miércoles, 12 de abril de 2023

¿Son los investigadores parásitos del empleo público?

Hace pocos días leí un diálogo (llamémoslo así) en el que un periodista acusaba a un investigador de “vivir del Estado”. No es la primera vez que se formula ese tipo de juicio. Hace un par de años en un debate televisivo se caracterizó a los investigadores del CONICET de ser “parásitos”. Más allá de los exabruptos ¿es lógico acusar a un investigador de ser un empleado público y que esto implícitamente signifique que vive de nuestros impuestos, como si se tratara de algún tipo de parásito social? Desde luego, no tiene sentido porque en todo el mundo los gobiernos financian a sus investigadores e invierten en sus proyectos. Los países más avanzados apuestan al avance de la ciencia. Es así porque está fuera de duda que la ciencia es uno de los ejes estructurantes de la revolución tecnológica, el desarrollo sustentable y el abordaje de problemas globales como el cambio climático o la protección frente a las pandemias, tal como hace muy poco tiempo lo hemos vivido. Pero hay debates que no pueden ser leídos en forma lineal porque son típicamente argentinos y como tal deben ser decodificados. La pregunta es si en la cultura científica argentina y en la política científica de este país hay algún elemento que aunque sea distorsionado o exagerado pueda dar pie a este tipo de acusaciones.

Un primer aspecto tiene que ver con el empleo. Hace tiempo escribí que la política de ciencia y tecnología en Argentina, durante los últimos años se había convertido en una política de empleo. Expuse esto en una reunión de la Asociación Argentina para el Progreso de la Ciencia y no recibí opiniones en contra. Que el CONICET, mucho más que otras instituciones, se haya ido convirtiendo en el gran empleador de investigadoras e investigadores no sería malo de por sí, si no fuera porque es la expresión de otros desajustes en los planos de la inversión, el desarrollo institucional, el diseño de las políticas y la relación entre el ámbito público y el privado. Muchos investigadores (quizás la mayoría) creen a pie juntillas que la política científica de la última década (exceptuando los "oscuros" años del gobierno de Mauricio Macri) fueron algo así como una época dorada. Es curioso porque, como se verá, los hechos no avalan esta creencia.
 
Un segundo aspecto tiene que ver con lo ideológico. Andrés Malamud, conocido analista político, ha caracterizado al kirchnerismo como una mezcla del CONICET con la Matanza. Lo segundo es fácil de comprender, pero lo primero requiere explicaciones más profundas que rozan lo antropológico. Ocurre que la comunidad científica es muy sensible a ciertas representaciones simbólicas que tienen un gran peso en sus juicios de valor. Por ejemplo, he dicho en una nota publicada por La Nación que me sorprendió la algarabía con la que se festejó en 2007 la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación sin tomar en cuenta que, en la realidad, tal ministerio ya existía, solo que no era monotemático, ya que incluía la educación. Es decir que, en la práctica, lo que se hizo fue separar administrativa y políticamente la educación de la ciencia. Una decisión que fue vivida por muchos como una declaración de independencia del sistema científico. En la práctica la separación impidió desarrollar políticas del conocimiento que articularan ambas dimensiones en forma conjunta.

Las consecuencias de separar la educación de la investigación han sido negativas, a pesar de los discutibles esfuerzos del CONICET. Digo discutibles porque si se trata de fortalecer la investigación en las universidades nacionales lo primero sería aumentar las dedicaciones exclusivas. En cambio, la política de multiplicar centros o institutos de doble dependencia es incongruente con el propósito de otorgar a las universidades mayor protagonismo y autonomía en la gestión de la investigación que realizan. Se tiende, en casi todo el mundo a fortalecer a las universidades en sus tres misiones principales, no a intervenirlas, de cierto modo, en su función de producción de conocimiento científico y tecnológico. Esta observación va más allá del consentimiento de las propias autoridades universitarias a la estrategia desarrollada por el CONICET porque precisamente una de sus consecuencias es que muchas veces las universidades se desentienden de orientar y promover la investigación con criterios y recursos propios.

Un tercer aspecto tiene que ver con los recursos humanos. ¿Por qué muchos investigadores están persuadidos de haber vivido una época dorada para la ciencia argentina? Quizás, precisamente, por el aumento del empleo. De hecho, la política científica en los últimos años tuvo entre sus objetivos centrales incorporar cada vez más investigadores y becarios al CONICET. Hay que reconocer que esta política tuvo éxito en la medida que la Argentina es actualmente el país latinoamericano con mayor número de investigadores en relación con la población económicamente activa (tres por cada mil integrantes de la población económicamente activa (PEA), aunque este valor sea muy bajo con relación a España y Portugal (seis y casi diez, respectivamente). La contracara es que al no haber aumentado suficientemente el financiamiento, más del ochenta por ciento del presupuesto para la ciencia son salarios que, por lo demás, son muy bajos.

