viernes, 23 de junio de 2023

Cambiar para cambiar Parte 1: La producción científica argentina decae

 


“Si queremos que todo siga como está -decía el joven Tancredi en Il Gattopardo de Lampedusa- necesitamos que todo cambie”. En resumen, cambiar para que nada cambie. En este texto reflexionaré sobre el gatopardismo y sus consecuencias negativas para el desarrollo del país, aunque me limitaré a focalizar mi análisis sobre la política científica y tecnológica. Es necesario que haya cambios reales: cambiar para cambiar y no lo contrario. El modelo no va más, y es curioso que muchos investigadores, como lo señalé en una entrada anterior, no se hayan percatado de ello.

Como señala acertadamente Lucas Luchilo, el “modelo Barañao”, que acentuó tendencias que ya venían de lejos, hoy está agotado. Entre las evidencias de agotamiento señala su escasa dinámica innovativa, la imposibilidad de financiar la expansión y la burocratización de la profesión académica. El modelo dotó de infraestructuras, equipamiento y recursos suficientes a algunos grupos prestigiosos, pero permitió un crecimiento desmedido del CONICET, concentrando en él funciones que podrían ser mejor cubiertas por otros organismos. Es preciso establecer con claridad que la política de ciencia y tecnología es mucho más que una “política para los investigadores”. Forma parte de una política global que ofrezca al país un rumbo de desarrollo equitativo y sostenible ambientalmente. De lo que se trata es de crear las condiciones para que los resultados de las investigaciones, como así también la adaptación de conocimientos generados fuera del país se traduzcan en impulsos a la innovación. Por eso, los protagonistas de las experiencias de creación, difusión, adaptación y aplicación de conocimientos son muy diversos: obviamente, los investigadores, pero también los tecnólogos, los gestores y los empresarios, entre otros.

La ciencia y la tecnología son transversales a todos los ámbitos de acción del estado. En una organización matricial, las políticas públicas orientadas a problemas como la educación, salud, producción, comunicaciones y ambiente, entre otros, merecen ser atendidas por ministerios u órganos equivalentes. Pero las políticas de ciencia y tecnología son transversales a la mayoría de las políticas públicas, por lo cual los problemas a resolver requieren la interacción en todos los niveles. Es por eso por lo que la forma institucional del órgano estatal que las impulse debe ser también transversal y flexible. Esto no parece requerir necesariamente la conformación de un ministerio dedicado exclusivamente a la comunidad científica. Hay que discutir la forma más adecuada y cómo se produciría la gobernanza de la nueva estructura institucional, pero ese es un tema que reservo para un texto próximo.

El problema que me propongo abordar es de tal amplitud que me veo obligado a hacerlo en varias entregas, comenzando en este caso por la producción de la ciencia académica y su retroceso relativo frente a otros países latinoamericanos que ya superan la producción media de los investigadores argentinos. Agradezco la colaboración de Rodolfo Barrere, coordinador de la RICYT y del Observatorio de la OEI, en los análisis de los que doy cuenta en los textos que siguen.

¿Un derrumbe de la ciencia argentina?

Luis Quesada Allué, profesor de la Facultad de Ciencia Exactas de la UBA, investigador del CONICET y Jefe de Laboratorio de Bioquímica y Biología Molecular del Desarrollo de la Fundación Leloir ha dado a conocer mediante un tweet el borrador de un estudio sobre las publicaciones argentinas en SCIMAGO (SCOPUS) en el que se refiere al “derrumbe de la ciencia y la tecnología argentina”. Por mi parte quizás no sería tan enfático, pero lo cierto es que usando la misma fuente y datos de SCOPUS para el decenio 2011 – 2020, se observa que de los cinco países latinoamericanos con mayor producción científica, Argentina es el que publica menos artículos en revistas registradas en bases de datos internacionales. Esto no era así en un pasado relativamente reciente. ¿Cuál es la explicación?

