la presencia de
publicaciones latinoamericanas (en cualquier idioma) representaba en 2019 tan
solo el 5% del total de la base, en tanto las iberoamericanas ascendían a 8,6%.
Sin embargo, el porcentaje de artículos científicos en español y en portugués es
claramente inferior, como se verá en el siguiente apartado.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La realidad muestra que a nivel mundial la dimensión de la
ciencia en los países de América Latina, España y Portugal es pequeña. Pero no
se trata solo de un problema lingüístico, ya que la inversión en I+D de este
conjunto de países es también baja. Lo más llamativo es que no solamente resulta
ser más baja que la de los países desarrollados, sino que tiene una tendencia
decreciente, en términos comparativos.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En 2010 la inversión de América Latina en I+D fue
equivalente al 3.6% del total mundial, pero en 2019 había descendido al 2,6% de
dicho total. El mismo fenómeno de disminución se registraba en Iberoamérica (es
decir, sumando España y Portugal). En 2010 la inversión en I+D de Iberoamérica
fue equivalente al 5,2% del total mundial, pero en 2019 había descendido al
3,9% de la inversión en I+D de todo el mundo (RICYT, 2021).</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Un indicador muy conocido que da cuenta de la importancia
que alcanza en cada país la inversión en ciencia y tecnología es el que la
compara como porcentaje del PBI. Este indicador nos puede dar algunas pistas
acerca de lo que ocurre con el español y el portugués como lenguas de la
ciencia. En 2019, a nivel mundial, la inversión en I+D de un grupo de países superaba
el 4% de su PBI (Israel 4,95% y Corea 4,81%). Otro grupo de países superaba el 3%.
Entre ellos, Alemania con el 3,09%. Un tercer grupo superaba el 2% del PBI (Estados
Unidos, 2,83%, Francia 2,20% y la media de <span style="background: white; color: #222222; mso-bidi-font-family: Arial;">la Unión Europea en 2019 era de 2,12%). </span>En
contraste, tan solo tres países iberoamericanos superaban el 1% (Portugal 1,4%,
España 1,25% y Brasil 1,16%). El resto mostraba valores más bajos. En conjunto,
la inversión latinoamericana fue equivalente en 2019 al 0,56% del PIB. Si se
añaden España y Portugal, la inversión iberoamericana con relación al PIB
alcanzaba el 0.70% (RICYT, 2021).</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Otro indicador refleja el capital humano de cada país para
la I+D. En este caso, se trata del número de investigadores latinoamericanos
con relación al total mundial, que era del 3,5% en 2010 y del 4% en 2019
(RICYT, 2021). Frente a estos datos, es evidente que la visibilidad de las
lenguas portuguesa y española en textos científicos tiene un valor muy similar
a la participación latinoamericana en la inversión en I+D y en el número de
investigadores a nivel global.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En resumen, los indicadores disponibles son elocuentes en el
sentido de que la presencia relativamente baja de textos científicos en español
y portugués en bases de datos internacionales no es exclusivamente un problema
lingüístico, sino el reflejo de la magnitud del esfuerzo y las capacidades en I+D
de los países iberoamericanos; esto es, un resultado de su política científica
y tecnológica. En conclusión, para expandir en el futuro la presencia del
español y portugués como lenguas científicas es necesario expandir la ciencia.
Esto es, fortalecer los sistemas locales de I+D y transferencia de conocimientos,
mediante políticas adecuadas. Por lo tanto, formular esta conclusión como
propuesta de políticas públicas equivale a afirmar que es necesario fortalecer
las capacidades en ciencia y tecnología de los países iberoamericanos, aumentando
la inversión en I+D y fortaleciendo los vínculos entre los actores de los
procesos de producción y uso de conocimiento para estimular la innovación.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></p><p></p><p class="MsoListParagraph" style="margin-left: 18pt; mso-add-space: auto; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><!--[if !supportLists]--><b><span style="mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: Arial;"><span style="mso-list: Ignore;">2.<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-variation-settings: normal; font-weight: normal; line-height: normal;">
</span></span></span></b><!--[endif]--><b>Cultura académica<o:p></o:p></b></span></p><div class="WordSection1">
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El segundo aspecto es el de la cultura académica. Este
aspecto remite a la conducta de los investigadores; a sus decisiones y sus
valores. ¿Cómo es posible acercarse a estos fenómenos? Un rasgo característico de
las nuevas tendencias en la práctica científica es la participación de los
investigadores en redes internacionales de conocimiento. En tal sentido, cabe explorar
las estrategias de comunicación de los investigadores iberoamericanos a través
de su participación en redes. El indicador que da cuenta de la coautoría de
trabajos científicos permite inferir tendencias en el comportamiento de los
investigadores con relación a sus colegas. ¿Son propensos a participar en redes
de conocimiento? ¿En qué medida participan en redes con otros investigadores
iberoamericanos?</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Veamos en primer lugar lo que ocurre con los investigadores
españoles. Algo más de la mitad de los artículos científicos de autores de esa
nacionalidad registrados en SCOPUS (2020) son en colaboración internacional
(52%).</span><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: x-small;">(1)</span><span style="font-size: medium;"> Concretamente,
en 2020 se registraron 121.331 publicaciones de autores españoles en SCOPUS. De
ellas, 63.092 fueron en colaboración internacional y 13.364 en colaboración con
autores latinoamericanos. Puesto en otros términos, una quinta parte del total
de publicaciones en coautoría fue con investigadores latinoamericanos (21%).