El cuarto aspecto viene ligado al anterior. Podríamos suponer que el prestigio del modelo político hoy todavía vigente radica en que hubo un gran aumento de la inversión en ciencia y tecnología. Se trata de un error, ya que no ha habido grandes altibajos en todo el período. Desde hace muchos años los recursos para ciencia y tecnología fluctúan muy poco. Entre 2011 y 2020 vienen oscilando en torno al 0,5% o 0,6% del PBI, sumando tanto el aporte del sector público, como del sector privado. No ha habido cambios dramáticos en esta relación, aunque sí los hubo en el volumen del PBI. Recomiendo en este punto leer un excelente trabajo de Lucas Luchilo en el que analiza, sobre el presupuesto nacional, las diferencias entre lo presupuestado, lo devengado y lo realmente ejecutado en ciencia y tecnología (https://www.nuevospapeles.com/nota/que-pague-el-que-venga-la-logica-y-dinamica-del-ajuste-en-el-presupuesto-para-ciencia-y-tecnologia ).

Un quinto aspecto remite a las cuestiones de infraestructura y equipamiento. Frente a tan pronunciado aumento del número de investigadores, la inversión en infraestructura y equipamiento no ha podido acompañar tal crecimiento en la medida necesaria. Con un agravante: ni las empresas, ni las universidades ni el propio CONICET generan puestos de trabajo suficientes para los doctores que se están formando, lo que da lugar a varias salidas insatisfactorias, como prolongar y multiplicar las becas. Da impulsos, además, a una nueva oleada de emigración que no se orienta solamente hacia los países más avanzados, sino en buena medida hacia los latinoamericanos.

El último aspecto que se me ocurre considerar para comprender la idea de la “época dorada” debe ser la calidad y abundancia de la investigación que se ha realizado en el país durante estos años. Sin dudarlo, hay que reconocer que existen grupos de excelencia cuya producción, medida por indicadores comparativos, es muy destacada a nivel internacional. Muchos de estos grupos no se han visto afectados por la limitación de los recursos, sino que por el contrario se invirtieron grandes sumas en construirles infraestructuras y dotarlos de costoso equipamiento, pero al mismo tiempo se dejó que el CONICET aumentara exageradamente su planta de investigadores y becarios. El resultado es que un 10% de los autores argentinos de artículos científicos recogidos en revistas y bases de datos internacionales tiene una producción comparable en cantidad y calidad con los mejores del mundo. El resto, en cambio, muestra una producción inferior a la de otros países latinoamericanos. Es preocupante constatar que en muchos campos científicos el país se retrasa con respecto a los vecinos.

Un acierto de Jorge Sabato, hace más de medio siglo, fue representar en la figura geométrica del triángulo la necesidad de vincular los vértices del gobierno, las instituciones científicas y las empresas como estrategia para impulsar el desarrollo del país. Importantes sectores académicos reivindican hoy este modelo y lo han incorporado a lo central de su relato. Tengo la impresión sin embargo, de que en su representación mental el triángulo se convierte en una simple línea que vincula el gobierno con las instituciones científicas. A lo sumo, una difusa representación de la sociedad, mediatizada por el gobierno reemplazaría al vértice ausente: las empresas.

La ciencia y la tecnología son muy importantes pero hay que tener en cuenta que por sí mismas no son capaces de sacar a los países de la pobreza. Se necesita una compleja trama de actores que además de investigar, financien, difundan y apliquen el conocimiento en proyectos innovadores. Si la sociedad (la famosa sociedad) tuviera indicios de que tales vínculos se establecen y son eficaces, quizás entonces a nadie en su sano juicio se le ocurriría acusar a los investigadores de vivir a costa de dilapidar recursos públicos.

Buenos Aires, abril de 2023

3 comentarios:

  1. muy buen articulo!!! me gustaria poder conversar sobre la posible superposicion de instituciones... tiene Ud algunos datos ?

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  2. Gracias por su comentarios, María Luz. Con gusto podemos conversar sobre la superposición de instituciones. No tengo datos analizados, pero es fácil obtenerlos porque la información que ofrece CONICET es bastante transparente. De todos modos, me parece que la superposición no siempre es negativa, si es que se aprende a trabajar en red, algo que la tecnología permite cada vez más. Investigadores de grupos similares pueden desarrollar proyectos importantes en red entre sí y con terceros grupos del país u otros países. La superposición es complicada en el caso de la educación superior, cuando las universidades abren carreras similares con nombres diferentes, ya que eso complica los reconocimientos y acreditaciones. Es un tema difícil de resolver para construir un sistema latinoamericano de educación superior que permita compartir aprendizajes.
    Saludos.

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  3. Patricia B. Flores8 de abril de 2024, 8:35

    Excelente blog Mario, abrazos

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Comentarios