Soy consciente de que hay quienes objetan las mediciones bibliométricas basadas en publicaciones internacionales, como las que registran SCOPUS o el Science Citation Index a través de la Web of Science, por considerarlas como expresión de una agenda exógena y, por lo tanto, ajenas a las problemáticas locales. Más allá, incluso, de algunas visiones conspirativas, lo cierto es que la comunicación de los resultados de las investigaciones científicas admite diversas vías, destinadas a distintos públicos. Todas ellas deben ser respetadas y alentadas. En esta paleta de alternativas, las bases de datos internacionales reflejan lo que algunos denominan como la “corriente principal” de la ciencia. La participación en redes y proyectos internacionales conlleva la necesaria publicación en revistas internacionales y las bases de datos que así se generan son una fuente de conocimiento utilizable para abordar problemas locales. Permiten además realizar comparaciones internacionales por disciplinas o áreas problemáticas. La pandemia mostró hasta tal punto la utilidad de ciertas publicaciones para validar conocimientos, que hasta los medios públicos de comunicación se hicieron eco de los artículos publicados en The Lancet, por ejemplo.   

Dicho esto, de acuerdo con los datos de SCOPUS, en valores totales de artículos científicos, el primer lugar le corresponde a Brasil, lo cual es obvio, debido a su tamaño, con casi noventa y cinco mil artículos en 2020, seguido por México con más de treinta y un mil, Chile con más de dieciocho mil y finalmente Argentina y Colombia empatando en dieciséis mil, con una diferencia menor a favor de Argentina. Esta pequeña diferencia, de unas doscientas publicaciones, se licuó al año siguiente (dato no incorporado a la tabla) pasando Colombia a estar por delante. Diez años antes (2011), sin embargo, Argentina superaba ampliamente el número de publicaciones de Chile y Colombia, por lo que la trayectoria seguida por estos cinco países muestra claramente el desempeño inferior de los investigadores argentinos en este rubro. En resumen, durante el decenio la producción de artículos de Colombia prácticamente se triplicó, la de Chile creció un doscientos treintaicinco por ciento, la de México más de un ochenta por ciento, la de Brasil un setenta y tres por ciento, mientras que la de Argentina creció, sí, pero tan solo un cuarenta y tres por ciento. Eso es lo que se grafica en el Gráfico 1.

Gráfico 1: Número de publicaciones registradas en SCOPUS

                       Fuente SCOPUS procesado por RICYT

Buscando explicaciones a la menor tasa de publicaciones de los investigadores argentinos, el primer intento es correlacionar las curvas de producto con las de insumos que, siguiendo el Manual de Frascati, son la inversión y el número de investigadores. 

Inversión. Una primera aproximación no arroja una luz nítida, ya que a excepción de México, que desde 2016, en PPC, y desde 2015 en dólares corrientes viene registrando una disminución pronunciada de lo que invierte en I+D, los otros cuatro países tienen comportamientos previsibles.

Argentina y Brasil tuvieron una evolución similar entre los extremos del decenio 2011 – 2020, durante el cual los dos países crecieron un 9% aunque, claro está, sobre una base diferente. Por eso Argentina pasó de cuatro mil quinientos millones de dólares PPC en 2011 a cuatro mil novecientos en 2020; en cambio Brasil, que había empezado el mismo período con casi treinta y cuatro mil millones se aproximó a los treinta y siete mil millones de dólares PPC en 2020. Por su parte, Colombia aumentó un 27% su inversión a lo largo del decenio y Chile lo hizo en un 31%. Es decir, que en estos dos países el aumento del número de publicaciones tuvo un crecimiento pronunciado que también puede ser visto en la curva de la inversión. La anomalía en este caso es México, ya que su producción de artículos aumentó pero la inversión en I+D se contrajo un 20%.

En resumen, esta explicación no es completamente satisfactoria ya que, a excepción de Chile y Colombia no se percibe en todos los países una clara correlación entre la inversión y el número de publicaciones.

Si estos valores no nos han dado la explicación satisfactoria, ésta quizás surja de la correlación con el otro indicador de insumo, es decir, el número de investigadores. 

Investigadores. A primera vista, los valores a 2020, medidos en personas físicas (no en equivalencia a jornada completa) son parecidos a los que podría esperarse. El mayor contingente corresponde a Brasil con más de cuatrocientos cincuenta mil investigadores, seguido por Argentina con algo más de noventa mil y México con sesenta y dos mil. Les siguen Colombia (veintiún mil) y Chile (quince mil setecientos), con la particularidad de que estos dos países invirtieron su orden en el decenio, ya que en 2011 Chile superaba claramente a Colombia.