Eso equivale a que tan solo el 11% del total de las publicaciones científicas españolas
indexadas en SCOPUS fue realizada en colaboración con investigadores de América
Latina.</span></span></p></div><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">A la inversa, el porcentaje de colaboración con España sobre
la totalidad de las publicaciones de cada país varía entre el 4% de Brasil y el
28% de Paraguay. Los números muestran que la colaboración internacional de los
investigadores brasileños es relativamente baja, lo que sugiere que comunican
principalmente para un público del propio Brasil. En el otro extremo, los
investigadores chilenos, tienen un alto porcentaje de artículos en coautoría
internacional lo que permite inferir que se esfuerzan por alcanzar un público de
alcance mundial. En ambos casos, los instrumentos de política científica
estimulan uno u otro comportamiento.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Estos valores no son azarosos. Reflejan las opciones de los
investigadores respecto a los públicos a los que desean comunicar los
resultados de sus investigaciones. Si desean comunicar a nivel internacional
pueden elegir revistas internacionales. Si desean comunicarse con públicos
locales o regionales, disponen de un gran número de revistas registradas en
LATINDEX, Scielo, Redalyc, Biblat, Dialnet y Redib, entre otras.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La propia base de datos SCOPUS proporciona la evidencia más
contundente de la escasa propensión de los investigadores iberoamericanos a
publicar en su propia lengua. En efecto, como puede verse en la tabla que sigue,
el total de publicaciones de autores iberoamericanos aumentó un 86% entre 2010
y 2021. En cambio, los textos en español y portugués lo hicieron tan solo en un
18%. La consecuencia es obvia: el porcentaje de artículos de iberoamericanos en
lenguas iberoamericanas descendió sostenidamente desde un 22% al 14%.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Es posible inferir, a partir de esos datos, que los
investigadores iberoamericanos prefieren publicar cada vez más en leguas
diferentes a las propias; probablemente en inglés. Esto, a modo también de
inferencia, puede deberse a que participan en redes con autores de países
angloparlantes o de mayor desarrollo relativo. Por lo tanto, la propuesta a
formular en este punto sería la de implementar políticas que promuevan la
participación de los investigadores iberoamericanos en redes que den impulso a la
circulación regional del conocimiento.</span><o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: center;"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Publicaciones de
autores iberoamericanos en español y portugué</span><span style="font-family: arial; font-size: medium;">s</span><o:p></o:p></b></p><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"><table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" class="MsoNormalTable" style="border-collapse: collapse; margin-left: 4.8pt; margin-right: 4.8pt; mso-padding-alt: 0cm 3.5pt 0cm 3.5pt; mso-table-anchor-horizontal: margin; mso-table-anchor-vertical: page; mso-table-layout-alt: fixed; mso-table-left: center; mso-table-lspace: 7.05pt; mso-table-rspace: 7.05pt; mso-table-top: 251.3pt; mso-yfti-tbllook: 1184; text-align: left; width: 511px;">
<tbody><tr style="height: 16.4pt; mso-yfti-firstrow: yes; mso-yfti-irow: 0;">
<td nowrap="" style="border: 1pt solid windowtext; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 85.35pt;" valign="bottom" width="114">
<p class="MsoNormal" style="line-height: 107%; margin-bottom: 8pt; text-align: left;"><b><span face="Calibri, sans-serif" style="font-size: 10pt; line-height: 107%;"> </span></b></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-left: none; border: 1pt solid windowtext; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: center;"><b><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">2010<o:p></o:p></span></b></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-left: none; border: 1pt solid windowtext; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: center;"><b><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">2012<o:p></o:p></span></b></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-left: none; border: 1pt solid windowtext; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: center;"><b><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">2014<o:p></o:p></span></b></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-left: none; border: 1pt solid windowtext; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: center;"><b><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">2016<o:p></o:p></span></b></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-left: none; border: 1pt solid windowtext; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: center;"><b><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">2018<o:p></o:p></span></b></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-left: none; border: 1pt solid windowtext; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: center;"><b><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">2020<o:p></o:p></span></b></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-left: none; border: 1pt solid windowtext; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.65pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: center;"><b><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">2021<o:p></o:p></span></b></p>
</td>
</tr>
<tr style="height: 16.4pt; mso-yfti-irow: 1;">
<td nowrap="" style="border-top: none; border: 1pt solid windowtext; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 85.35pt;" valign="bottom" width="114">
<p class="MsoNormal" style="text-align: left;"><b><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">Total Iberoamericano<o:p></o:p></span></b></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-bottom: 1pt solid windowtext; border-left: none; border-right: 1pt solid windowtext; border-top: none; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: left;"><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">174.736<o:p></o:p></span></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-bottom: 1pt solid windowtext; border-left: none; border-right: 1pt solid windowtext; border-top: none; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: left;"><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">203.122<o:p></o:p></span></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-bottom: 1pt solid windowtext; border-left: none; border-right: 1pt solid windowtext; border-top: none; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: left;"><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">222.794<o:p></o:p></span></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-bottom: 1pt solid windowtext; border-left: none; border-right: 1pt solid windowtext; border-top: none; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: left;"><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">237.986<o:p></o:p></span></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-bottom: 1pt solid windowtext; border-left: none; border-right: 1pt solid windowtext; border-top: none; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: left;"><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">263.430<o:p></o:p></span></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-bottom: 1pt solid windowtext; border-left: none; border-right: 1pt solid windowtext; border-top: none; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: left;"><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">304.211<o:p></o:p></span></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-bottom: 1pt solid windowtext; border-left: none; border-right: 1pt solid windowtext; border-top: none; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.65pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: left;"><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">325.443<o:p></o:p></span></p>
</td>
</tr>