Argentina, cuyo número de investigadores es el segundo después de Brasil, es el que tiene un mayor número de investigadores con relación a la población económicamente activa (PEA). Con más de cinco investigadores cada mil personas de la PEA, Argentina supera los cuatro de Brasil y muy ampliamente a los otros tres (Chile con menos de dos, Colombia con menos de uno y México con poco más de uno). Llama la atención que pese a la amplitud de la base científica argentina, los cuatro países hayan logrado una tasa de publicaciones en revistas internacionales más altas que Argentina. A lo largo del decenio Argentina aumentó su número de investigadores un 17%, en tanto que Brasil lo hacía en un 84% y Chile casi un 68%. El dato que salta a la vista es que Colombia prácticamente triplicó su base de investigadores. México, en cambio, crecía menos: un 10% ente puntas. 

En resumen, esta segunda variable tampoco explica suficientemente la evolución de las publicaciones en cada país; particularmente en el caso de Argentina y México. 

Publicaciones por investigador. Otra aproximación a la productividad es comparar el número de publicaciones con el de investigadores. En el caso de Argentina, registró en 2020 un promedio de dieciocho artículos por cada cien investigadores. Un valor parecido, aunque algo superior (veinte artículos cada cien investigadores), registró Brasil. A partir de allí, los número crecen: cincuenta artículos cada cien investigadores en el caso de México, ochenta en el de Colombia y ciento diecisiete en Chile. Claramente, la productividad per cápita es mucho más elevada en los países más pequeños. Pero por otra parte, llaman la atención una vez más los valores de México, dado que el crecimiento del número de sus investigadores fue el más bajo de este conjunto de países. 

Inversión por investigador. Cruzando ambas variables de insumos, se encuentra algún sendero para la explicación del fenómeno, ya que Argentina es, con mucha diferencia, el país que menos invierte por investigador. En 2020 Brasil invirtió 387.620 dólares PPC, México 234.002, Colombia 90.544, Chile 87.581 y Argentina 54.183, muy por debajo de los otros países. De acuerdo con estos valores, los investigadores argentinos son los que disponen de menos recursos, lo cual debe traducirse en su productividad. 

Costo por artículo.  Sin embargo, una vez más las explicaciones lineales fallan, ya que si bien Argentina es el país (de estos cinco) que menos invierte por investigador, el indicador de costo por artículo muestra una relación diferente. Cada artículo de autor brasileño costó en 2020 ciento setenta y ocho mil dólares corrientes y cada artículo argentino ciento veintiún mil dólares. Menos costosos son los artículos de autores mexicanos (poco más de cien mil dólares) y definitivamente menos costosos los de Chile (cuarenta y seis mil) y los de Colombia (treinta y dos mil). Es decir que Argentina, siendo el país con menos recursos relativos invierte por artículo científico casi tres veces más dólares que los chilenos, cuatro veces más que los colombianos y un veinte por ciento más que los mexicanos.

Investigadores y autores. Argentina tenía en 2020 algo más de noventa mil investigadores pero no todos ellos eran autores o coautores de artículos registrados en SCOPUS. De hecho, el número de autores de aquel año era de 28.695, es decir, un 32% del total de investigadores. Dicho de otro modo, casi dos tercios de los investigadores argentinos no publicaron o copublicaron ningún artículo registrado en SCOPUS aquel mismo año. Por otra parte, dos tercios de los que sí publicaron (61.702) sólo registraban un artículo en aquel año. Estos datos, que son llamativos, pueden tener distintas explicaciones, ya que no sería lo mismo que el tercio que publicó en 2020 fuera el mismo conjunto de investigadores todos los años, es decir, que se repitieran tanto los que publican como los que no publican. En cambio, si un número importante publicara cada dos años o tres, y no se repitieran los autores, el promedio tendería a dar un numero de autores parecido al de investigadores. Estas hipótesis deben ser verificadas.

Una conclusión provisional

En noviembre de 2017 el Centro REDES realizó un estudio de producción bibliográfica para el MINCYT. Las conclusiones de entonces reconocían el menor crecimiento relativo de la producción científica argentina pero afirmaba que no había una explicación unicausal. Por el contrario, el fenómeno parecía tener varias explicaciones posibles que se combinan.