<tr style="height: 16.4pt; mso-yfti-irow: 2;">
<td nowrap="" style="border-top: none; border: 1pt solid windowtext; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 85.35pt;" valign="bottom" width="114">
<p class="MsoNormal" style="text-align: left;"><b><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">En español o portugués<o:p></o:p></span></b></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-bottom: 1pt solid windowtext; border-left: none; border-right: 1pt solid windowtext; border-top: none; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: left;"><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">39.170<o:p></o:p></span></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-bottom: 1pt solid windowtext; border-left: none; border-right: 1pt solid windowtext; border-top: none; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: left;"><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">42.064<o:p></o:p></span></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-bottom: 1pt solid windowtext; border-left: none; border-right: 1pt solid windowtext; border-top: none; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: left;"><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">42.295<o:p></o:p></span></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-bottom: 1pt solid windowtext; border-left: none; border-right: 1pt solid windowtext; border-top: none; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: left;"><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">41.135<o:p></o:p></span></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-bottom: 1pt solid windowtext; border-left: none; border-right: 1pt solid windowtext; border-top: none; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: left;"><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">43.051<o:p></o:p></span></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-bottom: 1pt solid windowtext; border-left: none; border-right: 1pt solid windowtext; border-top: none; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: left;"><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">45.096<o:p></o:p></span></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-bottom: 1pt solid windowtext; border-left: none; border-right: 1pt solid windowtext; border-top: none; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.65pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: left;"><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">46.262<o:p></o:p></span></p>
</td>
</tr>
<tr style="height: 16.4pt; mso-yfti-irow: 3; mso-yfti-lastrow: yes;">
<td nowrap="" style="border-top: none; border: 1pt solid windowtext; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 85.35pt;" valign="bottom" width="114">
<p class="MsoNormal" style="text-align: left;"><b><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">% del total<o:p></o:p></span></b></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-bottom: 1pt solid windowtext; border-left: none; border-right: 1pt solid windowtext; border-top: none; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: center;"><b><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">22%<o:p></o:p></span></b></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-bottom: 1pt solid windowtext; border-left: none; border-right: 1pt solid windowtext; border-top: none; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: center;"><b><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">21%<o:p></o:p></span></b></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-bottom: 1pt solid windowtext; border-left: none; border-right: 1pt solid windowtext; border-top: none; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: center;"><b><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">19%<o:p></o:p></span></b></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-bottom: 1pt solid windowtext; border-left: none; border-right: 1pt solid windowtext; border-top: none; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: center;"><b><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">17%<o:p></o:p></span></b></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-bottom: 1pt solid windowtext; border-left: none; border-right: 1pt solid windowtext; border-top: none; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: center;"><b><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">16%<o:p></o:p></span></b></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-bottom: 1pt solid windowtext; border-left: none; border-right: 1pt solid windowtext; border-top: none; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.5pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: center;"><b><span style="font-family: arial; font-size: x-small;">15%<o:p></o:p></span></b></p>
</td>
<td nowrap="" style="border-bottom: 1pt solid windowtext; border-left: none; border-right: 1pt solid windowtext; border-top: none; height: 16.4pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 3.5pt; width: 42.65pt;" valign="bottom" width="57">
<p class="MsoNormal" style="mso-element-anchor-horizontal: margin; mso-element-anchor-vertical: page; mso-element-frame-hspace: 7.05pt; mso-element-left: center; mso-element-top: 251.3pt; mso-element-wrap: around; mso-element: frame; mso-height-rule: exactly; text-align: center;"><b><span face="Calibri, sans-serif" style="font-size: x-small;"><span style="font-family: arial;">14%</span><o:p></o:p></span></b></p>
</td>
</tr>
</tbody></table></blockquote><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"><span style="font-size: small;"><br /></span></blockquote><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"><div><span style="font-family: arial; font-size: xx-small;">Fuente: OCTS sobre datos de SCOPUS</span></div></blockquote></blockquote><div><div><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b><br /></b></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>3. Las revistas científicas iberoamericanas</b> <b>y los
sistemas de indexación</b><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Para abordar este tema es posible comenzar a partir del
siguiente interrogante: ¿son las revistas científicas una respuesta a la
necesidad de comunicación (al modo de los <i>Philosophical Transactions</i> de los
orígenes de la Royal Society), una consecuencia de la burocratización de la
ciencia o son tan solo un lucrativo negocio? </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La respuesta es compleja, ya que pueden ser las tres cosas a
la vez.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></p><ul><li><span style="font-family: arial; font-size: medium; text-indent: -18pt;">En primer lugar, son efectivamente el modo de
comunicación de los avances del conocimiento en la “república de la ciencia”.</span></li><li><span style="font-family: arial; font-size: medium; text-indent: -18pt;">En segundo lugar, son un instrumento para la
evaluación y la asignación de recursos. El Manual Frascati, instrumento para
medir los recursos asignados a la I+D y sus resultados, enuncia dos productos
medibles: las publicaciones y las patentes. Por lo tanto, los organismos que
financian investigación promueven las publicaciones con una mirada burocrática.</span></li><li><span style="font-family: arial; font-size: medium; text-indent: -18pt;">En muchos casos se trata también de un negocio
lucrativo que, además de otras consideraciones éticas o políticas, pone de
relieve que su utilidad es la que les asigna valor.</span></li></ul><p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Las publicaciones son un medio de comunicación indispensable
para la comunidad científica. En general se trata de revistas, aunque en el
caso de las ciencias sociales y las humanidades tienen gran importancia los libros.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">El universo de las publicaciones científicas en español y
portugués es numeroso y poco normalizado. El Directorio LATINDEX registra más
de 30.000 revistas, el catálogo más de 6.000 y el Catálogo 2.0 tiene 2.804 revistas.