Un aspecto importante que se señalaba en aquel informe y que no se ha considerado en este texto (lo será en la próxima entrega) es que se verifica una cierta correlación entre la cantidad de revistas nacionales y la cantidad de artículos totales de cada país. El bajo crecimiento de las revistas argentinas indexadas en SCOPUS parece ser un factor muy relevante en la baja tasa de crecimiento de la producción científica del país. Es decir, que la escasez de revistas argentinas indexadas parecía tener un peso significativo en el bajo crecimiento de los artículos nacionales en SCOPUS. Esta idea se refuerza al considerar que Chile y Colombia fueron los países que más crecieron en cantidad de publicaciones y son también los que más publican en español.

Otro aspecto importante que se señalaba en aquel informe era el mayor peso relativo de las ciencias sociales en los países cuyos artículos científicos aumentaron en forma más acentuada. Los dos países que más habían crecido entre 2010 y 2015 eran también los que más publican en revistas de ciencias sociales indexadas en SCOPUS.

Casi seis años después del informe del Centro REDES sigue vigente la idea de que la explicación del hecho de que la producción científica argentina sea inferior a la de otros países latinoamericanos no es lineal sino que expresa un fenómeno multidimensional. Entran en juego aspectos centrales de la política científica imbricados en los diseños institucionales y en los incentivos que se aplican. También entran en juego aspectos culturales: ¿acaso será refractaria en alguna medida la comunidad científica argentina a publicar en las principales revistas internacionales? ¿Prefieren quizás hacerlo en revistas latinoamericanas? Estos aspectos serán analizados en las próximas entradas.   









 

20 comentarios:

  1. Muy buena información. Interesante análisis. Mucho para pensar y resolver. No será sencillo en medio de la crisis que vive el país. Vale la pena seguir intentando mejorar apostande a la Ciencia, la Tecnología y la Innovación.

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  2. Gracias por tu comentario. Coincido en que nada es sencillo, no solo en este país, sino siempre que entran en juego aspectos sociales y culturales arraigados. Pero pensar y dialogar es el primer paso de empezar a cambiar. Saludos

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  3. Mario, muy interesante el articulo. Sobre todo el principio y lo que pre anuncias que está por venir, ya que me quedé con la primera parte, que despierta muchas preguntas que imagino se irán completando con el devenir de las siguientes entradas.

    Me gustò el final donde ponès que es un fenómeno multicausal, lo que espero que se pueda ir desplegando mejor en las siguientes entradas. Me llamò la atenciòn lo del costo por articulo, pero me parece que eso es consistente con la lógica de tener pocas publicaciones, lo que pareciera que tendría más que ver con que es poco lo que percibe cada investigador para poder obtener resultados. Si tenès muchos investigadores, con poco recursos, que por ende publican poco, es esperable entonces que el resultado sea que los pocos articulos que logran ser publicados terminen siendo muy caros, ya que absorven el sobrecosto de aquellos que no llegan a publicar. ¿Podrìa plantearse que al interior del sistema se da algùn tipo de inequidad importante, con grupos muy bien financiados/formados, vs grupos muy mediocres y mal formados?

    Cosas que dan para discutir en algun momento. Pero sería la paradoja de que en el modelo inclusivo de los últimos años, el de haber generado una generosa incorporación de investigadores al sistema, tenga como contrapartida un sistema de grandes desigualdades, reflejo de las sociedades latinoamericanas. Siempre creí que existe una antinomia entre masiva inclusión y calidad, lo que según el ámbito y realidad, está bien inclinarse por una o por otra. Se me ocurre, escenarios de hambre, donde no puede ser atendida con manjares de cocina molecular, por lo que hay que apelar a ollas populares, con la clara opción por alimentar a la mayoría, aún a costa de no probar manjares; en otros ámbitos, como la ciencia, no tengo muy claro que podamos prescindir de la complejidad molecular.... Algunas reflexiones que me dejó tu texto.

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    1. Hola Willy, me alegro de que el artículo te haya resultado interesante y espero no defraudarte en las próximas entregas de esta serie. Es verdad lo que decís con respecto al costo por artículo. En realidad es la otra cara de la misma moneda. Pero creo que muestra que si invertimos poco, publicamos aún menos. Y en cuanto a la paradoja de que esta política declarativamente ambiciosa deja grandes desigualdades, tenés toda la razón. Ahora, entre la olla popular y la cocina molecular siempre hay una buena milanesa o un buen asado...

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  4. Hola Mario, es un análisis muy relevante el que traés.