Hay además en América Latina un gran número de publicaciones científicas que ni
siquiera están suficientemente registradas, por tratarse de publicaciones de
departamentos o institutos de universidades, poco profesionalizadas y de
irregular frecuencia.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Un panorama tan disímil reclama el desarrollo de un sistema
iberoamericano de publicaciones científicas que incluya los repositorios y
dispositivos de búsqueda y recuperación de la información. Resulta evidente que
es necesaria una política pública de apoyo a las publicaciones científicas de
los países de América Latina. En vez de ello, en la mayoría de los países las
revistas nacionales son devaluadas por los sistemas de acreditación porque se considera
que un investigador que publica en revistas de su propio país tiene una
circulación limitada o endogámica. En México el Sistema de Clasificación de
Revistas Mexicanas de Investigación de 2016 propuso clasificar las revistas en
estratos. En los cuatro superiores se incluyen las revistas indexadas por SCOPUS
y <i>Web of Science</i> (WoS). En el área de ciencias sociales y humanas
también se aplican indicadores bibliométricos de impacto (FOLEC-CLACSO 2021).</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">En Brasil los comités de evaluación del CNPq usan el factor
de impacto como indicador para establecer la calidad e incluir una revista en
un estrato. Algunos combinan FI e Índice H. Las únicas áreas que no utilizan
indicadores de impacto son antropología y arqueología; educación; arquitectura
y urbanismo; artes y música</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Colombia lanzó un nuevo modelo para medir la producción de
conocimiento en Colombia en términos de citación en la base de datos WoS. En Chile<b>
</b>existe una fuerte presión para publicar en revistas con máximo factor de
impacto. En Argentina la situación es más ambivalente, pero el CONICET asigna a
las revistas de su Núcleo Básico un valor menor que las que están indexadas en las
bases de corriente principal (FOLEC-CLACSO 2021).</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">La propensión latinoamericana a premiar la publicación en
revistas de alto impacto, en inglés, no es exclusiva. China impulsó en tal
medida mediante una política de estímulo que logró convertir al país en el mayor
productor de artículos científicos. Los esfuerzos de la política científica
china para estimular la investigación y a movilidad académica dieron sus frutos.
Tanto en términos de producción como de citación, el país aumentó la cantidad
de sus publicaciones y su participación en las bases <i>mainstream</i> de
producción internacional. Esto impulsó no solo la ciencia básica sino también
el desarrollo tecnológico y el aumento de patentes. Por eso, hago mía la
propuesta contenida en el manifiesto de la Asociación Latinoamericana de
Editores Científicos (ALAEC):</span></p>
</div></div><blockquote style="border: none; margin: 0 0 0 40px; padding: 0px;"><div><div><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">“<i>Valorar y estimular el trabajo de los editores
científicos y equipos editoriales, promoviendo su capacitación y desarrollo,
reconociendo su rol fundamental en la adopción y difusión de buenas prácticas
en publicación científica. Reconocer la legitimidad de la profesionalización
del editor y del equipo editorial</i>” (ALAEC 2021).</span></p></div></div></blockquote><div><div>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Para ello, la política científica debe asegurar que las
revistas y editoriales nacionales no pierdan los estímulos financieros y el
flujo de recepción de manuscritos, permitiendo que alcancen y mantengan altos
estándares de calidad e integridad en sus procesos editoriales, principalmente
para las publicaciones que practican la ciencia abierta y el plurilingüismo. El
plurilingüismo implica diálogo y convivencia de las lenguas. La pluralidad de
lenguas implica la pluralidad de públicos.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></p><p class="MsoNormal"><b><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Referencias</span></b></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">ALAEC (2021) Manifiesto de la Asociación Latinoamericana de
Editores Científicos (ALAEC)</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">FOLEC-CLACSO (2021) Evaluando la evaluación de la producción
científica. Documento 3 de la serie “Para una transformación de la evaluación
de la ciencia en América Latina y el Caribe”.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Observatorio CTS (2022) Análisis bibliométrico de la
producción científica Iberoamericana. Informes analíticos.</span></p><p class="MsoNormal">
</p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">RICYT (2021) El Estado de la Ciencia 2021. Principales
Indicadores de Ciencia y Tecnología Iberoamericanos e Interamericanos. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><o:p></o:p></span></p>
<hr align="left" size="1" width="33%" />
<span style="font-family: arial;"><!--[endif]-->
</span><div id="ftn1">
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><a href="file:///C:/Users/mcrespo/Downloads/Espa%C3%B1ol%20y%20portugu%C3%A9s%20en%20ciencia%20CILPE.docx#_ftnref1" name="_ftn1" title=""></a><span class="MsoFootnoteReference" style="font-size: x-small;">(1)</span> <span style="font-size: 11pt;">Otros países latinoamericanos tienen valores similares a los de España.
México el 46%, Argentina el 50% y Colombia el 51%. El caso diferente es Chile,
con 65% de artículos en coautoría.</span></span> <o:p></o:p></p>
<p class="MsoFootnoteText"><o:p> </o:p></p>
</div>
</div><p><br /></p></div>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6296835399749515511.post-31525462817355279112020-07-31T10:56:00.002-07:002023-04-20T12:02:55.249-07:00Evolución de la política científica y tecnológica en América Latina<p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg8uPJgrqG9q7XOvpR19Z94fCosyQGaf8KcK0yJDTLotwuJhdPiyCLBf5S2V3UK1ZX4fVjC0rEobiTeTvSZA54LlhmJk2RylS6NLPc4agSyoLVJcHFlOSdEKOynNb2N1Xa_R6Qm_yRvRlWYLnmS49jyukXSx_iKP9g8P4YrLGJu-VdzVBHLA-iJLoUqqQ/s1216/CeI.png" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1216" data-original-width="872" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg8uPJgrqG9q7XOvpR19Z94fCosyQGaf8KcK0yJDTLotwuJhdPiyCLBf5S2V3UK1ZX4fVjC0rEobiTeTvSZA54LlhmJk2RylS6NLPc4agSyoLVJcHFlOSdEKOynNb2N1Xa_R6Qm_yRvRlWYLnmS49jyukXSx_iKP9g8P4YrLGJu-VdzVBHLA-iJLoUqqQ/s320/CeI.png" width="229" /></a></div><span style="font-size: x-small;"><b>A<span style="font-family: arial;">rtículo publicado en CIENCIA E INVESTIGACIÓN - TOMO 70 Nº 1 - 2020</span></b></span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: large;">En el marco del pensamiento sobre el desarrollo, los países
latinoamericanos a partir de los años cincuenta incorporaron políticas
para la ciencia y la tecnología, creando instituciones adecuadas para
ello. Al mismo tiempo, los científicos se organizaron como actores
sociales. Se lograron algunos importantes éxitos, pero el propósito
de dar impulso al desarrollo mediante la ciencia local fracasó en
gran medida. </span><span style="font-family: arial; font-size: large;">En ello influyó el escaso dinamismo innovador del
sector privado. En este siglo la economía latinoamericana creció,
apoyada en los precios favorables de las materias primas. La inversión
latinoamericana en I+D llegó a triplicarse, aunque desde 2015 se produjo un cambio de tendencia y comenzó a caer en toda
la región. También creció aceleradamente el número de investigadores. Los datos muestran que el aumento de la inversión
en I+D y del número de investigadores en América Latina tuvo un reflejo positivo en la producción académica, pero el
desempeño en relación con las patentes fue peor, lo que obliga a revisar la pertinencia de la investigación y su vinculación
con empresas y demandas sociales.</span></p><span style="font-size: medium;"><a name='more'></a></span><h1 style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Larga tradición en política científica </span></h1><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; font-weight: normal;">La política científica y tecnológica tiene una tradición muy rica en
América Latina. Se trata de una historia poblada de ideas, realizaciones, éxitos y también decepciones.
En el marco del pensamiento sobre
el desarrollo que predominó durante las décadas de los cincuenta y los
sesenta, los países latinoamericanos
incorporaron políticas para la ciencia y la tecnología, creando instituciones adecuadas para ello. A modo
de ejemplo, el CNPQ de Brasil fue
creado en 1951 y el CONICET argentino en 1958.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; font-weight: normal;">En general, el desarrollo de las
instituciones latinoamericanas de
política científica y tecnológica
reconoció dos tipos de origen: el
impulso de las incipientes comunidades científicas, por un lado, y el
pensamiento que expresaba institucionalmente la CEPAL, por el otro.
El proceso fue de la mano con la organización de los científicos como
actores sociales. La Asociación Argentina para el Progreso de la Ciencia (AAPC) fue creada en 1933. La
Sociedad Brasilera para el Progreso
de la Ciencia (SBPC) en 1948.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; font-weight: normal;">En el marco del ideario de CEPAL se generó en América Latina una corriente de pensamiento referida a las
relaciones entre ciencia, tecnología
y desarrollo. Personalidades como
Jorge Sabato, Amílcar Herrera, Francisco Suárez y Oscar Varsavsky en
Argentina; José Leite Lopes y Fernando Henrique Cardoso en Brasil,
Miguel Wionczek en México; Francisco Sagasti en Perú; Máximo Halty
Carrere en Uruguay y Marcel Roche
en Venezuela fueron algunos de los protagonistas más destacados.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; font-weight: normal;">No se trató de una corriente uniforme ni con un sentido de construcción colectiva, ya que muchas
de las visiones acerca del problema
de la ciencia y la tecnología que se
atribuyen a tal pensamiento eran
discordantes y a menudo antagónicas. Sin embargo, instalaron en la
agenda pública el tema de la importancia de la ciencia y la tecnología
para el desarrollo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; font-weight: normal;">De aquellas contribuciones, quizás la más celebre fue la del “Triángulo de Interacciones” propuesto
por Jorge Sabato y Natalio Botana,
que en 1968 ponía de manifiesto
que la capacidad de decisión política en este campo es el resultado de
un proceso deliberado de interrelaciones entre el gobierno, la infraestructura académica y la estructura
productiva. Este esquema es todavía
útil actualmente para pensar la relación entre ciencia, política y desarrollo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; font-weight: normal;">En su conjunto, la experiencia de
impulsar el desarrollo con la ciencia
y la tecnología generadas localmente no puede ser considerada como
un éxito. A pesar de las buenas intenciones, se hizo evidente la escasa actividad de investigación en el
sector privado, así como el reducido
flujo de conocimiento hacia ese sector. También fue bajo, en general, su
impacto sobre la actividad productiva y las problemáticas sociales en el
conjunto de los países.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; font-weight: normal;">Sin embargo, se obtuvieron algunos logros destacados. La capacidad
tecnológica acumulada en Argentina a partir de sus emprendimientos
en energía atómica y aeroespacial,
la tecnología aeronáutica en Brasil y
la biotecnología en varios países latinoamericanos son ejemplos positivos de investigaciones con impacto
tecnológico y productivo. Son, sin
embargo, ejemplos virtuosos que
no representan el nivel general de la
ciencia y la tecnología en la región.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; font-weight: normal;">Para una comprensión cabal de
lo ocurrido no es posible omitir la
mención al traumático proceso político de los países latinoamericanos,
en especial a partir de mediados de
la década de los sesenta. Si el análisis de las políticas pone en evidencia el rostro del estado, el estado
latinoamericano surgido a partir de
tendencias que comenzaron a ser
muy visibles desde entonces se basaba en un fondo común de autoritarismo, rigidez social, desigualdad,
dependencia y crisis económica.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>Una nueva tendencia</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; font-weight: normal;">Las últimas dos décadas del siglo
pasado fueron relativamente adversas, tanto para los modelos de desarrollo, como para el tenor de las
políticas de ciencia y tecnología.