    El tema de la representatividad de scopus está bastante acotado a las ciencias sociales y humanidades. En las disciplinas bio, exactas y naturales, por más discurso ideológico que haya, a la hora de publicar prima el reconocimiento en las comunidades disciplinares globlaes. Entonces creo que si se excluyen las CSH del análisis en todos los países, podemos zafar de este posible sesgo (con la contra de perder el diagnóstico sobre las CSH en particular).

    Después, respecto a los cálculos que toman como denominador el número de investigadores, es difícil no tomarlos con pinzas. La forma en que se calcula cuántos investigadores hay en cada país es bastante diversa, y puede generar algunas inconsistencias. En Arg incluiríamos los investigadores de CONICET que tienen una estructura de carrera orientada a publicar papers, y también docentes universitarios que solo se dedican un poco a la investigación, sean fulltime o no. No sé si el número incluye la misma diversidad de perfiles en todos los países.

    Después otro punto a señalar es que en algunos países como Chile hay incentivos monetarios específicos a la publicación cash-for-publication, y eso influye en la productividad de manera mucho más directa, aunque no necesariamente es una medida con buenas consecuencias a nivel del sistema de CyT.

    Saludos!

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    1. Hola Federico, me alegro de que hayas leído el texto y que te haya parecido relevante. Tus comentarios me parecen pertinentes. Va por delante que los indicadores, en general, no son una ciencia exacta. Eso lo aprendimos bien en la RICYT cuando los países de repente cambiaban todos los datos, ya sea por un cambio de gobierno que repercutía en la información que ofrecían o simplemente porque de repente aplicaban metodologías distintas a las anteriores. Pero a pesar de que muchas veces deben ser tomados con cautela, su valor como indicadores de una cierta realidad no está en duda. El tema de la representatividad de SCOPUS en ciencias sociales y humanidades es cierto pero en parte, ya que está cambiando. Particularmente lo ha hecho en los casos de Chile y Colombia. Además hay que ver si estas tendencias son muy diferentes a las que surgirían de bases con Scielo o REDALIC. Voy a escribir sobre eso y si vos tenés datos o ideas para aportarme los recibiré con gusto. Ahora, lo de los investigadores es mas delicado porque se supone que los datos que proporcionan los países siguiendo el Manual Frascati son razonablemente comparables. Pero sí, estoy de acuerdo con vos en el punto de que la producción científica argentina (bibliográfica) sigue una distribución paretiana, en la que pocos publican mucho y muchísimos publican poco. Y en eso la extensión del rol de investigadores siguiendo una política volcada a la inclusión tiene mucho que ver. Pero te cuento que un análisis que hicimos con Rodolfo Barrere antes de la pandemia nos daba una distribución bastante parecida entre el conjunto CONICET puro y el de universidades puro. Me gustaría actualizarlo. Por último, estoy muy de acuerdo en que los incentivos juegan un papel importante. Son en resultado de determinadas políticas, que es sobre lo que hay que trabajar. En fin, me agrada dialogar con vos sobre estos temas.

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    2. Gracias por la respuesta Mario. Es un gusto para mi también conversar contigo.
      Respecto a datos de Cs Soc, lo que puedo aportar es este preprint: https://doi.org/10.1590/SciELOPreprints.3763 No tiene datos exclusivamente sobre indexaciones, de hecho creo que los hice en borrador pero no los publiqué porque eran vergonzosos y podían tener algún que otro error metodológico.
      En cuanto al número total de investigadores por país, hace un tiempo traté de usar ese dato para analizar la magnitud de los sistemas de categorización de investigadores (https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=3891052), pero los resultados eran medio raros y finalmente no lo incluí en la versión que va a ser publicada próximamente en Research Evaluation.

      Saludos!

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    3. Federico, leí atentamente el preprint que me indicaste y que te agradezco. Me pareció muy interesante y bien articulado pero su propósito es diferente (aunque compatible) con el análisis que trato de hacer. El foco de tu estudio son dos institutos de buen nivel local, pero yo trato de describir tendencias nacionales. Los investigadores que analizás son muy productivos pero cuando uno mira el conjunto total los resultados no son tan buenos. Digo que es compatible con lo que yo escribí porque mi observación es que la producción científica argentina (en artículos registrados en SCOPUS) muestra una distribución paretiana por la que pocos puiblican mucho y muchos publican poco (y no todos los años). Tu muestra pertenece, por tu opción inicial, al grupo productivo. ¿Por qué esos números no se generalizan? Es lo que trato de averiguar: ¿a qué se debe? Probablemente tenga en parte que ver con "tipos" de investigadores, más allá de que defiendo el método de medición Frascati. También con las políticas, los métodos de evaluación y los sistemas de incentivos. Me gustaría encontrar más evidencias acerca de qué ocurre y poder comparar con otros países para entender mejor lo que nos pasa.