Mientras en los países más avanzados irrumpía en escena la innovación, como el epicentro del vínculo
entre los centros productores de conocimiento y las empresas, los países latinoamericanos tardaban en recuperar el énfasis de años anteriores
en estos temas. En Brasil se acuñó
la expresión de “la década perdida”
para referirse a los años ochenta.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">En el comienzo del siglo actual,
sin embargo, se dieron condiciones
para pensar nuevamente las relaciones entre ciencia, política y desarrollo. Los tiempos cambiaron y los
países de la región experimentaron
una década de crecimiento sobre
la base de circunstancias favorables
como los precios de las materias primas. Fue la buena época del “viento
de cola” que favorecía a los países
latinoamericanos en vez de frenarlos. Entre 2002 y 2017 la economía
latinoamericana creció un 148%
en PPC</span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;"><span>(1)</span></span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;"> , pero lamentablemente los
buenos datos no se mantuvieron
inalterables, ya que hubo perturbaciones en el trayecto. La crisis internacional de 2008 generó un estancamiento de la región. Luego se
retomó el crecimiento, pero esta vez
a una velocidad menor. Entre 2014
y 2015 nuevamente se produjo una
ralentización del crecimiento. La
economía argentina tuvo tendencias
similares. El PBI se triplicó en PPC,
aunque se registraron pausas entre
2008 y 2009. Después de 2010 se
creció con altibajos.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">La inversión latinoamericana en
I+D tuvo un crecimiento mayor que
el de la economía en su conjunto. </span><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">Entre 2002 y 2017 llegó a triplicarse. La crisis mundial de 2008 no
tuvo un efecto importante. Sin embargo, desde 2015 se produjo un
cambio de tendencia y por primera
vez en este periodo la inversión en
I+D cayó en términos absolutos.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; font-weight: normal;">En Argentina, el estancamiento
de la inversión en I+D comenzó antes que en el resto de la región, ya
que cayó por primera vez en 2014.
En los años siguientes reflejó los altibajos económicos del país, que no
fueron pocos. Durante este periodo
más cercano, tanto Brasil, como México y Argentina tuvieron caídas cercanas al 10% medido en PPC. Sólo
Chile, Perú, Paraguay y Uruguay escaparon en cierta medida a esta tendencia. Lo llamativo es que, si bien
se trató de un fenómeno regional,
no se trató de un acontecimiento de
orden global. La caída de la inversión en I+D de América latina no
tuvo correlato en las economías más
importantes del mundo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; font-weight: normal;">Es indudable que la ciencia y la
tecnología desde comienzos del siglo veintiuno aumentaron su peso
en el discurso político de la región.
Fueron muchos los gobiernos que
adoptaron como bandera el fortalecimiento y la puesta en valor de la
capacidad científica y tecnológica.
Lo cierto es que la inversión creció
con fuerza también, impulsada por
la relativa prosperidad económica,
pero, más allá de lo discursivo, si se
examina su prioridad, medida en relación con el PBI, no se registraron
cambios reales significativos. Si los
países latinoamericanos invertían
en I+D el 0,55% del PBI regional en
2002, este valor había aumentado
moderadamente a 0,64% del PBI
quince años después. En todo ese
periodo, el punto más alto fue 2015
con el 0,70%. Brasil fue el único
país que superó el nivel del 1% de su
PBI en su inversión en I+D. Argentina, oscilando en torno al 0,55%, fue
en todo el periodo el segundo país
en este indicador. Superó incluso a
México, que tenía un valor similar
en 2002. De todos modos, los países latinoamericanos siguen estando
muy lejos de la intensidad de la I+D
en los países más desarrollados, muchos de los cuales invierten por encima del 3%, en tanto que algunos
superan ya el 4%.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>Los investigadores</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; font-weight: normal;">A nivel mundial, además de la
inversión, la otra variable que mostró un crecimiento muy acelerado
fue la del número de investigadores, ya que prácticamente se duplicó entre 1998 y 2017. Estimaciones del Instituto de Estadística de
la UNESCO muestran que en 1998
estaban activos a nivel mundial
aproximadamente cuatro millones
y medio de investigadores (medidos en equivalencia a jornada completa) y en 2017 ese número había
superado los nueve millones. Este
fenómeno había sido pronosticado
por Derek de Solla Price, un ilustre
físico que se hizo famoso como historiador de la ciencia y como padre
de la cienciometría, quien observó
un crecimiento exponencial de la
comunidad científica, hasta el punto de que acotaba -con humor- que
en caso de que no se moderase la
curva expansiva habría en algunos
años más científicos que habitantes
del planeta.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; font-weight: normal;">En Iberoamérica (América Latina
más España y Portugal), el número
total de investigadores se expandió
a una tasa aún mayor, si bien a partir
de una base mucho más pequeña,
pasando de poco más de doscien tos mil, a casi quinientos mil. Para
explicar ese crecimiento es preciso
tener en cuenta que la cantidad de
investigadores en relación con la
población económicamente activa
era en 1998 -y sigue siendo hoy en
día- muy baja en comparación con
los países más desarrollados. Al mismo tiempo, en buena parte de este
periodo se produjo un rápido crecimiento económico de la región que
facilitó este proceso de expansión
de la base científica.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; font-weight: normal;">Si bien el conjunto de países de
Iberoamérica ha sido uno de los de
mayor crecimiento en la inversión
en I+D entre 1998 y 2017, para
completar la pintura de la situación
es importante examinar la relación
entre las curvas de la inversión y la
del número de investigadores. Mientras que la cantidad de investigadores creció de manera relativamente
lineal en 20 años, la inversión en
I+D mostró altibajos. Hasta 2005 la
inversión creció menos que la base
científica, luego tuvo un periodo de
expansión mayor hasta 2015. La retracción económica de los últimos
años puede ser un problema para
el desarrollo de la actividad, ya que
habría un número creciente de investigadores contando con recursos
más escasos; entre ellos, sus propios
salarios.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; font-weight: normal;">En su trabajo de 1963, De Solla
Price señalaba también que la expansión del número de investigadores traería un colapso de la actividad
científica, ya que la imposibilidad
de un crecimiento acorde del financiamiento generaría una caída
acelerada de la productividad y de
la originalidad. Lo llamó “el día del
juicio final para la ciencia”.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; font-weight: normal;">A pesar del evidente crecimiento
de la inversión, el gasto por investigador en Iberoamérica es más bajo
que en el contexto global. En este
conjunto de países aparecen casos
diversos. En Brasil y México el gasto
en I+D por investigador supera los
200 mil dólares PPC anuales, cercano al promedio mundial, pero aún
lejos de los países desarrollados.