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    4. Hola Mario, claro, la muestra fue muy sesgada hacia dos de los institutos supuestamente mejores, para ver las tendencias ahí. Es necesario un trabajo más amplio y razonado, por eso quedó ahí solo en un preprint.

      Respecto a la comparación internacional, los trabajos de Emanuel Kulczycki y el proyecto ENRESSH (https://enressh.eu/) son un punto de partida ineludible. De hecho, Kulczycki viene en noviembre a Buenos Aires con un colega de su equipo y tengo pendiente organizarles alguna actividad. Podríamos pensar en organizar algo en conjunto con la UBA, OEI, etc.

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  5. Estimados .... he leido los comentarios y sus respuestas. Me pregunto cómo inciden las corrientes de pensamiento critico globales sobre las prácticas académicas de publicación, o sobre la llamada "industria de papers"; si en la situacion argentina esta mirada crítica ha operado en contra de tendencias que se observan en otros países, como Chile y Clombia. En las ciencias sociales creo que estas críticas han venido de la mano del discurso de la ciencia socialmente "pertinente" que no necesariamente se expresa en el mercado global de papers, aunque tambien hay algo de esto en otros campos disciplinarios. Por supuesto, el argumento de la pertinencia puede ser una ideologia justificatoria de la baja productividad.

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  6. Muy buena tu observación, Marilina. La tensión entre "productividad" y pertinencia es básica en el diseño de políticas científicas o educativas. Pero algunos números que estamos viendo sugieren que las tendencias hacia la publicación entre quienes optan por revistas no-Scopus es bastante parecida. Esto lo tengo que confirmar y será parte (espero) del segundo capítulo de esta serie (¡escritura por entregas, como hace mas de un siglo!). Abrazo.

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  7. Saludos querido Mario. Quizás me adelante a los análisis que están por venir, pero me pregunto si estos países que resultan mejor ubicados que Argentina en los términos comparativos expuestos, también dan muestra de un cambio estructural en sus niveles de innovación o en incorporación de mayores niveles de conocimientos tecnocientificos en sus aparatos productivos, en relación directa entre las distintas culturas, y quizás no es muy adelantado pensar que dicha correlación tampoco se cumple o tampoco resiste el análisis lineal, como muy bien lo resaltas, Mario, en el contexto de tu análisis; por lo tanto el agotamiento del modelo que expones, no tendría fronteras nacionales, como históricamente ya ha sido analizado. De allí que la primera parte de tu análisis, en relación a la política científica y tecnológica como una política transversal y estructural en cualquier plan de gobierno, es sumamente oportuna recordar e insistir a cualquier país latinoamericano que sin dicho enfoque, los cambios verdaderos seguirán siendo tarea pendiente. Gracias por estos análisis. Un abrazo.

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    1. Hola Juan, tu pregunta por los niveles de innovación de los países cuya producción en SCOPUS comparé es provocativa. Me gustaría responderla con datos y no con intuiciones, que es lo que hoy podría hacer. Supongo que Brasil es diferente a todos, que Chile ha seguido un modelo de inserción en el escenario mundial, que México viene atravesando tiempos difíciles con la ciencia y que Colombia se preocupa por la innovación desde el Manual de Bogotá, pero ignoro cuánto innova realmente. Hace tiempo que digo (repitiendo a quien fue mi maestro, Francisco 'Pancho' Suárez), que la política que siguen nuestros países es imitativa. Eso ya era un problema. Pero ahora creo que además es imitativa de un modelo perimido. Estamos imitando algo que cada vez tiene más problemas. En cuanto a la naturaleza transversal de las políticas de ciencia y la tecnología, me parece algo obvio...aunque difícil de implementar. A la cultura burocrática, en general, no le gustan la estructuras transversales. Un ministro no quiere que nadie se meta en su ministerio... creo algo de eso hay. Un abrazo.

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    2. Excelente Mario, gracias por la respuesta. Abrazo

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  8. A proposito de este comentario de Juan sobre la politica cientifica como una intervencion transversal... tambien me parece interesante repensar el lugar institucional de las politicas cientifias . El formato ministerial ha sido usualmente concebido como modelo ideal de fortalecimiento del area en las decisiones publicas....pero en el mundo contemporaneo podriamos decir que en casi todas las areas de gestion publica se toman decisiones respecto a la produccion, difusion y uso de tecnologias.. mas aún ... los actores "del conocimiento" hoy exceden a la comunidad académica y las intervenciones que los afectan o los benefician se generan en muy diversos "ministerios" ,

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    1. Y sí, Marilina. Estoy completamente de acuerdo. Las políticas de ciencia y tecnología son transversales e incluyen a numerosos y variados actores. Pero traducir eso en nuevas estructuras tiene una dificultad adicional y es la vieja y consolidada cultura burocrática. Me parece recordar que alguna vez hicimos una matriz donde la columnas eran los ministerios o equivalentes y los organismos de ciencia y tecnología eran horizontales. Pero después veíamos que todos los horizontales trataban de volverse verticales. El último caso es la ANPCyT, que se "independizó" del MINCYT. Cada uno quiere darse su propia política, manejar sus recursos y ser lo más autónomos posibles. Así es difícil construir un sistema. Es lo que trataba de responderle a Juan.

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  9. La evolución de CONICET y su papel en el Sistema nacional de Ciencia y Técnica
    No caben dudas de que el impacto de la creación del CONICET sobre el desarrollo de la investigación científica en Argentina fue globalmente sumamente positivo. Sin embargo, la evolución del CONICET es una historia con muchos vericuetos. El CONICET comienza en 1958 como un sistema de apoyo a los profesores universitarios que hacían tareas de investigación. La situación comienza a cambiar con el crecimiento y el establecimiento de algunos (inicialmente pocos) institutos de CONICET. Allí comienza la “doble dependencia”. El CONICET cumple un doble papel: es por un lado una especie de agencia de evaluación con premio para los docentes universitarios que hacen investigación (a través de la Carrera del Investigador Científico -CIC) y por otro es una agencia de financiamiento de los proyectos de investigación a través del otorgamiento de subsidios. Esta disponibilidad de fondos y de cargos de la CIC lleva al CONICET a tomar peso importante dentro del sistema universitario. Comienza una lenta y fluctuante transición de una institución “extramuros” a una “intramuros”.
    Este panorama se extiende hasta la década de 1990, en la cual Juan Carlos del Bello implementa el último cambio profundo en la configuración del sistema de ciencia y tecnología. Se crea la Agencia Nacional de Promoción de la Ciencia y la Tecnología (ANPCyT) y se restringe al CONICET a la administración de recursos humanos (CIC y becas). Este cambio estructural es resistido por CONICET, que finalmente durante la gestión de Eduardo Charreau recupera centralidad, incluida la capacidad de otorgar subsidios. Hay una clara tensión entre CONICET y la Secretaría de Ciencia y Tecnología (SECyT), cuya máxima autoridad tiene el mismo rango que el presidente de CONICET. Lino Barañao intenta centralizar la gestión política en el recientemente creado MINCyT, transformando al CONICET en el órgano ejecutor de esas políticas, pero el CONICET continúa actuando con mucha independencia. Cuando Roberto Salvarezza es designado Presidente de CONICET la institución despliega sus velas, actúa con notable independencia del MINCyT, crece a un ritmo acelerado (por lo menos en número de investigadores y en unidades ejecutoras, UE). La creación de UEs (en su mayoría institutos de doble dependencia) es una necesidad para poder administrar el alto número de investigadores, becarios y personal de apoyo. Así pues, trata de nuclear a sus investigadores en sus propios institutos, desalentando a los “investigadores sueltos”.
    El “modelo Barañao” de centralización de las políticas en MINCyT y de la ejecución de dichas políticas en CONICET contrasta con la clara independencia de CONICET. CONICET incursiona en todas las áreas de la Ciencia y la Tecnología y sus investigadores toman peso en CNEA, INTI e INTA (entre otras). CONICET muestra un fuerte dinamismo que se contrapone con la pérdida de peso relativo de las demás instituciones de C&T.