En cambio, en Argentina y Portugal </span><span style="font-family: arial; font-size: medium; font-weight: normal;">el gasto en I+D por investigador es
menor a los 100 mil dólares PPC
anuales, cercano a la mitad del promedio iberoamericano.
La pregunta de política científica es
clara: ¿hasta qué punto es conveniente expandir la base de recursos
humanos en I+D, sobre todo cuando
la inversión no puede acompañar tal
tendencia?</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>Producción científica</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span style="font-weight: normal;">Lo ocurrido en los últimos años
puede ser considerado como una
maduración de las comunidades
científicas en Iberoamérica. En números cada vez más importantes los
investigadores de América Latina,
España y Portugal comenzaron a poblar las bases de datos que registran
su presencia en las revistas que conforman lo que se conoce como la
“corriente principal de la ciencia”.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span style="font-weight: normal;">Los datos muestran que el aumento de la inversión en I+D y del
número de investigadores en Iberoamérica tuvo su reflejo en la producción académica, medida en el
número de publicaciones en revistas
internacionales de primera línea.
Así, por ejemplo, la cantidad de artículos iberoamericanos en SCOPUS
creció un 217% entre 2002 y 2017,
muy por encima del crecimiento total de la base de datos, que fue del
108%. Ese crecimiento fue impulsado por Brasil, que tuvo un incremento del 325% de sus publicaciones en </span><span style="font-weight: normal;">el periodo.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span style="font-weight: normal;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span>El rendimiento de Argentina en
este indicador fue positivo, pero
menor que el de otros países latinoamericanos. Si bien el número de
sus publicaciones en SCOPUS aumentó un 133%, pasando de 6.093
en 2002 a 14.214 en 2017, también </span></span><span style="font-family: arial; font-size: medium;">es cierto que en 2002 las publicaciones de Argentina eran el 80% de
las mexicanas, pero en 2017 apenas
fueron el 58%. En 2002 las publicaciones de Argentina eran el doble
que las chilenas y en 2017 fueron
casi la misma cantidad. En esos países (y en otros, como Colombia) la
productividad medida en artículos
científicos fue mayor que la argentina.</span> </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium; font-weight: normal;">Se puede ver que según estos datos Argentina cuenta con 2,8 artículos en SCOPUS por cada millón de
dólares PPC invertido en I+D. De los
países aquí comparados sólo Brasil
tiene un valor menor, con 1,9. Chile
cuenta con 8,5, Colombia con 6,8
y México con 3,1. Estas tendencias
son equivalentes en otras bases de
datos, como <i>Science Citation Index</i>.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span style="font-weight: normal;">Dada la naturaleza compleja
de los fenómenos sociales, no es
posible ni acertado sacar conclusiones lineales del tipo de “los investigadores argentinos son menos
productivos que los de otros países
latinoamericanos”. Volviendo unos
párrafos atrás, es preciso tener en
cuenta, como ya se señalara, que
el gasto en I+D por investigador en
Argentina es menor a los 100 mil
dólares PPC anuales, lo que representa aproximadamente la mitad
del promedio iberoamericano. Los
recursos de que dispone un investigador (incluyendo no solamente el
equipamiento y la infraestructura,
sino también los salarios) influyen
necesariamente en la productividad.
Por otra parte, las opciones de política científica muestran también su
eficacia, ya que Argentina priorizó
la expansión del sistema aunque la
productividad per cápita fuera más
baja. Este es un tema sobre el cual
también vale la pena reflexionar: </span><span style="font-weight: 400;">¿Cuál</span><span style="font-weight: normal;"> es la productividad deseable
de las comunidades y las instituciones científicas, en base a qué
dimensiones? </span></span><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span style="font-weight: normal;"> </span><span style="font-weight: normal;"> Y en el caso argentino, paralelamente, </span><span style="font-weight: 400;">¿Cómo</span><span style="font-weight: normal;"> afecta la
productividad global el hecho de
que los investigadores universitarios
muchas veces no tiene dedicación
exclusiva?</span></span><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>Las patentes</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Medir la calidad de los resultados de la investigación a través de
los artículos científicos es un tema
controvertido, pero tiene la ventaja
de que el indicador es sencillo de
obtener. Medir la pertinencia o la
eficacia económica y social de la
investigación es más complicado
por diversas razones, entre las que
se cuentan la diversidad de actores
intervinientes en los procesos de
transferencia de conocimientos y la
dificultad de atribuir relaciones causales entre los resultados científicos
y las transformaciones que eventualmente se produzcan en las instituciones, la actividad económica y la
vida social. Un indicador relativamente sencillo pero de muy relativo
valor explicativo es el número de
patentes.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: arial; font-weight: normal;">El desempeño de Argentina en
materia de patentes, entre 2002 y
2017, tampoco fue muy destacado. </span><span style="font-weight: normal;"><span style="font-family: arial;">Las patentes PCT</span><span style="font-family: arial;">(2)</span><span style="font-family: arial;">
bajo titularidad
de residentes en el país han sido en
todo el período muy escasas: pasaron de 32 a 51. Su punto más alto
fue en 2008, con 103, para empezar
luego un marcado descenso. Comparativamente, el desempeño argentino fue también muy flojo en la región. En 2017, Argentina solicitó la
mitad de las patentes que en 2008.