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  10. En la actualidad hay intentos de dar protagonismo al Consejo Interinstitucional de Ciencia y Tecnología (CICyT), que reúne a las máximas autoridades de las dependencias de C&T de los diversos ministerios, por ejemplo en la creación de áreas de investigación consensuadas en su seno, con financiación de ANPCyT. Sin embargo, la fuerte preponderancia de CONICET se manifiesta aun en el seno de CICyT, por ejemplo en el programa de incremento del número de doctores en todas las instituciones de C&T.
    Aquí cabe una digresión: Es una excelente política promover que los investigadores de todas las instituciones estén altamente capacitados. Sin embargo, en la actualidad, el sistema de Becas Doctorales está fuertemente dominado por CONICET, a tal punto que en el imaginario de los becarios CONICET, ellos ya casi pertenecen a la CIC de la Institución. La formación que reciben está esencialmente moldeada por los parámetros de CONICET que muchas veces no coinciden con los de las otras instituciones del CICyT.
    La formación de recursos humanos es tal vez el área que más urgentemente necesite una re-ingeniería. En la actualidad, de manera algo caricaturesca, podemos decir que todo el apoyo estatal se centra en la creación de Doctores CONICET, especialmente aptos para ingresar a la CIC de CONICET. Las propias Carreras de Doctorado de las Universidades no tienen capacidad para escoger a sus ingresantes, ya que éstos dependen críticamente de la obtención de una beca CONICET. Una planificación general de la formación de recursos humanos debería contemplar también el apoyo a alumnos de Maestrías y otras carreras de posgrado. Es importante advertir que la demanda laboral del sector productivo se cubre con egresados de las carreras de grado, de las carreras de Especialización y de las Maestrías (e incluso con estudiantes de grado que no han completado sus estudios); los doctores tienen poca demanda. Reconocer la centralidad de la gestión de los recursos humanos altamente capacitados permitiría gestionarla de una manera más integral y armoniosa, dándole más injerencia a las Universidades, a las demás instituciones de C&T y al sector productivo.

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    1. Muy interesante el comentario, Miguel. El tema de la organización de las becas de doctorado es central para pensar la evolución del sistema a futuro.

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  11. La caída relativa en la región de la productividad (y de la producción) argentina según la cientometría.
    Una vez que se tiene en claro que las políticas públicas en C&T deben apuntar a finalidades mucho más amplias que las de publicar artículos originales en medios de circulación internacional, es interesante entrar en este punto que, de alguna forma, es el punto fuerte de CONICET. El análisis de Mario Albornoz es completo y preciso. Solo añadiré o marcaré algunos puntos adicionales a tener en cuenta.
    1. Como bien menciona Albornoz, una fracción importante de los investigadores contabilizados no publica dentro de un lapso de tres años. Aquí hay un factor adicional a tener en cuenta. Argentina contabiliza sus investigadores en las universidades por un sistema de encuestas que responde cada universidad. Es probable que ello explique en parte por qué Argentina tiene el número de Investigadores (personas físicas o EJC) per cápita más alto de la región. Es probable que otros países sean más conservadores en la designación de investigador a un miembro del sistema universitario o de C&T. Una sobreestimación del número de investigadores en Argentina explicaría en parte –solo en parte- muchos de los hechos comentados por Albornoz. Seguramente, si el análisis se restringiera a los Investigadores de CONICET, el panorama sería muy distinto.
    2. Como bien menciona Albornoz, el número de revistas científicas argentinas indexadas es muy bajo si se lo compara con los números de otros países de la región. Ello plantea la pregunta difícil de contestar: ¿puede estar la productividad de otros países influida por la producción en revistas locales, indexadas pero de bajo impacto, o, mejor aun, de impacto solo en círculos locales? Al margen de esta duda, es evidente que debe reformularse en Argentina la política de publicaciones nacionales, especialmente teniendo en cuenta el acelerado cambio hacia los sistemas de Acceso Abierto. Es un tema que merece su propio análisis, y la toma de decisiones muy pronta.
    3. Es especialmente preocupante la tendencia a incrementar el número de investigadores aun cuando los montos totales destinados al sistema no crezcan, o peor aun, disminuyan. Existe una ley que prevé ir aumentando la fracción del PBI destinada a la función C&T, pero en tiempos de elevada inflación anual, los cálculos sobre el PBI en pesos del año anterior (o incluso del previo) implica un fuerte recorte de los fondos disponibles. Como bien indicó algún economista, la inflación incrementa fuertemente los recursos no comprometidos en el Presupuesto aprobado. Las partidas aprobadas, en cambio, se ven fuertemente afectadas por la inflación.

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