Otros países han tenido trayectorias
diferentes: Brasil ha triplicado sus
patentes, aunque viene bajando en
cantidad desde 2013 en que superó las setecientas patentes. México,
Chile y Colombia tienen trayectorias
ascendentes. Chile y Colombia tenían menos patentes que Argentina
hasta 2008, pero luego superaron a
este país rápidamente.<br /></span></span></span><span style="font-weight: normal;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Es de hacer notar que Argentina
es el único de estos países que no es
miembro del tratado PCT, mientras
los restantes si lo son, por lo que ese
factor puede afectar el volumen del
patentamiento, si bien no explicaría
las tendencias divergentes. Mucho
menos el quiebre de tendencia de
Argentina en 2008.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-weight: normal;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Completando la pintura, se observa que las patentes presentadas
en el Instituto Nacional de la Propiedad Industrial (INPI) tampoco
presentan crecimiento. Las patentes
registradas por no residentes representan cerca del 90% del total de
patentes y muestran también una
caída significativa desde 2008. Las
solicitudes de residentes muestran
algunos altibajos, pero a excepción
del año 2016, también tienen una
trayectoria descendente. En 2002 los
residentes en el país solicitaron 718
patentes; en 2017 fueron 393.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-weight: normal;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Como muestra del escaso dinamismo innovador de las empresas,
es destacable que el principal titular
de patentes en Argentina es el CONICET. Aparecen algunas empresas
farmacéuticas y biotecnológicas. Algunas universidades tienen papeles
destacados también, siempre en números muy modestos.</span></span><br /><span style="font-weight: normal;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">A esta altura del relato, y a modo
de cierre, se podría ensayar la afirmación de que la utilización de la
ciencia y la tecnología como impulsores del desarrollo, tal como lo
soñaron Jorge Sabato y otros pioneros, falla hoy no tanto por la falta de
atención de políticos y científicos,
como de los empresarios. Quizás
sea ese el vértice que le está faltando
al famoso triángulo.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-weight: normal;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Lo que ocurre con las patentes
es una luz amarilla que remite a dos
procesos diferentes: del lado de los
productores de conocimiento (universidades y centros públicos de
I+D, principalmente) obliga a revisar
al menos un aspecto intrínseco a la
investigación, como es la pertinencia, además de un aspecto estructural o funcional, como se quiera, que
es el de las actividades de vinculación. Este es un problema que está
presente en la agenda de las instituciones científicas y académicas. El
otro proceso es el que involucra a
las empresas y hoy tiene un nombre
que es la innovación. Más allá de su carácter actualmente normativo, la
innovación es un término trasplantado de economías más dinámicas,
en las cuales las empresas deben necesariamente innovar en mercados
competitivos.</span></span></p><h1 style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Bibliografía</span></h1><h1 style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: small; font-weight: normal;">ALBORNOZ, Mario (2007); “Los
problemas de la ciencia y el poder”, en: CTS - Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y
Sociedad, vol.3, n.8, pp. 47-65.</span></h1><h1 style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: small; font-weight: normal;">ALBORNOZ, Mario (2013); Innovación, equidad y desarrollo latinoamericano. En Isegoría N° 48,
CSIC, Madrid.</span></h1><h1 style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: small; font-weight: normal;">ALBORNOZ, Mario y GORDON,
Ariel (2011): “La política de
ciencia y tecnología en Argentina desde la recuperación de la
democracia (1983-2009)”, Trayectorias de las políticas científicas y universitarias de Argentina
y España, editado por Mario Albornoz y Jesús Sebastián,
CSIC, Madrid.</span></h1><h1 style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: small; font-weight: normal;">ALBORNOZ, Mario; BARRERE, Rodolfo et. al. (2018); “Las universidades, pilares de la ciencia y la
tecnología en América Latina”;
Documento de Trabajo; OCTS OEI; Buenos Aires. </span></h1><h1 style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: small; font-weight: normal;">BUSH, Vannevar (1999), “Ciencia,
la frontera sin fin. Un informe
al presidente, julio de 1945”,
en: REDES, Editorial de la UNQ,
Buenos Aires, p. 89. </span></h1><h1 style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: small; font-weight: normal;">PRICE, Derek de Solla (1973); Hacia
una ciencia de la ciencia, Editorial Ariel, Barcelona. </span></h1><h1 style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: small; font-weight: normal;">RICYT (2019), El estado de la Ciencia Principales Indicadores de
Ciencia y Tecnología Iberoamericanos / Interamericanos; Buenos
Aires.</span></h1><h1 style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: small; font-weight: normal;">SABATO, Jorge, y BOTANA, Natalio
(1968); “La ciencia y la tecnología en el desarrollo futuro de
América Latina”; Revista de la
Integración, n.3, Buenos Aires. </span></h1><h1 style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: small; font-weight: normal;">SAREWITZ, Daniel (2016); “Saving
Science” en The New Atlantis,
The Center for the Study of Technology and Society, Washington.</span></h1><h1 style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">NOTAS</span></h1><h1 style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: small; font-weight: normal;">(1) Dólares PPC es una forma de cálculo basada en la “paridad de poder
de compra”. Se utiliza para comparaciones internacionales. </span></h1><h1 style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: small; font-weight: normal;">(2) El sistema internacional de patentes
enmarcado en el Tratado de Cooperación en materia de Patentes (PCT)
ofrece asistencia a los solicitantes
que buscan protección internacional
por patente para sus invenciones. Al
presentar una solicitud internacional
de patente según el PCT, los solicitantes tienen la posibilidad de proteger su invención a nivel mundial en
un gran número de países. Argentina
no es miembro de este tratado</span></h1><p></p>Mario Albornozhttp://www.blogger.com/profile/02921747746801459526noreply@blogger.com0